Un nuevo escenario

12/06/2011
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La victoria de Ollanta Humala y Gana Perú abre un nuevo escenario. Con un fuerte remezón político, la esperanza venció al miedo.
 
El cambio rompió los muros de contención del continuismo y de los poderes fácticos -económicos y mediáticos- que se jugaron todo para cerrarle el paso. Coletazos intentaron desestabilizar los resultados electorales con una pérfida caída en la bolsa de valores luego de la elección. ¿Su objetivo?: intentar controlar las políticas del nuevo gobierno imponiéndole al Presidente electo, antes de ser proclamado, los nombres de quienes manejarían las carteras económicas y la política monetaria. Pero eso abortó y las aguas recuperaron su nivel.
 
Los grupos de poder económico auparon la restauración del fujimontesinismo, su millonario clientelismo político, como desenfadada plataforma de defensa de sus privilegios y sus enormes cuotas de poder. Los poderes mediáticos alineados con ellos alentaron el miedo: rumores absurdos para alejar sectores de capas medias y del mundo popular de aquellas opciones que propugnaban un país más justo y equitativo. Pero el plan fracasó. Pudo más la indignación contra la corrupción generalizada e impune, la demanda de moralización y el rechazo a la restauración del fujimorato. Pesó más el hartazgo de las mayorías populares y regionales frente a la exclusión de los beneficios del crecimiento de un país que se proclama como la estrella económica latinoamericana. No se impuso la prédica de la supuesta desestabilización que implicaría un país con más equidad y justicia.
 
Cuatro factores fueron centrales: el voto de los sectores más desfavorecidos, los sectores de pobreza y extrema pobreza; el voto rural, esencialmente del campesinado, los comuneros y de los pequeños productores y regantes, en muchos casos enfrentados con la prepotencia del accionar de industrias extractivas protegidas por el gobierno; los votos del interior del país que se enfrentaron a Lima (en 19 de 25 regiones venció Gana Perú); y, sin duda, las fuerzas democráticas de intelectuales, capas medias y juventudes que se movilizaron para impedir la restauración del fujimorato corrupto y violador de DDHH. Es a estos sectores a quienes, en primer lugar, debe prestar garantías y seguridades el nuevo gobierno de todos los peruanos. A aquellos que le dieron el triunfo y son parte central de los beneficiarios de las políticas sociales y económicas comprometidas en la campaña.
 
Ellos deben constituir el eje de atención al inicio de la nueva gestión gubernamental. Son ellos, al igual que todos los peruanos y peruanas que no tienen hoy oportunidades o derechos fundamentales, los que deben recibir señales de seguridad de que se cumplirá y avanzará en lo comprometido. Y, claro, las empresas y empresarios han de tener claro que Gana Perú y Ollanta Humala cumplirán con impulsar un gobierno de concertación, reglas claras y buscar una relación entre empresas, trabajadores y sociedad que promueva crecimiento con inclusión y responsabilidad social, más empleo, trabajo decente y con derechos, cumplimiento de las obligaciones fiscales y apoyo a la empresa nacional en todas sus dimensiones.
 
La extraordinaria tenacidad que Ollanta Humala exhibió en este difícil proceso ha de mantenerse para cumplir sus compromisos centrales: la revolución educativa y la reforma de la salud pública; los programas sociales para primera infancia, apoyo alimenticio y pensión 65; el tema laboral: aumento del salario mínimo vital, el cese del abuso de los services, contratas y CAS; la lucha firme contra la corrupción y sanción a los corruptos, así como la adopción de medidas de transparencia, rendición de cuentas y participación ciudadana; la recuperación del gas (lote 88) de Camisea para el consumo nacional y el abaratamiento de la energía; el impuesto a las sobreganancias mineras y de las industrias extractivas, así como un adecuado manejo de la recaudación fiscal y de las deudas al Estado, para financiar recursos fiscales para el cambio prometido.
 
Estos son los retos inmediatos a encarar en el Perú por este proceso que también tiene implicancias latinoamericanas y abre nuevos horizontes a UNASUR y los proyectos de integración. Es, ciertamente, la posibilidad de una nueva era.
 
La República, 13 de Junio de 2011
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