Que las autoridades respeten y obedezcan

Diez años del Día mundial de la diversidad cultural para el diálogo

23/05/2011
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En sus rezos el pueblo chuj dice a las autoridades: skachul stenul (que respeten obedezcan). ¿Qué significa esto? Los rezos son momentos de comunicación con las diversas autoridades –no humanas–; tal es el caso del responsable del día que se vive. La idea expresada en el calendario maya de que cada día tiene su autoridad responsable, lleva a asumir que todo lo que ocurre cada día es atestiguado por la autoridad correspondiente y mucho de lo que acontece tiene su sello característico. Hay unos días cuya autoridad se distingue por propiciar la afectación; una de ellas da facultad para que la gente empiece a hablar cosas malas, favorece el conflicto y no deja que haya paz; ésa es su función.
Entonces en los rezos se le llama la atención a la autoridad, se le dice que respete y obedezca dejando en paz a las personas, pues éstas van a realizar una serie de actividades según sus necesidades; de esta manera la autoridad queda enterada y obedeciendo respeta. Cuando en alguna comunidad deja de haber rezador, no hay quien les llame la atención a esas autoridades a nombre de todos y por eso es que no hay paz y sí mucho problema. Estas imágenes, propias del conocimiento cultural del pueblo chuj, son mal entendidas por las personas cuyo corazón ha acunado la discriminación, la incomprensión y el prejuicio; pero de por sí pueden dejarnos importantes enseñanzas.
Nótese primeramente cómo es la relación con la autoridad. Si se le deja hacer de las suyas lo hará, a sabiendas de que las concreciones y repercusiones serán negativas. En cambio puede hablársele sin perder humildad y con tono exigente. La autoridad entonces respetará y obedecerá, pues tiene corazón para escuchar y aceptar que su función es estar al servicio.
La comunicación con las autoridades, en sentido chuj, está precedida por una intención que es llamarles la atención (skachul stenul). Este “llamarles la atención”, tiene varias acepciones, por un lado es un: “¡Hey, mírame, ésta es mi situación, ésta es mi necesidad!”, o por otro lado es un señalamiento correctivo y contundente o incluso un ¡ya basta! Cualquiera de los casos es posible teniendo dignidad y la autoridad moral para hacerlo. Sin conciencia de dignidad no es posible llamar la atención con contenido y solidez, en tanto la humildad es requerida para reconocer y que se asuma la posición de cada cual con sus respectivas responsabilidades. De cualquier manera, lo que está en juego es la paz y la justicia.
¿Será que podemos entresacar alguna reflexión de esta imagen del mundo chuj? Exploremos algunas ideas. Por principio de cuentas resalta la relación con las autoridades.
Lamentabilísimamente se nos ha remarcado, enfáticamente por los profesores en el sistema educativo y por cada persona detrás de un escritorio o una ventanilla de gobierno, que como sociedad somos subordinados, que nos debemos someter a sus dictados y a sus disposiciones e, incluso, a humores y actitudes personales.
El supuesto de la democracia es que hay un pueblo que es el soberano; empero, el sistema político mexicano no fue configurado con esta intención ni en esta lógica. Las autoridades propias de este sistema no han estado ni están al servicio de los pueblos, sino de una élite. Para que las autoridades se dispongan al servicio se necesita que la sociedad les exija obediencia y respeto. Sin movimiento social esto no es posible. Aún gente bien intencionada en el gobierno necesita y necesitará de este movimiento social.
Esta posibilidad pareciera imposible en una sociedad que ha albergado en su corazón la apatía, la corrupción y la desobligación inculcadas por el mismo sistema, de tal manera que toda elevación de voz para llamar la atención a las autoridades o para decir: ¡estamos hasta la madre! o para expresar un ¡ya basta! o para exigirles que respeten y obedezcan se mal entiende, se descalifica y parece escandalosa, por lo que se establece una distancia respecto de ella y cuesta sumarse.
Si la sociedad no tiene esa voz es como cuando deja de haber rezador en las comunidades, el resultado es que se les deja a las “autoridades” que hagan de las suyas, con el sello que les caracteriza: se incrementa la violencia con las repercusiones negativas que no sólo son evidentes, sino que se sienten, que duelen, que matan, que secuestran, que causan desapariciones y que no dejan que haya paz con justicia y dignidad.
Los “representantes” han perdido la autoridad moral y se han hecho cómplices del gobierno, por lo que ya no tienen la fuerza para llamarle la atención, entonces sólo queda que la sociedad hable por sí misma; lo que es ya, en sí, un desconocimiento a tales “representantes”. La sociedad adolorida está expresando a las autoridades, con claridad y con toda fuerza moral: que respeten obedezcan (skachul stenul). Y ahora es tal el dolor que la indolencia y apatía de aquellos que pintan su raya tiene ya tintes de anestesia y de envilecimiento humano. Lo meditemos.
Necesitamos volver a adoptar la actitud de quienes, desde su niñez se disponen a aprender reconociendo que no saben, de manera que podamos aprender a ser pueblo, que el pueblo es el de la voz, que corrijamos la idea de que el gobierno es el que manda, que tomemos conciencia de quiénes somos nosotros, que recuperemos las enseñanzas de nuestros pueblos y nuestros credos que nos animan a disponernos activa y decididamente a lograr un mundo de respeto y hermandad. De esta manera podemos hacer frente a la bravuconería, el desprecio y la apatía, así como a las descalificaciones y a los enconos que se han vuelto el pan de cada día.
En este día que nos anima a retomar la riqueza de la diversidad cultural y a promover el diálogo es oportuno reflexionar y asumir que todo diálogo es exigente y que tiene mayor exigencia y riqueza cuando se procura en medio de la diversidad de posiciones. Complementariamente, que la diversidad es fecunda en razón del diálogo y, también, que la divergencia da potencia al diálogo. Diversidad y diálogo son motores de la historia y de la esperanza.
- Fernando Limón Aguirre esSociólogo. El Colegio de la Frontera Sur
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