Renuncia o destitución
25/04/2004
- Opinión
En las primeras semanas de abril, el escenario político
ecuatoriano nuevamente se vio agitado con el tema de la salida
del presidente coronel Lucio Gutiérrez, cuya gestión es
cuestionada a diestra y siniestra. Cuando parecía que la
situación se tornaba inminente, las élites políticas optaron
por bajar el tono y acordar una tregua, aduciendo la próxima
realización del concurso de Miss Universo y de la Asamblea
General de la Organización de Estados Americanos (OEA), que
tendrán lugar en Quito el próximo mes de junio.
"Lo mejor sería que el Presidente renuncie para dar paso a la
sucesión constitucional, sino el Parlamento tendrá que actuar
para destituirlo". Palabras, palabras menos, es lo que
diferentes sectores políticos y sociales han sostenido en los
últimos días, subrayando que el mandatario se ha mostrado
incapaz para gobernar.
El pedido de renuncia surgió inicialmente de las filas de
Pachakutik, tras su salida del gobierno -en el cual participó
hasta agosto de 2003 en tanto miembro de la alianza electoral
que catapultó a Gutiérrez a la presidencia-, por la "traición"
del mandatario a las promesas de campaña. En noviembre, ese
planteamiento adquirió una inusitada resonancia a raíz de las
denuncias de aportes del narcotráfico a la campaña electoral
del actual mandatario. Pero, entonces, apareció la mano
salvadora del derechista Partido Social Cristiano (PSC) para
sostenerle cuando estaba al borde del abismo.
El PSC, liderado por el ex-presidente León Febres Cordero -a
quien se le califica como el "dueño del país"-, en los últimos
años ha demostrado que puede mandar sin ser gobierno,
arrinconando a los mandatarios de turno, habida cuenta que ha
logrado sostenerse como fuerza electoral indiscutible en la
ciudad de Guayaquil -la más populosa del país y principal
centro económico-, lo cual, a su vez, le ha permitido
mantenerse como la principal fuerza parlamenataria y articular
un significativo control sobre el sistema judicial. De ahí
que se ha tornado común que en el país se hable de la
"politización de la justicia" y de la "judicialización de la
política".
Para el coronel presidente, que una vez electo reveló que no
tenía ideología alguna, caer en manos del PSC parecería que no
pasaba de ser una jugada más para simplemente completar su
periodo de gobierno. Tan es así que cuando se le pregunta
sobre su manejo de alianzas -ruptura con Pachakutik de por
medio-, como respuesta de cajón acude a la canción que dice:
"si una vela se te apaga, otra se vuelve a prender". Y es
aquí que aparece un error de cálculo: al PSC le gusta mandar
sin sombra alguna.
Ganando tiempo
Abril comenzó mal para Gutiérrez. Al descontento y protestas
sociales que se habían extendido de los hospitales a las
cárceles, pasando por otros estamentos sociales, el día 6 se
añadió la decisión del Tribunal Supremo Electoral de acoger el
pedido de la Izquierda Democrática (ID) para que se reabran
sus cuentas de la campaña electoral, pues no habrían
registrado la supuesta contribución de materiales de
propaganda por parte del Partido del Trabajo de México, lo
cual constituye delito electoral. Pero quien se encargó de
ponerle la situación más dramática fue el ex-presidente Febres
Cordero al señalar, en declaraciones de prensa, que su partido
podría no respaldar la institucionalidad o la estabilidad del
Régimen, si éste no pone freno a la corrupción en las
entidades estatales como en la telefónica Pacifictel. Para
días después arremeter contra el controvertido Ministro de
Energía, coronel (r) Carlos Arboleda.
Con este inesperado pronunciamiento el líder del PSC no solo
apuntó a establecer públicamente distancias con el gobierno -
con miras a las próximas elecciones seccionales de octubre-,
sino también a presionarle en un momento crítico para ganar
puntos en la gran disputa que tras bambalinas se libra en el
país en torno a los proyectos privatizadores del sector
eléctrico, telefónico y petrolero. A renglón seguido, la
administración de Pacifictel dispuso la suspensión de tres
contratos cuestionados y Gutiérrez, la separación de Arboleda.
Sensiblemente aislado y debilitado en el escenario político,
el coronel Gutiérrez ha buscado, una vez más, reconfortarse
con el respaldo de las FF.AA. Pero según ha trascendido, en
los cuerpos castrenses habría malestar por la politización de
la Institución, el nombramiento en cargos públicos de
militares en servicio activo cercanos al entorno presidencial
y los bajos salarios. "El asunto es complejo, hay una
división de carácter político en las FF.AA. con militares
alineados al Gobierno y otros opositores", reveló el coronel
(r) Jorge Brito en declaraciones a El Comercio (25/04/04).
Para limar azperesas, tras dos reuniones con el Alto Mando y
unos 500 oficiales, el gobierno anunció la entrega de un bono
extra a los sueldos de militares y policías.
Ante los cuestionamientos a esta disposición, también anticipó
un reajuste salarial a los servidores públicos, cuyo alcance
no termina por definirse. Esta medida, claramente demagógica
y a contrapelo del manejo ortodoxo de la economía -lo cual
incluso generó un entredicho entre el Ministro de Trabajo,
Raúl Izurieta, y el poderoso Ministro de Economía, Mauricio
Pozo-, solo es entendible como expresión de la desesperación
que embarga a un mandatario que ha perdido ostensiblemente su
credibilidad: según la encuestadora Market, tan solo el 6.42%
cree en la palabra presidencial.
Con un Presidente cautivo, los grupos de poder parecen más
inclinados a sacar ventaja de sus presiones, sin por tanto
estar dispuestos a jugarse por la permanencia del actual
Presidente. Al contrario, cada quien prepara el escenario más
adecuado a sus conveniencias y tal la razón de ser de la
"tregua" anunciada. Las organizaciones populares y la
izquierda, por su parte, han señalado que tal tregua carece de
sentido y que mantendrán las movilizaciones hasta que se vaya
Lucio Gutiérrez. Queda por ver si estas acciones serán
unificadas (lo que no ha sucedido hasta el presente) y con la
contundencia que sus dirigencias anticipan.
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