Algunas ideas sueltas en torno a la universidad argentina
01/12/2003
- Opinión
Al igual que el régimen constitucional, la Universidad
argentina está por cumplir dos décadas de 'normalidad' no
interrumpida, de gobierno tripartito, rectores electos,
centros de estudiantes con plena legalidad. Como en el plano
del Estado nacional, la democracia universitaria se ha ido
degradando, hasta el límite de perder buena parte de su
sentido. Esta declinación fue en buena medida un 'espejo' de
lo que ocurría en el plano del conjunto social, con una
variante importante, entre otras: La conducción tanto de la
institución Universidad como del movimiento estudiantil,
estuvo ampliamente hegemonizada por el radicalismo, que
cumplió idéntico rol que el PJ en los noventa, llevando a la
práctica una parte de la 'división de tareas' instaurada por
el bipartidismo. Como en el campo de la política general (en
el caso del menemismo), el 'actor' hegemónico ha perdido lo
sustancial de su capacidad política. Esto lleva implícito un
reacomodamiento objetivo que sería muy dañino ignorar: La
simpleza y contundencia de los "fuera..." "abajo..." y "no
a..." se ve disminuida. Las oposiciones no son tan vastas ni
fáciles de alinear, pero tampoco es sencillo descubrir
mejorías realmente sustanciales en la situación, del
'menemismo-franjismo' en predominio indisputado a nuestros
días. Se requiere encontrar un programa positivo, en un
período en que el gobierno nacional goza de alto prestigio, y
este no está cimentado en la defensa acérrima del libre
mercado sino en la invocación de las luchas de los 70', el
llamado a la construcción de un 'capitalismo nacional', y la
satisfacción de demandas en materia de derechos humanos y
lucha contra la corrupción.
La política del Estado nacional hacia las universidades hoy
Las universidades públicas siguen siendo estatales. No hubo
privatización directa pero si 'indirecta' durante los años de
Menem. Esto por varias vías. Las tres principales: a. Fomento
a la creación de nuevas universidades privadas, y facilidades
para el crecimiento de matrícula y de prestigio de todas
ellas. b. Sometimiento de buena parte de la actividad de
investigación de las universidades públicas al 'sponsoreo' o
a convenios de colaboración con empresas privadas. c.
'Vaciamiento' de las actividades y líneas de trabajo de las
universidades públicas que no tienen aceptación en el
'mercado'.
El agotamiento de la orientación 'neoliberal' no traerá
grandes cambios en este campo, porque el gobierno Kirchner no
difiere en la concepción de la relación público-privado en el
ámbito universitario, quizás cambie el tipo y orientación de
parte de los planes auspiciados por las empresas, y puede
haber también un menor nivel de deferencia desde el estado
nacional hacia las universidades privadas, junto con módicos
aumentos del presupuesto destinado al sector. No es dable
esperar mucho más, al menos en el corto plazo. El movimiento
estudiantil no parece ser un campo fértil para la cosecha
'K'. Quizás pueda avanzar más en el claustro de profesores,
pero de cualquier manera es harto improbable que la
universidad se convierta en una prioridad política de primer
orden para el gobierno. Podrá pagar 'costos políticos' en ese
campo, sin que esto lo perjudique a nivel nacional... Y
fundamentalmente, gobiernos que no se plantean como prioridad
acuciante el terminar con la escandalosa desigualdad de la
sociedad argentina, con la pobreza que repercute sobre la
salud y la educación, con desempleo que desarticula las
perspectivas vitales, mal van a proponerse una transformación
radical de la universidad.
La democracia en las universidades
Como se agotó el menemismo en la política nacional, se ha
agotado el 'shuberoffismo'(1) en el terreno universitario. Esto
no trae un cambio sustancial de políticas. Quizás con menores
niveles de corrupción y mayor eficacia operativa, al menos la
principal universidad del país, la UBA, sigue en tónica de
ajuste. Sólo un cambio más fuerte en el clima ideológico de
las universidades, que incluya a todos los 'claustros',
podría desalojar de modo duradero a los personeros del
'achicamiento' racional y eficiente. Y éstos no dan tan
fácilmente el flanco de la corrupción grotesca o de la
ineptitud patente.
Pero existen más espacios: Ambitos institucionales con
conducción o participación importante de gente de izquierda
(o que tiene que parecerlo para defender su legitimidad),
muchos más centros de estudiantes con conducciones
capacitadas para ejercer una oposición de izquierda... Pero
la cuestión fundamental, nos parece, es otra: Plantear la
democratización radical de las universidades, terminar con la
discriminación en el poder de voto a favor de los profesores
titulares y adjuntos... Y a partir de allí, luchar por una
democratización 'hacia fuera': Implicación de las
universidades con el movimiento social, con las necesidades
de las mayorías, adaptación de los planes de estudios y los
contenidos a esa orientación... Universidad democrática es
universidad autogobernada sin privilegios ni exclusiones,
relacionada con los problemas reales de la población y
autónoma de los intereses del gran capital.
Y también es universidad con ingreso abierto a las clases
populares, por lo que la batalla defensiva contra
restricciones al ingreso y arancelamientos debe seguir siendo
una prioridad. Una universidad de y para elites, por más
radicalizada ideológicamente que esté, corre el riesgo de
convertirse en la clásica 'isla', cortejada por las alas más
'liberales' (en el sentido norteamericano) del poder,
mientras sus pronunciamientos y acciones sean 'prolijas', y
desprestigiada brutalmente (con su propio elitismo como
argumento fuerte), cuando intente forzar los marcos de lo
permisivo.
Universidad y gran empresa
Como en otros ámbitos, el problema de fondo no es el
neoliberalismo sino el capitalismo mismo. Mientras exista en
el conjunto social el poder avasallador de la gran empresa,
éste se proyectará sobre las casas de estudios: Saboteando la
enseñanza y las investigaciones que no le simpaticen,
promoviendo determinadas actividades y líneas de trabajo,
'colonizando' carreras y hasta facultades completas,
reclamando se priorice la relación entre la universidad y las
demandas del mercado de trabajo 'privado', haciendo campañas
contra la gratuidad de la universidad pública, al mismo
tiempo que se subvenciona a las privadas, buscando de esa
manera llevar cada vez más arriba el 'corte' social que
ingresa a las facultades. El tema del aquí y ahora es cómo se
combaten esas acciones, y el modo de generar otras de sentido
opuesto, sin perder nunca la brújula en cuánto a que el
estado no es independiente del gran capital, y por tanto
depender de la acción gubernamental para detener el avance de
los empresarios es una táctica bastante limitada...
La izquierda universitaria
Como en todos los campos de la vida social, creemos que la
izquierda en la universidad debe modificar sus modos de
organización, su práctica cotidiana, su manera de
relacionarse con el estudiantado y los demás sectores, e
incluso muchas ideas arraigadas... Un solo ejemplo entre
muchos: La forma que han tomado las elecciones estudiantiles,
que copian acríticamente (en la práctica, no digo en el
discurso), los peores vicios del 'show' electoral a nivel
nacional, aburriendo, desconcertando, cuando no generando
abierto repudio entre los estudiantes. ¿Qué hace la izquierda
para cambiar esas prácticas? Nada sustancial, salvo
condimentarlas con larguísimas e inexplicables negociaciones
y rupturas sucesivas entre agrupaciones. Arrastra un
desprestigio hecho de sentido común conservador y de
propaganda mediática contraria, pero también de la propia
tendencia a hacer política superficial, demasiado
ostensiblemente orientada a la captación de militantes y a la
obtención de votos. Los diversos 'independentismos' o
'movimientismos' tampoco han hecho nada demasiado novedoso
con el aire que les presta el espíritu antipartidista de
muchos estudiantes. Cómo superar la separación entre las
minorías militantes y las mayorías a menudo apáticas sigue
siendo un problema central. Dirigentes estudiantiles que
salgan de las acciones en las aulas y no de la 'vida interna'
de agrupaciones y partidos, es un primero y fundamental paso
para achicar la brecha.
Intelectualidad de izquierda
La derrota de 1976 marcó a la intelectualidad argentina, la
'caída del Muro' y la hegemonía de la 'posmodernidad' y de
las ideas abstractas sobre 'democracia' y 'pluralismo'
signaron a la intelectualidad mundial en los años 80' y 90'.
Hablar de una intelectualidad de izquierda hoy remite en
seguida a pensar en 're-construcción'. Un rearme que tiene
varios escenarios necesarios, pero en el que la universidad
es uno principal.
Se necesitar recuperar el lugar del marxismo. Y no se puede
hacerlo desde la lectura cristalizada. Mucho pasó en el
mundo desde que Lenin, Trotsky o Mao murieron. Vivimos en
sociedades completamente distintas a las que cobijaron su
vida y pensamiento. El marxismo puede y debe combinarse con
otras corrientes críticas, revolucionarias, para enriquecer
las visiones propias, para incorporar el análisis de campos
que solieron escapar a la tradición marxista, para tener
mejores herramientas para criticar las experiencias
socialistas. Pero también necesita recuperar el hábito de
confrontar con lo más avanzado y complejo del pensamiento
'burgués', no sólo con sus repetidores y vulgarizadores; no
sólo con los conservadores y reaccionarios sino con los que
presumen de 'progresistas'. No se trata de discutir siempre
con Huntington o Kissinger, hay que saber hacerlo con
Touraine, con Baudrillard, con Sartori, con Giddens, con
Beck...
En Argentina vivimos un período de oportunidad creciente para
combatir el pensamiento posibilista, y dar la batalla para
recuperar la incidencia de la izquierda radical en los
ámbitos universitarios e intelectuales en general. Los
intelectuales que se alinearon con Alfonsín y con el Frepaso,
los que criticaron al 'menemismo' pero en clave 'funcional'
al gran capital, están bastante desarticulados. La
'modernización' de la sociedad argentina se fue al tacho de
basura. El ocaso del predominio de los radicales y sus
satélites en la universidad los deja sin política allí.
Algunos migran hacia las universidades privadas (o trasladan
a ellas lo fundamental de su actividad), otros se recluyen en
sus cátedras renunciando a disputar hegemonía... Pero
mantienen el prestigio en el sentido común, el lugar en los
grandes diarios, las intervenciones en radio y televisión. El
combate en la universidad debe pensarse integrado a una
disputa integral por la hegemonía cultural, que a su vez se
articula con una lucha ideológica mundial.
Las 'cátedras libres' son buenas, pero la radicalización de
las cátedras 'oficiales' ( o la conversión de aquellas en
éstas) es aun mejor. Hacer 'resistencia' es la forma de crear
espacios para la construcción de un poder diferente, no un
modo de eternizarse en políticas defensivas, de pura
oposición. Creemos que habría que prooponerse una reforma
universitaria radical, que revisara los objetivos, los modos
de organización, toda la articulación entre universidad y
sociedad, pero a conciencia de que esa reforma radical sólo
es posible con una transformación social global, y que esta
última depende a su vez de que las clases subalternas
construyan desde el llano una nueva hegemonía, punto que hoy
aparece todavía lejano.
Nuestra tradición
La antes llamada izquierda tradicional (socialistas y
comunistas fundamentalmente), arrastra en el plano
universitario una tradición ideológica rica, pero limitada y
contradictoria en muchos aspectos, que fue predominante hasta
los años 80' y sobrevive en la actualidad: Una visión de la
"Ciencia" con impregnaciones positivistas, una idea del
progreso científico-técnico muy influida por las prácticas
que medían el avance del socialismo en toneladas de acero;
mitificación acrítica de la Reforma Universitaria que parecía
convertir la democratización formal universitaria en el día
del milenio feliz; una concepción de las políticas
universitarias en materia de ingreso, currícula y vinculación
con la sociedad teñida de la idea de que las empresas
públicas y la regulación económica estatal eran poco menos
que una avanzada de la revolución; una lectura de Ingenieros,
Ponce y otros pensadores siempre provista de lentes lo
suficientemente sesgados como para amplificar sus virtudes y
esconder sus variadas limitaciones (y hasta algún componente
reaccionario disperso por allí). Que más de un 'pequeño
ídolo' de la acción universitaria comunista y socialista en
décadas pasadas sea hoy corifeo del ajuste en la universidad
no es casualidad ni materia exclusiva de defecciones
personales, sino un modo de entender aquella vieja
política...
Se necesita construir las bases de una política universitaria
no meramente 'progresista' sino revolucionaria, de izquierda
en sus prácticas concretas y no sólo en su liturgia. Luego
de una profunda crisis, hay avances innegables en el modo de
pensar y actuar en la universidad, pero lo nuevo dista de
predominar plenamente. El sectarismo irredimible, la acción
'instrumental' predominan en varias agrupaciones. Hay que
lograr el modo de avanzar juntos los que tienen conciencia de
que se requiere superar esas prácticas. Existe un presente de
espíritu plural y sin afán vanguardista. Se trata de
desarrollarlo.
Nota:
(1) Por el rector de la UBA durante casi una década y media, Oscar Shuberoff, símbolo de corrupción, prácticas
autoritarias, y capitulación de fondo ante las políticas neoliberales.
https://www.alainet.org/es/active/5101
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