Preguntas sobre la tragedia haitiana
03/03/2004
- Opinión
La mayoría de haitianos y aquellos y aquellas que han
trabajado con ellos celebran el fin de un régimen
delincuente, imprevisible y violento, responsable de graves
exacciones y de constantes violaciones de los derechos
humanos. Pero las condiciones en las que se ha dado lo que
bien se puede llamar un golpe de Estado los dejan perplejos
y preocupados respecto al futuro del país.
La primera pregunta que uno se hace tiene que ver con el
derrocamiento mismo del presidente electo Jean Bertrand
Aristide. De acuerdo a las últimas noticias, él habría
sido puesto en el avión maniatado las manos por agentes
estadounidenses. Durante las últimas semanas, Estados
Unidos y sus aliados permanecieron pasivos frente a la
militarización de Haití, luego de que un puñado de hombres
armados, conducidos por personajes controvertidos, había
"liberado" el norte del país, recurriendo a violencia y
pillajes. De otra parte, ¿por qué el compromiso elaborado
por los países de la región reagrupados bajo la égida de
CARICOM no ha sido respetado? ¿Es cierto que la oposición
política no aceptó este compromiso y prefirió apostar a los
grupos armados, pero esto era suficiente para que los
principales países involucrados como Estados Unidos,
Francia y Canadá permanezcan pasivos? Uno no puede más que
interrogarse sobre las consecuencias de un golpe llevado a
cabo por paramilitares siniestros. Ya se verá, a más largo
plazo, si los demonios no han entrado por la puerta trasera
luego de que el lobo salía por la puerta de adelante.
¿Quién puede derribar los gobiernos electos?
Las consecuencias podrían ser más graves de lo que se
piensa, incluida toda la región. Después de todo, Estados
Unidos es capaz de deslegitimar los gobiernos, bajo
diversos pretextos. Ciertamente, la gobernabilidad
terrible de Aristide tenía la desventaja de irritar a las
grandes potencias, lo que no ha sido el caso de otros
gobernantes, impopulares y malos administradores. Los
gobiernos de Menem en Argentina, de Fujimori en Perú y
otros han conducido, cada uno a su manera, a sus países a
la ruina, pero estos eran "nuestros amigos". Se los ha
dejado en sus puestos hasta que las movilizaciones
populares los han expulsado. ¿Quién va a decidir quién es
legítimo o no y cómo? ¿La pregunta es pertinente en el
momento que las fuerzas de oposición a Hugo Chávez vuelven
a pedir la salida del presidente venezolano? Los
acontecimientos podrían ser una incitación para las fuerzas
que desearían militarizar esta confrontación.
¿Cuál reconstrucción?
Ahora que el "demonio" se ha ido, cada quien promete una
ayuda generosa para la reconstrucción del país. Pero,
¿dónde estaban Washington, París y Ottawa cuando el país se
hundía en una lenta y dramática caída desde hace diez años?
¿Acaso los mismos hermosos discursos no fueron pronunciados
cuando el primer gobierno de Aristide? Pero la dura
realidad es que nadie ha ayudado realmente al pueblo
haitiano en sus años de miseria. En un documento de rara
lucidez, la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional
(ACDI) reconocía recientemente haber errado el blanco: "Los
donantes han sido incapaces de entablar una relación de
cooperación con el gobierno haitiano conducente a una
verdadera lucha contra la pobreza. Las causas son
numerosas y no tienen su origen únicamente del lado
haitiano. La coherencia y la cohesión de la cooperación
internacional a menudo ha dejado que desear y la tendencia
a la sustitución y a la utilización de la condicionalidad
han demostrado ser estrategias poco eficaces". Esto es, se
ha dejado que Haití se hunda en el olvido. Todos los
pretextos han sido utilizados para cortar la ayuda
internacional, incluyendo las verdaderas razones habida
cuenta de la naturaleza delictiva del régimen. Los
donantes han recurrido a un análisis muy parcial de las
causas complejas de la realidad, particularmente la
degradación económica, social y ambiental que heredó el
gobierno Aristide. La cual, a su vez, había sido resultado
de años de complacencia de las principales potencias
implicadas, principalmente Estados Unidos y Francia, hacia
la terrible dictadura que perduró a la sombra de papá e
hijo Duvalier. Cuando Aristide llegó al poder, se pensó
que un "quick fix" (arreglo rápido) era posible lo que
permitiría, desde el punto de vista estadounidense,
eliminar las amenazas de un éxodo masivo (los boat people
haitianos), sin pensar en lo que había que hacer para
reconstruir el país. Al límite, fue el pueblo quien pagó.
Y hoy día, quisieran que se olvide todo eso y se diga
bravo, vamos a salvar!
¿Cuál democracia?
El pueblo ha tenido más que su carga de miserias,
exacciones, violencia. El bicentenario de la lucha de los
esclavos africanos que habían implantando la primera
república del hemisferio debería no obstante hacer
reflexionar a quienes piensa que se trata de un pueblo
perdedor que cuando más puede esperar una dulce
recolonización, bajo la cobertura de "injerencia
humanitaria". Durante los últimos años, se ha impedido el
regreso de los duvalieristas (que habían derrocado a
Aristide ante la indiferencia casi general de las grandes
capitales). Después, ellos han resistido a las
desviaciones de Aristide. Sería sorprendente que se dejen
conducir por una banda de criminales armados. La oposición
política que se apresta a tomar el poder debe saber que la
democracia y la real participación de los ciudadanos podrán
traer la paz en la perla de las Antillas. (Traducción de
ALAI).
* Pierre Beaudet es director de Alternatives – Canadá
https://www.alainet.org/es/active/5727
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