Argentinos piden inversión social
15/10/1999
- Opinión
El triunfo de la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación en
las elecciones presidenciales del 24 de octubre demostró que la
ciudadanía argentina quiere un cambio importante en materia política y
social luego de diez años de gobierno de Carlos Menem. Los argentinos
durante buena parte de la década del 90 apoyaron la política neoliberal
aplicada por Menem, pero una vez lograda la estabilidad económica, vieron
necesario pensar en políticas económicas y sociales que permitieran
bajar la tasa de desempleo, ubicada en casi 15%, y terminar con la
corrupción administrativa que hizo que en pocos años figurara entre los
veinte países más corruptos del mundo.
Fernando De la Rúa, el presidente electo, y Carlos Alvarez, el nuevo
vicepresidente, deberán satisfacer las exigencias de una sociedad cuya
conciencia ciudadana ha crecido notablemente en estos 16 años de
democracia ininterrumpida. Esta conciencia se ve en los resultados de
las elecciones. Si bien en las elecciones para gobernadores celebradas
en los últimos meses, el Partido Justicialista se alzaba con la
preferencia de los votantes, en las elecciones para presidente el mismo
electorado dio su voto a la Alianza, con una mayoría en 20 de las 24
provincias.
La Alianza vino ascendiendo en las preferencias del electorado desde su
nacimiento en 1997, cuando la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente para
un País Solidario (FREPASO), decidieron aunar fuerzas para enfrentar al
peronismo y lo lograron en las elecciones para diputados nacionales
celebradas en octubre de ese año. Las políticas moderadas, con un tinte
de centroizquierda, planteadas por la Alianza hicieron frente al excesivo
neoliberalismo de Menem y su entorno, que prácticamente dejó a los
argentinos sin Estado y a merced de una gran concentración de la economía
en manos de corporaciones extranjeras, servicios públicos privatizados y
monopólicos, y una banca internacional ávida por cobrar puntualmente los
servicios de una voluminosa deuda externa, que durante la gestión
menemista se duplicó, llegando a algo más de 120 mil millones de dólares.
Además de plantear austeridad en el gobierno, preocupación social y lucha
contra la corrupción, la Alianza presentó a un candidato de reconocida
trayectoria, quien comenzó su carrera política como senador en 1973 y
continuó ocupando cargos políticos de importancia con el retorno a la
democracia en 1983. En 1996 fue elegido jefe de gobierno de la nueva
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En menos de tres años de gestión, Fernando De la Rúa (UCR) supo dar un
giro de 180 grados en la política de gobierno de la ciudad, cortando
gastos superfluos, generando un superavit real en su gestión y saneando
las cuentas del Banco de la Ciudad de Buenos Aires, al cual el gobierno
de los intendentes peronistas lo había puesto al borde de la quiebra. Su
gestión también se caracterizó por alentar la participación ciudadana en
la discusión de las políticas de gobierno a través de los foros
ciudadanos y por implementar una política cultural de museos, teatros y
cines de puertas abiertas.
La Alianza tiene ante sí un panorama dificultoso. Además del alto
desempleo y la baja productividad que se registra en el país, existe un
déficit fiscal importante en las cuentas públicas que augura una posible
falta de confianza hacia el país por parte de los inversores
internacionales. Será necesario también que el nuevo gobierno corte de
entrada con cualquier acto de corrupción administrativa y que la
preocupación social se traduzca en medidas concretas a favor de los que
menos tienen, que en este momento suman entre 10 y 12 millones de
personas con necesidades básicas insatisfechas. Como no habrá demasiadas
posibilidades de aumentar el gasto público, será necesario reorientar
partidas, terminar con gastos superfluos y ajustar los presupuestos. Una
tarea poco habitual, luego de una década de gobierno peronista en la cual
la ostentación y el lujo con el cual se rodearon los funcionarios
públicos se mostró con total orgullo y desparpajo.
La lucha dentro del peronismo
Para el electorado era claro que Carlos Menem no apoyaba la candidatura
del gobernador Eduardo Duhalde a la presidencia de la república. Menem,
quien soñó en un momento con la re-reelección, no ocultó en ningún
momento durante la campaña presidencial de Duhalde que aspiraba a
regresar a la política como candidato presidencial en el 2003. Por ello,
combatió en todo momento las posibilidades de Duhalde, quien tampoco tuvo
el perfil que el electorado deseaba para ocupar el cargo presidencial.
Además, pesaron contra Duhalde sus ocho años de gobierno en la provincia
de Buenos Aires, la más poblada del país, donde los índices de desempleo
son más altos que en el nivel nacional y el deterioro de la salud
pública, de la educación y de la seguridad en las calles son más que
evidentes. Menem llegó a decir que en el 2003 "resucitaré como el ave
fénix".
Pero Menem, que termina su gobierno con sólo un 28% de imagen positiva,
no se encontrará con un panorama fácil en el 2003. Son varios los
gobernadores justicialistas que ya se consideran presidenciables. El
pueblo, en general, se ha mostrado con deseos de dejar atrás la etapa
menemista y los grupos económicos que más influyen en el país, y con los
que Menem supo construir una buena relación, parecieron no inmutarse
ante el cambio de gobierno y hasta preferirlo. Quizá sean los mismos
justicialistas los que hagan cumplir el slogan "¡Chau, Menem!" que
repitieron los jóvenes de la Alianza en sus pintadas durante la campaña
electoral.
La derecha, unida; la izquierda, dividida
El triunfo de la Alianza en nivel nacional no pudo contar con un festejo
completo. La Alianza perdió su carrera por la gobernación de la provincia
de Buenos Aires si bien ganó allí el 70% de las intendencias. La gran
derrotada fue la diputada Graciela Fernández Meijide, del FREPASO, que si
bien le ganó al Partido Justicialista de manera ajustada, perdió por una
alianza implícita que realizó el justicialista Carlos Ruckauf, actual
vicepresidente de la nación y candidato a gobernador provincial, con el
ex ministro de Economía Domingo Cavallo, quien fue candidato a la
presidencia por el partido Acción por la República.
En el último tramo de la campaña, Graciela Fernández Meijide debió
soportar estoicamente las acusaciones de Ruckauf quien la trató de "atea,
anticristiana y abortista". Si bien Ruckauf fue llamado al orden por su
propio partido, su discurso derechista contó con el aval de varios
obispos católicos.
En cuanto a la izquierda, el Partido Socialista es miembro del FREPASO,
por lo cual varios diputados nacionales, provinciales y concejales
electos pertenecen a sus filas. También fueron electos en cargos
provinciales o municipales varios ex miembros del antiguo Partido
Comunista, que ahora militan en el FREPASO. El resto de la izquierda
argentina se presentó dividida en seis partidos políticos con sus
respectivos candidatos presidenciales, que juntos no alcanzaron el 3% de
los votos. Dos de estos partidos de izquierda llevaban mujeres como
candidatas a presidente. Patricia Walsh, de Izquierda Unida, y Lía
Méndez, del Partido Humanista, encabezaron las listas de izquierda más
votadas.
Sin el apoyo de la gobernación de la importante provincia de Buenos
Aires, la Alianza deberá afianzar sus virtudes en la negociación. El
nuevo gobierno tendrá la primera minoría en la Cámara de Diputados de la
Nación y la minoría en el Senado Nacional. A todas las exigencias antes
mencionadas, habrá que agregar la de trabajar por cuatro años de
convivencia política para lograr los cambios que la ciudadanía está
esperando. La firmeza en el liderazgo de las negociaciones que se
avecinan será, seguramente, una de las claves del futuro gobierno de la
Alianza.
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