Cuba y Martí en la integración de nuestra América

28/01/2013
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Cuba se apresta a recibir en Santiago de Chile, este 28 de enero, la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Esta designación y las enormes responsabilidades que entraña no podían recaer en mejores manos: por un lado, por la compleja coyuntura político-económica que vive nuestra región y el mundo, que plantea retos y desafíos a la nueva integración que solo pueden ser abordados desde un auténtico compromisonuestramericano; y por otro lado, por una feliz coincidencia que resulta auspiciosa, ya que la dirección de los empeños integracionistas de la CELAC se delega a Cuba precisamente el día del 160 aniversario del natalicio de José Martí.
 
Si la inclusión de Cuba en la CELAC y su designación en la primera troika –junto a Chile y Costa Rica- ya suponía el fin del aislamiento impuesto a la isla por el panamericanismo que sirve a los intereses de los Estados Unidos, el hecho de que Cuba esté ahora al frente de la Comunidad, y hasta el año 2014, constituye un pleno reconocimiento de su lugar en el conjunto de las naciones latinoamericanas y caribeñas. Más aún, en nuestra perspectiva, se trata de un acto de justicia a su más de medio siglo de lucha por la independencia, la autodeterminación y la posibilidad de ensayar rumbos alternativos, y por su persistente resistencia en ese Caribe que el intelectual dominicano Juan Bosch llamó, con acierto, la frontera imperial.
 
Para el futuro de la CELAC, el legado de José Martí –el que expuso en sus escritos y el que templó con su sangre y su propia vida- es un arsenal de ideas y lecciones políticas que no pierden vigencia y que, por ejemplo, en el ensayo Nuestra América de 1891, alcanza el punto culminante de sistematización de su pensamiento y sus experiencias. Allí escribió Martí: “Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca, los siglos perdidos. (…) Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí (…). El desdén del vecino formidable [los Estados Unidos], que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América”[1].
 
Y frente a ese desdén, que incuba los peores vicios humanos y desata los apetidos imperiales, creía Martí que no había otra alternativa sino la marcha unida de los pueblos latinoamericanos, “en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.
 
No dudamos que la diplomacia cubana nutrirá sus actuaciones del espíritu y el ideario martiano, porque en buena medida ya están presentes en los principios fundadores de la CELAC, que en laDeclaración de Caracas del 2011 se expresan en el reconocimiento de a diversidad cultural e identitaria de América Latina y el Caribe, en la reivindicación del “derecho a la existencia, preservación y convivencia de todas las culturas, razas y etnias que habitan en los países de la región, así como el carácter multicultural de nuestros pueblos, y plurinacional de algunos de nuestros países”, así como “el derecho que tiene cada nación de construir en paz y libremente su propio sistema político y económico”, y tambié “el respeto al Derecho Internacional, la solución pacífica de controversias, la prohibición del uso y de la amenaza del uso de la fuerza, el respeto a la autodeterminación, el respeto a la soberanía, el respeto a la integridad territorial, la no injerencia en los asuntos internos de cada país, la protección y promoción de todos los derechos humanos y de la democracia”.
 
Por lo pronto, y en el marco de la primera Cumbre de la CELAC y la Unión Europea en Santiago de Chile, el canciller Bruno Rodríguez ya dio muestras inequívocas de la dignidad y el talante de lo que será la gestión cubana al frente del organismo latinoamericano. En declaraciones a la cadena TeleSur, defendió la necesidad de construir “un mundo multipolar, que no deje espacios a las políticas unilaterales”; remarcó el hecho de que, en virtud de los procesos políticos de la última década, “no somos ya una colonia de los Estados Unidos”; y además, envió un mensaje a los países europeos que impulsan una alianza estratégica birregional: “si Europa mirara a América Latina y el Caribe como un socio igualitario sin aquellos dejos coloniales tiene una oportunidad de establecer una relación fuerte”.
 
Ojalá que esta actitud firme, digna, de búsqueda del equilibrio del mundo en las relaciones internacionales, y sobre todo, comprometida con el deber histórico de lograr la unidad de nuestra América, sea el signo distintivo del nuevo liderazgo de la CELAC.
 
REFERENCIA
 
[1] Martí, José (1891). “Nuestra América”, en Hart Dávalos, Armando (editor) (2000). José Martí y el equilibrio del mundo. México DF: Fondo de Cultura Económica. Pp. 210-211..
 
 
- Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
 
 
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