América Latina y el Caribe debe ser una región de integración, democracia y desarrollo sostenible
Primero de Mayo
25/04/2008
- Opinión
Como cada año en esta fecha central para el movimiento sindical internacional, en distintas ciudades de nuestra América los sindicatos se aprestan a movilizarse para demandar de gobiernos y patronos las respuestas necesarias para asegurar una vida digna al pueblo trabajador. En algunos de nuestros países las condiciones a las que se enfrentan los/as trabajadores/as no distan mucho de las que originaron las acciones de los Mártires de Chicago.
Jornadas extenuantes de trabajo, míseros salarios, inseguridad e insalubridad en los lugares de trabajo, ausencia de negociación colectiva, persecución sindical, millones de niños y niñas dedicados/as a actividades laborales, mujeres trabajadoras discriminadas y violentadas en sus trabajos. Esos son solo algunos de los elementos presentes en el mundo del trabajo de hoy para millones de seres humanos en nuestra región. La globalización capitalista, a pesar de los avances tecnológicos y científicos, no ha resuelto la esencia del modelo de explotación que lo sustenta y por el contrario lo agudiza.
Por otro lado, la crisis que afecta al mundo desde mediados de 2008 no da señales de ser superada y por el contrario sigue afectando a la mayoría de los/as trabajadores/as en el mundo. En el momento en que algunos centros de poder comenzaron a hablar de superación de la crisis, esta se hace resistente en la mayoría de los países europeos y EE.UU. Los/as trabajadores/as de Grecia, Irlanda y Portugal sufren las consecuencias de la aplicación de medidas de ajustes draconianos, propios de lo que en América Latina vivimos desde los años 80 y bien entrados los 2000. Las recetas son las mismas, desempleo, recortes salariales, disminución del aparato estatal, recortes en la seguridad social y en los servicios sociales en general, afectando a los sectores más vulnerables y profundizando las desigualdades. El llamado “Consenso de Frankfurt” remite a las condiciones que deberán someterse estos países, así como España y otros, para satisfacer la orientación de los grandes centros de poder financiero de Europa y el mundo.
En Estados Unidos la ofensiva antisindical de la mayoría Republicana en el Congreso y en varias gobernaciones de la Nación, ha expuesto lo más reaccionario y conservador del pensamiento y la política de ese país, que pretende culpar a los/as trabajadores/as, los migrantes y los más necesitados, por la crisis que hoy vive la sociedad estadounidense. Las medidas que vienen siendo adoptadas en los Estados gobernados por los republicanos pretenden eliminar a los/as trabajadores/as del sector público, reducir servicios sociales y ampliar la edad de jubilación, entre otras medidas.
En América Latina a pesar de que la crisis tuvo efectos menos devastadores, la mejora en los índices de crecimiento y recuperación de la estabilidad macroeconómica no se corresponden con mejoras en los salarios y en general con la generación de empleos decentes. La inequidad como característica estructural de la región nos sigue señalando que tenemos mucha más riqueza concentrada en pocas manos y más pobreza. Salvo contadas excepciones, en la mayoría de los países los salarios siguen estando por debajo de los índices de inflación y costo de vida.
No podríamos dejar de mencionar que persisten situaciones de violencia antisindical en Colombia; en Guatemala con varios sindicalistas asesinados y persistente impunidad y en Honduras en el contexto de una actuación cada vez más represiva del gobierno ilegítimo de ese país.
En este primero de mayo la clase trabajadora de las Américas tendrá que incluir en sus consignas el fin a la guerra desatada en Libia contra el régimen de Muhamar Gadafi, con la intervención de la OTAN, que no da señales de ser resuelta militarmente. Se impone la búsqueda de una salida negociada al conflicto, poniendo los intereses del pueblo libio por encima de la pretensión de las potencias occidentales y de los intereses corporativos que están ocultos tras el pretendido ataque al régimen autoritario de Gadafi. Igualmente que en la convulsionada región de Medio Oriente y norte de África se asegure un proceso soberano y autónomo de los países que hoy buscan una alternativa a los regímenes de opresión allí establecidos.
América Latina y el Caribe debe ser una región de integración, democracia y desarrollo sostenible en beneficio de los pueblos. Por tal razón saludamos la consolidación de los procesos de integración como la ALBA y la UNASUR, escenarios que perfilan espacios alternativos para favorecer la plena realización de los derechos de todos los hombres y mujeres de nuestros países. Saludamos la próxima constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), como un espacio posible de unidad dentro de la diversidad económica, política, social y cultural de nuestra región.
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