Tareas, acciones y debates para el hoy
El Polo Democrático y el estado social de derecho
11/02/2004
- Opinión
Existen puntos de vista filosóficos que estipulan que la violencia y
la desintegración de las sociedades, sus conflictos y la ruina de
las organizaciones, entre otros aspectos de la vida humana,
provienen en primera instancia de una patología comunicativa, o, en
otras palabras, una perversión de las relaciones comunicativas de
los sujetos que la integran en forma de engaño, encubrimiento o
utilización instrumental. Las espirales crecientes de perversión
comunicativa que se forman traen consigo un periodo de espirales de
desconfianza que terminan con el corte de la comunicación y el
surgimiento y la expansión de la violencia.
Si tales reflexiones filosóficas son ciertas, la violencia
colombiana podría analizarse como una ruptura en el conjunto de la
sociedad de los canales comunicativos, precedida de periodos
extensos de desconfianzas sociales que, a su vez, fueron el fruto de
manipulaciones informativas y comunicativas que se establecieron en
momentos concretos de nuestra historia. Perfectamente el famoso
bombardeo por el gobierno de Valencia de las llamadas \"Repúblicas
Independientes\" que en realidad eran cooperativas campesinas
dirigidas por el Partido Comunista en los primeros años de la
década de los sesentas podría examinarse como un caso de
manipulación y perversión comunicativa que generó buena parte de
nuestra actual violencia, como también se podría realizar un
análisis similar con el caso del fraude electoral contra la ANAPO en
1970, o los asesinatos de la dirigencia guerrillera liberal
amnistiada en 1957, etc.
Un fluir relativamente sano de la comunicación entre los sujetos
sociales y los individuos de una comunidad presupone la existencia
de un vigoroso espacio público dedicado a la argumentación, al
debate y a la razón; presupone también, la existencia de sujetos
libres para comunicarse y para decir lo que quieren decir. Esa
libertad de los sujetos que interlocutan en un espacio o esfera
pública de una comunidad conduce necesariamente, como requisito
indispensable, a que sus condiciones materiales de existencia les
deben permitir dicha libertad y dicha comunicación.
Democracia política y democracia económica parecen llevarse de la
mano. Desigualdad social y manipulación comunicativa parecen también
ser una llave indisoluble. Por tanto en las perturbaciones
históricas de la comunicación en una sociedad, preludio de la
violencia, parece existir siempre la manipulación orientada al
interés particular propia de una sociedad extraordinariamente
desigual. Por lo menos ese es el caso de Colombia.
Una línea de acción política que busque reconstruir nuestra sociedad
sobre bases democráticas nos debe llevar a la búsqueda de un proceso
económico que desarrolle igualdades y a la construcción de una
esfera pública donde actúen ciudadanos individuales y colectivos
soberanos, libres y emancipados. Solo así, comenzaría a construirse
la condición de una comunicación sana entre los sujetos de nuestra
sociedad, y por consiguiente, aumentaría la confianza social, al
lado de la consolidación de las reglas de convivencia
consensualmente aceptadas y la pura argumentación como base de la
discusión política.
La posibilidad de construir una sociedad colombiana democrática y
relativamente pacífica, depende en primer grado de restituir el
dialogo abierto entre sus fuerzas sociales y políticas, entre sus
clases sociales y sus individuos, sincero y ajeno a
instrumentaciones. Pero para no caer en la trampa de una ingenuidad
romántica y retórica, el dialogo social debe ser visto como un
proceso histórico profundamente conflictivo y como un espacio
público de interlocución entre las diferencias conflictivas. En
cierta forma el dialogo social es un escenario de lucha de clases,
solo que la lucha no necesariamente significa violencia fratricida y
muerte. La lucha es esencialmente un proceso de convencimiento
social, es, eminentemente, un proceso de comunicación.
En la historia colombiana, la Asamblea Nacional Constituyente de
1991 parece ser un escenario, balbuceante, de dialogo abierto y sin
instrumentaciones entre fuerzas sociales y políticas disímiles,
muchas veces contrapuestas,. Se pueden mostrar sus efectos a través
de la configuración de un pacto social eventual y una disminución de
la violencia hasta el año 1996. La Constitución de 1991 es un
horizonte de pacto político entre ciudadanos y sujetos sociales que
podría permitir la reconstrucción de la nación colombiana bajo la
única forma en que es posible reconstruirse: el proyecto
democrático.
Sin embargo, la Constitución de 1991 y su Estado Social de Derecho
son apenas un proyecto interrumpido, un momento de dialogo y de
pacto social inconcluso. El dialogo fue interrumpido en 1991 no solo
porque la vieja oligarquía colombiana no supo gobernar bajo reglas
democráticas, con las que tendría que renunciar a sus privilegios
económicos rentísticos, base de su riqueza o porque el ascenso al
poder político regional y nacional de fuerzas premodernas ancladas
en la posesión de la tierra, fortalecidas por el narcotráfico
moderno y por sus ejércitos de empresarios de la coerción y de la
violencia, vulneraron cualquier posibilidad de construcción
democrática y, al contrario, desencadenaron en vastas regiones del
país un régimen completamente totalitario y fascista, sino y no
menos importante, porque el dialogo social fue interrumpido, también
desde el lado popular, por la autonomía de los movimientos
campesinos armados que han derivado hacia la venganza social
premoderna como forma militar de lucha y de expresión, fortalecidos
por la generación de valor en la base de la cadena productiva de
narcóticos, que como forma económica de resistencia social los lleva
de lleno hacia el conservadurismo político.
En la interrupción del dialogo social de 1991 desde el lado popular
existe un factor al lado del fetichismo armado de las FARC y el ELN
y el aniquilamiento del movimiento social que, aunque menos
importante, me parece pertinente analizar aquí por su incidencia
actual en tanto también ayudó al deterioro democrático del país, al
cierre de la comunicación abierta y al relanzamiento espectacular de
la violencia desde 1996. Se trata del comportamiento que siguieron
las fuerzas políticas que hicieron posible la Constitución de 1991 y
entre ellas, y en especial, la AD M-19.
Y aunque mi intención aquí no es realizar un análisis pormenorizado
de la AD M-19 como nuevo sujeto colectivo entre 1991 y 1994, creo
conveniente para los actuales momentos en que se desarrolla el Polo
Democrático Independiente, precisar que en el interior de los
sujetos colectivos y las organizaciones políticas también se
realizan actos de comunicación que pueden ser dialógicos o pueden
presentar patologías, interrupciones, perversiones en un sentido
instrumental.
La AD M-19 fracasó como proyecto político sustentador de la
Constitución de 1991 básicamente porque desarrolló comunicaciones
instrumentales, arregladas al cálculo y la manipulación política y
social, entre sus militantes y entre ella misma y la sociedad. La AD
M-19 no supo ser alternativa de poder, en tanto precursora de una
nueva forma de interlocutar y de construir espacios públicos para el
dialogo social más sincero posible, degeneró en las formas
clientelistas de la política tradicional colombiana que implica
imperativamente colocar la base de la sociedad como un objeto para
manipular y no en el sujeto protagónico del cambio político. El
desarrollo del clientelismo político dentro del movimiento
mayoritario en la Asamblea Nacional Constituyente le originó el
rompimiento de comunicación con los sectores de la sociedad que
veían en él la posibilidad de una transformación democrática y
revolucionaria del país, transformó su militancia en un ejército de
activistas colocados en venta al mejor postor, y la arrojó al
marasmo de la impotencia política. La AD-M19 dejó de tener una razón
de ser para la sociedad colombiana y esta misma la destruyó
electoralmente, dejando de paso expósita la lucha por la defensa y
la construcción social de la Constitución de 1991 y su proyecto de
Estado Social de Derecho.
La luz de la experiencia reciente nos obliga a trabajar la
construcción del Polo Democrático, como posible nueva alternativa de
poder, de una manera muy cuidadosa, antes de producir una nueva
frustración social.
Tesis 1. Si el Polo Democrático quiere ser una alternativa de poder
debe plantearse como su mayor objetivo político la construcción del
Estado Social de Derecho en Colombia.
En cierta forma el Polo Democrático debe plantearse sin vergüenza
realizar las tareas inconclusas que dejó la AD M-19 en la sociedad
colombiana y por tanto, su objetivo de mediano plazo debe ser la
concreción de la Constitución de 1991.
Este objetivo significa la implementación de un proceso de Pacto
Social en el país que solo es posible si es antecedido por el
dialogo entre todos los sujetos constitutivos de nuestra sociedad.
El Polo, por tanto es una organización política que debe abrir los
canales de la comunicación social y facilitar los espacios para que
dicha comunicación fluya de manera transparente, igualitaria y
franca. No existirá un Pacto Social, base de cualquier edificación
de nación democrática, sin un Dialogo Nacional y el dialogo es
esencialmente comunicación, interlocución abierta. De otra parte, no
existe comunicación sin la existencia previa de sujetos sociales,
por tanto el Polo Democrático es también un constructor de sujetos
sociales, él mismo lo es, y en sus objetivos de corto plazo debe
contemplarse un plan con responsables y cronogramas de construcción
y fortalecimiento de organizaciones sociales. Un militante del Polo
es ante todo un constructor de organización social, un constructor
de comunicación franca y un constructor de espacios de interlocución
social.
La comunicación franca ajena por completo a la manipulación
instrumental y al principio de la política burguesa del \"fin
justifica los medios\" se inscribe en un nuevo principio no
maquiavélico que hace de los medios los determinantes del fin, por
tanto, la organización social no puede ser vista por el Polo como un
instrumento, sino como el protagonista subjetivo de la historia, la
organización social no es \"para\" el Polo, sino, al contrario, el
Polo se debe a la organización social.
La nueva relación política que proponemos entre partido y sociedad
vista desde sus militantes nos obliga a detenernos un instante en el
problema de la ética. Un constructor de comunicación social franca,
y un constructor de organización social no instrumentalizada como
proponemos que sea el militante del Polo, implica ser poseedor de
una nueva escala de valores éticos en la acción política contraria
por completo a la que generó el clientelismo, hoy entrecruzada con
la cultura mafiosa y el paramilitarismo, y también a las éticas
instrumentales que generó la lucha armada de la izquierda. Ambas
\"escala de valores\" coinciden en usar al ciudadano, en colocarlo
como objeto de los fines propuestos, se llamen estos: captura del
Estado regional, posesión de riquezas rentísticas, corrupción o una
seudorevolución predicada por autoritarios y déspotas armados pero
no querida por los ciudadanos. El despotismo armado coincide en
realidad con el clientelismo como método de dominación social y su
relación con la sociedad es puramente instrumental y profundamente
antidemocrática.
La nueva ética pública del militante de una alternativa democrática
de poder debe conformarse alrededor de la tesis del servicio
público. El militante es un servidor democrático, en el mismo
sentido del servidor informático: un nodo de la red que agiliza la
comunicación, que relaciona a los sujetos sociales, que construye
espacios públicos para el debate y la interlocución, que impulsa las
organizaciones de la sociedad hacia el dialogo y el pacto, que
destruye en la misma medida la violencia y la desconfianza, que
rodea su acción del sentido de la justicia social y la lucha por la
igualdad, que es y quiere seguir siendo libre y emancipado y que se
esfuerza en la emancipación de los demás como requisito
indispensable para un verdadero dialogo social; de tal manera que la
emancipación significa ni más ni menos, que el individuo y sus
organizaciones deben ser observadas con el mayor de los respetos por
muy diferentes que sean de nosotros, y quizás precisamente por eso.
Si el que interlocuta y dialoga no es libre entonces el dialogo es
falso y lo que sigue, como ya sabemos, es la violencia y la muerte,
el reino de la manipulación, la desigualdad y la antidemocracia.
La oligarquía colombiana ha renunciado a construir un proyecto
democrático, por eso ha decidido anular la Constitución de 1991; el
estatuto mal llamado antiterrorista es una demostración de sus
actuales intenciones que la acercan a quienes desde espacios
regionales venían impulsando proyectos de poder fascistas y
totalitarios para proteger la actividad narcotraficante y la
posesión desigual de la tierra; el paramilitarismo camina así con
paso seguro hacia su legitimidad como instrumento de dominación
social. Esta renuncia oligárquica al proyecto democrático moderno
planteará ante la sociedad colombiana el retorno y el
fortalecimiento de formas premodernas de la política. En esa medida
es posible que ante el surgimiento de un Polo Democrático portador
de modernidad, libertad y democracia nos enfrentemos al
resurgimiento en escala nacional de una alianza entre el
clientelismo político y la ultraderecha manchada de
narcoparamilitarismo. Dicha alianza contra el Polo parece ya
dibujarse desde la cúspide misma del Estado. De hecho la propuesta
de Ernesto Samper para unificar el Partido Liberal alrededor de
Uribe Vélez, derrotando de paso a la izquierda liberal de Piedad
Córdoba, muestra la puesta en marcha de una fusión entre el proyecto
paramilitar y el clientelismo tradicional colombiano. La
premodernidad más irracional de nuestra historia se resiste a
perecer, o por lo menos quiere hundir en su morir a la misma
sociedad.
En la última década se habían presentado en diversas regiones del
país como el Cesar, el Magdalena y Córdoba, entre otras, una alianza
entre clientelas políticas tradicionales, bandas paramilitares,
capos del narcotráfico y poseedores ricos de tierras con el objetivo
de la toma del poder regional y del control social más totalitario
posible de cara a la apropiación y la concentración de rentas
cocaineras, de valorización de tierras, de recursos naturales o
directamente de recursos públicos. Este nuevo poder regional
profundamente antidemocrático y violento, además de desarrollar al
máximo características fascistas, al asesinar literalmente y de
manera masiva cualquier oposición social y política regional a su
dominio, se inscribe dentro de un nuevo concepto que he denominado
en otros artículos: el poder mafioso, un poder filosóficamente
irracional, económicamente rentístico, socialmente depredador y
asesino. En esencia es una reacción de las elites premodernas
regionales a la aplicación de la constitución de 1991, un
contrapoder. La característica de este poder mafioso regional en el
plano nacional fue ir avanzando en los espacios institucionales
nacionales cooptándolos a través de la infiltración, la contratación
de nominas de personal pagados con cuantiosos recursos provenientes
del narcotráfico, protegiéndose a través de la complicidad pasiva, y
en casos concretos activa, de la oligarquía colombiana.
Solo recientemente, con el triunfo electoral de Alvaro Uribe, el
poder mafioso regional avanzó en una alianza explícita con la
oligarquía para construir un nuevo modelo de Estado Nacional. El
Estado Comunitario, opuesto por completo al Estado Social de
Derecho, y cuya principal estrategia es el copamiento militar del
territorio a la cual la sociedad debe integrarse por las buenas o
por las malas, es el espacio que permite la alianza entre el poder
mafioso regional y la oligarquía nacional. Pero en esta nueva
alianza que se dibuja es claro que el clientelismo político
tradicional ya venía incluido al interior de las alianzas regionales
Nada más tonto, entonces, que impulsar dentro del Polo Democrático
una política de alianzas con el clientelismo tradicional. Los apoyos
electorales dados en el Norte de Santander, Meta, Córdoba y otras
regiones a los candidatos del clientelismo, y en algunos casos del
paramilitarismo, constituyen simplemente un suicidio político y el
surgimiento en el seno del Polo de una mentalidad instrumental,
calculadora, en el peor sentido del término, inmersa en los mismos
procesos que llevaron al fracaso a la AD M-19.
El Polo se enfrenta a la premodernidad tanto de la derecha como de
la izquierda colombiana porque es, o debe ser, el genuino defensor
del Estado Social de Derecho que representa el espacio público por
excelencia: el enemigo del espacio público es la muerte misma
instrumentalizada por la premodernidad de las elites rentísticas y
mafiosas que hoy se han adueñado del poder. Por tanto la política de
alianzas del Polo, que no es más que su política de comunicación
externa, debe dirigirse hacia los sectores políticos
anticlientelistas, hacia las fuerzas económicas productivas y no
rentísticas, hacia la modernidad. Si queremos construir la
constitución de 1991 tenemos que destruir el poder mafioso y su
nueva alianza nacional y dentro de ella esta la aspiración
samperista a colocar el Partido Liberal detrás del proyecto de
Uribe.
Tesis 2. El Polo Democrático para ser alternativa de poder debe
desarrollar formas organizativas que interlocuten en red de manera
franca, igualitaria y transparente.
El espacio interno de una organización política esta determinado por
sus fines políticos, por la cultura que quiere generar dicha
organización en el espacio social. No es posible desarrollar un
discurso democrático para el país mientras la organización política
que lo produce es despótica, autoritaria y profundamente
antidemocrática. La izquierda armada ya vivió esta contradicción que
fue tramitada de manera diferente. Aún por fuera de las vicisitudes
que vivió la experiencia insurgente colombiana, lo cierto es que
existen diferentes niveles de esquizofrenia y ambigüedad entre
discursos políticos y formas organizativas en el conjunto de los
protagonistas políticos en el país. La izquierda tradicional es
heredera a través de la guerrilla como forma organizativa y del
leninismo, del mismo modelo maquiavélico sustentado en el principio
del \"fin justifica los medios\" que inspira la organización política
de las derechas.
La ambigüedad y la inconsecuencia que baña la relación entre el
discurso político y las formas organizativas de quien lo produce,
generan en primer lugar la desconfianza de la sociedad sobre las
organizaciones políticas, y lo que es peor, sobre la política misma.
Tal fue la causa que llevó al fracaso a la AD M-19. No se puede
proponer un proyecto anarquista sin formas anarquistas de
organización, no se puede proponer un modelo autoritario de sociedad
sin formas autoritarias de organización, el uribismo en Colombia ha
resuelto este problema y por eso goza entre otras razones de un alto
prestigio social; no se puede proponer un proyecto democrático a la
sociedad sin formas democráticas de organización.
Las experiencias de control territorial de las FARC en Colombia
muestran fehacientemente el efecto de la inconsecuencia entre
proyecto político como discurso y las formas organizativas que
propone. Un discurso político democrático no es sostenible con una
organización pletórica de despotismo militar. El resultado no
simplemente se mide en que dicha organización ya en el poder genera
en la realidad un modelo social completamente diferente a su
discurso político, sino que, en general, no llega al poder,
simplemente porque la sociedad genera un alto nivel de desconfianza
hacia tal tipo de movimiento político. En pocas palabras una
sociedad no le cree a una organización política inconsecuente.
Jaime Bateman decía que lo único que un pueblo no perdonaba no era
que se cometieran errores sino que se fuera inconsecuente. El mismo
M-19 pagó con su existencia separarse de la sabiduría popular de su
fundador.
Por tanto el Polo Democrático debe generar un espacio organizativo a
su interior profundamente democrático. Los estatutos actualmente
aprobados por la mayoría original del Polo, - la mayoría de esa
mayoría hoy no hace parte del Polo- , propuso un concepto
democrático de organización bajo el cual se están implementando las
primeras experiencias sobretodo en Bogotá. Se trata del concepto
asambleísta y de la organización horizontal en red.
Ya ha aparecido una tendencia hacia la revisión de ese concepto
organizativo para restituir el tradicional y desprestigiado criterio
de organización jerarquizada con direcciones municipales,
departamentales y nacionales, lo mismo que ha aparecido la idea de
una organización de individuos carnetizados. En mi parecer ambos
criterios nuevos en el Polo son peligrosos.
Una organización jerarquizada desde el espacio nacional hasta el
municipal nos lleva al clientelismo y a la fragmentación motivada
por el interés particular. La lucha de cada militante se centrará en
la desgastante rivalidad interna que genera el colocarse en los
espacios de dirección para ser utilizados finalmente desde su propia
perspectiva individual. En dicha carrera conflictiva por hacerse a
espacios de dirección, la militancia generará comunicaciones
instrumentales y manipuladoras, incluso ausencia de comunicaciones
entre los diversos niveles con lo que el partido político terminará
en una lógica contradictoria con su discurso político atrayéndose la
nefasta desconfianza social.
En estos espacios de dirección previamente apropiados por \"unos\"
militantes en rivalidad con \"los otros\" militantes se desarrollarán
finalmente feudos particulares que harán girar la acción del partido
hacia formas clientelistas de acción política y hacia verdaderos
procesos de corrupción administrativa si dichos propietarios de los
espacios de dirección llegan a espacios de decisión públicas. Por
ese camino simplemente como le sucede a las FARC, por otras razones,
no seremos tampoco alternativa de poder.
Detrás de esta propuesta esta una capa de militantes que provienen
de experiencias anteriores fracasadas y que sienten temor de una
legitimación democrática que en un proceso de democratización
organizativa los pueda simplemente marginar.
Este intento de revisión organizativa hacia una estructura
jerarquizada proviene también del acto fundacional del Polo.
Nosotros provenimos de una coordinación bastante mal lograda de
grupúsculos políticos que sienten temor de su disolución y que ya
estaban jerarquizados, algunos de ellos desde experiencias
clientelistas o sindicales. Estas experiencias clientelistas previas
que han pasado al Polo quieren sobrevivir y para ello necesitan de
una organización jerarquizada que las incluya. El clientelismo
político en su forma organizativa es también jerárquico y,
explícitamente autoritario; las denominadas \"maquinarias\" no son más
que un caso de este tipo de organización que solo puede sobrevivir
al interior de un partido, si este también se jerarquiza.
Jerarquización y fragmentación paradójicamente son dos procesos
equivalentes. La estructura piramidal que van conformando los
niveles jerárquicos comienza a configurar líneas, sinuosas
geográficamente, de ruptura. Cada espacio entre esas líneas lo
conformarán las \"maquinarias\" propias de un clientelismo dirigido
por individuos con intereses particulares en la búsqueda del poder.
La otra tesis que intenta revisar los estatutos en sus aspectos
organizativos es la de la construcción de un partido compuesto de
individuos carnetizados. Los partidos modernos europeos han
abandonado los colectivos de militancia y han adoptado estructuras
de individuos aislados que participan de las decisiones políticas de
su partido a través de \"su carnet\". La experiencia europea y
norteamericana se produce como un rechazo de los ciudadanos a
adoptar en las esferas políticas las mismas conductas que observan
con relación a grandes y poderosas organizaciones sociales de las
que hacen parte. En cierta forma los partidos políticos han perdido
sus estructuras colectivas porque sus militantes reproducen sus
políticas al interior de poderosos colectivos sociales. Los
principales opositores a las nuevas tendencias neoliberales en
Europa son las organizaciones sociales colectivas y las fuerzas
políticas organizadas en red, mientras que los partidos organizados
con militantes individuales tienden a apoyar las tesis neoliberales.
La socialdemocracia ha perdido su fuerza como alternativa al
liberalismo desde la acción de sus partidos socialistas compuestos
de individuos carnetizados, aunque muchos de estos militantes
socialistas actúen en forma colectiva en los nuevos movimientos
sociales que se levantan por doquier en el viejo continente contra
las políticas burguesas en el nuevo contexto de la globalización.
Extrapolar el fenómeno político europeo al caso colombiano y a la
organización del Polo Democrático es descontextualizar nuestro
propio proceso político. En Colombia no tenemos fuertes
organizaciones sociales. Por tanto un partido de individuos sin
organización colectiva no ayudará más que a profundizar la
desintegración de nuestro tejido social provocada por el terror de
la violencia y por la política social del neoliberalismo. Nuestra
organización marcharía en la práctica en contrasentido a nuestro
discurso de pacto social y de Estado Social de Derecho que exige la
organización de fuertes sujetos sociales colectivos.
De hecho, la utilización de la figura del referendo por Alvaro Uribe
Vélez recuerda la forma de organización de partidos conformados por
individuos aislados. El referendo en lugar de construir un espacio
democrático generó un espacio autoritario, en tanto los individuos
votantes no podían construir las preguntas y ni siquiera el espacio
y los criterios del debate sino solo votar con un sí o un no. En el
caso de los partidos de individuos la cédula es sustituida por el
carnet pero el militante pierde toda posibilidad de participar en la
construcción de las premisas de los debates, estas solo salen de la
instancia de dirección máxima, quizás de un solo individuo, el
presidente del partido, y la responsabilidad del militante es, como
en el referendo, aceptarla o no.
Y aunque no se puede obligar a un militante a integrar un colectivo,
y en esto nuestro estatuto tiene la suficiente flexibilidad para
permitir militancias individuales aisladas, lo cierto es que la
organización racional de las asambleas, (incluyendo por supuesto las
de residencia, trabajo y estudio), la posibilidad de estructurar una
red horizontal a través de nodos de acción, comunicación y discusión
implica acciones y decisiones colectivas.
Es importante recalcar que tanto una organización jerarquizada de
tipo tradicional, incluida la que degenera en formas clientelistas,
así como la organización de individuos aislados producen ambas,
defectos de comunicación entre los militantes y promocionan la
comunicación manipuladora, sea de la instancia jerárquica superior
para mantener su \"superioridad\", sea de los \"jefes máximos\" para
mantener su jefatura y sus propias creencias por encima de los
demás.
Nuestra tesis sobre la superioridad desde el punto de vista de la
democracia y de la acción política de una organización en red
horizontal y muy poco jerarquizada recogida en los estatutos
aprobados del Polo Democrático debe permitir, y solo la misma
práctica nos permitirá saber si estamos en lo cierto, una
comunicación mucho más fluida y transparente entre todas las
instancias, organismos e individuos del partido lo que debe generar
un proceso de construcción de políticas y decisiones de superior
calidad a la política generada en otro tipo de relaciones
comunicativas ajenas a la transparencia, oscuras o simplemente
inexistentes, por lo menos puede lograr que la política municipal
del Polo no degenere en clientelismos de nuevo tipo. Pero, además,
debe dotar al partido de una mayor capacidad de movilización y
acción social en forma cotidiana en tanto potencia las capacidades
de todos los rincones organizativos. Una organización es más fuerte
si produce mayores flujos de comunicación. Y, lo más importante,
aumenta la potencia del Polo en la construcción de sujetos sociales
colectivos básicos para dotar de poder el proyecto de la
Constitución de 1991 y su Estado Social de Derecho.
Tesis 3. El Polo Democrático debe desarrollar comunicación franca,
igualitaria y transparente con la izquierda democrática y con el
centro político del país de cara a su fusión en un solo proyecto
político.
Finalmente, y como conclusión práctica de este escrito, quisiera
referirme al inicio de los diálogos sociales que tenemos que empezar
a proponer y construir de manera activa dentro de la realización
democrática de nuestro proyecto.
El proceso acelerado de fundación del Polo dejó atrás una parte de
la izquierda democrática del país, confundida aún con el anterior
contexto político, que no ha percibió las nuevas señales que nos
obligaban al aglutinamiento. La consecuencia fue su práctica
desaparición de los espacios electorales regionales. Pasadas las
elecciones de octubre, un peligroso clima de triunfalismo apareció
dentro del Polo Democrático lo cual ha paralizado la, hasta
entonces, intensa actividad de confluencia política que se había
desarrollado.
Aunque los resultados electorales son importantes, con la excepción
del triunfo en Bogotá, el resto del país no ha reaccionado tan
favorablemente a nuestra propuesta, de hecho, en los principales
departamentos del país fuimos borrados del espacio electoral: en
Antioquia, Valle, Atlántico, Cundinamarca, Santander, no obtuvimos
ningún diputado electo. Aún más, si se hubieran construido listas
electorales únicas con el resto de la izquierda democrática, (ASI,
Frente Social y Político, UD, etc.), hubiéramos mejorado nuestros
resultados, inclusive en Bogotá, y hubiéramos logrado presencia
electoral exitosa en las principales regiones del país. El
triunfalismo en realidad no tiene razón de ser.
Luego el primer espacio de diálogo político que tenemos que
reactivar es con las organizaciones de la izquierda democrática que
estuvieron a punto de ser parte de nuestro proyecto. En ese espacio,
que propongo sean mesas temáticas, el esfuerzo interlocutorio debe
ser claro, transparente, franco, sin distancias asimétricas; se
tratará de un diálogo de tú a tú que permita confluir a todos los
que aspiran consecuentemente a un proyecto democrático en el país.
El diálogo entre la izquierda debe ser un ejemplo concreto del que
proponemos a la Nación.
Por otra parte, las elecciones presidenciales del 2002 dejaron sin
piso electoral el centro político nacional. El electorado giró
mayoritariamente hacia la derecha autoritaria y en forma importante
hacia la izquierda. En realidad el triunfo de la extrema derecha,
que desde los tiempos de Laureano Gómez no llegaba al poder, solo
fue posible con la anuencia y la participación de las clases medias
urbanas y el centro político del país que integró las caudas
electorales del candidato de la extrema derecha.
El desastre de las negociaciones de paz con las FARC, la actividad
militar de las guerrillas que parece privilegiar los golpes contra
los sectores medios de la sociedad en el campo y la ciudad, el miedo
a la guerra en las ciudades, el empobrecimiento acelerado de la
otrora poderosa clase media colombiana, han movilizado los sectores
medios de la sociedad hacia salidas irracionales de derecha y hacia
reacciones violentas y ciegas, en el fondo reacciones suicidas de
quienes, con la intención de eliminar la guerrilla terminan por
apoyar un modelo neoliberal que les quita su sustento material.
Esta adhesión conflictiva entre sectores medios urbanos portadores,
como la pequeña y mediana empresa bogotana, de proyectos de
modernidad para el país, con la más irracional premodernidad
política cimentada en los detentores del poder mafioso regional, los
propietarios de rentas y de tierras y sus ejércitos
narcoparamilitares presentará cada vez mayores fisuras.
La división del uribismo en el Congreso de la República en temas tan
neurálgicos como la ley de alternatividad penal para los
paramilitares, la reforma tributaria, el mismo referendo, muestra
las líneas de fisura que es importante profundizar. La premodernidad
violenta debe ser aislada.
Al mismo tiempo, y por las mismas razones, ha surgido una corriente
de centroizquierda dentro del Partido Liberal, que logró conquistar
las mayorías en su convención y hasta apoyar al Polo en su
aspiración a la Alcaldía de Bogotá.
Uribe Vélez y Samper luchan por revertir las fisuras y lograr un
sólido bloque de la derecha aglutinando el conjunto del uribismo con
el Partido Liberal unido y el Partido Conservador. Asegurarían una
gobernabilidad profundamente despótica no solo en el presente
cuatrenio, sino, además, su prolongación por lo menos hasta el 2010.
La Constitución de 1991 par entonces habría desaparecido hasta en
sus aspectos más formales y nuestra violencia terminaría por arrasar
con la Nación.
Al Polo Democrático le corresponde dividir ese bloque y debilitar la
gobernabilidad de la extrema derecha y para ello debe tender puentes
comunicativos con el centro político hoy incomodo en el bloque de
gobierno. Las conversaciones con la izquierda liberal, y con el
uribismo de centro de cara a construir un frente de defensa del
Estado Social de Derecho y de la producción nacional deben
intensificarse sin temores incluso de conformar una sola alternativa
política.
* Gustavo Petro U. es Representante a la Cámara por Bogota. Miembro
de la Dirección Nacional Polo Democrático Independiente.
gpetro@andinet.com
https://www.alainet.org/es/active/5602?language=es
Del mismo autor
- El Polo Democrático y el estado social de derecho 11/02/2004
- De paradojas y paramilitares 20/07/2003
- Apuntes sobre el referendo 07/04/2003
- El mundo de posguerra 06/04/2003