Cuando llegue el gran día
20/10/2003
- Opinión
Volveré y seré millones
Tendió un cerco sobre La Paz en 1781 para que se reconociera a
aymaras y quechuas como personas. En respuesta lo
descuartizaron creyendo que así lo destruían. Su cabeza fue
exhibida en la plaza principal de La Paz y cada una de sus
extremidades enviada a regiones distintas siguiendo los cuatro
puntos cardinales. Lo descuartizaron creyendo que lo destruían
y crearon la leyenda. En todos los caminos la memoria de Tupac
Katari retumba en su "¡¡volveré y seré millones!!" que desafía
a construir el Jacha Uru o Gran Día en el que los caminos se
encuentran, las partes se unen y los diversos se entretejen.
El centro de La Paz, donde se exhibió la cabeza que nunca dejó
de mirar el horizonte, es una hoyada sitiada por una cima
urbanizada a los 4.200 metros de altura, la ciudad de El Alto,
cuyo 85% de su población es aymara. El Alto es una ciudad
abandonada a su suerte por las políticas estatales, carente de
servicios básicos, hecha a fuerza de reciprocidades y trabajo
comunitario, es una ciudad pobre, muy pobre, en la que el
ingreso promedio anual es de 450 $us., lo que equivale a 37
dólares mensuales. El alteño es un migrante expulsado de la
pobreza rural a la miseria urbana y La Paz es una ciudad
cercada por la pobreza de la ciudad de El Alto y por su empuje
para incluirse en el mapa del desarrollo.
El nuevo cerco
No era fácil transitar por las calles de La Paz y El Alto la
fatídica semana del 11 al 17 de octubre. Los vecinos de los
barrios levantaron barricadas y trincheras en sus esquinas,
las plazas habían cedido sus adoquines a los bloqueos,
alfombras humanas impedían el paso en las avenidas, colas
interminables de mujeres y niños esperaban la venta de gas y
de pan, y avalanchas humanas llegadas de los cuatro caminos
ocuparon la ciudad buscando (re)encontrarse en su centro
controlado por tanquetas y fusiles. Buscaban en diálogo la
revisión de la Ley de Hidrocarburos. Les respondieron con bala
convencidos acaso de que la democracia necesita sacrificios
humanos. Pudo haberse evitado la masacre. El número de muertos
en 72 horas de espanto en La Paz y El Alto superó los 77, más
de uno por hora sin contar el medio millar de heridos. Los
muertos en los 14 meses de gobierno de Gonzalo (Goni) Sánchez
de Lozada pasa de 140, a un ritmo de 10 por mes, cifras
inéditas para un régimen que se jacta de democrático. El nuevo
cerco no vino desde las laderas ni desde los cuatro caminos,
sino desde el vientre de un sistema carcomido por la ineptitud
de su modelo de ajuste, por la corrosión de su sistema
partidista y por su desprecio de los movimientos sociales.
¡El gas no se vende, carajo!
El detonante fue el anuncio de la venta del gas a los Estados
Unidos por Chile. El problema no está tanto en que se pretenda
que la venta se realice por Chile, país causante del
enclaustramiento boliviano desde 1879, sino en las
características de la política hidrocarburífera manejada por
una relación de compadrazgo entre las elites locales y las
transnacionales y que se representa en la Ley de Hidrocarburos
promulgada por el gobierno capitalizador de Sánchez de Lozada
dos días antes de la conclusión de su primer gobierno en 1997.
Esta Ley establece a partir de su aplicación un pago del 18%
por regalías en las reservas nuevas de gas, mientras que las
reservas ya existentes pagan el 50%. Se arguye que el 94 por
ciento de las reservas existentes ahora habrían sido
descubiertas después de la promulgación de la Ley, es decir,
que serían nuevas, cuando se sabía ya el 97 que las reservas
llegaban a 27 Tpc, a pesar que se declaraban apenas 4,7. Por
este mecanismo, el ingreso de 350 millones año que tenía el
Estado boliviano por regalías del gas entre 1990 y 1995, se
reduce apenas a 150. Y eso no es todo, pues el artículo 7º de
la Ley limita el derecho boliviano de propiedad al gas sólo en
su estado natural bajo tierra, mientras que apenas besa la
superficie son consorcios internacionales los que lo
usufructúan, dejándonos la posibilidad de rentar con el
transporte. De productores e industrializadores pasamos a
camioneros. Es por esto y no por ponerle un candado al mundo
que Bolivia demanda decidir el destino de sus recursos.
Pero el tema no es sólo la Ley, sino también lo que implicaría
para el país la venta del gas a California vía el consorcio
Pacific LNG que agrupa a Repsol-YPF, British Gas y Panamerican
Energy, concesionarios desde 1998 del bloque Caipipendi, donde
se encuentra el campo Margarita en el sureño departamento de
Tarija, que tiene la reserva más importante de gas del país
con 13,42 Tpc. Sucede que mientras que en el mercado mundial
el precio por metro cúbico de gas está hasta en 4,5 $us.,
Bolivia le vende la misma cantidad al PETROBRAS brasilero por
tan sólo 1,7 $us. Pésimo negocio que sirve de precedente para
la indignación ante la posibilidad de la entrega del metro
cúbico de gas en 0,70 $us. a los Estados Unidos en un contexto
de crecimiento del consumo del gas a nivel mundial. Además,
Bolivia país mediterráneo necesita un puerto para exportar el
gas. Perú ofrece compartir una zona de desarrollo y Chile tan
sólo un tratado comercial en el puerto de Patillos, al norte
chileno, en el departamento de Mejillones, antes boliviano, en
cuyos espacios se deben instalar una planta de licuefacción y
un polo de desarrollo que contaría también con una flota de
buques "metaneros" hasta el puerto de destino donde se
instalaría una planta de regasificación. Ante estas
alternativas, el grito ciudadano de "¡ni por Chile ni por
Perú, el gas para Bolivia!", está sugiriendo gestionar un
puerto propio, soberano.
El poder no hace la fuerza
Goni marcó un itinerario de la muerte acudiendo a un discurso
cínico de defensa de la democracia mientras vomitaba fuego.
Primero acribillaron campesinos en Warisata, una histórica
población aymara, bajo el pretexto del "rescate" de un grupo
de turistas que quedó varado por un bloqueo de caminos, y al
más típico estilo de las películas de cowboys, desde sus
camiones y helicópteros dispararon sin mirar quién se movía
del otro lado. Días después se asesinan marchistas mineros en
Ventilla, una población pegadita a El Alto. El sábado 11 y
domingo 12 la carnicería es en los barrios de El Alto, con el
pretexto de garantizar el tránsito de 32 cisternas para
abastecer de gasolina a la ciudad de La Paz. Las decenas de
muertos con munición de guerra son velados en las calles y los
centenares de heridos trasladados a los centros hospitalarios
en carretillas. Las balas no distinguen a niños ni ancianos,
sólo buscan cuerpos de alteños. La gasolina se mancha de
sangre y las cisternas se convierten en carros fúnebres. Son
dos días de genocidio. Las banderas con crespones negros
izadas a media asta expresan el dolor, la indignación y la
solidaridad que empieza a avizorarse en cada una de las casas
alteñas y paceñas, sin diferencias sociales ni culturales. Las
muertes de vecinos de La Paz, de marchistas mineros en
Patacamaya y de colonizadores campesinos en San Julián, sólo
suman cifras que no se interrogan por el presente doliente ni
por el futuro incierto de las viudas y huérfanos de los
mártires. Un soldadito es baleado por su oficial porque se
negó a disparar contra el pueblo indefenso. No tiene sentido
tanto absurdo.
El gobierno se inventó golpistas, centró su foco de atención
en la oposición de Evo Morales atribuyéndole roles de
liderazgo con financiamiento del terrorismo internacional,
justificó cínicamente sus medidas represivas en la supuesta
presencia de grupos vandálicos, sediciosos y narcoterroristas,
despreció la movilización social y se empeñó en mostrar una
Bolivia anarquista (la kolla altiplánica) y otra productiva
(la cruceña oriental), quizo intervenir medios de comunicación
que mostraban la masacre, ofreció estudiar hasta el final de
su gestión un referéndum regionalizado. Ignoró la muerte
mientras promovía en el Parlamento la elección obtusa de su
Defensor del Pueblo y de sus Magistrados. Quiere demostrarse y
demostrar que la democracia en Bolivia pasa por Goni, y logra
aliados. La CNN se traga las mentiras de Goni y las amplifica
para que nos las traguemos todos. La OEA, que no se molesta en
investigar los hechos, justifica la democracia de Goni en una
resolución basada en las mentiras contadas por el embajador en
Washington. En su último mensaje, y acudiendo a datos
inventados, dice con arrogancia que tres terceras partes de la
población piden que se quede porque lo ven como al niño
holandés con el dedo en el dique para que no rebalse la
represa. Goni, con sus 70 muertos a cuestas ofrece dialogar
sin condiciones, pero ya nadie quiere dialogar con Goni. El
grito en las calles y caminos es unánime: "¡Goni, cabrón,
andate a Washington!". Uno de sus socios, la Nueva Fuerza
Republicana le da la espalda, y el otro, el Movimiento de la
Izquierda Revolucionaria empuja la resolución del conflicto de
las calles al Parlamento. Goni se queda sólo y tiene que irse
a Miami, camino a Washington.
Cuando el gigante dormido despierta
Algunos medios de comunicación optaron por programaciones
noveleras como si en el país no pasara nada, se hicieron
cómplices de las muertes con su silencio. Otros fueron
directamente distorsionadores de los hechos convirtiéndose en
voceros acríticos del cinismo y prepotencia gubernamental,
justificaron la muerte. No faltaron los que pretendían
mercantilizar buscando la primicia y el estrellato,
vanalizaron la muerte. Otros que abrieron sus micrófonos en
las calles y reflejaron imágenes de los hechos reales, fueron
tildados de sediciosos, y se ganaron audiencias y defensores
de sus antenas por millares. La política salió de los sets y
del parlamento, volvió a hacerse en las calles. La
comunicación volvió a hacerse desde la palabra que está
circundando, desde los bordes, la normalidad de las rutinas,
expresándose en grito.
El octubre negro paceño y alteño ha refrendado que el cinismo
no sustituye la verdad, que la prepotencia no reemplaza la
fuerza popular y que las balas se acaban pero no la dignidad.
La historia de la llamada "guerra del gas" es testigo que
nadie, ninguno de los grupos movilizados intentó atentar la
democracia sino más bien perfeccionarla. El clamor popular del
pedido de renuncia del presidente se acompañó siempre de la
alternativa de la sucesión establecida en la Constitución
Política del Estado. Este movimiento no tuvo liderazgos
partidistas y nadie puede arrogarse su conducción, nadie más
que los millones de bolivianos y bolivianas que se lanzaron a
las calles, las carreteras y los piquetes de huelga de hambre.
El gobierno no quizo ver más allá de su ceguera. Ni vándalos,
ni sediciosos, ni narcoterroristas, sólo ciudadanos y
ciudadanas son los actores de la rebelión de los barrios.
¿Pensaron acaso los señores del oscurantismo que las balas
acallan la palabra o temían por el despertar del gigante
dormido?
En búsqueda del día
Carlos Mesa asume la presidencia por sucesión constitucional.
Sus primeras palabras tienen el cuidado de formularse en un
fuerte tono conciliador. Posesiona un gabinete ministerial
técnico, aunque no logra evitar la presencia de ex militantes
ni logra el equilibrio de género que había prometido. Promete
un referéndum vinculante, con lo que se gana la simpatía de
los movimientos sociales porque el destino del gas y de la Ley
de Hidrocarburos sería decidido en consulta. Contraviniendo la
Constitución que señala la conclusión del mandato
presidencial, Mesa sugiere constituir un gobierno de
transición en un plazo que el Congreso debería fijar. También
deja en manos del Congreso el juicio de responsabilidades por
las masacres. Carlos Mesa se aísla de los partidos, pero deja
en un Parlamento que ya no está conformado por oficialistas y
opositores, sino por mayorías y minorías, decisiones de
trascendental importancia.
Los movimientos sociales desandan caminos. Otorgan una tregua.
Saben de los empeños del nuevo presidente en la lucha contra
la corrupción. Quieren desmarcarlo de responsabilidades del
gobierno anterior, necesitan hacerlo. Es una tregua
expectante, atenta a la realización de giros parabólicos en la
política estatal. Hay urgencias que no pueden eludirse. Una de
ellas es la postura separatista, paradojicamente coincidente
en los dos extremos, los oligarcas y los indigenistas. A
contracorriente del país entero, por conveniencias regionales,
también Tarija enarbola banderas de autonomía si no se exporta
el gas. Las demandas sociales, dispersas como estallidos,
tienen que ser respondidas, y no muy tarde, con políticas
públicas de fuerte inclinación social y con mecanismos de
economía solidaria.
Bolivia está en la posibilidad de refundarse sobre las bases
de la dinámica inclusiva de los movimientos sociales y desde
los encuentros de los cuatro caminos que se entrecruzan y
convergen en su centro. La política debe repensarse desde el
dinamismo de los movimientos sociales, pues las bases del
actual Estado no responden a la concepción de nación de los
actores sociales. La lección del octubre alteño y paceño nos
muestra que podemos soñar un poquito más allá de lo posible;
que podemos pensarnos construyendo una democracia
participativa que se interculturalice sin distinciones
étnicas, ni de género, ni de residencia; que los pueblos con
ganas de vivir junten sus diversos, escriban con su letra
páginas de dignidad, y que conviertan los rencores en
esperanza. El Alto es el centinela encargado de que la
historia no retroceda y de que se acerque el gran día.
* Adalid Contreras Baspineiro, es sociólogo y comunicólogo
boliviano
https://www.alainet.org/es/active/4822?language=es
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