Integración con democracia, soberanía y justicia social
22/04/2012
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 474: La descolonización inconclusa 06/02/2014 |
Vivimos una nueva crisis estructural del sistema capitalista, en su conjunto, aunque con una incidencia más notoria en el denominado “norte desarrollado”, y que indudablemente repercute también hacia el sur y a América Latina en particular; con alguna diferencia de las anteriores, pues, ahora se trata de una crisis de civilización, que afecta a todos los niveles de la vida y de la sociedad.
Si bien en los últimos siglos se han logrado avances significativos en la ciencia, tecnología, información, comunicación, intercambio, etc., todo aquello ha sido a costa de la degradación quizá irreversible del medio ambiente, de la sobre explotación a los trabajadores, la destrucción de los recursos naturales, de la concentración de la riqueza en pocas manos y de la dominación imperialista especialmente sobre nuestros países menos desarrollados.
Pero podemos construir nuevos caminos en este siglo, a base de la aplicación de los principios de solidaridad, reciprocidad, buen vivir, relación respetuosa con la naturaleza, que nos han legado los pueblos originarios; así como a través de una conciencia social basada en la convivencia pacífica, la democracia participativa, la libertad, la independencia, la justicia social, la dignidad, la equidad para el progreso y la seguridad común.
Si esta crisis, en esencia, es financiera, que implica por ejemplo la “volatilidad” de las monedas y en particular el dólar (puede ser que este signo ya no sea la moneda más importante de circulación en el mundo, dada la emergencia de potencias como China), así como la insolvencia acelerada de los bancos y el incremento de la deuda de los países y las personas, la salida no puede ser una recomposición de ese capital voraz sino las propuestas alternativas de conformar el Banco del Sur y crear una moneda virtual para el intercambio regional, como el SUCRE, de acuerdo a las decisiones de la ALBA y la UNASUR.
Pero también esta crisis es ecológica (desprotección del medio ambiente y agotamiento de los recursos naturales), social (distribución inequitativa de la riqueza y de la renta: el norte se ha desarrollado esquilmando al sur), e ideológica (los medios de comunicación son controlados por las élites).
Jean Maninat, Director de la Organización Internacional del Trabajo –OIT- para América Latina y el Caribe, declaró en agosto del 2009 que “Las consecuencias de la crisis en el mundo del trabajo han sido muy negativas y, por lo tanto, es necesario colocar la recuperación del empleo con un objetivo central de las políticas económicas”.
Esta crisis global ha propiciado, por lo menos, las siguientes afectaciones a nuestro sub continente:
· Disminución del PIB;
· Pobreza y marginación;
· Deterioro de las condiciones de vida y de trabajo[1];
· Bajo nivel de empleo;
· Creciente inflación;
· Informalización; y,
· Destrucción selectiva de la organización gremial y sindical.
Como respuesta a los designios y actuaciones de los grandes centros de poder mundial, en especial, representados por las grandes corporaciones multinacionales, se han propiciado eventos y propuestas de unidad e integración para elaborar un plan anti crisis y buscar alternativas programáticas en el campo social, económico y cultural, así como una nueva política laboral para evitar los despidos masivos de los trabajadores y el cierre de las empresas.
Se trata de recomponer el tejido social y buscar nuevas oportunidades y procesos de resistencia de los trabajadores (campesinos y obreros), pueblos indígenas, afro descendientes, migrantes, profesionales, ciudadanos, en busca de un mundo más justo y equitativo, en armonía con la naturaleza.
Andrés Piqueras, en un artículo titulado “Crisis de valorización del capital”, se refiere a ciertas características de los procesos neoliberales:
· El aumento de la explotación de la fuerza de trabajo (extensiva, en cuanto al incremento de la jornada y la edad para la jubilación; e intensiva, respecto de la tecnificación de los procesos productivos);
· Se incrementa el ejército de reserva mundial (desempleo), con masas trabajadoras más baratas (migrantes), los empresarios buscan mejores costos en otros ámbitos (Rusia, China).
· Disminuye el poder de negociación de los trabajadores y sus organizaciones.
· Se disminuyen los impuestos para los más ricos y se aumenta la carga tributaria para los trabajadores;
· Se reducen los servicios y los gastos sociales para el conjunto de la población;
· Distribución asimétrica de los recursos entre el capital y el trabajo, a favor naturalmente del primero;
· Se generalizan las privatizaciones y la desindustrialización;
· Se reducen las inversiones para la producción en favor de los negocios especulativos.
No existe emancipación social sin autonomía política, sin independencia económica y sin soberanía cultural, que son los aspectos fundamentales de un modelo alternativo de desarrollo.
“La paz…se construye con la gente”, señala un activista, es decir, no con la guerra; por ello, una salida negociada, consensuada, política a los conflictos que persisten en muchos países, como el caso de Colombia, por ejemplo, tendría mejores auspicios y una consecuencia satisfactoria, por supuesto.
Es necesaria una verdadera integración y unidad regional en la diversidad de la PATRIA GRANDE[2], en particular de América Latina (desde México hasta la Tierra de Fuego), para corregir la tragedia iniciada con la acción de los colonialistas europeos a partir del siglo XVI que se repartieron los territorios de Abya-Yala, los saquearon, cometieron el primer genocidio social, cultural y ambiental contra los pueblos originarios y cumplieron su afán de lucro desmedido y acumulación, que aún persiste, pues, se mantienen los enclaves de Puerto Rico y las Malvinas. La desintegración ha continuado incluso luego de la primera independencia de nuestras naciones, con la acción neocolonial y de explotación capitalista generalizada, por la recurrencia de las oligarquías vende patrias que han propiciado guerras fratricidas, invasiones, despojos e intentos autonomistas.
De todas maneras no se pueden desconocer procesos integracionistas aún inconclusos, como el del Acuerdo de Cartagena que dio paso a la Comunidad Andina de Naciones -CAN-, que se ha visto disminuida con la salida de Chile y Venezuela; así como el del MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), y en los últimos años con la propuesta progresista de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América -ALBA-[3], la UNASUR[4] y la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe).
Una orientación consecuente con la realidad geopolítica mundial tiene que ver con proyectos de cooperación sur-sur, con el propósito de lograr entre nuestros países procesos de desarrollo armónico y equilibrado, así como mecanismos de interrelación económica en base al principio de solidaridad entre naciones con características de desarrollo semejante, esto es, con problemas análogos y visiones parecidas. Al respecto, es indispensable tomar en cuenta también el caso de países con un desarrollo diferente, como ocurre por ejemplo con Brasil, la sexta potencia económica mundial actual, que rompe los parámetros enunciados pero que en cambio no es posible dejarlo fuera de una propuesta integracionista en la región, pues, para ello será necesario realizar todos los esfuerzos y superar aquellas asimetrías en el subcontinente.
Por otra parte me parece adecuado recoger varias consideraciones sobre la búsqueda de una cohesión social y multilateral, así como la estructuración de una agenda común para potenciar oportunidades y la confluencia de intereses en medio de la diversidad, insistiendo en los postulados de solidaridad, participación, uso y distribución de recursos con un sentido social y respeto de los derechos de los pueblos: a la vida, a la dignidad, a la independencia, soberanía, libertad y justicia social.
Jorge Rojas propone un modelo de integración que se asiente en nuestra propia historia y respete la identidad, la diversidad y la diferencia, que sea incluyente y democrático, que responda a las necesidades de la inserción en la economía global, pero a través de un comercio justo para quienes invierten y consumen pero también garantizando los derechos de las personas que producen, con sostenibilidad, con respeto al medio ambiente y el equilibrio ecológico, con escenarios democráticos de inclusión social y participación política.[5]
Hernán Rivadeneira Játiva es abogado sindical, profesor universitario, Secretario General de la Asociación Americana de Juristas -AAJ-; ex diputado y magistrado de los tribunales Constitucional y Electoral.
Este texto es parte de la revista “América Latina en Movimiento”, No 474, correspondiente a abril 2012 y que trata sobre " La descolonización inconclusa” disponible en http://alainet.org/publica/474.phtml.
Referencias bibliográficas:
- PRIETO Rozos, Alberto: Evolución de América Latina contemporánea. De la revolución cubana a la actualidad. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2009.
- ROSERO M., Gabriela: “Porque nuestro norte es el sur…con una identidad propia”, en: Por una cooperación soberana que piense en su gente. Quito, Secretaría Técnica de Cooperación Internacional, Suplemento Institucional, 9 de abril del 2012.
- RUIZ Valiente, Rolando: El neoliberalismo y su variante latinoamericana. Buenos Aires, Ediciones de la Universidad, 1998.
- VARIOS: Diálogo Sudamericano: Otra integración es posible. Quito, Consejería en Proyectos- Ediciones La Tierra, 2006.
[1] Reagan y su régimen conservador inventó la tesis perversa de la “flexibilización laboral”, que determinó una nueva cultura productiva de los trabajadores y afectó la competitividad.
[2] Invocación histórica de José Martí, Simón Bolívar y otros, con un significado de integración regional de América Latina.
[3] La integran: Antigua y Barbados, Bolivia Cuba, Dominica, Ecuador Nicaragua, San Vicente y Las Granadinas, Venezuela, y otros aspirantes como: Granada. Haití, Jamaica, Guayana y Surinam, proponen “auspiciar la complementariedad productiva e impulsar un comercio avalado por una acertada práctica inversionista, que además propicia la interconexión energética y de las comunicaciones” (Ver: Prieto Rozos Alberto, Evolución de América Latina Contemporánea, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2009).
[4] El limitado e insuficiente proceso de integración regional con el nombre de ALCA propiciado por los EE.UU., con la oposición de países como Brasil, se lo dejó sin efecto en la IV Cumbre de las Américas en el 2005; y el 23 de mayo del 2008, en sustitución, se suscribe en Brasilia el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Sudamericanas –UNASUR-, con propuestas integracionistas de nuevo tipo, con objetivos estratégicos (integración energética), cooperación y complementaciones de programas sociales, la cláusula democrática (para impedir los golpes de Estado), la cooperación en defensa y seguridad, entre otros puntos.
[5] “La solidaridad en el lenguaje de la integración”, en: Diálogo Sudamericano: Otra integración es posible. Quito, Consejería en proyectos (PCS), Ediciones La Tierra, 2006.
https://www.alainet.org/es/active/54305