Elecciones 2011: mensaje urgente antes de la tormenta
08/09/2011
- Opinión
Estas páginas pueden entenderse como un mensaje en una botella, una carta lanzada al mar mientras una tormenta se avecina. Los relámpagos tiñen las obscuras nubes, a veces de rojo, a veces de naranja. Si tenemos suerte, tal vez alguien lea este mensaje antes de la tormenta (o después, cuando ya sepamos qué partido co-gobernará Guatemala los próximos 4 años).
A escasos días de las elecciones generales 2011 puede parecer absurdo proponer un análisis de dicha coyuntura electoral. No pretendemos presentar un análisis final, completo, cerrado e imparcial de dicha coyuntura. En todo caso, se esbozan algunos criterios para pensar, pero sobre todo para actuar sobre dicha coyuntura (y sobre todo, para actuar en futuras coyunturas, electorales o no).
En breve, los criterios que se plantean son tres: el primero, es analizar las elecciones dentro de la correlación general de fuerzas y no de forma aislada. El segundo, tomar en cuenta las lecciones de la historia, o al menos de las anteriores coyunturas electorales. El tercer criterio, es hacernos preguntas tácticas y estratégicas sobre nuestra participación en las elecciones –y más allá de las mismas.
1. Correlación general de fuerzas
El primer criterio que se propone es no analizar la coyuntura de las elecciones 2011 (o cualquier otra coyuntura) de forma aislada, sino dentro del marco más amplio de la correlación general de fuerzas. Para no entrar en discusiones teóricas, vamos a llamar hegemonía a dicho marco amplio, referido a las diversas relaciones de poder entre el bloque dominante y los grupos subalternos.[1]
No contamos con el espacio, el tiempo o las capacidades (ni con la intención) de realizar aquí un análisis histórico completo y extenso sobre la construcción de la actual hegemonía en Guatemala. Solo mencionaremos algunos elementos relevantes para ver el tema de las elecciones generales 2011, y más allá.
Analizar las elecciones sin tomar en cuenta el marco general de la hegemonía, corre el riesgo de prestar toda la importancia a lo que suceda en la primera o segunda vuelta, perdiendo de vista tanto las relaciones supuestamente externas a dicha coyuntura (sociedad-naturaleza, capital-trabajo, clase, cultura, género...), como las relaciones internas (divisiones y alianzas internas de los partidos políticos, entre otras).
Un análisis que solo se enfoca en la coyuntura electoral misma -así como tomar decisiones y acciones a partir de dicho análisis- también pierde de vista (o en otros casos, resta importancia) a las diversas formas y campos de resistencia, lucha y participación política no electorales, pero profundamente democráticas: por ejemplo, las luchas por los derechos de las mujeres, las luchas por los derechos laborales, las luchas por la autonomía y defensa territorial, entre muchas otras.
Debe tomarse en cuenta que el sistema dominante o hegemónico a nivel mundial es el capitalismo. Eso quiere decir que el capitalismo domina en la economía mundial, pero también en la política, y por supuesto en las ideas. No se trata de una “conspiración de los poderes ocultos” (mucho menos de una “conjura o de los necios”). Es tan simple y tan aterrador como esto: la mayor parte de los gobiernos y pobladores del mundo actúan a favor del sistema capitalista, ya sea por convicción, por conveniencia, por sobrevivencia, por ignorancia o porque el sentido común lo considera normal.
A pesar de las crisis financieras que sacuden periódicamente al capitalismo mundial (o tal vez a causa de dichas crisis), el capitalismo mundial se encuentra en un momento de crecimiento y expansión territorial, económica, político-militar e ideológica, que a su vez reactiva y empeora otras crisis mucho más concretas: la crisis ambiental, la crisis agro alimentaria, la crisis del agua, entre otras.
Para Guatemala, la mencionada expansión del capitalismo ha significado también reajustes económicos que al final del camino le colocan en el mismo punto de partida: como un país periférico y subalterno, un centro de extracción (reconversión agrícola, auge de las industrias extractivas, sobre explotación de suelos, agua, cultivos, biodiversidad y fuerza de trabajo...).
Para no alargar demasiado este primer criterio, solo nos queda decir que visto con cuidado, el discurso de todos los partidos presentes en la contienda electoral, comparte el mismo sentido común neoliberal: que Guatemala debe insertarse de forma exitosa y competitiva en el contexto capitalista mundial. Todos los partidos de derecha piensan esa inserción en términos capitalistas neoliberales.
Igualmente, el postergado tema de desarrollo rural no se entiende –por ejemplo- en términos de desconcentrar la estructura agraria, de prestar apoyo real a las economías campesinas, de combate real a las causas de la pobreza y el hambre, sino solamente en términos de mercado libre, de creación de empleos, de aumento de la inversión privada (en otras palabras, inversiones mineras, petroleras, agroindustriales, megaproyectos...).
Fue evidente el desinterés de todos los candidatos antes los impactos ambientales y sociales de los proyectos extractivos, o ante la urgente necesidad de impulsar la soberanía alimentaria (nacional y comunitaria). Esto se evidenció en la inasistencia a espacios como el Foro “Justicia Alimentaria en Guatemala” (FGER, julio 2011) o el Foro “Minería y Petróleo” (CALAS, agosto 2011).[2]
Debe mencionarse que solamente el Frente Amplio ha llegado a mencionar, vagamente y de pasada, algunos temas distintos a los de los otros partidos -como el acceso a la tierra o el respeto a las consultas comunitarias[3]- , pero en términos generales su programa es demasiado tímido (tal vez buscando no ahuyentar votos).
De hecho, se trata de acciones que perfectamente podrían funcionar dentro del sistema capitalista neoliberal y no marcan una diferencia real con las posiciones neoliberales sobre el campesinado. Por ejemplo, hablan de los campesinos como sujetos de transferencia de tecnología o créditos, sin mencionar el apoyo a las economías campesinas en tanto formas potencialmente alternativas al capitalismo.
2. Lecciones de la historia
Un segundo criterio que parece demasiado obvio -y sin embargo pocas veces se aplica- es el analizar la coyuntura actual desde la historia. Si pensamos las elecciones 2011 desde la hegemonía, está claro que la misma no se construyó de la noche a la mañana. La hegemonía actual, es como una casa –más bien, cárcel- que está basada sobre fuertes cimientos de varios siglos de antigüedad (concentración de la tierra, explotación laboral, exclusión y subordinación de las grandes mayorías...).
Es cierto que el derecho al voto, para la elección de líderes, se ha ido extendiendo, con el tiempo –y de forma demasiado lenta- a las mujeres, a los pobres, a los pueblos indígenas. Pero también es cierto que no vivimos hoy en una sociedad democrática, que la relación social que llamamos Estado no es democrática, que las elecciones cambian a las figuras colocadas en los cargos oficiales de gobierno, pero no tienen efecto alguno sobre las relaciones de poder, sobre la hegemonía.
Nuestro Estado es un Estado-finca. Es decir, históricamente creado por y para velar por los intereses de los grandes terratenientes, y gobernado hasta la fecha como si se tratase de una finca, en donde el finquero y sus capataces pueden decidir sobre la tierra y sus recursos, sobre todo sobre las vidas y muertes de los trabajadores. Nos preguntamos con preocupación ¿Acaso hay una diferencia real con el enfoque del Estado-empresa manejado por la mayor parte de candidatos presidenciales?
En todo caso, si no queremos ir tan atrás en la historia, se pude revisar de manera breve las normas que se repiten en las coyunturas electorales en los últimos 25 años, es decir en los comicios generales en los cuales salieron electos los partidos DCG, MAS, PAN, FRG, GANA y UNE (todos ellos de triste memoria).
No se trata de encontrar normas en el sentido de leyes o reglas irrompibles, sino en el sentido de cual ha sido el comportamiento normal de los electores. Entre otras posibles, aquí mencionaremos cuatro: 1) el gobierno no gana la elección 2) el segundo partido gana la elección 3) el peso de las áreas urbanas (y la capital) 4) la división partidaria.
El partido de gobierno actual no gana las elecciones. Desde el gobierno de la Democracia Cristiana Guatemalteca, DCG, se ha mantenido la norma de que el partido oficial tiene una cantidad mayoritaria de diputados en el Congreso (cantidad que disminuye a medida que se acercan las siguientes elecciones). La norma ha sido también que los partidos oficiales toman decisiones tan nefastas e incumplen tan descaradamente los acuerdos, que su imagen se desgasta tanto, de forma que inevitablemente pierden las siguientes elecciones y no logran un segundo período.
Hasta hace unos meses, parecía que esta norma iba a romperse. La Unidad Nacional de la Esperanza, UNE, llegó a tener posibilidades reales de ganar las elecciones 2011. Entre otros factores, pesaron a su favor el potencial electoral de Cohesión Social, el apoyo de la GANA, y los votos no tanto a su favor, sino en contra del PP.
Los factores que pesaron en contra fueron: el pensamiento dominante en el país (conservador, machista, anticomunista), la urgencia de aprovechar los programas de Cohesión Social en estas elecciones 2011 y el amplio rechazo social ante la necedad por inscribir a la ex primera dama a toda costa como candidata presidencial (“plan A, B, C... hasta la Z”), aún contra los impedimentos legales y éticos existentes.[4]
La UNE hubiera tenido más probabilidades de mantenerse en la contienda presidencial, e incluso de ganar las elecciones 2011 y repetir su período de gobierno, si hubiesen tenido la lucidez política y práctica de contar con un candidato o candidata menos polémico, por ejemplo el ministro de Ambiente, el vicepresidente, alguno de sus diputados o alguna funcionaria o funcionario que haya trabajado -al menos- con responsabilidad.
Por último, cabe especular que los votos presidenciales emitidos por los seguidores de la UNE: a) sean nulos, como lo ha pedido la ex candidata por radio y televisión, lo cual es poco probable, b) con más probabilidad, aumenten el caudal electoral del partido Libertad Democrática Renovada, LIDER c) que su apoyo vaya al Partido Patriota, PP o a algunos de los otros partidos (lo cual es mucho menos probable)
El partido que quedó segundo en la elección anterior, gana la elección actual. Esta ha sido otra norma que se repite una y otra vez en las elecciones generales. Fue rota por el partido Movimiento de Acción Solidaria, MAS, cuyo triunfo electoral probablemente esté menos conectado con su dudosa victoria en un debate televisado con el presidente por la DCG, que con el posterior asesinato del candidato de la UCN (que le derrotó en primera vuelta, y a quien “correspondía” ganar las elecciones, según la norma citada)
Dejando de lado esa excepción a la norma, el PAN le ganó al FRG las elecciones en 1995, El FRG derrotó a la GANA en las elecciones del 2000. En las elecciones de 2003, la GANA obtuvo la victoria sobre la UNE. Por último, la UNE derrotó al PP en las elecciones de 2007, por lo que -de repetirse esta norma- le “correspondería” ganar al PP, lo que a estas alturas parece casi inevitable.
Es muy poco probable que CREO, VIVA-EG o el ADN -para poner tres ejemplos- pasen a la segunda vuelta. Dado que el partido oficial, la UNE, no puede optar hoy a la presidencia, la única forma en que esta norma podría romperse es con una victoria de LIDER sobre PP en la segunda vuelta (con mayor dificultad en la primera vuelta).
El peso del voto de las áreas urbanas (y de la capital) versus el voto rural y de los departamentos. En todas las anteriores elecciones, ha tenido un mayor peso el voto de la capital y de las áreas urbanas en general. Es evidente que la población rural es mayor que la urbana (53% del total), pero no se trata de una cuestión de números, sino de relaciones de poder. A eso nos referimos cuando afirmamos que el peso de los votos urbanos ha sido mayor que el de los rurales.
Entre otros factores, tomemos en cuenta que la exclusión y la pobreza rural siempre han dificultado movilizarse para ejercer de forma efectiva el derecho al voto. Para la mayor parte de los pobladores rurales, el movilizarse para votar significa perder un día de trabajo y tener gastos innecesarios (lo que no ha impedido, por otro lado, a un número creciente de ellos hacer el esfuerzo extra y lograr emitir su voto).
Por otro lado, recordemos que la victoria del Partido de Avanzada Nacional, PAN, en las elecciones de 1995, se debió en gran parte al peso del voto del departamento y de la Ciudad de Guatemala (debido a la valoración positiva de muchos por la gestión de dicho partido en la municipalidad). Igualmente, en las elecciones anteriores y posteriores a la de 1995, el peso del voto de la capital y las áreas urbanas ha sido determinante.
Un rompimiento de dicha norma se dio en las elecciones del 2007, ya se sabe que la victoria de la UNE se debe sobre todo a los votos rurales de los departamentos de Quetzaltenango, Huehuetenango y Alta Verapaz, entre otros. Sin embargo, esto no quiere decir que de ahora en adelante pesará más el voto rural.
El voto de las áreas urbanas sigue siendo un factor de mucho peso relativo a tomar en cuenta (por ejemplo, la capital tiene más o menos 4 millones de pobladores, de un total nacional de 14 millones), así que un retorno a la norma mencionada podría estar claramente entre las posibilidades.[5]
División entre los partidos (de izquierda y de derecha). La forma en que ha operado la democracia realmente existente desde 1985 a la fecha, junto con la larga historia de la hegemonía en el país, han determinado que la mayor parte de los partidos políticos, y de los ciudadanos, sean de derecha y conservadores.
Las empresas transnacionales y grupos corporativos han optado por la estrategia de apoyar a varios partidos, mientras el apoyo de las oligarquías y burguesías nacionales se divide entre partidos de derecha (que son la mayoría: por ejemplo, 9 de 10 partidos y alianzas que compiten por la presidencia, son de derecha o centro derecha).
En todo caso, el sentido común autoritario, conservador, racista no se ha traducido en la unificación de criterios e intereses alrededor de un solo partido (por fortuna, desde mi visión personal). Gracias a Dios y al todopoderoso mercado neoliberal, las elecciones en Guatemala se viven como la competencia entre diversas empresas políticas, lo que no ha permitido a la derecha dar un salto cualitativo hacia una propuesta unificada realmente política.
Sin embargo, esta división también es vivida por las personas y grupos cuyas prácticas y discursos los ubican a la izquierda del espectro político. Por desgracia, esta división de la izquierda también tiene mucho de competencia entre empresas políticas (y mucho del caudillismo de la derecha). Sin embargo, la división actual se debe sobre todo a las formas adoptadas por la represión antes, durante y después de la guerra civil, y a las formas de organización que debieron adoptarse para sobrevivir a dicha represión.
Como en todas las elecciones generales desde los Acuerdos de Paz, la mazorca se ha empezado a desgranar antes de tiempo, y empiezan a surgir rivalidades, a hacerse señalamientos sobre caudillismos, sobre toma de decisiones poco democráticas y transparentes. Ver por ejemplo la Declaración del Partido Socialista de Centro América (PSOCA) sobre las elecciones, que empieza recogiendo varios de los hechos negativos en la conformación del Frente Amplio, para terminar llamando a un voto crítico por dicha alianza.
Los partidos y colectivos hoy cohesionados en el Frente Amplio no han logrado establecer alianzas –ni siquiera coyunturales- con los grupos y movimientos de izquierda pero no interesados en la vía electoral. Tampoco parecen haberse cuestionado seriamente sobre la necesidad de gastar recursos y energía compitiendo por la presidencia (y enfocarse, por ejemplo, en el Congreso y los gobiernos locales).
3. ¿Qué hacer?: preguntas tácticas y estratégicas
Ante una tormenta electoral que se avecina, valdría la pena por lo menos hacernos algunas preguntas tácticas y estratégicas. Por preguntas tácticas entendemos, entre otras: ¿Qué hacer en estas elecciones 2011? ¿Cómo votar (o no) en las elecciones 2011? ¿Qué acciones políticas más allá del voto debo tomar en las elecciones 2011?
Las preguntas estratégicas se plantearían a más largo plazo: ¿Cómo debo votar (o no) en las elecciones a partir de las del 2011? ¿Que acciones políticas debo tomar a partir de las elecciones 2011 y más allá? ¿Qué hacer a largo plazo más allá de las elecciones, en términos de cambiar la correlación general de fuerzas (hegemonía)? ¿Cómo luchar por cambios reales y profundos en Guatemala, usando las elecciones como un campo de lucha más, pero si quedar atrapados en el mismo?
Estas preguntas tampoco se hicieron para ser respondidas aquí. En todo caso, terminamos este mensaje con una breve exposición de las, a nuestro juicio, opciones tácticas del voto, partiendo del supuesto de que se está informado sobre los equipos y los planes de gobierno (y no tanto sobre los candidatos /individuos, las canciones y las frases de campaña).
Voto informado por uno de los partidos de derecha. De todas las opciones, esta es la que menos me gusta, pero la considero válida. Este salto al vacío requiere, en primer lugar, optimismo, y segundo lugar, mucha fe. Se trataría de un voto de confianza, que supondría en el mejor de los casos, diferencias reales y no solamente discursivas entre los partidos minoritarios de derecha. O puede tomar la forma de un voto de castigo al PP y al LIDER.
Esta decisión significaría, entre otras cosas, suponer que –por ejemplo- la alianza VIVA-EG, CREO o ADN son realmente distintos a lo que representan el PP, el LIDER, el PAN o los Unionistas. Vistas sus numerosas semejanzas, sus historias entrelazadas y su sentido común neoliberal, esto parece poco probable. Sin embargo, este tipo de voto es una opción válida, sobre todo para la primera vuelta, ya que en la segunda vuelta nos enfrentaremos de nuevo al viejo dilema de “votar por el menos peor” (con mayor probabilidad, entre PP y LIDER).
Votar informado por la alianza de izquierda Está claro que el Frente Amplio no tiene posibilidades reales de ganar la presidencia, así que si votamos por ellos (para el Congreso, gobiernos locales y/o PARLACEN), tal decisión podría tomarse para: a) garantizar su existencia como partido b) lograr cierto contrapeso ético a la derecha en el congreso c) ganar fuerza y construir contrapoder desde abajo, poco a poco d) por simpatía al candidato/a local, y conocimiento previo de su honradez y capacidad.
Como apuntan tanto el “Manifiesto” del Grupo Inter Generacional (GIG) como la ya mencionada “Declaración” del PSOCA, votar por el Frente Amplio sigue siendo una opción válida. Esto, sin ignorar los señalamientos en su contra -que considero, son reales- y sin caer en el optimismo delirante e irracional de creerlos con posibilidades reales de llegar al menos a la segunda vuelta.
Puede ser una decisión racional (como la planteada por GIG y PSOCA), puede ser por nostalgia, por necedad, o simplemente por no regalar nuestro voto a la derecha. En todo caso, es una decisión que no puede tomarse solamente de cara a las elecciones 2011, sino (por lo menos) de cara a futuros comicios.
Validez del voto cruzado. Esta opción puede entrar en juego con una –o con ambas- de las anteriores. Un ejemplo entre muchos otros, sería votar por un partido minoritario –y supuestamente distinto- de la derecha para la presidencia, y por el Frente Amplio en las otras papeletas. Otra es votar nulo para la presidencia, y votar por el Frente Amplio (u otro partido) en las restantes papeletas. O las diversas combinaciones posibles.
En todo caso, es otra opción válida y digna de respeto. Sobre todo, debe quedar claro que no es cierto que deba votarse por el mismo partido en todas las papeletas. Que podemos estar de acuerdo con un partido para el gobierno local pero no para el gobierno central (o viceversa). Que tenemos el derecho de hacerlo, y tenemos el deber de ejercer y defender esta opción si la consideramos válida.
Validez del abstencionismo y el voto nulo. Estas han sido dos de las posiciones más polémicas en el debate; las diferentes posiciones se evidencian en los análisis de
Juan Hernández Pico (“Elecciones: voto nulo = voto de la lucidez”) y de Carlos Figueroa Ibarra (“¿Voto nulo?”). Mientras Pico llama al voto nulo como forma de protesta y frente a la desoladora semejanza de todas las propuestas, Figueroa recuerda que los votos nulos no afectan el conteo final, por lo que, a pesar de coincidir con Pico en su análisis, llama a votar, insinuando la posibilidad de hacerlo por el Frente Amplio.
Por supuesto, es cierto que política y estadísticamente, los votos nulos y la abstención representan lo mismo: un cero, nada. Es decir que los porcentajes finales se calculan solo a partir de los votos válidos, da lo mismo si estos son varios millones, o unos miles y hasta pocos cientos. En ese sentido, y solamente en ese sentido matemático de la política, podría considerarse como un absurdo el abstenerse o el votar nulo. Sin embargo, la política no está hecha solo de números.
Por otro lado, nos distanciamos de la posición que culpa o estigmatiza a quienes se abstienen de votar (y a los que votan nulo). Si usted no pudo o no quiso votar, o si anuló su voto, eso no le quita el derecho a exigir un buen gobierno o a protestar contra un mal gobierno. Creerlo así, es hacerle el juego al pensamiento dominante, y suponer tontamente que la política y la democracia se resumen en ir a votar en las elecciones generales.
Abstenerse de votar es una opción tan válida como otras. Es un derecho que debe respetarse (sobre todo si supuestamente vivimos en una democracia). Debe quedar claro que en muchas ocasiones la abstención se debe más a las diversas dificultades para ejercer el derecho a voto (de salud, económicas, de distancia u otras) y no tanto a la apatía y desinterés políticos. Aunque algo de eso puede haber, y no es para menos.
En todo caso, y si me dan a elegir, prefiero un voto nulo a un voto ausente o inexistente. El abstencionismo, como vimos, puede deberse a muchas razones, pero el voto nulo es un mensaje más claro y directo que dice “señores candidatos y candidatas, no estoy de acuerdo con ninguno de ustedes...”. Y además, es una forma de asegurar que no se aprovechen las papeletas en blanco.
Después de la tormenta. Antes de tapar la botella y lanzarla al mar, queda decir que con los párrafos anteriores no se quiere restar importancia a las elecciones. Aún recalcando la importancia y la validez de la abstención políticamente activa o del voto nulo crítico, queda una tercera posibilidad. Pensar que no se debe desperdiciar la oportunidad de votar, y hacerlo aún sabiendo que esto tiene poco peso en términos de la hegemonía y las luchas en la historia larga.
La coyuntura de las elecciones es importante, de eso no queda duda. Es el momento en que se eligen -de forma hasta cierto punto democrática- a nuestros representantes en los gobiernos locales, el Congreso y el gobierno central. Es el momento en que los grupos dominantes nos dejan expresarnos (con sus propias reglas, y solamente por medio del voto). Pero no son mucho más que eso.
Si vemos las elecciones como una oportunidad política que no debe desperdiciarse, es importante tener claro que, con todo y su importancia a nivel nacional, las elecciones no son el centro de la política y de lo político. La lucha por la hegemonía se da también en las elecciones, pero sobre todo fuera de las mismas. Reducir el poder y la democracia al ejercicio de la votación en elecciones, es en el fondo un análisis muy parecido al de los grupos dominantes -en especial, aunque no únicamente, de los partidos políticos de derecha-.
Las grandes decisiones de por donde debe ir el rumbo del país en los próximos años, ya fueron tomadas. Esas decisiones no se toman en la presidencia o en el Congreso, sino en los pasillos del las empresas transnacionales y los organismos financieros internacionales. Los dos partidos mayoritarios van a seguir por el mismo rumbo, de ser electos. Lo mismo pude decirse del resto de partidos de derecha, y hasta del Frente Amplio si tuviese oportunidad real de ganar.
Tal vez después de la urgencia de las elecciones, después de la tormenta, empapados y fríos, podamos hacer un recuento del desastre, limpiar y recoger la basura (que por cierto, los partidos políticos no recogerán...). Tal vez después de la tormenta tengamos tiempo para pensar con calma, pero sobre todo para actuar con una “ardiente paciencia”, luchando por las soluciones reales y de fondo que este país necesita.
- Camilo Salvadó, Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala, AVANCSO
[1] La hegemonía no es una situación de dominio total y permanente. Es una constante lucha, una situación de dinámica de dominio, que requiere de una constante coerción (explotación, represión...) pero también del consenso (creación de sentido común, pensamiento dominante) para reproducirse. La hegemonía también contiene, entre otras relaciones, formas de cooperación activa o pasiva, alianzas, negociaciones y luchas de los grupos dominantes y subalternos.
[2] Únicamente la candidata del Frente Amplio asistió al Foro de Justicia Alimentaria (aunque no hizo aportes significativos), mientras el único asistente al Foro de Minería y Petróleo fue el candidato de la Alianza VIVA-EG, quien hizo gala de una posición tan pro empresarial como los candidatos ausentes, es decir promesas vagas de aumentar levemente las regalías, sin tocar los impactos ambientales y sociales de dichas industrias.
[3]Hasta la fecha, se han celebrado más de 60 consultas comunitarias contra la minería y megaproyectos, superando los 800,000 votos por el “NO”. Es decir, casi 1 millón de votos, con porcentajes de participación superiores al 90%, y seguramente superiores a los de las próximas elecciones 2011. Este ejercicio democrático de protesta y resistencia sigue sin ser reconocido por el gobierno de la UNE (como tampoco lo hizo la GANA ni lo harán el PP o el LIDER).
[4] En ese orden de ideas, cabe recordar que Sandra Torres si puede participar en las próximas elecciones 2014 (y utilizar la estrategia de Ríos Montt: “me robaron las elecciones”). Uno podría preguntarse si desde un principio su estrategia era impulsar la candidatura de Torres, sabiendo de antemano que no prosperaría.
[5] En ese sentido se ve nuevamente la importancia electoral del trabajo de la UNE con Cohesión Social y los Consejos de Desarrollo, un potencial electoral que no van a poder aprovechar, al menos no para la presidencia (falta ver sus resultados en los gobiernos locales y el Congreso). Además, todos los partidos en la contienda han tomado conciencia de la importancia electoral de este tipo de programas, y prometen mantenerlos, con distintas características.
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