Matizando a Obama

08/11/2012
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Mientras el partido demócrata celebraba el triunfo de su candidato, en Yemen los usuarios de twitter no dejaban de hablar de un evento también relacionado con el gobierno estadounidense. Todos los indicios apuntaban a que un drone (vehículo aéreo no tripulado) había matado a 3 personas en aquel país. En lo que va del año, Yemen ha sufrido, al menos, 37 ataques con drones estadounidenses.
 
La política exterior del Premio Nobel de la Paz 2009, Barack Obama, pasa por el incremento de la utilización de estos aviones no tripulados que permiten asesinar a supuestos terroristas y civiles, jugando con un joystick desde, por ejemplo, una base militar en Virginia.
 
En Pakistán, uno de los países más devastados por esta “confidencial” forma de ataque, ya se han aniquilado entre 474 y 884 civiles, incluyendo 176 niños, desde 2004. El gobierno de los Estados Unidos, encarnado en la figura de Obama, aduce que la política de los drones es “secreta”, socavando así el derecho de los norteamericanos a la información. Aún sin conocimiento expreso de esta carnicería, los norteamericanos siguen financiándola mediante sus impuestos.
 
Una acción más de la política del terror que lidera el premio Nobel radica en el continuado funcionamiento del campo de concentración de Guantánamo, lugar que el señor Obama aseveró que cerraría. En Guantánamo yacen 170 prisioneros que no poseen derecho a juicio y que pueden estar privados de su libertad indefinidamente, algo así como lo que le sucede al soldado que filtró los miles de documentos de WikiLeaks, y que lleva encarcelado casi 900 días sin haber sido sometido a juicio.
 
La misma cruenta dinámica inhumana se extiende a otros territorios. Recordando algunos de los discursos del Nobel de la paz, Afganistán debería ser un territorio libre de operaciones de combate estadounidenses. Actualmente la guerra de Afganistán no ha acabado, unos 68 mil soldados estadounidenses continúan asolando aquel país, además de los miles de mercenarios extranjeros que este gobierno tiene a su cargo.
 
En términos de administración doméstica, durante la legislatura de Obama, se han hecho algunas cosillas, y digamos que no muy bien hechas. Su gran caballito de batalla es la reforma sanitaria, un sistema de salud que pronto cubriría a un 25% de la población que no tiene seguro, pero que en lugar de ofrecer la atención a través de un sistema de sanidad público, otorgaría cheques para que con ellos los pacientes sean atendidos en centros privados. Una política que ayudará a llenar aún más los bolsillos de quienes comercian con la salud.
 
“Yo creo que un mercado libre es una de las mayores fuerzas para el progreso en la historia de la humanidad, y que el verdadero impulsor de la creación de empleos en este país es el sector privado y no el gobierno”, decía Obama hace un par de semanas. Y aunque esta frase esté sacada de contexto, ahí podremos hallar un importante rasgo de la administración Obama: un Estado vivo pero débil, frente a un mercado imperante.
 
En 2009 se aprobó la permisiva ley de supervisión financiera llamada Dodd-Frank, una ley para contentar a todos, a los ciudadanos que piensan que están protegidos, y a los bancos que saben que es fácil sacarle la vuelta. No había que ponérselo complicado a esas generosas firmas de Wall Street que invirtieron más de 40 millones de dólares en la campaña de Obama de 2008.
 
En una reiterada línea de medias tintas nos encontramos con que, aunque Obama ha alardeado durante estos meses de la recuperación de 5 millones de puestos de trabajo, la fría realidad es que, en 4 años de gobierno, la recuperación neta supera tímidamente el millón de puestos de trabajo de una población activa de 155 millones de personas. De hecho, las mejoras son tan irrisorias, que existe un remanente de 9 millones de empleos si quisiéramos alcanzar los niveles anteriores a la crisis. Recrudeciendo más el panorama, recientes estudios explican que los nuevos empleos conseguidos estarían ahondando la brecha entre ricos y pobres, pues comportarían unos salarios inferiores a los previamente existentes.
 
 La política exterior que el señor Obama dirige no deja de ser la de siempre, la opresiva, la del Imperio. Las desigualdades sociales en Estados Unidos han aumentado, e incluso lo han hecho con los demócratas controlando la mayor parte del aparato gubernamental. Entonces, que no nos sorprenda que en unos meses el gobierno de Obama aplique recortes al mayor programa antipobreza de EE.UU, la Seguridad Social. El primer presidente negro de EE.UU. ha obviado durante toda su campaña hablar de él y apoyarlo.
 
 
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