¿Es importante votar el 11 de septiembre? Fundamental, diría yo
- Opinión
Mi país, Guatemala, se ubica en la parte septentrional de la América Central con costas en ambos océanos, por lo tanto, muy próxima y entrecruzada su historia al majestuoso Mediterráneo de nuestra América: el Caribe. Y, de éste irradiante a toda ella.
Tierra pródiga de volcanes subversivos y montañas exuberantes bajo cuyos follajes conspiraban los clandestinos contra ese estado de los acumuladores y egoístas. Lagos azules que reflejan el cielo diáfano de abril; flores infinitas de colores cuyos pétalos se trocan por aves policromas que parten la brisa fresca de las mañanas soleadas o nebulosas. Tierra de barriletes que se besan con los arco iris en octubre; de bailes de moros que relatan ese encuentro nefasto de nuestros pueblos indios con la España católica cuyo mastique centenario ha moldeado mujeres y hombres sencillos, de rostro moreno sonriente y amigable, de pasado milenario y majestuoso pero también esclavo y famélico y, por los mismo, con presente indomable y rebelde. Sincréticos y silenciosos, taciturnos y ensimismados, pero desprendidos y generosos, amantes de lo verde, la verdad y los ríos. Ese amasijo de pieles fruto de violencias y amores, de imposiciones y ternuras ha dado como resultado un pueblo insurrecto a pesar de su clara mansedumbre. Un volcán cuyas nubes forman una estola blanca alrededor de su cúspide dando la impresión de quietud y tranquilidad pero que de un momento a otro es capaz de arrojar fuego, piedras y lava; sangre y furor.
Pueblos subyugados y matados, torturados y expoliados pero jamás sometidos. Pisoteados y muertos por sus verdugos rubios y blancos con lacayos aguileños, como la necia raíz del Guayacán vuelven a resurgir más fuertes y avisados.
Pues, en mi tierra, en estos días habrá elecciones generales el 11 de septiembre. En ella se elegirán a los que ocuparán los puestos de poder a nivel general y a nivel local. Los herederos de los viejos encomenderos con sus arcas, sus mañas, sus coacciones y bandas armadas son los que acaparan el horizonte. Más yo digo que, en fecha tan emblemática, las torres coloniales tendrán que terminar de caer pues sus grietas son tan grandes que no tienen futuro más que éste.
Los siniestros verdugos y mercachifles son los que han copado las preferencias y expectativas de un pueblo inculto y desinformado al que pretenden seguir manteniendo así para evitar su “descarrilamiento”, su contagio, por ende, su despertar a fuerza de propaganda atiborrante y encuestas de dudosa construcción.
Una tenue luz, sin embargo, se aproxima tras las rendijas. Una muy débil pero con visos de cegar. Una fuerza en cuya cabeza una mujer indígena se posiciona. Mujer de sufrimientos mil, que perdidos sus padres y hermanos a manos de los matarifes de miles de conciudadanos, solo por ello debía ser admirada en su empuje y firmeza. A pesar de ser ganadora de un premio Nóbel, depositaria de luchas de jóvenes y viejos, de visiones prehispánicas y bagajes socialistas de todos los tiempos y lugares, es ninguneada. Señal inequívoca del terror que despierta en las mentes coloniales por ella misma y lo que representa.
Que no ganará, lo sabemos perfectamente por todo el maremagno de propaganda y terror, de burla y menosprecio, pero posicionará al indio donde debe de estar: a la cabeza de cualquier revolución que se quiera erguir en mi tierra y las circunvecinas. Sin él, imposible el más mínimo cambio.
Por eso, por el miedo que arranca al corazón de los déspotas, contra ella todo el racismo, toda la enjundia de los que viendo solo lo negro y lo blanco no aceptan los grises. Toda la chanza y el desprecio; toda la incomprensión y el descrédito, la desconfianza, el recelo y la lástima. No es tomada en serio, ni por pequeños ni grandes. Ni por la derecha ni la “izquierda”. Ni por blancos, mestizos e “indígenas” light. Los medios la ignoran, las encuestas no la mencionan y cuando lo hacen es para demostrar que está muy debajo de todos; no merece siquiera ser invitada a foros. Pero, ¿quién ha nacido ganador? Nadie, menos los pobres. Solo los ricos han erigido fortuna y prestigio, dentro de los parámetros que del éxito se tienen por estos lares, sobre la de sus ancestros que erigiendo la suya a la vez sobre la sangre primero y sobre el sudor y sufrimiento y más sangre después, de los pobres, han colmado la espiral de la explotación, la marginación, el asco y la muerte sobre los que, aún hoy, se preguntan si tienen alma. Los mismos que hoy son muertos, heridos, golpeados y desalojados en el Polochic. Esos que son muertos dos veces por la indiferencia y el desprecio de las instituciones y los funcionarios.
Perfectamente sé que la derecha volverá a gobernar. Quizá sea el “hombre fuerte de mano dura” que según la consigna dominante de los gringos y la oligarquía local, vendrá a poner orden al caos existente. O, quizá otro de extracción, objetivos y fines similares.
Entre dos de esa naturaleza se jugará el control del Estado si el “hombre fuerte de mano dura” no gana en la primera vuelta. Su disputa será, indudablemente, contra otro neoliberal de hueso colorado o contra un populista medianero –porque hay que recalcar que los únicos que son populistas han sido los de la derecha, igual que fascistas y represores y rompedores del orden constitucional-. Nunca otros. De esa cuenta, alternativas populares no existen en el futuro inminente.
Esa es la angustia del “hombre fuerte de la mano dura”, que si no gana en la primera vuelta de la votación, se enfrentará al balotaje. Con su techo presupuestario al tope, según el Tribunal Supremo Electoral, para la segunda tendrá que comprometer nuestro futuro y el de él a más préstamos donde los usureros cobrarán luego con creces. ¡Y, si es así, aún así, no ganará!
La guerra que le hará cualquiera de sus contendientes será ignominiosa. No digamos los que no compitiendo directamente sufrieron sus zancadillas. Padecerá el desgaste y el descrédito que él mismo ha utilizado contra los demás. Perderá entonces, las elecciones y la cordura.
Es por eso, que hago un llamado a los que creen que votar nulo o abstenerse contribuirá en algo. En nada, les aclaro, pues el voto nulo o el blanco no son contabilizados en este sistema perverso que los margina para evitar que el pueblo vea el descrédito que ha tenido. Es más, no participar favorece al que encabeza las encuestas. Es allanar el camino en primera vuelta al puntero.
Mejor en la primera vuelta votar por nuestros hermanos del Frente Amplio. Para unos, por rencillas pasadas, talvez no valga la pena; para otros, por no figurar en los primeros lugares; para otros no menos, por ser una “india” la que compite. Empero, más que decir que su programa es el más coherente para empezar a disipar la explotación y la amargura, el más humano y el más nacionalista. El más acorde con las necesidades de la mayoría, es el que perfila el futuro de nuestra nación donde el mayor porcentaje de sus habitantes es indígena. ¡Sólo eso nos debiera mover para apoyarlo indiscutiblemente! Quizá este llamado sea un eco perdido en la inmensidad de la caverna, pero alguien oirá, estoy seguro.
La táctica es votar por el Frente Amplio en la primera vuelta, para fortalecerlo y para debilitar al “hombre fuerte de la mano dura”. Aunque muchos no compartamos con algunos miembros del FA sus métodos, es por la historia común de lucha y sufrimiento del pueblo que debemos hacerlo. Hay que apostar por los principios y postulados que en una mezcla entre la visión indígena y el socialismo, hoy se presenta. Debatirlos y perfeccionarlos nuestra tarea futura. Si no entendemos esto tendremos que revisar nuestra propia actitud, pues andar en las marchas con el corazón y las camisas y pañuelos rojos nos une a todos los pobres y explotados, a los marginados y oprimidos entre los cuales están los de paños zurcidos y los de saco y corbata. El rojo, no hay que olvidar, es el color de la sangre de nuestros hermanos caídos ayer y hoy. De nuestros padres, de nuestros hijos a manos de esa oligarquía que es muy probable nos gobierne de nuevo.
Por todo ello, el objetivo inmediato es que el “hombre fuerte de la mano dura” se quede para la segunda vuelta donde seguro se atascará. Y, en la segunda vuelta, votar nulo donde cada voto se peleará encarnizadamente por cada uno de los contendientes. Habrá que discutir, debatir y afilar esa táctica y debilitar al “hombre fuerte”. Al fin y al cabo, la derecha gobernará, pero que no sea la fascista ni la señalada de crímenes en el pasado contra niños, ancianos, mujeres y hombres indefensos, porque eso sería votar por la vuelta a más violencia y al terrorismo de Estado. A la entrega mayor del país a las transnacionales que ya sabemos en que se traduce, a la permanencia y fortalecimiento de esa oligarquía anodina que hoy sigue masacrando a nuestros hermanos en el campo y las ciudades. Con alguno de los otros quizá el diálogo sea más constructivo, acuérdense que la derecha también tiene sus matices. No todo es blanco ni todo es negro.
Serenos como debemos ser, hay que pensar detenidamente que el “enemigo de mi enemigo es mi amigo” en esta fase coyuntural. Después de conseguido el objetivo inmediato, claros debemos estar, que el que quedará es enemigo del pueblo y amigo de las elites y la oligarquía, por tanto, nuestro enemigo de clase. Y, esa será una nueva lucha en la que habrá que fortalecer al partido que hoy se ha inscrito, ha participado y que no habiendo figurado entre los primeros habrá que hacer crecer cuantitativa y cualitativamente. A ese que ha aglutinado una cualidad inédita: la participación de los indígenas. No de una forma dispersa e individualista, como se encuentran en las otras organizaciones políticas, sino de manera sistemática y más numerosa; porque ese debe ser el papel del instrumento político genuino que represente a los más olvidados de los olvidados, a los más pobres entre los pobres, a los más despreciados entre los despreciados: nuestros hermanos indígenas. Hermanos de sangre y de luchas. No hay que seguir tropezando y desgastándose en vericuetos racistas escondidos tras discursos academicistas y abstractos; fraccionarios y pequeño-burgueses, especialmente entre los que dicen abrazar los postulados históricos de la izquierda, que más repiten la soflama dominante de la desigualdad que el de la fraternidad entre los explotados y oprimidos.
Revolución no es sinónimo de lucha armada, en una reducción simplista conceptual. Es como apuntaba certeramente Fidel: “cambiar lo que haya que cambiar” y caminar al futuro con la vista clara de a dónde debemos ir: hacia la construcción de la sociedad socialista a tenor con nuestra realidad guatemalteca y regional: la Mesoamericana, señalo yo. Por su homogeneidad histórica, cultural, geográfica y étnica.
Por ello, hay que impedir que gane el “hombre fuerte de la mano dura” porque sería retroceder en conquistas populares y a estadios que ya hemos sufrido, así como postergar nuestros cambios. Avalar la arremetida fascista que tiene éste y su equipo pensado en medio de la crisis capitalista para lo cual entregará nuestros recursos naturales y energéticos: agua, bosques, oro, minerales y petróleo a las transnacionales. Tierras a los sembradores de caña de azúcar y palma africana para etanol. En fin, hipotecará nuestro futuro aún más.
¿Qué por qué escribo esto? Porque es necesario aclarar algunos puntos que he visto opacos bajo la incertidumbre, la indefinición y la desorientación política e ideológica de infinidad de compatriotas. Máxime de cuadros intelectuales y populares que tras chistes triviales y racistas esconden su titubeo y su débil memoria histórica ante la disyuntiva de votar por el partido que por luchas comunes y el futuro de la patria lo debieran hacer –el Frente Amplio- y sus aspiraciones individualistas de corto plazo. Hablamos de dignidad pero no la practicamos; no digamos, el grueso de la población que nunca ha tenido oportunidad de debatir estos temas tan fundamentalmente serios. Y, porque mi tierra Guatemala, es un eslabón más en la cadena que oprime a nuestra América. Cada golpe que se le dé a ésta la irá debilitando. Y, cuando se rompa a favor del pueblo se debilitará la atadura del opresor Imperialista.
Hay que ver con fe y optimismo activo cómo otros eslabones se han quebrado en el Caribe y en el Sur, pero solo podremos librarnos de nuestro tirano cuando nos quitemos todos los pueblos ese grillete. Y, quitárselo no se logra con los brazos cruzados, incomunicados con otros pueblos del continente, mucho menos, alejados de las decisiones trascendentales del nuestro como lo representa ésta elección.
Que es una farsa la democracia burguesa, también lo era la representación de Dios en la tierra que los reyes ostentaban, sin embargo, cuando la primera cabeza de rey rodó el pueblo, que esperaba el castigo divino, entendió que no era así cuando éste no vino y sobre el trono de aquellos se erigieron nuevas fuerzas que los sustituyeron. Los panaderos, caldereros, costureras, prostitutas, herreros, mendigos de París lucharon a la par de la burguesía contra la monarquía; y la derrotaron. Luego vino la guerra de 1848 y luego la Comuna de Paris. Esa es la historia de la humanidad: la historia de la lucha de clases. Un proceso, altibajos, avances y retrocesos. Hay que expulsar la idea stalinista de la historia lineal. ¿Hasta cuando hay que recalcar esto entre los viejos cuadros y enseñarlo en los nuevos?
Por el momento, el voto es el único derecho que al pueblo le han dejado sus opresores. Por el momento. Y, ese derecho no es dádiva de los opresores como tampoco las 8 horas de trabajo, como tampoco el voto para las mujeres, para los iletrados, etc. Es herencia de las luchas de los pueblos, por tanto, jamás deben despreciarse porque sería despreciar los triunfos, la vida y la sangre de los miles y millones de nuestros titanes. Entonces hay que utilizar esa herramienta de manera inteligente y táctica. Hay que enseñar al pueblo a manejarla. Hay que decirle al pueblo que, a pesar de que nuestro partido no haya pasado siquiera a la segunda vuelta, es necesario, fundamental, acudir a votar contra el “hombre fuerte de la mano dura” e inclinar la balanza hacia la segunda vuelta. Ese, como dije, es el objetivo inmediato. Y, fortalecer el Frente Amplio, no solo con los votos sino con críticas, pero no fuera de él sino dentro de él. De lo contrario nos unimos a enemigos de nuestra clase trabajadora y popular en el carro de la histeria nacional.
Acudir a las urnas con alegría, hacer trabajo con una sonrisa militante, no hablar de que ganará un partido de la derecha sino del trabajo futuro en el nuestro y, sobre todo, expresar libre y jubilosamente nuestra posición que no es delito ni vergüenza.
Desde esta tierra de veredas floridas y campos lozanos, de mares compulsivos y ríos brillantes les escribo a mis hermanos de parcela y los de mi patria excelsa, mi América, porque todos los pueblos de ella tienen que estar vigilantes de lo que pasa en uno de sus trechos, pues el futuro de mi patria es el futuro de la Patria Grande.
Carlos Maldonado
Colectivo “La Gotera”
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