La tentación de la primavera

11/06/2012
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

 

 
Déjese aquí cuanto sea recelo;
Mátese aquí cuanto sea vileza.
Dante, La divina comedia
 
La tragedia del Rey desnudo y la “fábrica de sueños” en quiebra[1]
La irrupción de los jóvenes que hoy dan vida al Movimiento #YoSoy132 (M132) echó por tierra el escenario político electoral construido a lo largo de seis años por el gobierno de Felipe Calderón y sus aliados: el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), el Partido Nueva Alianza (PANAL), el gobierno de Estados Unidos y las multinacionales, entre las que destacan Televisa y TV Azteca.[2] De acuerdo al plan, la disputa electoral debía darse entre los principales partidos de la derecha: el PAN y el PRI; con un candidato triunfador que ganaría la contienda por un amplio margen de votos relegando al candidato de la izquierda electoral y progresista a un lejano tercer lugar. De esta manera garantizarían la continuidad y la radicalización de las reformas estructurales de derecha,[3] relegitimando al viejo régimen oligárquico, priísta-panista, que nunca acabó de transitar a la democracia.[4]
A estas alturas, el proyecto de una sucesión presidencial pactada y regulada por las fuerzas abiertamente derechistas ha fracasado. Los jóvenes del M132 contribuyeron decisivamente a derrumbar toda posibilidad de legitimar electoralmente la victoria de Peña Nieto y del régimen oligárquico; de justificar el proceso de ocupación nacional o de recolonización que a nombre del libre comercio y de las reformas estructurales derechistas se viene dando desde hace 30 años.[5]
Sin legitimidad electoral, los efectos de las crisis políticas derivadas de las elecciones fraudulentas y los “golpes de estado técnicos” de 1988 y 2006 y de la rebelión zapatista de 1994 difícilmente podrán superarse. Sin un triunfo electoral convincente, los rasgos antidemocráticos, antinacionales, ilegales y autoritarios del régimen tienden a pasar a primer plano con el consiguiente desgaste de los aparatos del estado y de los medios de comunicación que lo soportan. Sin la coartada de la legitimidad electoral, es imposible seguir ocultando que el viejo régimen político oligárquico priísta-panista transita hacia la implantación de una nueva dictadura civil militar, propia de una economía criminal.
En el nuevo sistema de dominación neoliberal, el terror de estado[6] ha pasado a ser el eje de las políticas de control social y territorial ensayadas por los últimos gobiernos bajo el disfraz de una guerra contra la delincuencia. Guerra calificada como de cuarta generación[7] por diversos analistas políticos y que formalmente fue declarada por Vicente Fox, Felipe Calderón y George Bush en 2006.[8] Como lo han constado numerosos estudiosos, en la campaña de terror estatal confluyen fuerzas institucionales estatales y poderes fácticos, ejércitos y policías articuladas con empresas y bandas delictivas que operan bajo la tutela del estado mexicano y estadounidense a través de la CIA, la DEA y otros organismos extranjeros.[9]
En ese nuevo tipo de guerra, que en el caso mexicano debe ser calificada como terrorismo de estado, los medios de comunicación juegan un papel de comando, de dirección que no tenían en épocas pasadas. De apoyadores, apologistas y cómplices pasaron a ocupar un papel dirigente, a participar directa y sistemáticamente en el diseño de estrategias[10] para el combate contra quienes son catalogados de “enemigos internos”. Puede decirse que estas empresas, como Televisa y Azteca, entre otras, operan como mercenarios a sueldo de gobiernos, empresas y personajes como Peña Nieto. Con la diferencia, con respecto a los “soldados de fortuna” a quienes únicamente les importa la paga y les tiene sin cuidado si comparten o no los intereses o la ideología de sus patrones; en cambio, en el caso de las televisoras y otras redes privadas, sus dueños y los empleados de primer nivel son parte de uno de los bandos y comparten, en lo fundamental, los fines y la ideología de los gobiernos y partidos de derecha que los contratan.
La información periodística y la verdad histórica quedan secuestradas, se trasladan al campo de guerra donde son manipuladas por los grandes medios de comunicación. Los asesinatos, secuestros, golpizas, despidos y las amenazas sufridos por los periodistas que osan desafiar este modelo, no son accidentales, forman parte de las operaciones terroristas contra el enemigo interno y contra la verdad, para la construcción social del miedo. Por eso México es uno de los lugares más inseguros para el ejercicio del periodismo. La pretendida neutralidad u objetividad de las empresas de información es inexistente.
No obstante el poder del enemigo, el despertar juvenil ha modificado sustancialmente la coyuntura electoral del 2012. Luego de la movilización del 11 de mayo en la Universidad Iberoamericana y el 19 de mayo contra Enrique Peña Nieto, la disputa dejó de ser entre el PRI y PAN, para convertirse en una disputa entre Peña Nieto y López Obrador, y en una contienda de amplios sectores sociales contra el candidato priísta.
A partir de esas fechas se produjo un cambio en el ambiente político nacional y en la correlación de fuerzas. Algo semejante a lo ocurrido en diferentes países de América Latina donde los neoliberales recalcitrantes han sido desplazados del gobierno por levantamientos civiles, donde participan partidos, movimientos y dirigentes tradicionales o institucionales, al lado de movimientos sociales y civiles llamados independientes.
En México, tal vez más que en otros países de Latinoamérica, no es posible vencer a la oligarquía y a sus partidos sólo con votos, cuidando las casillas, se requiere del alzamiento civil pacífico, complemento indispensable para el triunfo de una opción electoral no oligárquica.
Antes de la irrupción juvenil Andrés Manuel tenía escasísimas posibilidades de remontar al candidato priísta. Gracias en gran medida al M132 la tramoya construida por los medios de comunicación y las encuestadoras se vino a pique con todo y candidato priísta, colocando en un verdadero aprieto a las multinacionales y a quienes promueven la escalada de reformas para consumar el saqueo del país. La primera línea de sus ejércitos en esta batalla, los medios de comunicación privados, está mellada.
En las nuevas circunstancias de derrumbe de la conjura mediática, Peña Nieto y el viejo régimen priísta panista ya perdieron las elecciones y la oportunidad para relegitimar electoralmente el sistema de dominación. No tienen como justificar la legitimidad y la legalidad de una victoria electoral en el nuevo contexto. Una vez que ha sido derribada la superioridad virtual de Peña Nieto, la percepción generalizada en la opinión pública, que hasta hace unos días dependía de los medios, es la de que el PRI sólo puede triunfar a través del fraude y la imposición; por medio de un golpe de estado menos “técnico” y más violento.
La bestia está acorralada, por eso han desatado una virulenta contraofensiva. Avanza el nuevo cerco informativo contra todo movimiento opositor y el empleo de la violencia y de cuerpos de choque contra los que se atreven a encarar a Peña Nieto es cada vez más frecuente; al igual que las cooptaciones de grupos panistas y experredistas. El manejo de la imagen para ocultar el número de participantes y el sesgo informativo dado a la marcha del 10 de junio de los anti Peña Nieto, que intenta presentarla como una movilización que mayormente rememora la masacre estudiantil de 1971, es un ejemplo de manipulación del trato mediático que viene.
Pero no todo es invisibilizar, satanizar, golpear, cooptar y dividir a sus opositores. En su ofensiva todo se vale y todo puede ser aprovechado, particularmente nuestras debilidades: desde los errores, soberbias e intolerancias de Javier Sicilia o del mismo Obrador, hasta los desplantes anarquizantes y ultraizquierdistas. Además de las ingenuidades y la mala fe de quienes aconsejan a los jóvenes el limitarse a los puros aspectos procedimentales del juego electoral, en aras de despojar a la lucha por la democracia de sus contenidos de justicia social y soberanía nacional, de su carácter antineoliberal y tendencialmente anticapitalista; de su naturaleza anti Peña Nieto. Personaje que en este momento es el representante más notable del partido de la guerra, la violencia y el terror de estado; la viva encarnación del enemigo principal: la oligarquía y el imperialismo estadounidense y español.
El M132 ha exhibido los límites de la videocracia, la fragilidad y el avanzado proceso de putrefacción del sistema político y económico oligárquico; sus tendencias dictatoriales profundamente represivas. Su incapacidad para mantener bajo control su propio terreno, el de la lucha electoral inequitativa y trampeada; acompasada por la manipulación mediática. Estamos de nuevo, de cierta manera, en 1988, 1994 y 2006, ante la posibilidad de derrotar a la oligarquía en el terreno electoral y de romper la inercia dominante: el desastre neoliberal y la ocupación neocolonial.
 
Hablando de fraudes y traiciones: ¿podemos derrotar la imposición que viene?
No hay lugar para las ilusiones, “los amos de México” han perdido una batalla, muy importante, pero no la guerra. No han aceptado la posibilidad de la derrota electoral y si se ven obligados a reconocerla, será bajo la forma del mal menor. Acostumbrados a ganar y a que cuando pierden arrebatan, han radicalizado el terror mediático. Nada puede existir si no es nombrado por ellos. Pero también afinan toda la maquinaria del fraude electoral: las compras de votos, acarreos, relleno de urnas, extravío de centros de votación, trampas cibernéticas y el uso generalizado de sus grupos de choque, institucionales e irregulares. La compaña para reposicionar a Vázquez Mota, de emparejarla con Obrador después del segundo debate, en es una variación de la estrategia original de Televisa a favor de su candidato Peña Nieto.
Si bien, en estas elecciones no está en cuestión el poderío económico de la oligarquía mexicana y de los capitales extranjeros, ni de muchas de sus prerrogativas políticas; sus planes de ocupación y despojo del país, que van de la mano con sus proyectos para mantener y elevar sus ganancias en el contexto de nuevas recesiones nacionales y planetarias, pueden verse afectados gravemente si pierden el control del gobierno en un contexto de insurgencia civil no mediatizada. Fenómeno que ya está ocurriendo.
Y como tontos no son, invierten una parte importante de sus fuerzas con el fin de aislar a cada uno de sus enemigos; de separar sus causas y de desaparecer las reivindicaciones generales, para mantenerlos en terrenos de lucha favorables a la instrumentación del fraude y la imposición.
En primer lugar, persiguen sitiar al movimiento más dinámico, potencialmente más incontrolable, al M132. Reducirlo a movimiento estudiantil, evitar su conversión en movimiento popular, en Asamblea del Pueblo Mexicano contra el fraude y la imposición de Peña Nieto. De lograrlo achicarían las oportunidades de Andrés Manuel. En segundo término, presionan al movimiento encabezado por Obrador, para que se mantengan en los estrechos marcos electorales impuestos por ellos; pero también, en la medida de sus posibilidades, apuestan a que las bases de la coalición progresista: PRD, PT, MC y MORENA, no rebase las teorías y las prácticas políticas donde “las masas” sólo operan como fuerza de presión, sin direcciones propias y sin autonomía política y programática.[11]
Debemos tener claridad del tamaño de la fuerza que necesitamos para hacer fracasar el fraude y la imposición. La tarea es similar a la implicada en el desconocimiento y caída de un gobierno, de un presidente. El tamaño de la movilización y la entereza debe ser similar a las alcanzadas en Brasil, Argentina, Ecuador o Bolivia. En México, el problema no ha sido el tamaño, el número, sino las direcciones. Pero siempre, el primer paso, una vez que existe la decisión, es el número de los movilizados y la dirección o las direcciones. Más si estamos pensando realmente en una salida legal y pacífica.
A la pregunta de si es posible derrotar la imposición por medios pacíficos, a pesar y en contra de la oligarquía mexicana, las fuerzas imperiales y el gobierno; se debe responder afirmativamente. Es factible porque ya lo ha sido en otros países desde 1979 a la fecha. A través de levantamientos civiles por saturación. Por la convergencia de una gran cantidad de actores, de diverso signo social e ideológico, en pos de echar por tierra a la tiranía, al despotismo. La multitud, la masividad y una o varias direcciones, pueden neutralizar a los aparatos de violencia mediática y represiva.
La opción por el cambio, por la resistencia civil pacífica, no es elegir la pasividad, la ausencia de fuerza, voluntad y organización y menos, la pretensión de alguno o de algunos; de calificar y decidir de modo unilateral el tipo de acciones pacíficas a emprender. Sin embargo, tampoco se trata de dar rienda suelta a las tendencias anarquizantes e izquierdistas. En nuestra circunstancia, la de enfrentar a un enemigo experimentado, sin escrúpulos, aún poderoso, el tema de la dirección es fundamental para lograr el cambio por la vía pacífica. Las asambleas, la discusión democrática, el acatamiento a los acuerdos y el control de los representantes es fundamental para combatir y superar las provocaciones de dentro y de fuera.
Debemos ser conscientes y cuidadosos, sin caer en el conservadurismo, ante un enemigo empeñado en que respondamos a su violencia con violencia; a sus disparos con el equivalente, para así desatar la represión; tengamos cuidado, estemos al alba, desarrollemos la organización y la unidad, para que la masividad y la consciencia permitan la victoria de nuestro pueblo.
Con lo acumulado por cada uno de los movimientos actuantes en la coyuntura: Movimiento Progresista, M132, SME, Mineros, CNTE, Proclama por el rescate de la Nación y otros, no basta para garantizar la masividad suficiente. Se requiere su convergencia en torno a puntos centrales, aunque cada quien marche según su agenda particular. Es más, aunque por su naturaleza pudieran existir varias direcciones, las de los movimientos civiles y sociales y las partidarias; lo fundamental es la convergencia y la convocatoria a todo el pueblo. Hasta ahora, dejar la conducción en manos de los partidos electorales no ha bastado y no bastará para resolver los problemas de dirección y organización de una lucha que para tener probabilidades de éxito, también debe desprenderse de los gremialismos y sectarismos de los movimientos sociales y civiles hasta ahora conocidos.
Hoy están dadas las condiciones para la emergencia de nuevos actores y para la transformación de los tradicionales, al menos temporalmente, en aras de sacar a los neoliberales del gobierno. Ya después habrá ocasión para rediscutir las rutas de la transformación y quienes serán los actores protagónicos.
 
Cuando la historia nos alcanzó
El M132 no es un accidente, al igual que el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y, de manera más limitada, la lucha contra la reforma regresiva de la Ley federal del Trabajo desplegada en 2011, entre otras iniciativas, expresa la tendencia de la sociedad mexicana al levantamiento civil ante el desastre nacional. Tendencia que se ha exacerbado a pesar del reflujo del movimiento social, civil y electoral que se configuró a partir de las derrotas de 2006. En ese sentido el M132, más que ningún otro movimiento, rompe con la inercia defensiva, “gremial” y electoral, no nacional; hablando en términos de representación política y ética del interés general o del “bien común”, que ha predominado en las luchas de los últimos años. Y, por lo mismo, tiene la oportunidad de intentar tomar el cielo por asalto; el chance que perdió el Movimiento por la Paz, de traducir el acumulado histórico en acción y propuesta viable para superar el desastre nacional. Si no es el M132, serán otros movimientos y otras las formas en que dicho acumulado histórico se manifieste, porque el pueblo mexicano no es masoquista como algunos suponen, olvidando la experiencia historia reciente y lejana.
Discutir sobre si el M132 es puramente coyuntural, el enojo de los de la Ibero, u obedece a causas estructurales es un tanto irrelevante, porque evidentemente ha resultado de ambas circunstancias. Su proyección estratégica dependerá de la eficacia y la coherencia de su actuar político y cultural, del grado de certidumbre que generen sus propuestas y acciones cotidianas.
Los jóvenes en movimiento son la acumulación de agravios, el estado de crisis permanente de la economía mexicana, el desastre y la emergencia nacional y el enojo social resumido en el proverbial “estamos hasta la madre” de Sicilia. Personifican el largo andar de las luchas del pueblo mexicano por la democracia, la justicia social y la soberanía nacional, que son, en nuestras condiciones, las únicas formas de luchar por la libertad o el socialismo al lado de las mayorías. Particularmente el M132 da continuidad a las reivindicaciones democráticas que se instalaron como dato permanente de la historia nacional desde fines de los años 50 con las protestas de ferrocarrileros, maestros, telegrafistas y petroleros. Por lo mismo, incorpora todo el legado dejado por las resistencias pacíficas y armadas, populares y estudiantiles de 1968 y 1971 entre otras.
 La democracia y el respeto a la Constitución formal e imaginaria, han sido uno de los motores de las luchas del pueblo mexicano desde aquellos días, la evidencia más palpable de la incompatibilidad de la dominación oligárquica basada en el capitalismo monopolista,[12] con las aspiraciones nacionales y humanas de los mexicanos y mexicanas.
Sin embargo, en la continuidad se asoma la ruptura. Cuando los asambleístas del M132 se asumen herederos del magonismo-villismo-zapatismo, están dando un paso más adelante con respecto a todos los movimientos civiles, sociales y políticos progresistas, antioligárquicos y socialistas tradicionales. Identificarse con esa tradición los coloca tendencialmente más allá del liberalismo progresista de índole juarista o cardenista, los sitúa en la senda de la vertiente plebeya, igualitaria y comunitaria representada por las rebeliones indígenas, por Hidalgo, Morelos y Guerrero. Vertiente que, en las actuales condiciones, algunos llaman poscapitalista. Los pone de lado de las corrientes radicales, de las historias de los rebeldes que a lo largo de 500 años alimentaron lo que hoy nombramos como historia de México, del otro México, del profundo, del pretendidamente olvidado. En fin, los coloca en el campo de los que desean ir a la raíz, al fondo de los problemas. Difícilmente podía ser de otra forma, la dimensión de la catástrofe social empuja hacia la búsqueda de salidas radicales que sin la participación masiva, profundamente democrática no tendrán mayor éxito. La crisis actual es más grave que las de Independencia, Reforma y Revolución; no tiene solución si no tensamos la cuerda, si no actuamos creativamente, si no “inventamos”. La simple repetición de recetas liberales o dogmas de socialistas o comunistas eurocéntricos nos conducirá a callejones sin futuro.
Saber que o quien somos como pueblo es el punto de partida de la conciencia nueva; asumirlo, sentirlo, comprenderlo es el otro paso. Desde el eurocentrismo liberal y burgués, o, desde el dogmatismo de los socialistas eurocéntricos; en el mejor de los casos se pueden saber, entender los rasgos particulares, las matrices culturales y de clase que dan forma a nuestra identidad, pero no asumirlas. La salida la podremos construir si la proyectamos dando prioridad a los sacrificados de siempre: los indígenas, los indígenas-mestizos, los trabajadores, los jóvenes y las mujeres; no existe otra manera de hacer justicia e innovar.
 
“Para todos todo, para nosotros nada”
No cabe duda, el M132 también es parte de la nueva ola de movilizaciones que recorre el mundo, a modo de respuesta a las consecuencias de la crisis capitalista, de sus guerras y sus regímenes despóticos. Digamos que es un nuevo movimiento histórico que lucha contra el capitalismo neoliberal a partir de propuestas y acciones nacidas en sus contextos particulares, pero que tendencialmente avanzan hacia el encuentro. La ausencia de futuro, el desempleo y el empleo precario, la violencia sistemática, el gran miedo que todo lo invade y el actuar impune y arbitrario de multinacionales y gobiernos, están en la base del movimiento; de modo semejante a los suscitados en otras latitudes. Sin embargo en nuestro país, por no hablar de América Latina, se adivinan rasgos y antecedentes propios como los protagonizados por nuestro pueblo de 1988 a la fecha. Dicho sin ánimo de minusvalorar los movimientos de indignados y los ocupas de otros países, pero sí de destacar la creaciones de Nuestra América.
Por sorprendente que parezca, en la “inexperta” y juvenil explosión asoman atisbos de madurez no vistos en movimientos de su tipo. Lo decimos por muchos de los representantes y por la base que lo nutre. El Twitter y otras redes sociales dan cuenta de ello, a la hora de seguir las discusiones en las asambleas, al igual que las manifestaciones públicas, donde un nuevo sentido común se manifiesta en consignas y actitudes. En estas situaciones, cierto anonimato sirve para desarrollar la autoevaluación de los colectivos y de las personas que los forman.
Internet, comunidad virtual cibernética, que parecían ahogar en el autismo social a millones de jóvenes, ahora se articulan con la asamblea, con el “cara a cara” de las reuniones y de las movilizaciones callejeras, los brigadeos y las discusiones infinitas. En ese orden-desorden, en ese nuevo sistema de comunicación, de intersubjetividades reveladas, las posibilidades de concienciación, de alfabetización política de las que hablaba Paulo Freire, se disparan. En ese sistema la asamblea mantiene un lugar referencial central. Es el espacio de la deliberación, del encuentro directo de todas las posturas y pasiones, que permanecerá como referente en la medida que no se convierta en un lugar aparte.
Como sucede en otros movimientos, en las asambleas no están todos los que son; no obstante pueden ser lo suficientemente representativas para que todas las voces confluyan y para que las mayorías se vean reflejadas. Este nuevo sistema democrático en ciernes puede ser más desarrollado que el promovido por los viejos socialistas, con sus pedagogías unidireccionales. El acceso a la información múltiple, a la reflexión puede ser más autogestiva y omnipresente, lo cual no excluye los procesos de conducción, coordinación y aún de centralización, necesarios para darle continuidad al movimiento como ente orgánico y para solucionar algunos de los problemas que impone el enemigo, en un contexto de terrorismo de estado y de reocupación de nuestro país.
A diferencia de los movimientos más recientes, obreros y civiles, la forma en que presentan sus demandas tiene poco de gremial. El empleo y la educación quedan subsumidos en una plataforma general, más parecida por la forma con el pliego reivindicativo de las movilizaciones estudiantiles de 1968, donde la demanda de libertad a los presos políticos, la desaparición de cuerpos policiacos  y la derogación de los artículos de la Constitución que servían para tipificar la protesta como delito de disolución social, ocupaban el lugar central. Consiente o instintivamente saben que “sus” demandas no pueden lograrse sin la solución de los problemas nacionales, sin desplazar de la conducción del país a los responsables del desastre. Sus hechos los plantan de frente, dejando de lado falsos abstencionismos, ante la lucha política por el gobierno que se libra actualmente.
El para todos todo y el para nosotros nada del magonismo y del zapatismo histórico y contemporáneo renace, no como convicción doctrinaria, sino como la única posibilidad de remontar la crisis histórica. Es una cuestión de sobrevivencia y de principios éticos, de coherencia. Por ello colocan en el centro al enemigo principal personificado en Peña Nieto. Hacen política y toman partido en la disputa por la nación, por el “partido” de las mayorías a través de una plataforma que recoge, en la medida de sus posibilidades, los reclamos de las mayorías.[13]
A pesar de la cortedad del camino recorrido y de la provisionalidad de sus formulaciones, en el M132 se asoma una concepción de la democracia que articula en un todo la lucha electoral con los procedimientos y concepciones de la democracia participativa y lo que ahora conocemos como poder popular. El control de los representantes, la revocabilidad y la asamblea se conectan con nuevos instrumentos de comunicación e información. Pero no se quedan ahí, el sustrato de estos “procedimientos” esta dado por una fuerte conciencia sobre la justicia social, la soberanía nacional y la necesaria reconstrucción de los equilibrios socioambientales. Una nueva ética parece emerger y aunque aún es parte de la tentación de la primavera, de consolidarse, por el grado de universalidad de muchos de los discursos, tiene la oportunidad de plantear nuevas salidas a las grandes contradicciones que el capitalismo elevó a niveles de antagonismo tal, que amenazan con la destruir la vida en el planeta. 
Participar electoralmente, de forma razonada y consiente es su resolución, combinada con el antipeñismo. De ello resulta una consecuencia obvia a la hora de emitir el voto y de pelear por evitar el regreso del partido que representa al viejo régimen. No son apolíticos, ni siquiera apartidistas; en realidad toman partido por las causas más generales y no evaden el bulto al explicitar contra cual opción electoral militan. En una coyuntura donde sólo hay dos candidatos: Peña Nieto y Andrés Manuel, rechazar al primero lleva a votar mayoritariamente por el segundo.
Más que ser antipartido, cuestionan la simulación partidaria, la que convirtió a las organizaciones políticas en instancias despóticas, en agencias de colocación y en amasijo de todos los pragmatismos; sin más principio que el dinero y el estatus, traicionando los ideales de los primeros partidos que fueron hechura de la clase obrera en el S XIX. Los integrantes del M132 rechazan la simulación ideológica de los autonombrados partidos, de sus dirigencias que, dejando de lado los principios que dicen defender, se esfuerzan por representar y ocupar el “centro” político, el disfraz con que se encubre la derecha partidaria, la oligarquía mexicana y el imperio.
Ser M132 es la oportunidad, tal vez excepcional, de sintetizar de forma creativa los dos ámbitos de nuestro ser social, el nacional y el universal. De representar el drama, la catástrofe nacional, que es universal, junto a la voluntad y la determinación ética de no rendirse, de no perecer como pueblo, como especie. De germinar y florecer el M132 puede ser el encuentro con los indignados del mundo, sin pretensión de dar lecciones, pero también sin estar obligados a copiar, a caer prisioneros de modas o desplantes que dejan de lado la coherencia y el sano sentido práctico de los principios éticos y la acción política.
 
 
12-VI-2012
 


[1] Para Emilio Azcárraga Vidaurreta, abuelo de Azcárraga Jean, los medios electrónicos eran un “negocio de putas y cabrones” y para su nieto, Televisa “es una fabrica de sueños” porque “educar no es labor de los medios”. Consultar el libro “Los amos de México” coordinado por Jorge Zepeda Patterson, de editorial Planeta, 2011, México, pp 246-247.
[2] Además de los nexos de Televisa con Peña Nieto y la participación de la televisora en la campaña sucia contra Andrés Manuel en el proceso electoral de 2006 que ha revelado el periódico “The Guardian” el 7 y 8 de junio pasados, existe un trabajo que documenta ampliamente el proceso de promoción, creación y lanzamiento del candidato de la televisión: “Si yo fuera presidente” de Jenaro Villamil, editado por Grijalbo en 2009.
[3] En su libro “México la gran esperanza” editado también por Grijalbo, 2011, Peña Nieto expone ampliamente su proyecto de país donde toma partido por mantenerse bajo la egida de Estados Unidos y presenta su versión de reformas neoliberales: laboral, energética, fiscal, educativa, seguridad y políticas que prácticamente son las mismas que ha dado ha conocer verbalmente, porque no tiene libro, Josefina Vázquez Mota. La candidata ha sido enfática, su objetivo es pasar a la segunda etapa de la ruta abierta por Felipe Calderón.
[4] Sobre el tema hay un debate que incluye a representantes de la izquierda institucional, entre ellos a Obrador y a Cárdenas, que aceptan la existencia de notables avances en lo referente a la democracia electoral reflejados en la alternancia, al igual que la mayoría de políticos y analistas cercanos al panismo y el priísmo. Particularmente, Obrador en 2004, en su libro “Un proyecto alternativo de Nación”, editado por Grijalbo, p. 17, sostiene esa tesis. Sobre las opiniones de Cuauhtémoc Cárdenas debe consultarse su libro “Sobre mis pasos”, publicado por la editora AGUILAR en 2010, pp. 573-577. Sin embargo, luego de las experiencias vividas entre 2000 y 2012, nos parece que el transito a la democracia está pendiente, que no se agota en la “alternancia”. Ni se logra con reformas políticas y sociales menores, que identifican democracia participativa con referéndum, consulta y revocación de mandato, sin reparar en la construcción del poder comunal y la reforma popular del estado, de sus fuerzas armadas y de sus estructuras burocráticas y, sin desarrollar una nueva economía basada en el sector público y social, en detrimento de la hegemonía de las empresas multinacionales. La transición a la democracia, el fin del régimen oligárquico, no podrá realizarse desde las instituciones que una vez el mismo Obrador mandó al diablo.
[5] En Ciudad Juárez el 28 y 29 de junio de 2012 se llevó a cabo la primera Audiencia del Tribunal Permanente de los Pueblos, con la participación de un jurado internacional compuesto por personalidades de reconocida solvencia moral y académica. Ahí se presento un documento que entre otras cosas da cuenta de forma detallada del proceso de “recolonización” que vivimos: “El despojo y depredación de México; Libre comercio y desviación de poder como causas de la violencia estructural, la impunidad y la guerra sucia contra los pueblos de México. Acusación General de la sociedad civil ante el Tribunal Permanente de los Pueblos” Puede consultarse en la siguiente dirección: http://www.tppmexico.org/
[6] Fazio, Carlos. “México ¿Hacia un nuevo Estado de excepción? Julio de 2007, ponencia presentada en el foro de la CNTE: El Educador Popular, Ciudad de México.
Fazio, Carlos. “La territorialidad de la dominación” aparecido en La jornada, en tres artículos a partir del 14 de mayo de 2012.
[7]Jalife-Rahme, Alfredo. “México, ¿Transfrontera de la guerra de cuarta generación? La jornada 25 de junio 2008.
[8] Carrillo Olea, Jorge. “México En Riesgo”; Grijalbo, México 2011, pp. 12-15. Hernández, Anabel. “Los Señores Del Narco”. Grijalbo; México 2010, pp. 473, 475, 476. La jornada. 8 de noviembre 2006, p. 1.
[9] Anabel,Op. cit., pp. 104-116.
[10] En el libro de Jenaro Villamil antes citado existen abundantes ejemplos de su colaboración en el diseño estratégico de la coyuntura electoral. Además las revelaciones hechas por The Guardian confirman de manera contundente está función política.
[11] Sobre estás concepciones destacan los puntos de vista de Andrés Manuel aparecidos en su libro “La mafia que nos robo la presidencia”, editado por Grijalbo, en 2007, en los que expone su interpretación de la resistencia pacífica y justifica el llamado a plantarse en Reforma, luego del fraude electoral de 2006, a modo de catarsis social y para evitar ser rebasad. Para él otro tipo de conducta llevaría a la violencia (paginas50, 52y 60). Es decir, hablar de otras formas de lucha que la Constitución reconoce como legales y pacificas, como la huelga, las caravanas nacionales, es ser violento. En otra parte nos habla de lo que concibe por reglas electorales (paginas 75 y 82-84). Más adelante, en las paginas 96-98, muestra su idea de lo que es el movimiento social y su concepción burocrática de la gestión de lo social desde el gobierno; idea que algunos de sus asesores trabajo ampliamente en el “Nuevo Proyecto de Nación” editado en el año 2011 por Grijalbo. En las páginas 50-56, muestran lo que piensan sobre el poder social y ciudadano, retomando algunas formulaciones de teóricos de poder popular, de las que dejan de lado la hegemonía y la supremacía de lo popular. Ahí nos ilustran, acerca de como el poder social y ciudadano será administrado del el gobierno y toda un gama de ONG, cuyos integrantes son especialistas en definir que deben querer los pobres y sus organizaciones.
[12] Sobre el tema de la oligarquía mexicana, su relación con el estado y los capitales trasnacionales, Alonso Aguilar Monteverde escribió una gran cantidad de libros y artículos. De su extensa producción sobresale “La burguesía, la oligarquía y el estado” publicado por la editorial Nuestro Tiempo en 1974.
[13] Por cuestiones de espacio no incluimos los contenidos del programa inicial del movimiento que consta de 6 paginas y abarca un abanico de propuestas que retoman muchos de los contenidos antineoliberales de los movimientos sociales, aunque rompen con su inercia gremial, porque el tema de la nación, de la lucha por el gobierno pasa a primer plano. Lo que no ocurrió en la Promotora por la Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo y el Dialogo Nacional, entre otros frentes.
https://www.alainet.org/es/active/55592?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS