Cuba en el punto de mira; a casi medio siglo de terror
20/02/2004
- Opinión
En su nuevo libro, "Hegemony or survival, America's quest
for global dominance", Noam Chomsky continúa su profundo
análisis de la violencia de estado y el terrorismo de
estado, recordándonos que "terror" no constituye aquello que
pequeños grupos apátridas acometen sobre naciones grandes y
fuertes. En cambio, Chomsky sugiere que la historia es, en
cierta medida, una historia del terrorismo de estado y que
EEUU ha destacado en su práctica desde hace tiempo. Uno de
los objetivos favoritos de EEUU es Cuba, país que ha sido
víctima de una incesante campaña del terrorismo de estado
por parte de EEUU durante casi medio siglo.
El mundo presenció "el momento más crítico de la historia"
durante la crisis de los misiles. Sin embargo para Cuba,
dicho momento comenzó en realidad poco después de que las
fuerzas guerrilleras de Fidel Castro derrocaran la dictadura
de Fulgencio Batista, y continúa hasta hoy. Ahora que el
gobierno de Bush en su afanosa "guerra contra el terrorismo"
ha colocado a Cuba en el punto de mira estadunidense como el
nuevo miembro ungido del "eje del mal", este extracto del
nuevo libro de Chomsky, el cual apareció anteriormente en
TomDispatch.com resulta especialmente relevante.
La dictadura de Batista fue derrocada por las fuerzas
rebeldes de Castro en enero de 1959. Para marzo, el Consejo
Nacional de Seguridad de EEUU (NSC) ya buscaba la manera de
forzar un cambio de régimen. En mayo, la CIA comenzó a armar
guerrilleros dentro de Cuba. "Durante el invierno de 1959-
1960, hubo un aumento considerable de atentados organizados
por la CIA y de ataques incendiarios piloteados por
exiliados cubanos" con base en EEUU. No es difícil imaginar
las intenciones de EEUU y sus clientes ante tales
circunstancias. Sin embargo, Cuba no respondió con acciones
violentas dentro de EEUU por venganza o disuasión. Al
contrario, Cuba decidió apegarse al protocolo que exige el
derecho internacional. En julio de 1960, Cuba acudió a la
ONU, remitiendo al Consejo de Seguridad documentación de
aproximadamente veinte bombardeos, incluyendo nombres de
pilotos, números de matrícula de los aviones, bombas sin
explotar y otros detalles específicos, acusando daños
considerables, pérdida de vidas y exigiendo una resolución
diplomática al conflicto. El embajador estadunidense Henry
Cabot respondió asegurando que "EEUU no tiene planes de
agredir a Cuba". Cuatro meses antes, en marzo de 1960, su
gobierno había tomado secretamente la decisión formal de
derribar el gobierno de Castro y los preparativos para
invadir Bahía de Cochinos iban ya bien avanzados.
A Washington le preocupaba la posibilidad de que los cubanos
fueran capaces de defenderse. Allen Dulles, director de la
CIA, rogó entonces a Inglaterra que no le facilitara armas a
Cuba. Su "razón principal", informó el embajador británico a
Londres, "era que eso llevaría a los cubanos a solicitar
armas a Rusia o al bloque soviético", un acto que "traería
graves consecuencias", según Dulles, permitiendo a
Washington presentar a Cuba como un riesgo para la seguridad
del hemisferio, de acuerdo con el guión que había funcionado
tan bien en Guatemala. Dulles se refería al éxito obtenido
por Washington en desmantelar el primer experimento
democrático en ese país, que trajo un respiro de diez años
de paz y progreso muy temido en Washington debido al enorme
apoyo popular que revelaron los servicios de inteligencia de
EEUU, y al "factor ejemplo" de cómo ciertas medidas sociales
y económicas benefician a la gran mayoría. La amenaza
soviética se invocaba cotidianamente, a causa de la petición
de armas que hizo Guatemala al bloque soviético después de
que EEUU amenazara con atacar y suprimir otras fuentes de
abastecimiento. El resultado fue casi medio siglo de terror,
peor aún que la tiranía anterior, apoyada por EEUU.
Para Cuba, las intrigas por parte de los pichones de
Washington eran parecidas a las de Dulles, el director de la
CIA. Arthur Schlesinger advirtió al presidente Kennedy
acerca de las "inevitables repercusiones políticas y
diplomáticas" que ocasionaría el plan de invadir Cuba con un
ejército mercenario y a su vez, sugirió intentar inculpar a
Castro en algún tipo de operación que pudiera servir como
pretexto a la invasión: "Se podría concebir una operación
fantasma, digamos en Haití, que a su tiempo pudiera inducir
a Castro a enviar tropas a una playa haitiana, lo cual
pudiera ser interpretado como un intento de derrocar el
régimen haitiano... entonces la cuestión ética se diluiría y
la campaña anti estadunidense tropezaría desde el
principio". Cabe señalar que el régimen del sanguinario
dictador Papa Doc Duvalier recibía el apoyo de EEUU (aunque
con ciertas reservas), de manera que cualquier tipo de ayuda
para que los haitianos lo destituyeran sería considerado un
crimen.
El plan de Eisenhower de marzo de 1960 proponía el
derrocamiento de Castro para instituir un régimen "más fiel
a los verdaderos intereses del pueblo cubano y también más
adecuado para EEUU", e incluía apoyo para una "operación
militar en la isla", y para "el desarrollo de una competente
fuerza paramilitar fuera de Cuba". Fuentes de inteligencia
informaron de que el apoyo popular a Castro era elevado; aún
así, EEUU determinaría los "verdaderos intereses del pueblo
cubano". El cambio de régimen se ejecutaría "de manera que
se ocultaría la evidencia de la intervención estadunidense",
debido a la esperada reacción en Latinoamérica y a los
problemas de la administración doctrinaria dentro de EEUU.
Operación Mangosta
La invasión de Bahía de Cochinos vino un año más tarde, en
abril de 1961, después de que Kennedy llegara al poder. Fue
autorizada bajo un clima de "histeria" hacia Cuba en la Casa
Blanca, como testificó posteriormente Robert McNamara ante
el comité Church del senado. Durante la primera reunión del
gabinete tras la fallida invasión, el ambiente era "algo
feroz", como reveló en privado Chester Bowles: "había una
exhortación casi frenética por un plan de acción", Dos días
después, en la sesión del NSC, Bowles percibió el ambiente
"igualmente tenso" y le impresionó "la enorme falta de
integridad moral" que imperaba. Esa actitud era evidente en
los discursos de Kennedy: "las sociedades conformistas,
indulgentes y débiles serán arrastradas con los desechos de
la historia. Solamente los fuertes...prevalecerán", declaró
al país, marcando la pauta que sería utilizada con éxito por
Reagan durante sus propias campañas de terror. Kennedy
estaba al tanto de que los aliados "nos consideran algo
desquiciados" por nuestra obsesión por Cuba; una opinión que
persiste hasta hoy.
Kennedy llevó a cabo un aplastante embargo difícil de
soportar para un pequeño país el cual había pasado a ser una
"simple colonia" de EEUU sesenta años después de haberse
"liberado" de España. También ordenó intensificar la campaña
terrorista: "Le pidió a su hermano, el Fiscal General Robert
Kennedy, que dirigiera el conglomerado de agencias de alto
nivel que supervisó la Operación Mangosta, para ejecutar una
campaña de operaciones paramilitares, hostilidad económica y
sabotaje lanzada a fines de 1961 a fin de conjurar los
"horrores del mundo" sobre Fidel Castro y en breve,
derrocarlo".
La campaña terrorista no era "ninguna broma", expresa Jorge
Domínguez en su análisis de ciertos documentos
desclasificados sobre operaciones bajo el mandato de
Kennedy; materiales que han sido "intensamente higienizados"
y que constituyen "sólo la punta del iceberg", añade Piero
Gleijeses.
La Operación Mangosta fue "la pieza central de la política
estadunidense hacia Cuba desde finales de 1961 hasta el
comienzo de la crisis de los misiles en 1962", informa Mark
White del programa sobre el cual los hermanos Kennedy
"llegaron a basar sus esperanzas". Robert Kennedy comunicó a
la CIA que el asunto cubano "conlleva la máxima prioridad
para el gobierno de los Estados Unidos; lo demás es
secundario. No vamos a escatimar ni tiempo, ni esfuerzo ni
recursos humanos" en el intento de destituir el régimen de
Castro. El jefe de operativos de la Operación Mangosta,
Edward Lansdale, elaboró un calendario que culminaría con la
"sublevación masiva y el derrocamiento del régimen
comunista" en octubre de 1962. La "resolución final" del
programa comprendía "una victoria rotunda que precisaría la
decisiva intervención del ejército estadunidense" una vez
que el terrorismo y la subversión se hubiesen establecido,
lo cual indicaba que la intervención militar de EEUU tendría
lugar en octubre de 1962, justamente cuando irrumpió la
crisis de los misiles.
En febrero de 1962 la Junta de Estado Mayor impulsó un plan
más drástico que el de Schlesinger: se utilizarían "técnicas
de encubrimiento... para engatusar y provocar a Castro, o a
un subordinado impulsivo, a cometer un acto abiertamente
hostil en contra de EEUU; lo cual serviría de justificación
para que EEUU no solamente tomara represalias sino que
eliminara a Castro con rapidez, violencia y determinación".
En marzo, a instancias del Proyecto Cuba del Departamento de
Defensa, la Junta de Estado Mayor envió un memorando al
Secretario de Defensa Robert McNamara esbozando los
"pretextos que ellos consideraban que pudieran usarse para
justificar una intervención militar estadunidense en Cuba".
El plan se llevaría a cabo "si una revuelta civil resulta
imposible de lograr en los próximos nueve o diez meses",
pero antes de que Cuba estableciera relaciones con Rusia que
pudieran "implicar directamente a la Unión Soviética".
Un prudente uso del terror debería evitar riesgos al
responsable.
El plan de marzo era fabricar "sucesos sin relación aparente
a fin de ocultar el principal objetivo y crear a gran escala
la indispensable imagen de una Cuba temeraria e
irresponsable, para proyectarla hacia otros países así como
a los propios EEUU, "colocando a EEUU en la comprometida
posición de soportar afrentas injustificadas [y desplegando]
la imagen de Cuba a nivel internacional como una amenaza
para la paz del hemisferio". Las medidas propuestas incluían
hacer explotar un navío estadunidense en Guantánamo con el
objetivo de crear "un incidente del tipo 'recuerden el
Maine'", publicando listas de bajas en periódicos para
"incitar una eficaz oleada de indignación nacional",
mostrando las investigaciones cubanas como "evidencia
bastante confiable de que el navío había sido atacado",
ejecutando una "campaña de terror cubano comunista [en
Florida] e incluso en Washington", empleando incendiarios
del bloque soviético para invadir y quemar campos de caña en
países vecinos, derribando un aeroplano a control remoto
haciéndolo pasar por un avión civil lleno de estudiantes en
vacaciones y otras estratagemas igualmente ingeniosas que no
se realizaron, pero que denotan el clima "feroz" y
"frenético" que prevalecía.
El 23 de agosto, el presidente emitió el Informe de
Seguridad Nacional 181, "una llamada a impulsar la rebelión
civil que antecedería a la intervención militar de EEUU",
empleando "importantes programas, maniobras, y transporte de
tropas y pertrechos del ejército estadunidense" bastante
conocidos por Cuba y Rusia. En agosto también se
intensificaron los atentados terroristas, incluyendo el
acribillamiento desde una lancha rápida de un hotel de costa
cubano "donde se sabía que se reunían técnicos militares
soviéticos, matando muchos rusos y cubanos", ataques a
cargueros ingleses y cubanos, contaminación de remesas de
azúcar, y otras atrocidades y sabotajes, en su mayoría
realizados por grupos de exiliados cubanos que gozaban de
gran libertad de acción en Florida. Unas semanas después
sobrevino el "momento más crítico de la historia."
"Mala prensa en países amigos"
Las operaciones terroristas persistieron durante los
momentos más graves de la crisis de los misiles. Fueron
formalmente canceladas el 30 de octubre, unos días después
del acuerdo entre Kruschev y Kennedy, mas aún así
continuaron . El 8 de noviembre, "un comando secreto de
sabotaje formado por cubanos pero enviado por EEUU logró
volar una instalación industrial en Cuba", matando a 400
trabajadores, según el gobierno cubano. Raymond Garthoff
relata que "para la Unión Soviética ese ataque solamente
podía significar que se estaba dando marcha atrás a la
cuestión que para ellos era la más importante: la promesa de
EEUU de no agredir a Cuba." Dichas acciones, concluye,
denotan una vez más que "el riesgo y peligro entre ambos
bandos pudiera exacerbarse, sin excluir una catástrofe".
Tras la crisis, Kennedy renovó la campaña de terrorismo.
Diez días antes de su asesinato, aprobó un programa de la
CIA de "operaciones de destrucción" a cargo de fuerzas
aliadas de EEUU, "contra una importante refinería petrolera,
instalaciones de almacenaje, una importante planta
eléctrica, refinerías azucareras, puentes de ferrocarril,
estructuras portuarias, y destrucción submarina de muelles y
navíos". El día del asesinato de Kennedy se propuso un plan
para matar a Castro. Ese plan se suspendió en 1965, pero una
de las primeras órdenes que dio Nixon al tomar el poder en
1969 fue indicar a la CIA que se incrementaran las acciones
clandestinas contra Cuba".
Resulta de peculiar interés la sagacidad de los intrigantes.
Al revisar los documentos recién divulgados sobre el período
del terrorismo bajo Kennedy, Domínguez observa que "en tan
solo una ocasión durante casi mil de páginas de
documentación, un funcionario estadunidense muestra algo
parecido a una leve objeción moral respecto al terrorismo
subsidiado por EEUU": un empleado del NSC sugiere que Rusia
pudiera reaccionar de alguna manera y que los ataques
"indiscriminados en contra de inocentes... pudieran
ocasionar mala prensa en países amigos". Una postura similar
prevalece durante las discusiones privadas, como demuestra
Robert Kennedy al advertir que una invasión frontal
resultaría en "la muerte de una terrible cantidad de gente,
y se nos condenaría por ello".
Los actos terroristas continuaron durante el mandato de
Nixon, alcanzando un punto crítico a mediados de los
setentas: hubo ataques a botes de pesca, embajadas, agencias
cubanas en el exterior, así como el bombardeo de una
aeronave de Cubana de Aviación, matando a los setenta y tres
pasajeros. Tanto éstas como subsiguientes operaciones
terroristas, fueron llevadas a cabo desde territorio
estadunidense; aunque en ese entonces se consideraban actos
criminales por el FBI.
Y así siguieron las cosas; ciertas editoriales acusaban a
Castro de tener "un campamento armado, a pesar del pacto de
no agresión de 1962 firmado con Washington." La promesa
debería haber bastado, a pesar de lo que al final sucedió;
sin mencionar las promesas anteriores, ya para entonces bien
documentadas, así como información sobre lo que se podia
esperar: v.g., el "momento Lodge", en julio de 1960.
En el 30 aniversario de la crisis de los misiles, Cuba
denunció un ataque con ametralladoras contra un hotel
turístico cubano-español; un grupo de Miami se hizo
responsable. Las explosiones de 1997 en Cuba fueron
rastreadas hasta Miami. Los atacantes eran criminales
salvadoreños que actuaban bajo el mando de Luis Posada
Carriles y eran financiados desde Miami. Posada, uno de los
más infames terroristas internacionales, se había fugado de
una cárcel venezolana donde estaba preso por la explosión de
la aeronave de Cubana, asistido por Jorge Mas Canosa, un
empresario de Miami quien dirigía la Fundación Nacional
Cubano-Americana (CANF por sus siglas en inglés), un grupo
exento de impuestos. Posada viajó de Venezuela a El
Salvador, donde fue instalado en la base militar de Ilopango
para organizar ataques terroristas contra Nicaragua bajo la
dirección de Oliver North.
Posada ha detallado sus actividades terroristas, así como su
financiamiento por parte de exiliados y la CANF en Miami,
confiando que el FBI no lo investigaría. Él era veterano de
Bahía de Cochinos, y sus siguientes maniobras durante los
sesentas fueron supervisadas por la CIA. Cuando más tarde se
incorporó a las filas de la inteligencia venezolana con
ayuda de la CIA, logró reunirse con Orlando Bosch, un
antiguo colega de la CIA a quien se le halló culpable en
EEUU de la explosión de un carguero con destino a Cuba, y lo
invitó a reunirse en Venezuela para organizar futuros
ataques contra la isla. Un ex empleado de la CIA
familiarizado con el ataque de Cubana identifica a Posada y
a Bosch como los únicos sospechosos del atentado, el cual
Bosch califica como "un legítimo acto de guerra". Bosch,
considerado el autor intelectual del ataque a la aerolínea,
ha sido responsable de otros treinta actos terroristas,
según el FBI. Se le otorgó perdón presidencial en 1989 al
comenzar el mandato de Bush I, tras fuerte presión por parte
de Jeb Bush y otros dirigentes cubano estadunidenses del sur
de Florida, ignorando al Departamento de Justicia, el cual
había concluido que dicha decisión "ciertamente resulta en
perjuicio del interés público de EEUU al otorgar asilo a
Bosch, [dado que] la seguridad de esta nación se ve afectada
en su capacidad de instar otras naciones a que nieguen
recursos y albergue a terroristas".
Hostilidad económica
Las propuestas por parte de Cuba de cooperar y compartir
información para prevenir ataques terroristas han sido
rechazadas por Washington, aunque algunas ocasionaron
reacciones. "Oficiales del FBI fueron a Cuba en 1998 a
reunirse con sus homónimos cubanos, quienes entregaron [al
FBI] expedientes de lo que consideraban una red de
terroristas con base en Miami: la información había sido en
parte reunida por cubanos que infiltraron grupos de
exiliados". Tres meses después, el FBI arrestó a los cubanos
que habían infiltrado el grupo terrorista en EEUU. Cinco de
ellos recibieron largas sentencias en prisión.
El pretexto de la seguridad nacional perdió toda traza de
credibilidad después del colapso de la Unión Soviética en
1991, pero no fue sino hasta 1998 que las agencias
estadunidenses anunciaron formalmente que Cuba no constituía
una amenaza para la seguridad de su país. Sin embargo la
administración de Clinton insistió en que la capacidad
militar de Cuba fuera minimizada hasta el punto de ser
"insignificante," aunque no tenía forzosamente que
desaparecer. A pesar de tal clasificación, la evaluación de
los servicios de inteligencia eliminó el peligro
identificado por el entonces embajador mexicano, que rechazó
la intentona de JFK de organizar una acción colectiva en
contra de Cuba por la sencilla razón de que "si declaramos
públicamente que Cuba constituye amenaza contra nuestra
seguridad, cuarenta millones de mexicanos se van a morir de
la risa."
Sin embargo, debemos admitir que los misiles en Cuba eran un
riesgo. Los hermanos Kennedy expresaron en discusiones
privadas su preocupación por la presencia de misiles rusos
en la isla, que pudiera obstruir la invasión de EEUU en
Venezuela. Por tanto, lo de " Bahía de Cochinos fue una
buena idea", concluyó JFK.
El gobierno de Bush I reaccionó a la desaparición del
pretexto de la seguridad decretando un bloqueo mucho más
austero, presionado por Clinton, quien había aventajado a
Bush con la derecha en la campaña presidencial de 1992. La
hostilidad económica arreció en 1996, causando furor aún
entre los más fieles aliados de EEUU. El bloqueo fue también
objeto de abundantes críticas internas ya que afectaba
exportaciones e inversiones estadunidenses, únicas víctimas
del bloqueo, ya que según la opinión pública, a los cubanos
no les afecta. Las investigaciones efectuadas por
especialistas estadunidenses contradicen lo anterior. En un
detallado estudio elaborado por la American Association for
World Health (AAWH) se determina que el bloqueo ha acarreado
severas consecuencias para la salud y que solo debido al
óptimo sistema de salud pública de Cuba se ha podido evitar
una "catástrofe humanitaria"; esto, prácticamente, jamás se
menciona en EEUU.
El bloqueo ha obstruido incluso alimentos y medicinas. En
1999 la administración de Clinton eliminó dichas sanciones a
todos los países de la lista oficial de "naciones
terroristas" menos a Cuba, merecedora de un singular
castigo. Cabe mencionar que Cuba no es la única en su caso;
después de que un huracán devastara las Antillas en agosto
de 1980, el presidente Carter rechazó ofrecer auxilio a
menos que se excluyera a la isla de Granada, como castigo a
ciertas iniciativas no especificadas que llevara a cabo el
gobierno reformista de Maurice Bishop. Cuando los países
afectados rechazaron la exclusión de Granada, ya que no
habían entendido el alcance real de la amenaza del mayor
productor mundial de nuez moscada, Carter bloqueó la ayuda.
Después de que otro huracán, golpeara de manera similar a
Nicaragua en octubre de 1988, ocasionando hambruna y graves
daños ecológicos, los gobernantes de Washington en turno
vieron que su campaña terrorista pudiera beneficiarse del
desastre negando ayuda incluso a países en la costa
atlántica vinculados a EEUU y con clara animosidad en contra
de los sandinistas. E hicieron lo mismo cuando, en
septiembre de 1992, una marejada arrasó aldeas pesqueras
nicaragüenses dejando cientos de muertos y desaparecidos. En
esa ocasión se ofreció ayuda, pero, escondido entre los
detalles, se hallaba el hecho de que aparte de un espléndido
donativo de veinticinco mil dólares, el monto se deduciría
de fondos de asistencia previamente establecidos. Aún así,
se garantizó al congreso que la miserable ayuda no afectaría
la suspensión de más de cien millones de dólares en ayudas
al gobierno nicaragüense apoyado por EEUU, ya que éste aún
no había logrado demostrar un nivel satisfactorio de
sometimiento.
La hostilidad económica de EEUU contra Cuba ha sido
condenada enérgicamente en la gran mayoría de los foros
internacionales de importancia, siendo aún declarada ilegal
por la Comisión Judicial de la normalmente sumisa
Organización de Estados Americanos (OEA). La Unión Europea
instó a la Organización Mundial de Comercio a que impugnara
el bloqueo. La respuesta del gobierno de Clinton fue que
"Europa ha desafiado 'tres décadas de política entre Cuba y
EEUU que data desde el gobierno de Kennedy, e intenta forzar
un cambio de gobierno en La Habana". Dicho gobierno asimismo
declaró que la OMC no tiene capacidad de injerencia sobre
los asuntos de seguridad nacional ni puede obligar a los
EEUU a cambiar sus leyes. Washington entonces se retiró de
las discusiones, dejando el asunto en un punto muerto.
Un auténtico desafío
Los motivos detrás de los ataques terroristas y del ilegal
bloqueo económico a Cuba se encuentran delineados en el
historial interno, y a nadie le debería sorprender descubrir
que encajan en un patrón similar, por ejemplo, al de
Guatemala unos años antes.
Desde el punto de vista cronológico resulta claro que el
temor de un ataque ruso no pudo ser un factor decisivo. Los
planes para forzar un cambio de régimen habían sido
formulados e implementados mucho antes de que hubiera una
conexión relevante con Rusia y, tras la retirada de ésta, el
castigo se intensificó. Es cierto que la amenaza rusa sí
llegó a existir, pero fue consecuencia, y no motivo, del
terrorismo y la agresión económica por parte de EEUU.
En julio de 1961 la CIA anunció que "la amplia influencia
del 'castrismo' no es una función del poderío cubano... la
sombra de Castro se extiende debido a que las condiciones
sociales y económicas a lo largo de Latinoamérica incitan a
combatir la autoridad dominante e instigan a la rebelión con
fines de cambio radical", para lo cual la Cuba de Castro
marca la pauta. Anteriormente, Arthur Schlessinger había
entregado su informe de la Misión Latinoamericana al
presidente electo Kennedy, donde le advertía acerca de la
susceptibilidad de los latinoamericanos a la "idea de Castro
de ocuparse uno mismo de sus asuntos". El informe identificó
cierta conexión con el Kremlin: la Unión Soviética "ronda
entre bastidores, suministrando cuantiosos préstamos para
infraestructura y presentándose como modelo para lograr
modernizarse en una sola generación". El peligro de la "idea
de Castro" es particularmente grave, según Schlessinger,
cuando "la distribución de tierras y otros bienes del
patrimonio nacional favorecen a las clases acaudaladas" y
"los pobres y los marginados, movidos por el ejemplo de la
revolución cubana, exigen entonces oportunidades para llevar
una vida digna". Kennedy temía que el apoyo de Rusia pudiera
presentar a Cuba como un "modelo" de desarrollo, dando a los
soviéticos ventaja a lo largo y ancho de Latinoamérica. A
principios de 1964, el Consejo de Planificación Política del
Departamento de Estado extendió también estas
preocupaciones: "el principal peligro que Castro representa
radica... en el impacto que la sencilla existencia de su
régimen ha tenido sobre los movimientos de izquierda en los
países latinoamericanos... La simple realidad es que Castro
representa un auténtico desafío a los EEUU, una
contradicción a nuestra política en el hemisferio por más de
un siglo y medio". En pocas palabras, escribe Thomas
Patterson, "Cuba, ya sea en realidad, o simbólicamente,
desafió la hegemonía estadunidense en Latinoamérica". El
terrorismo internacional, y la hostilidad económica con
fines de forzar un cambio de régimen, se justifican, no por
lo que Cuba hace, sino por su "mera existencia", su
"auténtico desafío" ante el legítimo dueño del hemisferio.
Tal desafío pudiese justificar acciones aún más violentas
como en Serbia, tal y como fue reconocido, o como también se
ha visto en Irak cuando los pretextos se agotaron.
La indignación ante el desafío es común en la historia de
EEUU. Hace doscientos años, Thomas Jefferson recriminó
duramente a Francia por su "actitud desafiante" al retener a
Nueva Orleáns, la cual él codiciaba. Jefferson advirtió que
"el comportamiento de Francia [se encuentra] en un estado de
perpetua fricción con el nuestro; nosotros, más que amantes
de la paz y el afán de crecimiento, somos de nobles
ideales". El "desafío de Francia nos obliga a unir fuerzas
con la armada y la nación británica", advirtió Jefferson,
abandonando sus anteriores convicciones que reconocían la
crucial contribución de Francia durante la emancipación de
las colonias del dominio británico. Debido a la lucha de
liberación de Haití, aislada y ampliamente antagonizada, la
desafiante Francia pronto capituló, pero las directrices
permanecen vigentes distinguiendo entre amigos y enemigos.
(Nótese que el presente pasaje, páginas 80-90, está
profusamente anotado en Hegemony or survival. La discusión
de Chomsky respecto a la crisis de los misiles cubanos en sí
se puede encontrar en otra parte, en el mismo capítulo del
libro.)
Aparte de Hegemony or survival, America's quest for global
dominance (The American Empire Project, Metropolitan Books),
Noam Chomsky es autor de numerosos libros de lingüística y
política exterior estadounidense.
Reimpreso con el permiso de Metropolitan Books, una imprenta
de Henry Holt and Company, LLC.
- Título original: Cuba in the cross-hairs, a near half
century of terror
- Autor: Noam Chomsky
- Origen: TomDispatch.com
- Traducido por Miguel Alvarado y revisado por Ricard Boscar
- Autor: Noam Chomsky
- Origen: TomDispatch.com
- Traducido por Miguel Alvarado y revisado por Ricard Boscar
https://www.alainet.org/es/active/5771
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