La izquierda y el debate sobre “la inseguridad”
El crimen de Candela, qué decir, qué hacer
31/08/2011
- Opinión
El crimen de Candela deja en evidencia a una policía ineficaz para garantizar la seguridad ciudadana, cómplice de los criminales, “entrenada para desaparecer gente, no para encontrarla”. Pero la indignación por el asesinato de la pequeña habilitará otras lecturas que, paradójicamente, pedirán más “mano dura” y más poder a los aparatos represivos del Estado. Quienes proponemos un cambio social aún no logramos dar respuesta a estas inquietudes sociales que reclaman “más seguridad”. Habrá que afinar esa agenda evitando las ambigüedades del progresismo y los errores que transitó cierta izquierda que, sin evaluar contextos ni ponderar aliados, llegó a participar de movilizaciones reaccionarias que dieron por resultado el endurecimiento del código penal.
Nunca estará de más insistir con el señalamiento, y amplificarlo por todos los medios a nuestro alcance: si vamos a hablar de “seguridad”, empecemos diciendo que en la provincia de Buenos Aires nuestra “seguridad” está en manos de la “maldita Bonaerense” de los Campos de Concentración de Camps en la dictadura; del comisario Klodzick, el Caso Cabezas y el Narcotráfico; de Fanchiotti y Duhalde; de las desapariciones de Julio López y Luciano Arruga; del gatillo fácil y la tortura en comisarías, y los crímenes en las cárceles a ciudadanos sin condena. Esa policía, nunca modificada, está conducida ahora por el ex - agente penitenciario Ricardo Casal y el gobernador “católico” Scioli manteniendo los mismos parámetros históricos de criminalidad e impunidad.
Bien. Dicho esto, Scioli hace publicidad con patrulleros y obtiene más de 4 millones de votos en las urnas. Se ve que los análisis y las propuestas realizadas desde las miradas “progresistas”, populares, de izquierda, revolucionarias o simplemente honestas, están (estamos) teniendo algunos problemas de entendimiento con el común de nuestro pueblo.
¿Cabe señalar acaso el barniz derechohumanista que construye el gobierno nacional, y que usa para amparar a reaccionarios y represores como Scioli o Insfrán adoptándolos como pilares de su proyecto “nacional y popular”? Allí, de hecho, hay una gran responsabilidad. Se trata de la bonaerense de Scioli, pero después de 8 años de gobiernos nacional y provincial en sintonía, es claramente la bonaerense kirchnerista. El gobierno nacional no tiene forma de despegar de tamaña responsabilidad. Las denuncias del CELS y de ciertos escribas oficialistas a Scioli se diluyen en épocas de elecciones, resultando funcionales al reforzamiento de la estrategia conservadora en la provincia, al igual que en tantas otras provincias del país con los gobernadores del caso.
Por otro lado, la izquierda más visible participó, en alguna de sus expresiones partidarias, del debate sobre la “inseguridad” de la forma más lamentable cuando, aún en la sana intención de ser parte de un tema sensible para nuestro pueblo, en su afán capitalizar agenda pública y “golpear” al gobierno terminó sumándose a las convocatorias “por más seguridad” del falso Ingeniero Blumberg, que instalaron una agenda regresiva en materia de derechos sociales en la que, la presencia de dicha izquierda, no fue más que una extravagancia cuando no una legitimación. El recuerdo hoy no es capcioso si se tiene en cuenta que, mientras por las redes sociales anoche se fogoneaba una convocatoria a "cacerolear a Plaza de Mayo contra la inseguridad”, militantes de aquellos mismos grupos adherían a la movilización en Hurlingham bajo la despolitizada forma “como vecinos y como personas” y se montaban vía Twitter a la ola de reacción popular difusa pidiendo “una comisión investigadora independiente porque el crimen de Candela tiene encubridores en el aparato del Estado” y comparando, desproporcionadamente, éste caso (aún confuso en sus motivaciones) con otros crímenes claramente políticos: “Con Mariano Ferreyra y Kosteki y Santillán hubo complicidad policial. Conclusión: comisión investigadora independiente por Candela”.
Las organizaciones populares, la izquierda y la necesidad de abordar la cuestión de la inseguridad
¿Es un “discurso” lo que necesita la izquierda para contraponer a la prédica constante de parte de los sectores del poder económico y político que busca correr a la derecha el ideario social sobre la “seguridad”? Seguro que sí, por supuesto que hay que recuperar terreno discursivo, ideológico, respecto a este tema, de cara al conjunto popular. Las ideas de derecha han logrado grandes avances culturales, legitimando por ejemplo la baja de edad de imputabilidad a los menores, ante el acuerdo de parte de nuestro pueblo, la indiferencia de otra parte, y la protesta de sólo unos pocos organizados. Pero además del esfuerzo discursivo, además de poner a punto un cuerpo de ideas contrahegemónico, desde los sectores populares y la izquierda deberíamos también poner en juego prácticas contrahegemónicas respecto a los problemas delincuenciales que se engloban bajo la denominación de “inseguridad”.
También en este plano desde la derecha y el poder político-policial se dieron avances más sólidos que desde las organizaciones del pueblo. Los Foros ciudadanos o vecinales contra la inseguridad, por caso, suelen reunir, en barrios de clase media o media alta, a vecinos legítimamente preocupados con miembros de Asociaciones de amigos de la Comisaría o Cooperadoras policiales, cuando no directamente comisarios y fiscales amigos de la policía, para orientar el “combate a la inseguridad” contra el mismo sujeto estigmatizado por décadas de proceder policial en la materia: pobre, joven, negro, “trapito”, provinciano, travesti, piquetero… Ese “trabajo de base” que muchas veces la propia policía promueve, se activa después no ya ante el delito, del que la policía es cómplice y maneja, sino ante la posible ocupación de algun inmueble abandonado por familias sin techo, o el desalojo de vendedores ambulantes o cartoneros donde resulten “indeseables”…
En los barrios humildes, en cambio, la situación es doblemente distinta. La policía efectivamente es un cuerpo hostil. Sin embargo, allí donde existen centros sociales, talleres de trabajo, radios comunitarias, bachilleratos populares, centros culturales, fábricas recuperadas, rara vez convocamos asambleas vecinales para atender a las inquietudes vecinales ante “la inseguridad”. Porque la preocupación está. Aún en los barrios más humildes, es una realidad que a la vecina que no tiene casi nada, aún así alguna vez le afanaron la garrafa del patio de la casa; o al laburante que sale a las 5 de la mañana a hacer una changa de albañilería, no hace tanto en la parada del colectivo le arrebataron el bolso de herramientas… El problema es más grave aún que estos ejemplos mínimos, lo sabemos. Ante estos problemas concretos, reales, que padece nuestro pueblo, que lo afectan y que no son un invento mediático, será difícil pensar como respuesta sólo un “discurso” sobre la inseguridad que, en algunos casos, de tan “progresistamente correcto” resulta distante de lo que esa vecina o ese laburante puede vincular con su propia realidad.
El discurso de izquierda necesario para dar batalla cultural a la utilización política reaccionaria de “la inseguridad” debe ser constuido también desde abajo, en diálogo con ese pueblo y esos laburantes que efectivamente padecen arbitrariedades policiales, abusos e injusticias de parte de las fuerzas de seguridad y la “justicia” que la izquierda sabe denunciar y que debemos ser capaces de transformar, pero también padecen robos comunes o, como en algunos de estos casos trágicos, pérdida de seres queridos por hechos delictivos o criminales. Los ámbitos naturales de participación de nuestro pueblo en asambleas en lugares de laburo, barrios, centros sociales, facultades o colegios, los conocemos. Tal vez sea hora de ser más audaces en abordar en esos ámbitos debates que no resultan tan habituales a nuestra tradición militante, saber escuchar y elaborar síntesis que después puedan ser asumidas por porciones mayores de nuestro pueblo que, por caso, decidan involucrarse más en movilizaciones contra la impunidad y problematicen más su voto a quienes gobiernan estas realidades de injusticia cotidiana.
Nunca estará de más insistir con el señalamiento, y amplificarlo por todos los medios a nuestro alcance: si vamos a hablar de “seguridad”, empecemos diciendo que en la provincia de Buenos Aires nuestra “seguridad” está en manos de la “maldita Bonaerense” de los Campos de Concentración de Camps en la dictadura; del comisario Klodzick, el Caso Cabezas y el Narcotráfico; de Fanchiotti y Duhalde; de las desapariciones de Julio López y Luciano Arruga; del gatillo fácil y la tortura en comisarías, y los crímenes en las cárceles a ciudadanos sin condena. Esa policía, nunca modificada, está conducida ahora por el ex - agente penitenciario Ricardo Casal y el gobernador “católico” Scioli manteniendo los mismos parámetros históricos de criminalidad e impunidad.
Bien. Dicho esto, Scioli hace publicidad con patrulleros y obtiene más de 4 millones de votos en las urnas. Se ve que los análisis y las propuestas realizadas desde las miradas “progresistas”, populares, de izquierda, revolucionarias o simplemente honestas, están (estamos) teniendo algunos problemas de entendimiento con el común de nuestro pueblo.
¿Cabe señalar acaso el barniz derechohumanista que construye el gobierno nacional, y que usa para amparar a reaccionarios y represores como Scioli o Insfrán adoptándolos como pilares de su proyecto “nacional y popular”? Allí, de hecho, hay una gran responsabilidad. Se trata de la bonaerense de Scioli, pero después de 8 años de gobiernos nacional y provincial en sintonía, es claramente la bonaerense kirchnerista. El gobierno nacional no tiene forma de despegar de tamaña responsabilidad. Las denuncias del CELS y de ciertos escribas oficialistas a Scioli se diluyen en épocas de elecciones, resultando funcionales al reforzamiento de la estrategia conservadora en la provincia, al igual que en tantas otras provincias del país con los gobernadores del caso.
Por otro lado, la izquierda más visible participó, en alguna de sus expresiones partidarias, del debate sobre la “inseguridad” de la forma más lamentable cuando, aún en la sana intención de ser parte de un tema sensible para nuestro pueblo, en su afán capitalizar agenda pública y “golpear” al gobierno terminó sumándose a las convocatorias “por más seguridad” del falso Ingeniero Blumberg, que instalaron una agenda regresiva en materia de derechos sociales en la que, la presencia de dicha izquierda, no fue más que una extravagancia cuando no una legitimación. El recuerdo hoy no es capcioso si se tiene en cuenta que, mientras por las redes sociales anoche se fogoneaba una convocatoria a "cacerolear a Plaza de Mayo contra la inseguridad”, militantes de aquellos mismos grupos adherían a la movilización en Hurlingham bajo la despolitizada forma “como vecinos y como personas” y se montaban vía Twitter a la ola de reacción popular difusa pidiendo “una comisión investigadora independiente porque el crimen de Candela tiene encubridores en el aparato del Estado” y comparando, desproporcionadamente, éste caso (aún confuso en sus motivaciones) con otros crímenes claramente políticos: “Con Mariano Ferreyra y Kosteki y Santillán hubo complicidad policial. Conclusión: comisión investigadora independiente por Candela”.
Las organizaciones populares, la izquierda y la necesidad de abordar la cuestión de la inseguridad
¿Es un “discurso” lo que necesita la izquierda para contraponer a la prédica constante de parte de los sectores del poder económico y político que busca correr a la derecha el ideario social sobre la “seguridad”? Seguro que sí, por supuesto que hay que recuperar terreno discursivo, ideológico, respecto a este tema, de cara al conjunto popular. Las ideas de derecha han logrado grandes avances culturales, legitimando por ejemplo la baja de edad de imputabilidad a los menores, ante el acuerdo de parte de nuestro pueblo, la indiferencia de otra parte, y la protesta de sólo unos pocos organizados. Pero además del esfuerzo discursivo, además de poner a punto un cuerpo de ideas contrahegemónico, desde los sectores populares y la izquierda deberíamos también poner en juego prácticas contrahegemónicas respecto a los problemas delincuenciales que se engloban bajo la denominación de “inseguridad”.
También en este plano desde la derecha y el poder político-policial se dieron avances más sólidos que desde las organizaciones del pueblo. Los Foros ciudadanos o vecinales contra la inseguridad, por caso, suelen reunir, en barrios de clase media o media alta, a vecinos legítimamente preocupados con miembros de Asociaciones de amigos de la Comisaría o Cooperadoras policiales, cuando no directamente comisarios y fiscales amigos de la policía, para orientar el “combate a la inseguridad” contra el mismo sujeto estigmatizado por décadas de proceder policial en la materia: pobre, joven, negro, “trapito”, provinciano, travesti, piquetero… Ese “trabajo de base” que muchas veces la propia policía promueve, se activa después no ya ante el delito, del que la policía es cómplice y maneja, sino ante la posible ocupación de algun inmueble abandonado por familias sin techo, o el desalojo de vendedores ambulantes o cartoneros donde resulten “indeseables”…
En los barrios humildes, en cambio, la situación es doblemente distinta. La policía efectivamente es un cuerpo hostil. Sin embargo, allí donde existen centros sociales, talleres de trabajo, radios comunitarias, bachilleratos populares, centros culturales, fábricas recuperadas, rara vez convocamos asambleas vecinales para atender a las inquietudes vecinales ante “la inseguridad”. Porque la preocupación está. Aún en los barrios más humildes, es una realidad que a la vecina que no tiene casi nada, aún así alguna vez le afanaron la garrafa del patio de la casa; o al laburante que sale a las 5 de la mañana a hacer una changa de albañilería, no hace tanto en la parada del colectivo le arrebataron el bolso de herramientas… El problema es más grave aún que estos ejemplos mínimos, lo sabemos. Ante estos problemas concretos, reales, que padece nuestro pueblo, que lo afectan y que no son un invento mediático, será difícil pensar como respuesta sólo un “discurso” sobre la inseguridad que, en algunos casos, de tan “progresistamente correcto” resulta distante de lo que esa vecina o ese laburante puede vincular con su propia realidad.
El discurso de izquierda necesario para dar batalla cultural a la utilización política reaccionaria de “la inseguridad” debe ser constuido también desde abajo, en diálogo con ese pueblo y esos laburantes que efectivamente padecen arbitrariedades policiales, abusos e injusticias de parte de las fuerzas de seguridad y la “justicia” que la izquierda sabe denunciar y que debemos ser capaces de transformar, pero también padecen robos comunes o, como en algunos de estos casos trágicos, pérdida de seres queridos por hechos delictivos o criminales. Los ámbitos naturales de participación de nuestro pueblo en asambleas en lugares de laburo, barrios, centros sociales, facultades o colegios, los conocemos. Tal vez sea hora de ser más audaces en abordar en esos ámbitos debates que no resultan tan habituales a nuestra tradición militante, saber escuchar y elaborar síntesis que después puedan ser asumidas por porciones mayores de nuestro pueblo que, por caso, decidan involucrarse más en movilizaciones contra la impunidad y problematicen más su voto a quienes gobiernan estas realidades de injusticia cotidiana.
Prensa De Frente
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