El daño está hecho
27/09/2011
- Opinión
El principio del fin. Esa es la sensación que ahora invade a Felipe Calderón quien sabe que inició la cuenta regresiva de su mandato, un mandato marcado desde el primer día por la ignominia.
Los cinco años transcurridos son la peor de todas las pesadillas de los tiempos recientes por la cantidad de sangre que se derramó y se sigue derramando, desde que fueron desatados los demonios y con ellos una cruenta realidad que cuesta miles de vidas y millones y millones de pesos: la industria de la guerra.
La población mexicana que no pertenece a la clase política ve y sufre las consecuencias, mientras un pequeño grupo aplaude afanoso en un acto público que se redujo de 10 mil invitados a sólo mil, como medida precautoria frente a la inseguridad, una muestra de sus propias contradicciones y temores. Un afán para evitar las tentaciones demoníacas y dejar intocada a la pequeña élite, la clase privilegiada que sigue envuelta en papel celofán opaco que nubla la realidad y que produce sordera. Afuera, la otra gente que tal vez ni existe.
Son cinco largos años en los que Felipe El valiente Calderón, que de por sí pequeño, se ha ido apocando a los ojos de un pueblo que siente sus heridas, una nación atravesada por las balas, carne infantil o de mujeres carbonizadas en incendios criminales, cabezas cercenadas, cuerpos humanos que se tiran como basura o desaparecen, se esfuman.
México tiene miedo, Calderón asusta con sus palabras, sus decisiones y sus hechos, que se traducen en saldos negativos y vengativos: 52 millones de personas viviendo en la pobreza y más de 55 mil muertos y muertas; que se aderezan con el incremento del desempleo, así como una grave y permanente confiscación de derechos, de todos los derechos.
El principio del fin de un sexenio para olvidar aunque él insista en lo contrario, la realidad rebasa todo lo que el celofán opaco de sus afanes le impide mirar. Ni duda cabe, los tiempos por venir serán difíciles en extremo, se prepara una millonaria contienda partidista en pos de Los Pinos y con ello la recomposición del rompecabezas político nacional, sin que haya llegado la paz elemento fundamental para la democracia.
La voz de Calderón se irá apagando, pero el daño permanece, lo increíble es que aun cuando admitió que la violencia ha crecido en México se justifica al asegurar que sacar a las fuerzas armadas a las calles y carreteras del país ha sido la mejor forma de afrontar al crimen organizado. El daño colateral, como llaman a las víctimas inocentes por las múltiples “equivocaciones” del Ejército y la Armada o por la violentísima respuesta del crimen organizado, se reduce a casi nada.
Sin embargo, ¿quién podrá olvidar a los estudiantes de bachillerato asesinados en Chihuahua o en las afueras de uno de los campus del Tec de Monterrey? ¿Podremos olvidar lo sucedido en un casino de la capital regia el pasado 25 de agosto y sus 52 muertas y muertos? ¿Es posible no recordar pronto lo sucedido en Michoacán, Sinaloa, Tamaulipas, Baja California, Veracruz, Guerrero y el resto del país? ¿Seremos capaces de no acordarnos de los desparecidos de uno en uno o todos juntos, connacionales o migrantes? ¿Podremos ignorar cómo se ha incrementado la trata de mujeres en este periodo cruento? ¿Y todos y cada uno de los agravios que se han cometido en menos de un lustro y que dejan abandonadas a viudas, huérfanos y familias enteras?
De qué logros habla Calderón en su discurso frente a un selecto, muy selecto grupo, mientras en la misma ciudad de México dos informadoras son sacrificadas y con ellas la cifra de periodistas asesinados en México crece lamentablemente sin que nadie tenga respuestas, menos justicia.
Aunque como jefe máximo de las fuerzas armadas, Felipe Calderón tomó la decisión solo, hoy salpica las culpas, cuestiona al Legislativo de no aprobar sus iniciativas, reitera su acusación sobre corrupción en el Poder Judicial y reprocha a los gobernadores no asumir su responsabilidad. Nada más faltó que regañara al pueblo por quejarse de sus muertos y muertas y, a quienes aún no les toca, de sufrir “indebidamente” (desde su perspectiva) de una pandemia llamada inseguridad.
El final se acerca y como es costumbre en adelante Calderón enfrentará la soledad palaciega, será responsable de la derrota que viene. De nueva cuenta ese papel celofán que lo envuelve le impedirá mirar el daño que ha provocado, una especie de locura para no ver ni oír el lamento de un pueblo herido severamente por una guerra.
Para puras vergüenzas. Tras los lamentables hechos ocurridos en un casino de la capital de Nuevo León, se difundió un video que casi todo el mundo ha visto. En la escena –tantas veces repetida y que recuerda otros del pasado– aparece Manuel Jonás Larrazábal, hermano del alcalde Monterrey, Fernando Larrazábal, colocando billetes en una cajita. Se trataba de un “dinerito” que Sergio Gil, propietario del casino Red, le dio a Manuel Jonás. Negocios de quesillo y mezcal, dijo el oaxaqueño, quien se enredó y mareó rápidamente hasta caer y estar arraigado.
Jonás Larrazábal, a quien lo recuerdan en Oaxaca como un junior hecho y derecho, intentó persuadir a las autoridades de que vender quesillo y mezcal en los casinos es un negocio lucrativo. Por otra parte, podríamos “agradecerle” a este empresario oaxaqueño su indiscutible promoción a la gastronomía de Oaxaca en los últimos días. El efecto es tal que algunas empresarias del 20 de Noviembre, popular mercado de la capital oaxaqueña, piensan cotizar en la Bolsa. Lo terrible es que Jonás es oaxaqueño, que perjudicó a su hermanito y ensució más las manos negras de los camisas azules.
Pero Jonás no es el único “brillante” oaxaqueño fuera del terruño natal que actúa mal y eso me lleva a recordar a Eziquio Martínez, abogado egresado de la UABJO, ahora residente del Reclusorio Norte, porque al angelito lo pillaron por enriquecimiento ilícito cuando fungía como secretario de acuerdos del Juzgado Noveno de Distrito en Materia Administrativa con sede en la ciudad de México.
Qué pena por Oaxaca, Jonás y Eziquio sirven para puras vergüenzas. La moraleja es que tal vez si enviamos a quienes operaban en la burbuja en el sexenio de Ulises Ruiz –como Rito Salinas, Héctor Pablo Ramírez Puga y Miguel Ángel Ortega Habid, por citar solo algunos– a operar en otras entidades, tal vez ahí si caigan, porque aquí todo parece indicar que la Secretaría de la Contraloría y la Transparencia Gubernamental no da pie con bola.
Fuente: Forum en línea
https://www.alainet.org/es/active/49748
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