Un paramilitar invitado a la boda
La guerra en Colombia: entre la vieja ruta y el nuevo laboratorio
18/05/2004
- Opinión
A la memoria de Elsa y Mario, defensores de derechos humanos,
asesinados en Bogotá el 19 de mayo de 1997
La intención de este artículo, así como de su encabezamiento, es
marcar con inquietud y necesaria ironía, ante el sarcasmo y
crudeza del devenir, unos elementos de la coyuntura y del
conflicto estructural en Colombia, como también aspectos a tener
en cuenta en la política española en relación con la situación y
la tendencia en dicho país, máxime con la aparentemente "llana"
visita de Álvaro Uribe Vélez el 21 de mayo de 2004 a Madrid, y
su encuentro, más probable foto abordo y abrazo, con el nuevo
presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.
1.. Laboratorio y tanatorio
Es ya un lugar común señalar en literatura tanto de líneas
convencionales como de enfoques críticos, que en materia de
derechos humanos Colombia es un laboratorio. Recientes libros de
análisis o informes de organismos internacionales editados en
España en el 2004, aplican el término para explicar cómo se
cuecen recetas que parcial pero congruentemente se contrastan y
reafirman en otras experiencias y secuencias del orden mundial,
de creciente y cada vez más abierto dominio imperial, en el que
este país, Colombia, es privilegiado escenario de prueba.
Taller, literalmente, de francas empresas de guerra.
También ha sido usado e inducido paulatinamente desde el año
1999 el concepto y la metáfora del laboratorio para enmarcar un
proceso de ensayo de "paz" y sus respectivas rentas, proceso en
el que se compatibilizan a la fuerza dos objetivos supuestamente
contradictorios: la gestión del grueso de la cooperación
europea, de un lado, y del otro la pérdida real de espacios
alternativos para las reivindicaciones radicales sobre aplazadas
necesidades sociales, primordiales para la prevención y el
vencimiento de las violencias más descarnadas. En ese
laboratorio tienen lugar engranajes y voces de oficiosas mezclas
de paradigmas que han contribuido a la anulación exitosa de
bases de luchas populares, truncadas en gran medida por la
guerra sucia.
Haciendo vacío y silencio sobre la tramoya del genocidio, del
que han sido víctimas por ejemplo las organizaciones sindicales
y campesinas, con parte del instrumental de tal laboratorio se
suplantan duras bregas y búsquedas que venían produciéndose
desde décadas pasadas tras genuinos o superiores empoderamientos
populares. Así, el laboratorio se verifica fáctica y
simultáneamente en labor de una trama, de muy escogidas
contrapartes, y en trama para una labor política de aparente
mediación, que se define ante todo según los intereses de
corporaciones privadas, de la banca mundial, de centros de
gobiernos y elites de agencias internacionales y nacionales, que
se desgrana e implementa luego dentro de una franja asociativa
de órbitas y ganancias particulares que comprende algunas Ongs o
agrupaciones locales de diferente nivel, intermediarias y
receptoras de un discurso de pacificación, que administran
recursos y palabras de la llamada asistencia humanitaria y de la
alegada ayuda al desarrollo.
Frente a la enorme riqueza del país acumulada en muy pocas
manos, una primaria y obvia conclusión debe subrayarse: tal
"paz" elaborada como argumento en ese laboratorio, es viable
como apaciguamiento; que llega como solución de disuasión
dirigida a los disidentes del modelo y promesa de futuro sin los
cambios sustanciales o las reformas para las amplias
colectividades excluidas (casi 30 millones de colombian@s en la
pobreza: el 65% de la población).
En ese sentido, la apelación del "laboratorio" es también la
petición de "tiempos y compás de espera". Suele decirse entonces
que se precisa de márgenes de actuación y mecanismos de gracia
para que las instituciones obtengan resultados en el mediano y
largo plazo. Tal idea se solapa con la "seguridad democrática"
planteada en el proyecto totalitario de Uribe Vélez, pues ha
acompañado tanto el aprovisionamiento mediático como la
instrucción "civil-ciudadana" de sectores hoy sumisos, que bajo
la obediencia y la colaboración a la autoridad funcionarían
sobreviviendo todavía más dóciles en medio del conflicto,
mientras éste se desactiva en sus expresiones militares y
políticas rebeldes, sin que puedan como bloques contestatarios
interferir con posibilidades la acción del gran capital, que
instala sus resortes en regiones inmensamente ricas como el
Magdalena Medio, el sur de Bolívar y el Oriente de Antioquia,
tres vastas e importantes zonas del centro geográfico y
productivo colombiano, donde el "laboratorio de paz" que apoya
la Unión Europea ha marchado acompasado con los dividendos del
terror.
Debe repasarse que desde el 2000 la connivencia se produce sin
impugnaciones, mientras no cesa el control militar-paramilitar y
la concatenación de operaciones contrainsurgentes de aliento
estratégico descargadas contra la población civil más arruinada,
propias del tan mentado Plan Colombia, programa actualmente
rediseñado para una etapa feroz por determinar, según los
dictados y cálculos que se trazan en Washington y Bogotá, dos
patas de un trípode que se ha movido con las explosiones de los
ataques criminales en Madrid el 11 de marzo.
2.. Trípode para fotos y armas
El otro pie de ese trípode se bifurca nominalmente en La Moncloa
y en Bruselas. Es el soporte liberal de la amenazadora
"legitimidad" eventual. Y si fallara el socio europeo, su no
alineamiento puede sacudir el repertorio político-legal, hacer
tambalear el armazón mediático e ideológico que se prepara para
una mayor y más costosa aventura guerrerista, a la cual no va a
renunciar el dúo Bush (o sucesor) – Uribe y sus nóminas.
Pensando en la declarada decencia política de Rodríguez
Zapatero, existirían razones para a-guardar la esperanza,
ingenua acaso, que el "comando Madrid", regido antes por Aznar
para este propósito de guerras lucrativas, esté interceptado. No
obstante, sus explosivas cargas fueron dejadas ya en el tren del
conflicto colombiano.
Está por verse muy pronto el registro que el gobierno de
Rodríguez Zapatero tendrá al respecto. Si se hace guardián en
Colombia del legado de agresión, ocupación e intervensionismo
que su antecesor estimuló; si es heredero del liderazgo pérfido
henchido de doblez en la combinación de un emplazamiento de
fondo bélico al tiempo que promueve la "cooperación" paliativa y
perversamente interesada a través de la Unión Europea, o si es
reconducida en conjunto con ésta una facilitación transparente,
para futuros pasos y condiciones básicas hacia la solución de un
hondo conflicto social, político y armado, mediante una
negociación concertada y fundada en reformas para la justicia
social.
Ciertamente, por su peso actual y potencial, lo que haga o deje
de hacer este nuevo gobierno del PSOE ante el conflicto
colombiano tendrá un severo impacto, porque está en capacidad de
agravar la actual fractura y sus repercusiones regionales, como
también, por el contrario, de apostar por un devenir de diálogo
y cambio. Rodríguez Zapatero tiene que haber leído en los
periódicos que paramilitares-mercenarios colombianos atravesaron
la frontera con Venezuela. Y sus servicios exteriores y de
inteligencia deben situarlo en las coordenadas generales de los
planes que se trazan desde Washington, Miami y Bogotá contra el
gobierno de Hugo Chávez.
Avances y acercamientos son posibles, apuntando tanto a la
salida histórica de la confrontación armada en Colombia, como a
la articulación de una política exterior para América Latina y
el Caribe que comprenda y demande tal solución política de un
país que desborda su crisis y podredumbre, para lo cual es
imperioso que abandone España su penosa faena esquizofrénica en
relación con los derechos humanos, su doble rasero, así como la
prepotencia ante unos, que une a la sombra de servilismo que de
manera patética supo infundir y cultivar Aznar al lado de Bush y
Blair, caras del mismo trípode.
3.. La prueba Uribe al talante de Rodríguez Zapatero
En consecuencia con el rechazo explícito a las guerras
criminales y suicidas, y en consonancia con la resonada vuelta
al arquetipo de Naciones Unidas, al menos, inmediatamente y no
más tarde, Rodríguez Zapatero debe desprenderse de las
orientaciones globales y locales del actual binomio Bush-Uribe y
sus camarillas, temiéndole a futuras fotos que no habrá, de las
torturas, desapariciones, asesinatos y matanzas que sí hay a
diario en Colombia. Se supone por los ecos sobre su talante, su
pudor y su inteligencia, que no necesita que se le hagan llegar
fotografías. Basta por lo pronto que su equipo lea y le resuma
sin tergiversaciones los documentos de Naciones Unidas acerca de
la situación de derechos humanos en ese país.
Ante sí, tiene el nuevo presidente español un test de coherencia
mínima, de propiedad de la palabra, porque si la empobrecida ONU
debía valer para Irak, pese a su languidez debe valer para el
franco régimen totalitario que se configura raudamente en
Colombia. Y el panorama es claro aunque sea complejo, no
obstante la flojedad de las deposiciones y los registros tardíos
de la ONU y de otros foros sobre la tragedia que afronta el
pueblo colombiano.
Como las anteriores administraciones, cuyos titulares pasan y
posan impunemente por Madrid después del desangre al que
contribuyeron como presidentes y comandantes militares, Andrés
Pastrana entre otros socios de Aznar, sistemáticamente también
el gobierno Uribe, ha burlado olímpicamente las más elementales
obligaciones de derechos humanos que la ONU ha requerido se
cumplan sin más dilación.
Uribe Vélez mantiene en impunidad la estrategia paramilitar que
impulsó personalmente desde pasados cargos, la cual en gran
medida es objeto de una reingeniería de legalización e inmunidad
a través de pantomimas de desmovilización que esconden su
reciclaje y fortalecimiento, y de la recompensa mercenaria a
sistemas de informantes, empresas de seguridad privada,
cooperantes en la guerra, soldados campesinos y demás figuras en
la misma cuerda, que regatean no sólo el derecho a la justicia
de miles de víctimas de los crímenes del terrorismo paramilitar,
sino que se premian de hecho con su blindaje y recomposición en
tanto se mantiene incólume su lógica funcional. Es avalada así
como solvente garantía de fuerza a la postre eficiente para la
protección de inmensas propiedades de terratenientes, ganaderos
y empresas que se emparejan en negocios ilegales como el
narcotráfico, hasta los legales como la explotación petrolera,
bananera, maderera o el cultivo de palma.
Pero no sólo es esta brutal guerra sucia que se recubre con ese
"mirar a otro lado" a la hora de los asesinatos selectivos, las
masacres, las desapariciones forzadas, las torturas y el exilio.
El día a día revela el simultáneo ensamble inteligente de un
férreo cerco a quien ose disentir seriamente de la política
económica ya no sólo de recio credo neoliberal sino de fuerte
raíz colaboracionista con la prospección de corporaciones de
Estados Unidos, principalmente, las mismas que están en pos de
guerras y saqueos como ocurre en Irak, siendo ejemplo manifiesto
la persecución a la legítima huelga de los trabajadores
petroleros de la Unión Sindical Obrera, USO y el aumento de
personal militar estadounidense y mercenario que monitorea o
dirige tramos y claves del conflicto y su usufructo actual y
futuro. Es también la judicialización de organizaciones
sociales, populares, sindicales, cívicas y de defensa de los
derechos de la población; más normas "antiterroristas" que
facultan a los militares para actuar por cuenta de la sospecha y
la caza de la subversión hasta aniquilarla; y cárceles
abarrotadas donde no están ni los políticos corruptos, ni los
generales genocidas, ni los jefes paramilitares.
3.1. El test paramilitar
Estos últimos, entre amagos de vendettas mafiosas, negociaciones
fanfarronas de su impunidad para evitar ser extraditados por
fricciones y repartos del narcotráfico, y una parafernalia de
"interlocutores" políticos que en las mismas sábanas pernoctan
como "antagonistas", devienen en prácticos comodines y pasajeros
en esta fase de la pregonada "seguridad democrática", bautizada
así por Uribe, quien a su modo se rodea hábilmente de ella. Un
calificado capo paramilitar antiguo jefe de bandas de asesinos a
sueldo del narcotráfico, hoy "inspector" paramilitar, afirmó a
la prensa, a nombre de las "autodefensas", que no se opondrían
al "primer Magistrado" (Uribe), que condenan "cualquier acción
que ponga en riesgo" su vida, recordando que Uribe "tiene una
finca ganadera en el departamento caribeño de Córdoba, zona en
la que tienen alta influencia los paramilitares", y que es el
"único lugar de Colombia donde el presidente conduce su vehículo
y anda tranquilo". Así es. Sin duda.
Por ello, Uribe paramilitariza el país tanto como el sosegado
entorno de su hacienda, así como a su forma quienes le siguen y
resguardan, expelen, de manera pulida o tosca, que no están
dispuestos a perder: nada de ser sancionados por sus crímenes ni
dejarse arrebatar sus grandes propiedades agrarias acumuladas
cuando desplazaron al campesinado pobre; nada de restarse su
poder e inconmensurable capital. Lo dicen al tiempo de
manifestar para la galería que están dispuestos a actos de
reconciliación con las víctimas donando parcelas para ellas o
pagando gestos. Es la concepción de justicia feudal que Uribe y
los suyos representan, aunque haya sido elegido
"democráticamente" en la rutina huera de una "democracia" de
espanto que busca ahora afinar para su casi segura reelección.
Por ello, con otras razones de estructuración de la doctrina y
la armadura neoliberal, impulsa una reforma constitucional que
le permita cumplir el quiebre de la prometida y dispendiosa
"solución final".
Uribe, con un serio prontuario en cuanto promotor de oscuras
alianzas y beneficios narco-paramilitares, tiene ante sí no sólo
el desafío guerrillero, sino el probable cansancio más tarde de
amplios sectores maleables que, se dice, le apoyan al día de
hoy, según los altavoces de los medios, pese a la miseria
generalizada y a la frustración cada vez más corriente, apenas
obvia, tras los golpes de una exclusión galopante, sostenible
por ahora con la fuerza, el artificio y el miedo.
4.. Trenes rumbo a Colombia, que pasan por Madrid
Del mandato de Rodríguez Zapatero habrá pues que hacerse un
seguimiento muy riguroso en este campo, y decirse lo que hay. Si
hay algún grado de complacencia o silencio con la estrategia de
impunidad del paramilitarismo, con sus beneficiarios y
benefactores; si hay más ventas de armas a unas fuerzas
oficiales genocidas; si admite misiones militares y policiales
sin control de qué personal y con qué propósito arriban a España
o se trata con ellas; si no contribuye a la persecución de
crímenes internacionales o de lesa humanidad. Los que tantas
veces han reprochado el abrazo de las Islas Azores no pueden
callar qué poses y qué fotos buscará tomarse Uribe Vélez y con
qué socios, al lado del talante de cambio que se anuncia y
enuncia en el ámbito español y europeo.
Tienen Rodríguez Zapatero y su ministro Moratinos el deber
político de la higiene a la hora de las fotos, los saludos y los
pactos. Cualquier signo de respaldo a la psicosis de Uribe sería
fatal. Sería llevarle las mochilas de muerte que él busca dejar
en trenes que pasan por Madrid y que van hasta Colombia, menos a
su finca y alrededores.
El compás de Uribe Vélez ha finalizado al condenar a Colombia a
más guerra y opresión. En la encrucijada de ese país dentro de
una región convulsa, tiene el gobierno español de Rodríguez
Zapatero una clara oportunidad de demostrar la consistencia de
un pensamiento progresista, de genero social, que sabe de la
pobreza en la base de la violencia; que pretende auténticamente
se respeten los derechos humanos, rechazando el libreto
fascista; y que le interesa la renovación de idearios y pautas
de construcción de la integración y la democracia en América
Latina como fuente de paz y futuro de libertades. No se le pide
naturalmente al nuevo gobierno acompañar o compartir muchos de
los retos de autodeterminación y bienestar a que aspiran allá
fuerzas políticas y sociales, que plantan algún grado de lucha
irritando donde el Imperio manda despreciativo, pero donde
comienza otra vez a ser desobedecido. Sin embargo, se espera
fundadamente del gobierno PSOE-Rodríguez Zapatero que no copie a
PP-Aznar, que salga en defensa activa al menos de los derechos
humanos liberales, sembrados en la vieja ruta de la paz con
dignidad, y que se niegue a peligrosos experimentos de
pacificación con pobreza en laboratorios de desesperanza.
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