Indescriptible tragedia en penal de Comayagua
14/02/2012
- Opinión
No sé ni como empezar cuando transmito sentimientos tan desgarradores, tristes y terribles de lo que sufre hoy la gente más humilde y desgraciada de este país.
Hoy vi en la TV escenas de horror, cuerpos apilados, manos y masas humanas chamuscadas aferradas desesperadamente a los barrotes de las celdas, irreconocibles; mujeres peleando con la policía buscando información con la esperanza de no encontrar a los suyos entre los 372 muertos que contabilizan algunos medios de prensa a estas horas de la tarde.
Muchas mujeres subieron las barreras de seguridad, enfrentaron a los policías tratando de llegar al interior del penal, sin lograr su objetivo.
Ancianas desmayadas, mujeres desfallecidas, hombres tratando de devolver aire a las ahora viudas que caían al suelo envueltas en llanto y dolor.
Existe un video, ya fue subido a la red, tomado por un aficionado en horas de la noche, en pleno apogeo del incendio, en el que se observa la magnitud del fuego; también se escuchan a la distancia gritos desesperados de los hombres y las tres mujeres que allí murieron, tratando de escapar.
Se escuchan muchos disparos y detonaciones de los policías impidiendo a los reclusos escapar del fuego abrazador. Y que querían esos policías desgraciados, no los ayudaron y los dejaron morir de una manera espantosa.
Escuché relatos de reos que contaban como los policías penitenciarios, en vez de quitar candados y abrir las celdas, más se acobardaron, lanzaron las llaves cerca de la enfermería y fue precisamente un enfermero que auxilió a unos pocos privados de libertad a que escaparan de la muerte.
Vi y escuché a políticos oportunistas (verdaderos cuervos de estación), ofrecer sus buenos oficios para dotar el total de los ataúdes, claro, con dinero del pueblo.
Escuché al diputado Carlos Martínez decir en la sesión del Congreso Nacional de esta tarde que ya nada podemos hacer por los caídos, que esa es "leche derramada". Como si la vida fuera tan simple, al menos debe respetar el dolor de las familias.
Proponiendo en su elucubración que el legislativo creará una ley para convertir las instalaciones de maquilas que están en abandono en centros penales; aquí si se recoge la leche porque hasta con el dolor se hace negocio.
En fin, tantos desplantes y majaderías ofensivas y carencias de sensibilidad y solidaridad humana; valores que para esta gente está al otro lado del universo.
Pero también vi la solidaridad de los defensores de derechos humanos, como el doctor Juan Almendares, la compañera Bertha Oliva, aportando los criterios, señalamientos y observaciones para poner de relieve el trasfondo de esta terrible injusticia; este delito de lesa humanidad, como coincidieron ambos interlocutores.
No tengo parientes ni conocidos entre los muertos, pero siento un terrible dolor porque este es mi pueblo humillado y víctima de este sistema insoportable por el que lucharé con mi grano de arena hasta morir por cambiarlo.
Me uno al dolor de tanta gente humilde, personas pobres, campesinos y campesinas, casi todos ellos, por este momento indescriptible de pérdida irreparable que les toca vivir.
Carlos Roberto Zelaya
Periodista
Miembro Representante en Honduras de Profesionales Latinoamericanos/as Contra el Abuso de Poder (PLcAP)
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