Se fijó el excelente objetivo de soberanía hidrocarburífera

Cristina le corta el chorro de superganancias a multinacional Repsol

18/04/2012
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El Poder Ejecutivo intervino Repsol y envió al Congreso un proyecto de ley para expropiar el 51 por ciento de sus acciones en YPF. Es un parte aguas: la corona y la derecha están furiosas y la mayoría feliz.
 
Este país depara las mayores sorpresas. Cristina Fernández de Kirchner viajó el fin de semana pasado a Cartagena de Indias, donde tuvo una “muy buena reunión” con Barack Obama. Las espadas del cristinismo, caso del titular de Diputados, Julián Domínguez, negaban un proyecto expropiatorio de Repsol. Lo atribuían a invenciones de Clarín; el ultraoficialista 678 se burlaba de la mala información de ese medio que había dado por cierto el borrador de expropiación.
 
Y al día siguiente del arribo de la jefa de Estado a Buenos Aires, el lunes 16, en el Salón de las Mujeres se dio a conocer la expropiación. Una iniciativa de 19 artículos definía como asunto de interés público la producción y comercialización del petróleo y sus derivados, tal como se hizo antes con el papel para diarios.
 
A favor de la soberanía energética, el proyecto planteó expropiar el 51 por ciento de las acciones de Repsol, que hoy detenta el 57 por ciento del total de YPF.
 
Ese 51 por ciento se distribuirá entre el Estado nacional y las diez provincias de la Organización Federal de los Estados Productores de Hidrocarburos (OFEPHI). Para asegurar un voto homogéneo de estas dos partes, habrá un pacto de sindicación de esas acciones, para que se vaya en un mismo sentido. Y para que la derecha y neoliberalismo (en la historia también las políticas privatistas vinieron del justicialismo) no arruinen lo que está a punto de repararse, el paquete prevé que para dar marcha atrás debería reunirse dos tercios de los votos. Tan importante o más que si se tratara de reformar la Constitución, comentó la presidenta, quien puntualizó que la ley de leyes es importante, pero para la gente puede serlo aún más el tener combustible para vivir y moverse, para el transporte, para la industria y el trabajo argentino.
 
Lo de CFK tuvo mucho de política y reivindicación del nacionalismo petrolero, que no siempre caracterizó su accionar y el de su esposo. Ella diferenció su idea tajantemente de la “estatización”, seguramente por cierta vergüenza de emplear esa categoría. Al disponer que la mayoría de acciones pasará al Estado nacional y los Estados provinciales, será una estatización aunque a Cristina le pese. Ella buscó el costado que la favorecía para afirmar lo contrario: no se tratará de una empresa del Estado sino de Sociedad Anónima; que otros socios privados continuarán con sus tenencias, así como inversores de la Bolsa, y que su gerenciamiento será “profesional”.
 
Los números mostrados por power point y comentados por la oradora fueron contundentes. Demostraron una caída en la producción de petróleo y gas desde 2006, una inversión española muy inferior, en línea con una alta repatriación de dividendos, mayor incluso a lo que compañía registraba en sus libros como ganancias.
 
Historia con idas y vueltas
 
“Los peronistas son incorregibles” decía ese gran gorila ilustrado que era Jorge Luis Borges. Para él, incorregible era sinónimo de malo. Si se quita esa connotación peyorativa, la definición podría servir para entender la saga. Un sábado 14 de amable tertulia con Obama, sin reprochar el boicot estadounidense a que la VI Cumbre incluyera un apoyo por Malvinas. Y el lunes 16, una verdadera bomba política y legislativa, con un excelente proyecto de nacionalización mayoritaria de Repsol-YPF.
 
El peronismo de Perón firmó contratos con la California en 1955, antes del golpe, a contramano de su tendencia estatista reflejada en la avanzadísima Constitución de 1949 y especialmente en su artículo 40 sobre propiedad inalienable de la Nación sobre los yacimientos y recursos naturales. Sin embargo, luego vino el contrato con la firma norteamericana.
 
El peronismo de Carlos Menem privatizó todo lo que podía, según la insuperable definición del ex ministro Roberto Dromi (“nada de lo que deba ser estatal será estatal”). La enajenación de YPF fue apoyada por Néstor Kirchner, gobernador de Santa Cruz, en 1992, y por su esposa, diputada provincial.
 
El peronismo K fomentó esa pérdida del patrimonio nacional, acordó con la “provincialización” de los yacimientos pactada en Olivos y la Constituyente de Santa Fe, la posterior “ley corta” y –avanzado su gobierno- el ingreso del Grupo Petersen-Ezkenazi a la petrolera. Esto fue presentado como “argentinización” y se aceptó que esos capitalistas amigos compraran su parte sin poner ni un dólar: Repsol les tramitó créditos a pagar con las ganancias de cada ejercicio.
 
De ese modo se continuaba la entrega menemista de 1992-1998 y la empresa se endeudaba más. Y no habría mayor reinversión porque el interés de Repsol (57 por ciento) y Grupo Petersen-Ezkenazi (llegó al 25 en dos etapas) sería la fuga de divisas a como diera lugar.
 
Pero esa historia del peronismo también incluye el brillante capítulo que se empezó a escribir con el proyecto de ley y el mensaje de la presidenta.
 
Y hoy lo que importa es esto, sin perder de vista el pasado y la falta de autocrítica. El relato cristinista pinta una historia gloriosa y recta, y omite esos pasajes erráticos de elogios al menemismo en los ´90, la asociación con Ezkenazi y los anuncios de 2011 sobre el futuro que tendrían los 40 millones de argentinos debido a los “descubrimientos” de petróleo y gas shale en Vaca Muerta, Neuquén. Sebastián Ezkenazi, CEO de YPF; Jorge Sapag, gobernador de esa provincia y Julio de Vido, sonrientes, compartían el palco y los anuncios que muy rápido, en enero de 2012, mostraron la extrema fragilidad de un montaje. Era la foto de un matrimonio en vías de disolución. En buena hora. Siendo gallega, Repsol salía más cara que una francesa…
 
La otra vereda
 
La polémica sobre YPF puede tener una significación superior a la que alcanzó la de la 125 por las retenciones a la de soja y la ley de medios. Es que están enfrentadas dos concepciones de la construcción de una nación, una liberal-privatista y otra nacional y popular. También hay valores millonarios en danza, que hasta ahora fueron a Madrid y a otros inversionistas, y que pueden servir al país. Finalmente, se agitan muchas pasiones porque se pelea por un recurso muy costoso, con un barril a 108 dólares y que escasea en el mundo, siendo motivo de guerras de conquista como se vio en Irak y Libia.
 
No está mal hablar del pasado. De hecho en el capítulo anterior, aquí se echaron algunos párrafos sobre ese tiempo, sin concesiones. Pero la clave está en analizar el presente. ¿Está bien expropiar el 51 por ciento de Repsol? Sí, la mayoría de los argentinos, en proporción superior al 80 por ciento, emite una opinión a favor, en distintos grados de certeza. Incluso en España hubo sondeos de diarios que arrojaron un 52 por ciento de aceptación de la medida argentina.
 
A veces las mayorías se equivocan, pero en este caso aciertan, porque el país no podía seguir con la situación actual, donde los controlantes ganaron el año pasado 5.296 millones de pesos y tenían sin asignación otros mil millones de pesos de 2010, y decidieron “capitalizarlos”. Querían repartir ganancias y dividendos, pero ante la oposición y crítica del gobierno, dispusieron su capitalización, con tal de no hacer reserva para invertir.
 
Ese retaceo a la inversión y mayor producción tiene otras formas de medirlo: en la época estatal YPF perforaba 80 y hasta 100 pozos por año, buscando crudo y gas. Con los españoles la performance bajó a 8, pues su producción salía de los pozos ya explorados por la estatal, esa que además de proveer de combustible, daba trabajo bien pago, abría escuelas y rutas, entre otras funciones sociales. El señor Antonio Brufau, presidente de Repsol, nunca hizo eso en su país ni en el resto del mundo.
 
Una carta fuerte para la nacionalización fue la denuncia de CFK en enero y reiterada este lunes, de que esa baja de la inversión, producción y refinamiento había provocado que el Estado importara combustibles por 9.300 millones de dólares en 2011. Ese ominoso panorama se repetiría en el año en curso. Había que impedir esa sangría.
 
Un pasaje del discurso presidencial fue muy didáctico (y aunque no se notó, debió provocar en CFK cierto sonrojamiento). Fue cuando leyó la lista de países donde la producción petrolera tiene una alta intervención estatal, desde China a Noruega, pasando por Italia y Libia, y terminando en Venezuela. Argentina, era una lamentable excepción; ahora se pone en línea con el mundo.
 
¿Algunos lectores tienen dudas sobre el paso que se piensa dar? Deberían leer las dos editoriales de “La Nación” (17 y 18/4), las columnas de Joaquín Morales Solá y Carlos Pagni, las declaraciones de Mauricio Macri y las amenazas borbónicas del gobierno de Mariano Rajoy. Si esa jauría neoliberal que perpetró y justificó el saqueo critica tanto la expropiación, quiere decir que ésta es positiva. Que hay que estar en la vereda de enfrente: del lado de YPF y no de Repsol.
 
 
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