Así fué, así es

24/09/2003
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No pudiendo silenciar su filosofía, acusaron a Sócrates de corromper menores, induciéndolo a tomar el veneno. Platón lo rescató del olvido y lo hizo más presente a nuestro conocimiento que millones de nuestros contemporáneos. Lo mismo hicieron con Jeremías, acusado de 'terrorista' por anunciar la justicia de Yavé, condenado al oprobio en una cloaca, exiliado de su tierra. No conocemos ni uno de los nombres de los jueces del profeta, pero el nombre de él y su obra conservan para siempre el sello supremo de la Palabra de Dios. Acusaron a Jesús de subvertir el orden del Templo de Jerusalén, de no respetar el sábado, de modificar la ley mosaica y de usurpar el título sagrado de Mesías. Lo apresaron, lo torturaron, lo condenaron en dos procesos políticos, y lo remitieron al suplicio de muerte. Crucificado, resucitó en la fe y en la historia, como paradigma de amor, presencia viva de Dios entre nosotros. Felipe dos Santos fue el primero en levantarse a favor de la independencia del Brasil. Lo amarraron a cuatro caballos, cada uno de ellos atado a uno de sus miembros más largos, y lo descuartizaron sobre las piedras filosas de las calles de Vila Rica. Él y sus compañeros rehusaron enviar a la metrópoli las riquezas de la colonia, en un osado gesto de soberanía. Apresados, fueron torturados, degradados, exiliados y asesinados. Tiradentes, colgado en la horca, fue salado el suelo en que vivió, y su cabeza estuvo expuesta como ejemplo execrable; hoy es la figura mayor en nuestro panteón nacional. Lo persiguieron como comunista peligroso en las selvas de África y de América del Sur, temiendo que se extendiesen por los corazones jóvenes las semillas revolucionarias de la utopía. Hasta que, atrapado en Bolivia, lo cosieron a balazos y lo sepultaron en un lugar ignorado. Hoy el Che Guevara es una estrella que conmueve corazones, luciendo altivo en ropas y accesorios, cual icono de esperanza libertaria. Así sucedió con Giordano Bruno y Galileo Galilei, Juana de Arco y Maximiliano Kolbe, Edith Stein y Bonhoeffer, Gandhi y Luther King, todos ellos reos en juicios mancillados por la hermenéutica pervertidora de la ley, aquella en que el juez se coloca por encima de la letra y la hace rezumar espíritu vengativo, rencoroso e injusto. Eso está sucediendo con José Rainha, Diolinda y Mineirinho, y con tantos como, en Brasil, luchan por un pedazo de tierra y un poco de pan. También fueron tratados como 'terroristas' tantos que lucharon por la redemocratización de este país, así como, al arbitrio de la Justicia, fueron apresados, engrilletados, encarcelados y condenados Graciliano Ramos y Antonio Callado, Lula , José Genuino y otros muchos. Mi padre era juez. Me dejó como herencia la lección de que un juicio injusto, una sentencia precipitada por emociones sospechosas, una condena indebida, serán, implacablemente, reos de la historia. El derecho a la vida es superior a la letra de la ley, pues no todo lo que es legal es justo. Se condena a los líderes de los sin-tierra, cuando más bien el reo debiera ser el latifundio; a hombres y mujeres que luchan por derechos elementales, cuando la acusada debiera ser la estructura social que produce tan abismal desigualdad; reivindicaciones históricas y justas, como la reforma agraria, cuando los tribunales debieran citar a los que se apropiaron de tierras baldías, malhabidas, dejándolas ociosas en un país de hambrientos. La historia, sin embargo, termina haciendo justicia. Si fue así, así es y así será. * Frei Betto es escritor, autor de "Bautismote Sangre", entre otros libros. Traducción de José Luis Burguet. 15 setiembre 03
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