No está muerto, ¿verdad? O sí...
25/10/2011
- Opinión
Hace varios años se presentó en Guatemala una película documental sobre el derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz Guzmán. Creo que la traducción al español es Los demonios no sueñan y, si mal no recuerdo, se trata de una producción suizo-alemana. En la cinta aparece doña María Vilanova de Árbenz recordando los pormenores de cada crueldad que la CIA, el Departamento de Estado, empresarios estadounidenses y guatemaltecos y militares traidores le infligieron al régimen del recordado Presidente que el 15 de marzo de 1951, cuando fue investido, dijo: "Nuestro gobierno se propone iniciar el camino del desarrollo económico de Guatemala, tendiendo hacia los tres objetivos fundamentales siguientes: a convertir a nuestro país de una Nación dependiente y de economía semicolonial en un país económicamente independiente; a convertir a Guatemala de un país atrasado y de economía predominantemente feudal en un país moderno y capitalista, y a hacer porque esta transformación se lleve a cabo en forma que traiga consigo la mayor elevación posible del nivel de vida de las grandes masas del pueblo".
Para cumplir este sueño, Árbenz expuso en ese mismo discurso: "La segunda etapa de nuestro programa económico es la industrialización del país (...) establecer nuevas plantas industriales, protegiendo convenientemente a los productos nacionales de la competencia extranjera ruinosa. Dedicaremos especial atención a la inversión de capitales nacionales, públicos y privados, en la explotación de yacimiento metálico, en el establecimiento de refinerías de petróleo, construcción de plantas eléctricas e instalación de las ramas iniciales de la industria química y la fabricación metalúrgica (...) promover la ampliación de las actuales vías de comunicación y la fundación de aquella que impidan el funcionamiento de monopolios del transporte (...) justo es también que por parte del capital y del Pueblo en general se estime que el Estado debe obtener el porcentaje de renta nacional necesario para cumplir sus compromisos".
Árbenz era verbo, no sustantivo.
Para cumplir con lo trazado y ofrecido, impulsó la Reforma Agraria para acabar con esa economía "semicolonial y feudal", desarrolló la hidroeléctrica Jurum Marinalá para proteger la producción guatemalteca "de la competencia extranjera ruinosa" y para quitarle el monopolio ruinoso al transporte ferroviario construyó la carretera al Atlántico. Basten estos tres ejemplos para notar la diferencia entre los hombres buenos que honran sus propios ideales y pasan de las palabras a los hechos y los hombres de corazón duro que sólo buscan el poder para enriquecerse ellos mismos y a sus patrocinadores y aduladores mediáticos; pero también sirvan estos ejemplos para vernos en retrospectiva, como en una película, y, sin insultos ni descalificaciones, mucho menos tergiversando la historia, podamos debatir si ha sido bueno para los habitantes de este país que la mayoría de recursos del Estado estén en manos de compañías nacionales y transnacionales que sólo se llevan lo mejor de nosotros.
En Los demonios no sueñan, la viuda de Árbenz cuenta cómo era que el Gobierno de su esposo estaba avanzando a pasos agigantados hacia ese país capitalista, económicamente independiente, libre y soberano que nos tuviera ahora compitiendo incluso con los países nórdicos en términos de desarrollo económico, humano y social, algo que todavía podemos lograr con esfuerzo, coraje y determinación, pero que por ahora no lo permiten la oligarquía guatemalteca, las compañías transnacionales que controlan la minería, la electricidad y la telefonía, entre otros rubros estratégicos, pero sobre todo los Estados Unidos.
Ya casi al final de la película documental aparece una campesina muy anciana y muy pobre y muy triste contando la historia de aquellos días felices de la Reforma Agraria. Por tratarse de un recuerdo lejano (la película la vi a mediados de 1990) no puedo precisar textualmente el diálogo entre el entrevistador y aquella anciana de carita delgada y mirada marchita, pero me acuerdo muy bien que le insistía a su interlocutor que "la Reforma Agraria nos va a hacer justicia" para preguntar enseguida: "¿Y cómo está el presidente Árbenz? No está muerto, ¿verdad? O sí...".
Guatemala, octubre 25 de 2011
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