Ética y vericuetos del poder
18/11/2012
- Opinión
Un largo debate parecía dar una clara fotografía del resultado a quienes lo siguieron. Mas allá del fujimorismo, casi solitario, impulsando la acusación montada contra mí, los oradores de diversas bancadas habían mostrado su indubitable rechazo a la maniobra montada. Esto era tan evidente que el diario Perú 21, que cerró su edición antes de la votación, tituló su información al día siguiente “Gana Perú y aliados blindan a Diez Canseco”. La fundamentación hecha para desvirtuar la pretendida acusación había sido clara y contundente para quien tuviese dudas.
Ocho oradores del PNP, todos los que hablaron del nacionalismo, intervinieron contra la acusación. Además el dictamen exculpatorio estaba firmado y sustentado por dos integrantes de esa bancada. Otros congresistas, desde las antípodas políticas, expresaron esa misma convicción. Con lucidez y sólida argumentación legal intervinieron Javier Bedoya del PPC, así como Eguren de las mismas filas, y Heriberto Benítez de Solidaridad Nacional. Carmen Omonte de Perú Posible fue igualmente concreta y contundente en que no había violación alguna al Código de Ética ni acción pasible de sanción. Así, los observadores desde fuera del hemiciclo suponían que el fujimorismo y sus pocos aliados se quedarían solos.
Pero era otra la dinámica al interior del hemiciclo y en los pasillos aledaños. A mitad del debate llegó la ministra Ana Jara, cuya asistencia al pleno es de por sí extraordinaria. Las llamadas a los celulares de los parlamentarios nacionalistas se multiplicaban. Las presiones venían de la cúpula, es decir de Palacio o en su nombre. Pero nadie usó la palabra para fundamentar el giro que esas llamadas y presiones buscaban darle al discurso nacionalista en el debate. La cúpula tenía la decisión de escarmentar a quienes discrepamos y mantuvimos las propuestas políticas del 2011, y este era el momento. Ello implicaba una alianza con el fujimorismo que encontraba aquí la oportunidad de castigar a quien lideró la investigación de los delitos económicos y financieros del gobierno de Fujimori y denunció muchos de sus crímenes de lesa humanidad. La cúpula nacionalista había decidido operar conjuntamente con el fujimorismo, más allá de que las alianzas para la segunda vuelta fueron precisamente para cerrarle el paso a la restauración del régimen de corrupción y violación de DD.HH. que lideraron Fujimori y Montesinos.
Para sellar esta decisión, llegó al hemiciclo nada menos que la Presidenta en funciones, Marisol Espinoza, pocos segundos antes del voto. (Luego explicitaría que cumplía una decisión de partido). Y la votación dejó una nueva foto politica. El voto conjunto del fujimorismo y 21 votos del PNP terminaron imponiendo una decisión insostenible jurídica y éticamente. Los acompañó el presidente de la Comisión de Ética que había votado, semanas antes, por declarar infundada la acusación y en contra de la sanción de suspensión de 90 días propuesta.
En realidad este resultado reflejaba una decisión adoptada días atrás. El sábado 10 los parlamentarios nacionalistas fueron convocados a Palacio de Gobierno, circunstancia en la que los anfitriones habrían comentado ¿“si no blindamos a los nuestros porqué vamos a blindar a los tránsfugas”? Se abría paso la idea de usar la Comisión de Ética como un mecanismo de revancha política o de sanción por las diferencias que expresamos quienes pensamos con cabeza propia y nos apartamos de la bancada ante el incumplimiento de los compromisos programáticos y electorales hechos el 2011. Se presionó para que los dos representantes del PNP en la Comisión de Ética retiren el dictamen exculpatorio que firmaron, pero estos no lo hicieron. Había resistencia a la arbitrariedad.
De allí que el jueves pasado exigí se debatan los temas de ética, programados en la agenda, a los que se pretendía seguir dándoles largas. ¿Para que la cúpula pueda ordenar mejor sus filas, mientras el manoseo mediático continuaba?
El debate mostró, mas allá de la grita desaforada del fujimorismo, que hubo parlamentarios que actuaron con criterio ético y no político partidario. Desde las antípodas políticas y desde partidos con diferencias políticas se expresó y emitió votos con firme criterio ético, lo que evidencia que es posible respetar la ética a pesar de las diferencias y que estas no deben instrumentalizar la ética en función de sus intereses. Es una nueva foto política y, a su sombra, se me pretende volver a abrir proceso por las contradictorias imputaciones de haber engañado a otro parlamentario para que firme un documento que no es mío. Las batallas seguirán y mi lealtad con quienes votaron por el cambio también.
Diario La República, 19 de noviembre de 2012
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