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El Polo Democrático y el estado social de derecho

11/02/2004
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Existen puntos de vista filosóficos que estipulan que la violencia y la desintegración de las sociedades, sus conflictos y la ruina de las organizaciones, entre otros aspectos de la vida humana, provienen en primera instancia de una patología comunicativa, o, en otras palabras, una perversión de las relaciones comunicativas de los sujetos que la integran en forma de engaño, encubrimiento o utilización instrumental. Las espirales crecientes de perversión comunicativa que se forman traen consigo un periodo de espirales de desconfianza que terminan con el corte de la comunicación y el surgimiento y la expansión de la violencia. Si tales reflexiones filosóficas son ciertas, la violencia colombiana podría analizarse como una ruptura en el conjunto de la sociedad de los canales comunicativos, precedida de periodos extensos de desconfianzas sociales que, a su vez, fueron el fruto de manipulaciones informativas y comunicativas que se establecieron en momentos concretos de nuestra historia. Perfectamente el famoso bombardeo por el gobierno de Valencia de las llamadas \"Repúblicas Independientes\" que en realidad eran cooperativas campesinas dirigidas por el Partido Comunista en los primeros años de la década de los sesentas podría examinarse como un caso de manipulación y perversión comunicativa que generó buena parte de nuestra actual violencia, como también se podría realizar un análisis similar con el caso del fraude electoral contra la ANAPO en 1970, o los asesinatos de la dirigencia guerrillera liberal amnistiada en 1957, etc. Un fluir relativamente sano de la comunicación entre los sujetos sociales y los individuos de una comunidad presupone la existencia de un vigoroso espacio público dedicado a la argumentación, al debate y a la razón; presupone también, la existencia de sujetos libres para comunicarse y para decir lo que quieren decir. Esa libertad de los sujetos que interlocutan en un espacio o esfera pública de una comunidad conduce necesariamente, como requisito indispensable, a que sus condiciones materiales de existencia les deben permitir dicha libertad y dicha comunicación. Democracia política y democracia económica parecen llevarse de la mano. Desigualdad social y manipulación comunicativa parecen también ser una llave indisoluble. Por tanto en las perturbaciones históricas de la comunicación en una sociedad, preludio de la violencia, parece existir siempre la manipulación orientada al interés particular propia de una sociedad extraordinariamente desigual. Por lo menos ese es el caso de Colombia. Una línea de acción política que busque reconstruir nuestra sociedad sobre bases democráticas nos debe llevar a la búsqueda de un proceso económico que desarrolle igualdades y a la construcción de una esfera pública donde actúen ciudadanos individuales y colectivos soberanos, libres y emancipados. Solo así, comenzaría a construirse la condición de una comunicación sana entre los sujetos de nuestra sociedad, y por consiguiente, aumentaría la confianza social, al lado de la consolidación de las reglas de convivencia consensualmente aceptadas y la pura argumentación como base de la discusión política. La posibilidad de construir una sociedad colombiana democrática y relativamente pacífica, depende en primer grado de restituir el dialogo abierto entre sus fuerzas sociales y políticas, entre sus clases sociales y sus individuos, sincero y ajeno a instrumentaciones. Pero para no caer en la trampa de una ingenuidad romántica y retórica, el dialogo social debe ser visto como un proceso histórico profundamente conflictivo y como un espacio público de interlocución entre las diferencias conflictivas. En cierta forma el dialogo social es un escenario de lucha de clases, solo que la lucha no necesariamente significa violencia fratricida y muerte. La lucha es esencialmente un proceso de convencimiento social, es, eminentemente, un proceso de comunicación. En la historia colombiana, la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 parece ser un escenario, balbuceante, de dialogo abierto y sin instrumentaciones entre fuerzas sociales y políticas disímiles, muchas veces contrapuestas,. Se pueden mostrar sus efectos a través de la configuración de un pacto social eventual y una disminución de la violencia hasta el año 1996. La Constitución de 1991 es un horizonte de pacto político entre ciudadanos y sujetos sociales que podría permitir la reconstrucción de la nación colombiana bajo la única forma en que es posible reconstruirse: el proyecto democrático. Sin embargo, la Constitución de 1991 y su Estado Social de Derecho son apenas un proyecto interrumpido, un momento de dialogo y de pacto social inconcluso. El dialogo fue interrumpido en 1991 no solo porque la vieja oligarquía colombiana no supo gobernar bajo reglas democráticas, con las que tendría que renunciar a sus privilegios económicos rentísticos, base de su riqueza o porque el ascenso al poder político regional y nacional de fuerzas premodernas ancladas en la posesión de la tierra, fortalecidas por el narcotráfico moderno y por sus ejércitos de empresarios de la coerción y de la violencia, vulneraron cualquier posibilidad de construcción democrática y, al contrario, desencadenaron en vastas regiones del país un régimen completamente totalitario y fascista, sino y no menos importante, porque el dialogo social fue interrumpido, también desde el lado popular, por la autonomía de los movimientos campesinos armados que han derivado hacia la venganza social premoderna como forma militar de lucha y de expresión, fortalecidos por la generación de valor en la base de la cadena productiva de narcóticos, que como forma económica de resistencia social los lleva de lleno hacia el conservadurismo político. En la interrupción del dialogo social de 1991 desde el lado popular existe un factor al lado del fetichismo armado de las FARC y el ELN y el aniquilamiento del movimiento social que, aunque menos importante, me parece pertinente analizar aquí por su incidencia actual en tanto también ayudó al deterioro democrático del país, al cierre de la comunicación abierta y al relanzamiento espectacular de la violencia desde 1996. Se trata del comportamiento que siguieron las fuerzas políticas que hicieron posible la Constitución de 1991 y entre ellas, y en especial, la AD M-19. Y aunque mi intención aquí no es realizar un análisis pormenorizado de la AD M-19 como nuevo sujeto colectivo entre 1991 y 1994, creo conveniente para los actuales momentos en que se desarrolla el Polo Democrático Independiente, precisar que en el interior de los sujetos colectivos y las organizaciones políticas también se realizan actos de comunicación que pueden ser dialógicos o pueden presentar patologías, interrupciones, perversiones en un sentido instrumental. La AD M-19 fracasó como proyecto político sustentador de la Constitución de 1991 básicamente porque desarrolló comunicaciones instrumentales, arregladas al cálculo y la manipulación política y social, entre sus militantes y entre ella misma y la sociedad. La AD M-19 no supo ser alternativa de poder, en tanto precursora de una nueva forma de interlocutar y de construir espacios públicos para el dialogo social más sincero posible, degeneró en las formas clientelistas de la política tradicional colombiana que implica imperativamente colocar la base de la sociedad como un objeto para manipular y no en el sujeto protagónico del cambio político. El desarrollo del clientelismo político dentro del movimiento mayoritario en la Asamblea Nacional Constituyente le originó el rompimiento de comunicación con los sectores de la sociedad que veían en él la posibilidad de una transformación democrática y revolucionaria del país, transformó su militancia en un ejército de activistas colocados en venta al mejor postor, y la arrojó al marasmo de la impotencia política. La AD-M19 dejó de tener una razón de ser para la sociedad colombiana y esta misma la destruyó electoralmente, dejando de paso expósita la lucha por la defensa y la construcción social de la Constitución de 1991 y su proyecto de Estado Social de Derecho. La luz de la experiencia reciente nos obliga a trabajar la construcción del Polo Democrático, como posible nueva alternativa de poder, de una manera muy cuidadosa, antes de producir una nueva frustración social. Tesis 1. Si el Polo Democrático quiere ser una alternativa de poder debe plantearse como su mayor objetivo político la construcción del Estado Social de Derecho en Colombia. En cierta forma el Polo Democrático debe plantearse sin vergüenza realizar las tareas inconclusas que dejó la AD M-19 en la sociedad colombiana y por tanto, su objetivo de mediano plazo debe ser la concreción de la Constitución de 1991. Este objetivo significa la implementación de un proceso de Pacto Social en el país que solo es posible si es antecedido por el dialogo entre todos los sujetos constitutivos de nuestra sociedad. El Polo, por tanto es una organización política que debe abrir los canales de la comunicación social y facilitar los espacios para que dicha comunicación fluya de manera transparente, igualitaria y franca. No existirá un Pacto Social, base de cualquier edificación de nación democrática, sin un Dialogo Nacional y el dialogo es esencialmente comunicación, interlocución abierta. De otra parte, no existe comunicación sin la existencia previa de sujetos sociales, por tanto el Polo Democrático es también un constructor de sujetos sociales, él mismo lo es, y en sus objetivos de corto plazo debe contemplarse un plan con responsables y cronogramas de construcción y fortalecimiento de organizaciones sociales. Un militante del Polo es ante todo un constructor de organización social, un constructor de comunicación franca y un constructor de espacios de interlocución social. La comunicación franca ajena por completo a la manipulación instrumental y al principio de la política burguesa del \"fin justifica los medios\" se inscribe en un nuevo principio no maquiavélico que hace de los medios los determinantes del fin, por tanto, la organización social no puede ser vista por el Polo como un instrumento, sino como el protagonista subjetivo de la historia, la organización social no es \"para\" el Polo, sino, al contrario, el Polo se debe a la organización social. La nueva relación política que proponemos entre partido y sociedad vista desde sus militantes nos obliga a detenernos un instante en el problema de la ética. Un constructor de comunicación social franca, y un constructor de organización social no instrumentalizada como proponemos que sea el militante del Polo, implica ser poseedor de una nueva escala de valores éticos en la acción política contraria por completo a la que generó el clientelismo, hoy entrecruzada con la cultura mafiosa y el paramilitarismo, y también a las éticas instrumentales que generó la lucha armada de la izquierda. Ambas \"escala de valores\" coinciden en usar al ciudadano, en colocarlo como objeto de los fines propuestos, se llamen estos: captura del Estado regional, posesión de riquezas rentísticas, corrupción o una seudorevolución predicada por autoritarios y déspotas armados pero no querida por los ciudadanos. El despotismo armado coincide en realidad con el clientelismo como método de dominación social y su relación con la sociedad es puramente instrumental y profundamente antidemocrática. La nueva ética pública del militante de una alternativa democrática de poder debe conformarse alrededor de la tesis del servicio público. El militante es un servidor democrático, en el mismo sentido del servidor informático: un nodo de la red que agiliza la comunicación, que relaciona a los sujetos sociales, que construye espacios públicos para el debate y la interlocución, que impulsa las organizaciones de la sociedad hacia el dialogo y el pacto, que destruye en la misma medida la violencia y la desconfianza, que rodea su acción del sentido de la justicia social y la lucha por la igualdad, que es y quiere seguir siendo libre y emancipado y que se esfuerza en la emancipación de los demás como requisito indispensable para un verdadero dialogo social; de tal manera que la emancipación significa ni más ni menos, que el individuo y sus organizaciones deben ser observadas con el mayor de los respetos por muy diferentes que sean de nosotros, y quizás precisamente por eso. Si el que interlocuta y dialoga no es libre entonces el dialogo es falso y lo que sigue, como ya sabemos, es la violencia y la muerte, el reino de la manipulación, la desigualdad y la antidemocracia. La oligarquía colombiana ha renunciado a construir un proyecto democrático, por eso ha decidido anular la Constitución de 1991; el estatuto mal llamado antiterrorista es una demostración de sus actuales intenciones que la acercan a quienes desde espacios regionales venían impulsando proyectos de poder fascistas y totalitarios para proteger la actividad narcotraficante y la posesión desigual de la tierra; el paramilitarismo camina así con paso seguro hacia su legitimidad como instrumento de dominación social. Esta renuncia oligárquica al proyecto democrático moderno planteará ante la sociedad colombiana el retorno y el fortalecimiento de formas premodernas de la política. En esa medida es posible que ante el surgimiento de un Polo Democrático portador de modernidad, libertad y democracia nos enfrentemos al resurgimiento en escala nacional de una alianza entre el clientelismo político y la ultraderecha manchada de narcoparamilitarismo. Dicha alianza contra el Polo parece ya dibujarse desde la cúspide misma del Estado. De hecho la propuesta de Ernesto Samper para unificar el Partido Liberal alrededor de Uribe Vélez, derrotando de paso a la izquierda liberal de Piedad Córdoba, muestra la puesta en marcha de una fusión entre el proyecto paramilitar y el clientelismo tradicional colombiano. La premodernidad más irracional de nuestra historia se resiste a perecer, o por lo menos quiere hundir en su morir a la misma sociedad. En la última década se habían presentado en diversas regiones del país como el Cesar, el Magdalena y Córdoba, entre otras, una alianza entre clientelas políticas tradicionales, bandas paramilitares, capos del narcotráfico y poseedores ricos de tierras con el objetivo de la toma del poder regional y del control social más totalitario posible de cara a la apropiación y la concentración de rentas cocaineras, de valorización de tierras, de recursos naturales o directamente de recursos públicos. Este nuevo poder regional profundamente antidemocrático y violento, además de desarrollar al máximo características fascistas, al asesinar literalmente y de manera masiva cualquier oposición social y política regional a su dominio, se inscribe dentro de un nuevo concepto que he denominado en otros artículos: el poder mafioso, un poder filosóficamente irracional, económicamente rentístico, socialmente depredador y asesino. En esencia es una reacción de las elites premodernas regionales a la aplicación de la constitución de 1991, un contrapoder. La característica de este poder mafioso regional en el plano nacional fue ir avanzando en los espacios institucionales nacionales cooptándolos a través de la infiltración, la contratación de nominas de personal pagados con cuantiosos recursos provenientes del narcotráfico, protegiéndose a través de la complicidad pasiva, y en casos concretos activa, de la oligarquía colombiana. Solo recientemente, con el triunfo electoral de Alvaro Uribe, el poder mafioso regional avanzó en una alianza explícita con la oligarquía para construir un nuevo modelo de Estado Nacional. El Estado Comunitario, opuesto por completo al Estado Social de Derecho, y cuya principal estrategia es el copamiento militar del territorio a la cual la sociedad debe integrarse por las buenas o por las malas, es el espacio que permite la alianza entre el poder mafioso regional y la oligarquía nacional. Pero en esta nueva alianza que se dibuja es claro que el clientelismo político tradicional ya venía incluido al interior de las alianzas regionales Nada más tonto, entonces, que impulsar dentro del Polo Democrático una política de alianzas con el clientelismo tradicional. Los apoyos electorales dados en el Norte de Santander, Meta, Córdoba y otras regiones a los candidatos del clientelismo, y en algunos casos del paramilitarismo, constituyen simplemente un suicidio político y el surgimiento en el seno del Polo de una mentalidad instrumental, calculadora, en el peor sentido del término, inmersa en los mismos procesos que llevaron al fracaso a la AD M-19. El Polo se enfrenta a la premodernidad tanto de la derecha como de la izquierda colombiana porque es, o debe ser, el genuino defensor del Estado Social de Derecho que representa el espacio público por excelencia: el enemigo del espacio público es la muerte misma instrumentalizada por la premodernidad de las elites rentísticas y mafiosas que hoy se han adueñado del poder. Por tanto la política de alianzas del Polo, que no es más que su política de comunicación externa, debe dirigirse hacia los sectores políticos anticlientelistas, hacia las fuerzas económicas productivas y no rentísticas, hacia la modernidad. Si queremos construir la constitución de 1991 tenemos que destruir el poder mafioso y su nueva alianza nacional y dentro de ella esta la aspiración samperista a colocar el Partido Liberal detrás del proyecto de Uribe. Tesis 2. El Polo Democrático para ser alternativa de poder debe desarrollar formas organizativas que interlocuten en red de manera franca, igualitaria y transparente. El espacio interno de una organización política esta determinado por sus fines políticos, por la cultura que quiere generar dicha organización en el espacio social. No es posible desarrollar un discurso democrático para el país mientras la organización política que lo produce es despótica, autoritaria y profundamente antidemocrática. La izquierda armada ya vivió esta contradicción que fue tramitada de manera diferente. Aún por fuera de las vicisitudes que vivió la experiencia insurgente colombiana, lo cierto es que existen diferentes niveles de esquizofrenia y ambigüedad entre discursos políticos y formas organizativas en el conjunto de los protagonistas políticos en el país. La izquierda tradicional es heredera a través de la guerrilla como forma organizativa y del leninismo, del mismo modelo maquiavélico sustentado en el principio del \"fin justifica los medios\" que inspira la organización política de las derechas. La ambigüedad y la inconsecuencia que baña la relación entre el discurso político y las formas organizativas de quien lo produce, generan en primer lugar la desconfianza de la sociedad sobre las organizaciones políticas, y lo que es peor, sobre la política misma. Tal fue la causa que llevó al fracaso a la AD M-19. No se puede proponer un proyecto anarquista sin formas anarquistas de organización, no se puede proponer un modelo autoritario de sociedad sin formas autoritarias de organización, el uribismo en Colombia ha resuelto este problema y por eso goza entre otras razones de un alto prestigio social; no se puede proponer un proyecto democrático a la sociedad sin formas democráticas de organización. Las experiencias de control territorial de las FARC en Colombia muestran fehacientemente el efecto de la inconsecuencia entre proyecto político como discurso y las formas organizativas que propone. Un discurso político democrático no es sostenible con una organización pletórica de despotismo militar. El resultado no simplemente se mide en que dicha organización ya en el poder genera en la realidad un modelo social completamente diferente a su discurso político, sino que, en general, no llega al poder, simplemente porque la sociedad genera un alto nivel de desconfianza hacia tal tipo de movimiento político. En pocas palabras una sociedad no le cree a una organización política inconsecuente. Jaime Bateman decía que lo único que un pueblo no perdonaba no era que se cometieran errores sino que se fuera inconsecuente. El mismo M-19 pagó con su existencia separarse de la sabiduría popular de su fundador. Por tanto el Polo Democrático debe generar un espacio organizativo a su interior profundamente democrático. Los estatutos actualmente aprobados por la mayoría original del Polo, - la mayoría de esa mayoría hoy no hace parte del Polo- , propuso un concepto democrático de organización bajo el cual se están implementando las primeras experiencias sobretodo en Bogotá. Se trata del concepto asambleísta y de la organización horizontal en red. Ya ha aparecido una tendencia hacia la revisión de ese concepto organizativo para restituir el tradicional y desprestigiado criterio de organización jerarquizada con direcciones municipales, departamentales y nacionales, lo mismo que ha aparecido la idea de una organización de individuos carnetizados. En mi parecer ambos criterios nuevos en el Polo son peligrosos. Una organización jerarquizada desde el espacio nacional hasta el municipal nos lleva al clientelismo y a la fragmentación motivada por el interés particular. La lucha de cada militante se centrará en la desgastante rivalidad interna que genera el colocarse en los espacios de dirección para ser utilizados finalmente desde su propia perspectiva individual. En dicha carrera conflictiva por hacerse a espacios de dirección, la militancia generará comunicaciones instrumentales y manipuladoras, incluso ausencia de comunicaciones entre los diversos niveles con lo que el partido político terminará en una lógica contradictoria con su discurso político atrayéndose la nefasta desconfianza social. En estos espacios de dirección previamente apropiados por \"unos\" militantes en rivalidad con \"los otros\" militantes se desarrollarán finalmente feudos particulares que harán girar la acción del partido hacia formas clientelistas de acción política y hacia verdaderos procesos de corrupción administrativa si dichos propietarios de los espacios de dirección llegan a espacios de decisión públicas. Por ese camino simplemente como le sucede a las FARC, por otras razones, no seremos tampoco alternativa de poder. Detrás de esta propuesta esta una capa de militantes que provienen de experiencias anteriores fracasadas y que sienten temor de una legitimación democrática que en un proceso de democratización organizativa los pueda simplemente marginar. Este intento de revisión organizativa hacia una estructura jerarquizada proviene también del acto fundacional del Polo. Nosotros provenimos de una coordinación bastante mal lograda de grupúsculos políticos que sienten temor de su disolución y que ya estaban jerarquizados, algunos de ellos desde experiencias clientelistas o sindicales. Estas experiencias clientelistas previas que han pasado al Polo quieren sobrevivir y para ello necesitan de una organización jerarquizada que las incluya. El clientelismo político en su forma organizativa es también jerárquico y, explícitamente autoritario; las denominadas \"maquinarias\" no son más que un caso de este tipo de organización que solo puede sobrevivir al interior de un partido, si este también se jerarquiza. Jerarquización y fragmentación paradójicamente son dos procesos equivalentes. La estructura piramidal que van conformando los niveles jerárquicos comienza a configurar líneas, sinuosas geográficamente, de ruptura. Cada espacio entre esas líneas lo conformarán las \"maquinarias\" propias de un clientelismo dirigido por individuos con intereses particulares en la búsqueda del poder. La otra tesis que intenta revisar los estatutos en sus aspectos organizativos es la de la construcción de un partido compuesto de individuos carnetizados. Los partidos modernos europeos han abandonado los colectivos de militancia y han adoptado estructuras de individuos aislados que participan de las decisiones políticas de su partido a través de \"su carnet\". La experiencia europea y norteamericana se produce como un rechazo de los ciudadanos a adoptar en las esferas políticas las mismas conductas que observan con relación a grandes y poderosas organizaciones sociales de las que hacen parte. En cierta forma los partidos políticos han perdido sus estructuras colectivas porque sus militantes reproducen sus políticas al interior de poderosos colectivos sociales. Los principales opositores a las nuevas tendencias neoliberales en Europa son las organizaciones sociales colectivas y las fuerzas políticas organizadas en red, mientras que los partidos organizados con militantes individuales tienden a apoyar las tesis neoliberales. La socialdemocracia ha perdido su fuerza como alternativa al liberalismo desde la acción de sus partidos socialistas compuestos de individuos carnetizados, aunque muchos de estos militantes socialistas actúen en forma colectiva en los nuevos movimientos sociales que se levantan por doquier en el viejo continente contra las políticas burguesas en el nuevo contexto de la globalización. Extrapolar el fenómeno político europeo al caso colombiano y a la organización del Polo Democrático es descontextualizar nuestro propio proceso político. En Colombia no tenemos fuertes organizaciones sociales. Por tanto un partido de individuos sin organización colectiva no ayudará más que a profundizar la desintegración de nuestro tejido social provocada por el terror de la violencia y por la política social del neoliberalismo. Nuestra organización marcharía en la práctica en contrasentido a nuestro discurso de pacto social y de Estado Social de Derecho que exige la organización de fuertes sujetos sociales colectivos. De hecho, la utilización de la figura del referendo por Alvaro Uribe Vélez recuerda la forma de organización de partidos conformados por individuos aislados. El referendo en lugar de construir un espacio democrático generó un espacio autoritario, en tanto los individuos votantes no podían construir las preguntas y ni siquiera el espacio y los criterios del debate sino solo votar con un sí o un no. En el caso de los partidos de individuos la cédula es sustituida por el carnet pero el militante pierde toda posibilidad de participar en la construcción de las premisas de los debates, estas solo salen de la instancia de dirección máxima, quizás de un solo individuo, el presidente del partido, y la responsabilidad del militante es, como en el referendo, aceptarla o no. Y aunque no se puede obligar a un militante a integrar un colectivo, y en esto nuestro estatuto tiene la suficiente flexibilidad para permitir militancias individuales aisladas, lo cierto es que la organización racional de las asambleas, (incluyendo por supuesto las de residencia, trabajo y estudio), la posibilidad de estructurar una red horizontal a través de nodos de acción, comunicación y discusión implica acciones y decisiones colectivas. Es importante recalcar que tanto una organización jerarquizada de tipo tradicional, incluida la que degenera en formas clientelistas, así como la organización de individuos aislados producen ambas, defectos de comunicación entre los militantes y promocionan la comunicación manipuladora, sea de la instancia jerárquica superior para mantener su \"superioridad\", sea de los \"jefes máximos\" para mantener su jefatura y sus propias creencias por encima de los demás. Nuestra tesis sobre la superioridad desde el punto de vista de la democracia y de la acción política de una organización en red horizontal y muy poco jerarquizada recogida en los estatutos aprobados del Polo Democrático debe permitir, y solo la misma práctica nos permitirá saber si estamos en lo cierto, una comunicación mucho más fluida y transparente entre todas las instancias, organismos e individuos del partido lo que debe generar un proceso de construcción de políticas y decisiones de superior calidad a la política generada en otro tipo de relaciones comunicativas ajenas a la transparencia, oscuras o simplemente inexistentes, por lo menos puede lograr que la política municipal del Polo no degenere en clientelismos de nuevo tipo. Pero, además, debe dotar al partido de una mayor capacidad de movilización y acción social en forma cotidiana en tanto potencia las capacidades de todos los rincones organizativos. Una organización es más fuerte si produce mayores flujos de comunicación. Y, lo más importante, aumenta la potencia del Polo en la construcción de sujetos sociales colectivos básicos para dotar de poder el proyecto de la Constitución de 1991 y su Estado Social de Derecho. Tesis 3. El Polo Democrático debe desarrollar comunicación franca, igualitaria y transparente con la izquierda democrática y con el centro político del país de cara a su fusión en un solo proyecto político. Finalmente, y como conclusión práctica de este escrito, quisiera referirme al inicio de los diálogos sociales que tenemos que empezar a proponer y construir de manera activa dentro de la realización democrática de nuestro proyecto. El proceso acelerado de fundación del Polo dejó atrás una parte de la izquierda democrática del país, confundida aún con el anterior contexto político, que no ha percibió las nuevas señales que nos obligaban al aglutinamiento. La consecuencia fue su práctica desaparición de los espacios electorales regionales. Pasadas las elecciones de octubre, un peligroso clima de triunfalismo apareció dentro del Polo Democrático lo cual ha paralizado la, hasta entonces, intensa actividad de confluencia política que se había desarrollado. Aunque los resultados electorales son importantes, con la excepción del triunfo en Bogotá, el resto del país no ha reaccionado tan favorablemente a nuestra propuesta, de hecho, en los principales departamentos del país fuimos borrados del espacio electoral: en Antioquia, Valle, Atlántico, Cundinamarca, Santander, no obtuvimos ningún diputado electo. Aún más, si se hubieran construido listas electorales únicas con el resto de la izquierda democrática, (ASI, Frente Social y Político, UD, etc.), hubiéramos mejorado nuestros resultados, inclusive en Bogotá, y hubiéramos logrado presencia electoral exitosa en las principales regiones del país. El triunfalismo en realidad no tiene razón de ser. Luego el primer espacio de diálogo político que tenemos que reactivar es con las organizaciones de la izquierda democrática que estuvieron a punto de ser parte de nuestro proyecto. En ese espacio, que propongo sean mesas temáticas, el esfuerzo interlocutorio debe ser claro, transparente, franco, sin distancias asimétricas; se tratará de un diálogo de tú a tú que permita confluir a todos los que aspiran consecuentemente a un proyecto democrático en el país. El diálogo entre la izquierda debe ser un ejemplo concreto del que proponemos a la Nación. Por otra parte, las elecciones presidenciales del 2002 dejaron sin piso electoral el centro político nacional. El electorado giró mayoritariamente hacia la derecha autoritaria y en forma importante hacia la izquierda. En realidad el triunfo de la extrema derecha, que desde los tiempos de Laureano Gómez no llegaba al poder, solo fue posible con la anuencia y la participación de las clases medias urbanas y el centro político del país que integró las caudas electorales del candidato de la extrema derecha. El desastre de las negociaciones de paz con las FARC, la actividad militar de las guerrillas que parece privilegiar los golpes contra los sectores medios de la sociedad en el campo y la ciudad, el miedo a la guerra en las ciudades, el empobrecimiento acelerado de la otrora poderosa clase media colombiana, han movilizado los sectores medios de la sociedad hacia salidas irracionales de derecha y hacia reacciones violentas y ciegas, en el fondo reacciones suicidas de quienes, con la intención de eliminar la guerrilla terminan por apoyar un modelo neoliberal que les quita su sustento material. Esta adhesión conflictiva entre sectores medios urbanos portadores, como la pequeña y mediana empresa bogotana, de proyectos de modernidad para el país, con la más irracional premodernidad política cimentada en los detentores del poder mafioso regional, los propietarios de rentas y de tierras y sus ejércitos narcoparamilitares presentará cada vez mayores fisuras. La división del uribismo en el Congreso de la República en temas tan neurálgicos como la ley de alternatividad penal para los paramilitares, la reforma tributaria, el mismo referendo, muestra las líneas de fisura que es importante profundizar. La premodernidad violenta debe ser aislada. Al mismo tiempo, y por las mismas razones, ha surgido una corriente de centroizquierda dentro del Partido Liberal, que logró conquistar las mayorías en su convención y hasta apoyar al Polo en su aspiración a la Alcaldía de Bogotá. Uribe Vélez y Samper luchan por revertir las fisuras y lograr un sólido bloque de la derecha aglutinando el conjunto del uribismo con el Partido Liberal unido y el Partido Conservador. Asegurarían una gobernabilidad profundamente despótica no solo en el presente cuatrenio, sino, además, su prolongación por lo menos hasta el 2010. La Constitución de 1991 par entonces habría desaparecido hasta en sus aspectos más formales y nuestra violencia terminaría por arrasar con la Nación. Al Polo Democrático le corresponde dividir ese bloque y debilitar la gobernabilidad de la extrema derecha y para ello debe tender puentes comunicativos con el centro político hoy incomodo en el bloque de gobierno. Las conversaciones con la izquierda liberal, y con el uribismo de centro de cara a construir un frente de defensa del Estado Social de Derecho y de la producción nacional deben intensificarse sin temores incluso de conformar una sola alternativa política. * Gustavo Petro U. es Representante a la Cámara por Bogota. Miembro de la Dirección Nacional Polo Democrático Independiente. gpetro@andinet.com
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