Interrumpiendo la buena educación gubernamental de Susana Villarán

20/02/2013
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
El “No” a la revocatoria avanza. Si antes la derrota de la alcaldesa parecía consumada, ahora la victoria se perfila en el horizonte. Pero ¿hacia dónde avanza ese “No”? Para saberlo, hay que responder a dos preguntas: ¿Cómo llegó Susana Villarán a estar en el aprieto de la revocatoria? ¿Qué está haciendo ella para salir de él? Solo entonces podremos responder una tercera, la pregunta de fondo: ¿Debemos avanzar con ese “No”?
 
Comencemos con la primera. Actualmente muchos asumen que Villarán está en el aprieto en que está porque los sectores populares rechazan sus proyectos para formalizar la ciudad. Los transportistas y los comerciantes de la extinta La Parada resentirían que la alcaldesa les haya impedido continuar con su habitual (des)orden. No dudo que esto sea un factor, pero hay que ponerlo en perspectiva. Remontémonos al comienzo.

En noviembre del 2010, en su condición de alcaldesa electa, Villarán tenía 56% de aprobación. En mayo del 2011, con menos de cinco meses en el poder, ya estaba en 18%1 ¿Rechazo a la formalización? Imposible. No hubo tiempo de formalizar nada. ¿Qué pasó, entonces? Todos lo sabemos. Pero ordenemos los hechos.
 
Marzo del 2011. Villarán presenta un informe sobre la administración de Castañeda. El informe lo daña políticamente, pero regresa a ella como un bumerán cuando su predecesor responde: “Que se dedique a trabajar”. He aquí la primera y la más eficaz crítica a la alcaldesa: no trabaja, es vaga. Y si esta acusación llega a calar hondo es porque, en septiembre del 2010, en el debate por la alcaldía, todos vimos cómo Lourdes Flores barrió el piso con la cabeza de Villarán. Fernando Altuve dio sentido a estas imágenes al comentar que en el debate se enfrentaron la chancona y la vaga de la clase.
 
Junio del 2011. Villarán se opone al Cristo del Pacífico que el entonces presidente García estaba obsequiando a Lima. Y éste no hace más que repetir las críticas de Castañeda: “Me da pena que las personas, en vez de hacer obras, se la pasen mirando qué hace al vecino”. Es aquí cuando se fija en el imaginario que Villarán habla mucho y no hace nada, a diferencia de Castañeda, que no habla nada y hace mucho. La alcaldesa se convierte así en el reverso exacto de su predecesor. Desde ese momento, sus críticas y opiniones se vuelven evidencias de su falta de trabajo. Rápidamente circulan apodos como Susana Haragán, Caviar (porque es huevera) y Lady Vaga. Y el ex alcalde desliza la posibilidad de la revocatoria, que es subestimada por la alcaldesa a pesar de su gran impopularidad. A la acusación de vaga, se suma una de orden moral.
 
Abril del 2011. Villarán anuncia la creación de la zona rosa.
 
Junio del 2011. Villarán se opone a la estatua de Cristo.
 
Julio del 2011. Villarán habla en la marcha gay frente a la Catedral de Lima. Aunadas a sus previas declaraciones a favor del matrimonio gay y de la legalización del aborto y de las drogas, estos actos “temerarios” de su incipiente gestión la enemistan con la Iglesia y con creencias religiosas y prejuicios bastante antiguos. Villarán es percibida entonces como una roja que trae el caos, y no porque inste al pueblo a tomar las fábricas sino porque promueve el desorden moral. Peor aún: la acusación de inmoralidad no solo se suma a la de vaga sino que se fusiona con ella y la alimenta. Oírla hablando a favor de homosexuales y de prostitutas le da un cierto aire de relajo que fortalece la percepción de su vagancia e ineptitud. Si sumamos (y fusionamos) a lo anterior sus olvidos y errores al hablar y un tono de voz embelesado que parece admirarse de lo maravilloso que es el mundo, no es extraño que esa percepción se consolidara con fuerza.
 
Lo de las arenas que se llevó el mar en La Herradura, en diciembre del 2011, no es más que un corolario; el daño ya estaba hecho en julio. Lo cual demuestra que éste es esencialmente mediático. Nunca antes se preocuparon los limeños por lo que hacía o no hacía un alcalde en los primeros meses de su gestión. Para que se preocuparan de lo que hacía Villarán y concluyeran tan rápido que no hacía nada, tuvo que haber un ex alcalde que no le perdonó que ella le hiciera perder la elección presidencial y unos medios de comunicación dispuestos a vocear ese odio, ya sea porque obedecían directrices de los grupos de poder económico o porque han reemplazado la cobertura seria de los conflictos democráticos por la espectacularización de los dimes y diretes de los políticos.
 
Esto, sin embargo, no basta para explicar la caída de Villarán. En la elección presidencial del 2011, Humala recibió un mucho peor apanado mediático y su popularidad cayó muy poco. Hace falta añadir entonces que la alcaldesa cometió muchos errores. Mencionaré tres: dos de estrategia, uno de naturaleza política.
 
Primero, enfrentar a todos los grupos de poder a la vez. Un partido pequeño que llega con 38% al poder no puede mandarse sin respirar contra el Presidente de la República, un ex Alcalde exitoso, la Iglesia católica y la creencia y el prejuicio popular; todo en un contexto en el que tenía a los medios de comunicación en contra.
 
Segundo, tener una pésima estrategia de comunicaciones. Mientras todo un aparato mediático repetía con altavoces críticas a su gestión, la Municipalidad se demoraba en responder o no lo hacía con contundencia, como si no tuviera más que un megáfono sin pilas a su disposición. Villarán cometió además un error mediático de corte posmoderno: privilegiar en su discurso las demandas culturalistas de la clase media ilustrada sobre las demandas populares. Y si bien las primeras no tienen por qué estar enemistadas con las segundas, lo que vio el pueblo en los primeros días de su gestión fue a una alcaldesa más preocupada por la marcha gay y por la estatua de Cristo que por emprender proyectos que atiendan sus necesidades básicas. Cierto, el pueblo vio lo que mostraron los medios, pero la actitud de Villarán encajó perfectamente en ese mostrar.
 
Finalmente, priorizar la ética sobre la política. Villarán ha actuado en nombre del deber-ser sin hacer las alianzas políticas necesarias. Apenas salió elegida, rompió un pacto con las organizaciones de izquierda, y no hizo otro con la derecha. Cuando un izquierdista llega al poder, tiene dos opciones: aliarse con la derecha o radicalizarse hacia la izquierda. Humala optó por lo primero, Santos por lo segundo. Villarán no optó por ningún bando. Y ya sabemos, por la experiencia de Lugo en Paraguay, qué sucede con los que se quedan en el justo medio ético. Allegados a la Teología de la Liberación, Lugo y Villarán debieron haber sabido que “Dios vomita a los tibios”.
 
Ahora bien: es solo en la segunda mitad del 2012 que se habla de exceso de formalización.
 
Octubre del 2012. Paro de transportistas. Pero éstos no dicen exceso de formalización; dicen que Villarán no los deja trabajar, que es indolente para con las necesidades del pueblo.
 
Noviembre del 2012. Dos muertos y más de 100 heridos en el operativo policial de La Parada. La alcaldesa no estuvo al frente del operativo; después alega no haber sabido cuándo se llevaría a cabo. Algunos piensan que se lava las manos. Otros, lo que es peor en su caso, que es tan vaga que no se entera de nada o que no le importa el pueblo, o las dos cosas a la vez. Y puesto que la formalización se ha pagado con el cuerpo popular, se repite con mayor fuerza que es indolente, soberbia; un paso más: pituca.
 
Diciembre del 2012. Ciudadanos vocean su temor a que se desmorone un muro de contención del río Rímac; Villarán asegura que no pasará nada: la construcción está a cargo de una empresa seria, LAMSAC. Días después, cae el muro. Y otra vez, la alcaldesa es vaga e inepta o una pituca sobrada que prefiere el buen nombre de una empresa a la seguridad del pueblo. Su popularidad desciende de 34% a 27%.
 
En resumen, la popularidad de Villarán cae principalmente por la percepción de que es inepta, vaga. A esto se suma, solo en los últimos meses, la idea de que es indolente, soberbia, pituca. Y si bien esta idea guarda mayor relación con políticas concretas (la formalización), la alcaldesa solo desciende 7% en las encuestas. Esto demuestra que el daño principal se hizo a Villarán en los primeros días de su gestión y que se trató de un daño mediático. No quiero decir que su gestión sea buena; es obvio que tiene problemas, pero éstos no pudieron haberla dañado tanto en tan poco tiempo. Digamos, para ser justos, que los medios hicieron caer la popularidad de una mediática y políticamente torpe alcaldesa y que, después, no tuvieron que hacer demasiado para que su mediocre gestión fuese vista como pésima.
 
Pasemos a la segunda pregunta: ¿Qué está haciendo Villarán para salir del aprieto de la revocatoria?
 
Ha conseguido el apoyo de la derecha económica (el empresariado) y política (el PPC, PPK), y de una considerable parte de los medios. Y ha contratado a un publicista de talento que orqueste una buena campaña publicitaria (se rumorea que el financiamiento proviene del apoyo de la derecha). Villarán no ha hecho nada demasiado bueno en cuatro semanas para que, entre enero y febrero del 2013, su aprobación ascienda de 27% a 37%, el punto más alto de su gestión, o para que el “No” suba de 34% a 46% y el “Sí” baje de 68% a 56%. Es solo que por primera vez tiene buena publicidad y a una parte de los medios a su favor. Si el daño original fue mediático, la campaña podría bastar para revertirlo. Y no hay que olvidar que, con la proximidad de la consulta, crece el “realismo” en el elector y adquiere peso una idea razonable: que ella es el mal menor; el mal peor sería tener tres alcaldes en dos años.
 
Dicho esto, si olvidamos por un instante que Villarán es de izquierda, percibimos en seguida que se encuentra en un simulacro de la vieja oposición derecha elitista versus izquierda popular: mientras que por el lado de Villarán tenemos un pacto con la derecha política y económica, una gran campaña publicitaria y el apoyo de los segmentos A y B, por el lado de los revocadores tenemos el rechazo popular vehiculado por una combi maltrecha, unos cartelitos en los postes y el apoyo de C, D y E. Si digo simulacro es porque detrás del “Sí” no hay un movimiento popular con una agenda política igualitaria, sino un vago sentimiento de rechazo popular generado por los medios y unos partidos políticos mezquinos.
 
Éste es un simulacro para el pueblo, pero hay otro para la izquierda: lo que está en juego en la revocatoria sería la lucha de las fuerzas éticas y progresistas contra las fuerzas del status quo y de la corrupción. Sin duda, es éste el espíritu de los carteles del “No” que recogen y recrean de manera anárquica los memes. La idea es que el voto por Villarán es un voto contra todo lo perverso y reaccionario que agrupa el “Sí”. “NO a la falta de oportunidades”, “NO a la corrupción”, “NO a la violencia contra la mujer”. NO a todo.
 
Los simulacros tapan siempre la verdad. Y en este caso, tapan verdades que están afuera, a vista y paciencia de todos.
 
El primer simulacro tapa mostrando el proceso mediante el cual la derecha adiestra a los gobernantes de izquierda. Otrora, a estos gobernantes se les asesinaba o se les sacaba con un golpe de Estado. Hoy esto ya no es necesario: dada la debilidad de la izquierda en el Perú, basta con ejercer presiones económicas y mediáticas. Humala sucumbió rápidamente a ellas, aunque la derecha lo dice mejor: entró en razón. Y si Villarán parece que puede salvarse en estos momentos es porque, finalmente, también está entrando en razón. Llamaremos a este proceso “la buena educación gubernamental de derecha”. Y tomaremos como su escena emblemática aquella en que Raúl Castro estrecha la mano de Villarán y declara que el PPC la apoyará… a condición de que mejore. En este sentido, los simulacros tapan el peligro abierto de la sumisión de la alcaldía al empresariado y de que, en esta contienda, puede estar solamente en juego un conflicto ‘intraélite’ entre la derecha “bruta y achorada” y la derecha “más pensante” que sabe que no tiene nada que temer de Villarán.
 
El segundo simulacro tapa revelando que la izquierda ha asumido el discurso de la derecha. Que los líderes de la CGTP, Tierra y Libertad y el SUTEP sostengan que están en contra de la revocatoria porque aplauden el ordenamiento del transporte, la inversión privada en las obras de infraestructura vial y la superioridad moral de Villarán sobre la mafia corrupta, somete la política a la ética y a la buena gestión tecnocrática. Entiéndase bien: no está mal que se sostenga lo anterior. Es imprescindible reordenar el transporte, la inversión privada puede (si se le supervisa adecuadamente) participar en el mejoramiento de la ciudad y, por supuesto, hay una mafia corrupta detrás de la revocatoria. Pero la experiencia de la última elección presidencial debería haber hecho a la izquierda más sabia. ¿Qué pasó después de que la campaña de Humala convenciera a la izquierda de moderar su discurso para ganar la elección? Humala desistió de sus servicios para proclamar que “Conga va”. Si la izquierda se limita a corear “Lima no puede parar”, no hará más que contribuir a la buena educación gubernamental de Villarán y a afianzar el discurso neoliberal. ¿Cuál ha sido el argumento esgrimido por García y Humala contra las comunidades opuestas a los proyectos mineros? El Perú avanza, no puede parar. Éste no es un argumento exclusivamente de derecha; también se ha dicho en otros lados algo similar sobre la revolución. Pero el sustento ético y tecnocrático que la izquierda está dando al eslogan “Lima no puede parar” consolida la fantasía neoliberal de que “No hay tiempo para la política, sigamos en fast forward con la tecnocracia”.
 
Habiendo dicho esto, llegamos a la tercera pregunta. Desde la izquierda, ¿debemos avanzar con el “No” y salvar a Villarán? Comencemos diciendo que es una actitud sabia asumir que puesto que en el simulacro no cambia realmente nada, hay que rechazarlo de plano. Es mejor no hacer nada que contribuir al espectáculo. En otras palabras: debemos sustraernos a ese simulacro en que tenemos que salvar a como dé lugar a la santa Villarán de las fauces del Mal. Pues lo único que tenemos que salvar son las políticas de izquierda de su gestión municipal. Y puesto que éstas peligran con la victoria del “Sí”, pero también con la posible sumisión de Villarán a la derecha, hay que apoyarlas sin caer en la ética espirituosa del “No” o el discurso de la buena gestión tecnocrática. En breve, hay que hablar de esas políticas desde la perspectiva de la política igualitaria, que está ausente en la campaña del “No”.
 
Hay que apoyar, por ejemplo, la reforma del transporte. Pero en vez de abogar por una Lima ordenada, hay que decir que el ordenamiento del tránsito es obra de igualdad social. ¿No hay mayor fuente de iniquidad que un transporte público en el que una persona sin recursos se demora horas en llegar a su trabajo, mientras que aquélla que puede comprarse un auto lo hace en la mitad del tiempo o menos?
 
Hay que apoyar también el Programa Metropolitano de Vivienda Popular, que promueve el acceso a viviendas dignas a familias de los segmentos D y E. Este Programa se ocupa de aquellos excluidos por el boom inmobiliario, que atañe solo a los segmentos A, B y C. Pero en vez de aplaudir que la Municipalidad se preocupe por los pobres, hay que declarar que ha recogido la iniciativa del Movimiento de los Sin Techo y ha hecho suya una gran lucha popular que trasciende a la lógica del capital.
 
Y hay que apoyar la política cultural de la Municipalidad. Tanto la construcción de bibliotecas y centros culturales como la promoción del arte en plazas y parques redefinen la relación del ciudadano con lo público y lo privado. Que en vez de consumir en un centro comercial, un limeño pueda ver películas o teatro en espacios públicos, promueve una nueva forma de habitar la ciudad que no es la del mercado. Sí, lo he dicho, no se debe privilegiar en el discurso o en los hechos la democratización de la cultura sobre la satisfacción de urgentes demandas populares. Pero tampoco se debe abandonarla porque forma una visión más democrática del mundo. Después de pasar el domingo en un parque oyendo un concierto gratuito, el ciudadano empieza no solo a pensar sino a sentir que la ciudad o la nación es suya, aunque no tenga mucho en el bolsillo, yque tiene iguales derechos que aquéllos que tienen más.
 
Así, ante esos carteles en que el “No” es un rechazo ético a todo lo que no gusta del sistema, la izquierda debe dar a la gestión de Villarán una visión democrático-igualitaria que no está en su campaña. Quizá esta visión política permita a la alcaldesa capitalizar de proyectos y servicios en su gestión que no son obras de concreto. Y quizá la ayude por tanto a zafarse del discurso en el que está atrapada: la idea de que solo cuentan las obras, su promesa de que vendrán, la constatación de que no las tiene y de que, por tanto, no hace nada. Pero más importante aún: quizá sea solo esa visión política la que impida que Villarán se convierta en Humala. La izquierda debe votar por el “No”, pero debe también hacer un cortocircuito en el proceso de la buena educación gubernamental.
 
------------------------------
 
1 Todas las cifras que uso son de la encuestadora DATUM.
 
 
https://www.alainet.org/es/active/61776?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS