El fracaso de la Cumbre de las Américas
15/04/2012
- Opinión
La Cumbre de las Américas, instancia creada desde la OEA para operar los lineamientos de las elites empresariales locales/regionales, del capital global y los intereses geoestratégicos de Estados Unidos, ha resultado un retundo fracaso en su sexta edición del 14 al 16 de abril.
Es necesario recordar que dicho espacio corresponde al obsoleto esquema de la OEA, útil fundamentalmente para garantizar el dominio de Estados Unidos en la región, tal y como lo demuestra el camino y las políticas instituidas por ese organismo a lo largo de los años, y que ha venido a ser cuestionado por la conformación de nuevos bloques, siendo el más relevante el de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
La OEA y la Cumbre de las Américas, han sido planteadas por sus promotores como la concreción de la unidad del continente, cuando en realidad han constituido espacios de imposición de un lado y de sumisión por otro, con sus valiosas excepciones: el digno papel de denuncia a la intervención estadounidense que realizara Jorge Toriello Garrido, embajador de Guatemala ante la OEA, cuando desde el imperio se promovía, financiaba y dirigía el derrocamiento de Jacobo Árbenz Guzmán en 1954 (caso emblemático especialmente para Guatemala) o el digno papel que embajadores como los de la República Bolivariana de Venezuela, Bolivia, Ecuador, entre otros, han venido realizando ante el seno del organismo regional por la defensa de su independencia y soberanía (casos emblemáticos para Nuestra América, la de Martí, para la Patria Grande, la de Bolívar).
La Cumbre de las Américas empezó a declinar cuando buena parte de los países latinoamericanos y caribeños lograron frenar la imposición del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en la IV Cumbre realizada en Mar del Plata, Argentina, en el 2005. Después de ese acto, de digna y coherente insubordinación, se fueron fortaleciendo espacios alternativos como el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) creado en 1991 pero con renovado impulso en la actualidad, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) instituida en el 2005, y recientemente la CELAC creada en el 2010.
Se llega a la VI Cumbre de las Américas con este acumulado, con el agregado de otros asuntos de trascendental importancia como: 1) el llamado a la inclusión de Cuba, propuesta por varios países latinoamericanos y que lleva a presidentes como Correa de Ecuador y Ortega de Nicaragua a no asistir a la cumbre en solidaridad con la isla, demanda que nuevamente es vetada por Estados Unidos; 2) el llamado a apoyar el hermano pueblo de Argentina en su demanda por la soberanía sobre las Islas Malvinas, secundada por la mayoría de países latinoamericanos, pero bloqueada por Estados Unidos y Canadá, quienes priorizaron los intereses del imperio inglés, su aliado de aventuras de agresión, invasión, ocupación y saqueo en el mundo. Un tercer tema relevante fue la propuesta de reconsiderar la política de combate al narcotráfico, corolario de esta edición de la Cumbre y que, no obstante, hizo evidente el fracaso de la estrategia impuesta por Estados Unidos en la materia.
De tal manera que, ante el avance de procesos de independencia y soberanía, de dignidad y solidaridad, que se concretan en varios países latinoamericanos, y de la gestión de una política regional radicalmente diferente a la que se concreta en la OEA y en este tipo de reuniones, el resultado no podía ser otro: el rotundo fracaso de la VI Cumbre de las Américas.
No hubo acuerdo y menos consenso, no hubo declaración final.
Sí hubo resultados positivos: 1) La solidaridad con Cuba en la recuperación de sus derechos plenos como Estado; 2) La solidaridad con Argentina en su lucha por poner fin a la ocupación inglesa de las Islas Malvinas y por recuperar la soberanía sobre las mismas; 3) La apertura a la búsqueda de alternativas en el combate al narcotráfico.
Ante los discursos sobre el resquebrajamiento de la unidad de las Américas, que parecieran convertirse en dominantes en las grandes medios de difusión masiva, en los organismos del viejo régimen (hasta el momento todavía vigentes) y en los corrillos de la burocracias de la diplomacia sumisa y servil, hoy se está gestando una unidad objetiva, de gobiernos y pueblos, que transcurre por caminos de insumisión.
Ya no será posible la unidad servil a Estados Unidos.
O se constituye una unidad basada en el respeto pleno a la soberanía, sin intervención, sin imposición, sin conspiración, o no será.
Será la unidad alternativa, la unidad de la CELAC, del ALBA, la unidad de los pueblos.
Estamos entonces ante una coyuntura en la cual está por dilucidarse el rumbo que tomarán en definitiva nuestros pueblos: sumisión o rebelión, dependencia o soberanía. He ahí el dilema de Nuestra América, de la Patria Grande.
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