Los argentinos se van de vacaciones PRIVATE
27/01/2004
- Opinión
Cualquier visitante que desconozca la crítica situación por la
que atravesó Argentina hace dos años, se creería en el mejor de
los mundos. Ciudades desiertas, lugares de veraneo repletos.
Nadie pareciera recordar el trágico verano de dos años atrás,
cuando el país sufrió una de las crisis económicas y políticas
más agudas de su historia. Las calles llenas de manifestantes
con sus cacerolas; la sangrienta represión del 19 y 20 de
diciembre de 2001; la pugna de los ahorristas ante los bancos al
ver su dinero acorralado; el caos de tener cinco presidentes en
poco más de diez días; los índices de desempleo trepando
locamente a más del 20%; las firmas extranjeras que abandonaban
el país ante la incertidumbre y los miles de pequeños comercios
e industrias que cerraron sus puertas; el default, los saqueos a
los supermercados y una devaluación arrasadora. El malhumor de
los argentinos también había llegado a la cima y los políticos
eran abucheados en las calles por la ciudadanía.
Dos años después, el presidente Kirchner comienza el año con una
popularidad del 88,6% y su ministro de Economía Rodolfo Lavagna
alcanza una aceptación de su gestión del 71,1%. Si bien el
salario real de los argentinos se desplomó luego de la salida de
la convertibilidad que determinaba la paridad del peso con el
dólar, la devaluación permitió mayores ingresos por la
exportación de mercaderías y el comienzo de una incipiente re-
industrialización del país, al menos en la producción textil y
metalúrgica, como también en todo lo que tiene que ver con
insumos para el campo, comenzando por maquinaria agrícola y los
agroquímicos. Los buenos ingresos que provee la exportación de
granos, sobre todo la soja que dejaría este año una ganancia
extra de 409 millones de dólares, han revitalizado la economía
en las ciudades pequeñas de las zonas agrícolas, atrayendo mano
de obra y apuntando a una mejor calidad de vida de sus
habitantes.
La reactivación de la economía también se nota en las ciudades.
El empleo privado formal aumentó un 5,3% en el 2003, generando
555.000 nuevos puestos de trabajo sobre todo en el sector
industrial. Ya es común escuchar en los barrios que muchos
trabajadores con oficio que manejaban taxis o remises como
recurso para sobrevivir, han vuelto a las fábricas. También
hubo un marcado descenso del desempleo, de 17,8% a 14,3% en un
año. Si bien en este guarismo se considera empleadas a las
personas que reciben los subsidios para jefes y jefas de hogar,
el descenso es significativo. Este porcentaje significaría que
378 mil personas encontraron un puesto de trabajo en el 2003,
como resultado de un fuerte crecimiento de la economía argentina
durante este año, del 8% en diez meses.
El crecimiento económico también marcó un crecimiento en la
recaudación impositiva del 42%, en el que también pesa una
reducción de la evasión debido a una acción más firme del
organismo recaudador en el control de la corrupción
administrativa, la inspección de comercios e industrias, y la
supervisión de la gestión interna de este ente.
Los buenos resultados económicos del 2003, en el que la
inflación llegó sólo al 3,7%, han hecho crecer el optimismo y la
esperanza de mejoras en la población en general. Una encuesta
nacional realizada por una prestigiosa consultora local mostró
que un 77,7% de los entrevistados consideraron que las
posibilidades del país mejorarán en el 2004. En la práctica, la
clase media y los obreros calificados con trabajo al considerar
que sus perspectivas futuras son promisorias, decidieron
disfrutar nuevamente de las playas, los paseos por las sierras
del centro del país o conocer los lagos patagónicos. La clase
alta y media alta también veranea en el país, en los balnearios
o lugares de sierra o montaña más exclusivos, o retomó los
viajes al exterior, ya sea a Florianópolis, en Brasil, o a Punta
del Este, en Uruguay. En este balneario en particular, uno de
los más caros y sofisticados de Sudamérica, los argentinos se
animan a lucir sus autos costosos, su ropa y joyas de marcas
europeas, y consumen alimentos y bebidas de alto nivel en las
grandes fiestas privadas que dan renombre al lugar.
No dejarse obnubilar
Los argentinos harían mal en perder la memoria tan rápidamente y
dejarse obnubilar por los buenos resultados económicos del
momento. La baja del desempleo ha sido importante, pero todavía
quedan en el país unas 5 millones de personas con problemas de
empleo. Los desocupados llegan a 2.400.000 personas, mientras
que los subocupados suman 2.600.000. Las ciudades más grandes
del país son las más afectadas, hecho que trae aparejado graves
problemas sociales, como desnutrición infantil, abandono de la
escuela, ruptura familiar, violencia social y auge de delitos
comunes cada vez más violentos, alimentados por un mayor consumo
de alcohol y de drogas.
Además, tan sólo en la ciudad de Buenos Aires se construyeron 6
nuevas villas miserias en estos últimos dos años. En terrenos
del ferrocarril que están desocupados o en tierras fiscales,
estos asentamientos precarios albergan ya a decenas de familias
que se hacinan sin agua potable y sin cloacas, enganchándose a
los cables del alumbrado público para tener electricidad. La
mayoría de sus habitantes son cartoneros o vendedores ambulantes
y, a pesar de las carencias, no regresarían nunca a sus
provincias de origen porque al menos en la gran ciudad hay más
posibilidades de trabajar y mejorar su situación.
Los cambios estructurales de fondo son más que urgentes y será
importante que en el nuevo año el gobierno encare con seriedad
el tema. Durante diciembre pasado, el movimiento piquetero, con
sus marchas y cortes de calles, se ocupó de recordar a las
autoridades, y también a la clase media, que los índices
económicos positivos no bastan. Es imperioso dar una respuesta
a los reclamos concretos de casi el 50% de la población que
continúa viviendo bajo el índice de pobreza y cuyos acuciantes
problemas pasan, en parte, por haber sido marginados del mercado
laboral por años, lo que los incapacita y excluye para afrontar
las nuevas demandas de ese mismo mercado.
Los subsidios sociales que reciben apenas logran descomprimir su
situación de graves carencias y han sido denunciados decenas de
veces por alimentar el clientelismo político y socavar la
dignidad de los desempleados.
El gobierno de Kirchner ha prometido que continuará negociando
la cuestión del pago de la deuda externa con los organismos
internacionales y con los acreedores privados sin afectar los
planes sociales ni las inversiones públicas que pueden generar
empleo y llevar mejores condiciones de vida a la población
marginada. Por ahora, el verano parece darle un tiempo de
espera que no debería desaprovechar.
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