Honduras y Cuba
07/04/2004
- Opinión
El presidente de Honduras Ricardo Maduro cedió a las exigencias de
Aznar y Bush II para actuar como marioneta anticubana en Ginebra. La
nueva se informó en Washington, no en Tegucigalpa, y para dar mayor
verosimilitud al sainete el texto hondureño es simplemente una
traducción de la versión en inglés entregada por el Departamento de
Estado a un selecto grupo de países. Pese a sus febriles trajines
ante las cancillerías latinoamericanas, Collin Powell no pudo
encontrar un emisario más presentable del delirio anticubano de su
jefe. Honduras es paradójica. Espejo anticipado de lo que sería una
América Latina devorada por el ALCA, figura entre los últimos lugares
de desarrollo humano en una región ya depauperada en extremo por el
saqueo imperialista. Los datos muestran un país sumido en la miseria,
el hambre, la insalubridad, el sida galopante, la violencia, el
abandono de la educación, la corrupción, los asesinatos de
campesinos, indígenas y ambientalistas, de homosexuales y de miles
de niños y jóvenes pobres. Eso sí, las transnacionales están
encantadas con el gobierno de Maduro por su claro y moderno concepto
de la libertad empresarial. La elección de este paraíso terrenal para
aleccionar a Cuba en derechos humanos es toda una metáfora del modelo
democrático con que Washington pretende obsequiar a nuestra América.
Pero hay otra Honduras. La que parió a Francisco Morazán, fundador en
1814 de la Unión Centroamericana, una de las primeras y más audaces
experiencias concretas de integración regional, cuyo solo recuerdo
provoca fobia en Londres y Washington. La de irreductibles indios,
afrohondureños y mestizos solidarios con la lucha de los pueblos
hermanos; la de los expoliados trabajadores de las bananeras y las
minas; la generosa productora de poetas y novelistas; la de recios
luchadores contra la globalización neoliberal como el líder campesino
Rafael Alegría. La que ha acogido afectuosamente a los médicos
cubanos en zonas donde anteriormente no hubo ninguno. La que tiene a
más de 800 de sus hijos estudiando carreras universitarias en Cuba.
La que ahora rechaza la actitud servil del presidente Maduro en la
voz de sus organizaciones populares, como la de Berta Oliva
coordinadora del Comité de Detenidos y Desaparecidos -sí, detenidos y
desaparecidos en esta Arcadia de los derechos humanos- o la de la
dirigente feminista Gladys Lanza, quienes denunciarán en Ginebra la
ausencia de moral del gobierno hondureño para acusar a Cuba. Un
presidente discretamente patriótico -dijo Lanza- no sometería a un
pueblo a la vergüenza internacional de la burla y el desprecio. Y es
que a Maduro le están lloviendo censuras desde su propio partido,
desde la oposición y desde los más diversos sectores. Del cardenal
Oscar Andrés Rodríguez mereció un gráfico comentario: "Tengo que
decir que esto me ha dolido mucho(...) ocurre cuando las potencias le
doblan el brazo a los países pequeños(...) dejemos de hacer de los
derechos humanos un instrumento político para hacer uno de auténtica
solidaridad con el ser humano". Y remataba: "En Honduras se violan
los derechos humanos porque hay comunidades en pleno siglo XXI donde
no hay luz, agua, vías de comunicación y hay una pobreza extrema".
En Cuba no sólo no hay niños sin escuelas ni pacientes sin atención
médica sino que sus sistemas de educación y salud públicas son
reconocidos entre los mejores del mundo por su extensión y calidad.
Con 11 millones de habitantes en este curso ingresaron 300 000
alumnos en las universidades. La revolución puso fin a las matanzas
de obreros, campesinos y estudiantes, a las ejecuciones
extrajudiciales y a la tortura de detenidos. Aunque la delincuencia
es incomparablemente menor que en la mayoría de los países, se
perfeccionan los mecanismos para prevenirla y se trabaja por hacer de
las cárceles escuelas y derribar sus muros. Se ha establecido el
pleno empleo y se proporciona un salario por estudiar a cientos de
miles de obreros y jóvenes. Sus dirigentes viven con austeridad,
entregados al trabajo y atentos al sentir del pueblo.
Un ejemplo ético de esta magnitud provoca la urticaria de los
fascistas de la Casa Blanca. Como ver puestos bajo control a sus
agentes en la isla. Les urge usar el foro de Ginebra como preludio de
una nueva arremetida contra Cuba. No parecen bastarles el repudio
internacional que ya concitan y la soberana paliza que reciben en
Irak.
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