Gobierno Lula 2004
27/01/2004
- Opinión
En su primer año de gobierno Lula conquistó y consolidó el apoyo
del establishment tradicional: gran empresariado, centralmente
el sistema bancario, gran prensa, organismos financieros y
comerciales internacionales, partidos tradicionales. Su
gobierno fue básicamente conservador, lo que fue considerado
como positivo por esos sectores y por el propio gobierno. La
política económica- financiera, inicialmente considerada como de
transición, debido a la herencia considerada como muy pesada,
fue incorporada como permanente (la declaración del Ministro
Palocci de que, por su sola voluntad, mantendría el superávit
fiscal superior al solicitado por el FMI "durante diez años",
confirma su adhesión ideológica a los principios liberales que
guían al equipo de Henrique Meirelles, Joaquim Levi y Marcos
Coimbra, representando la adhesión del gobierno al modelo
económico neoliberal). Eso hace temer de forma grave por la
capacidad del gobierno de retomar el desarrollo, priorizar las
políticas sociales, crear empleos, reorganizar prioritariamente
el MERCOSUR en el frente externo.
¿Qué horizontes se pueden esperar del gobierno Lula en su
segundo año? Lo primero, y más probable, es la continuidad de lo
que fue el primero, comenzando por el marco del duro ajuste
fiscal, límite absoluto para un modelo económico que privilegie
el crecimiento y la distribución de la renta. Oscilaciones
coyunturales, incluidos los factores internacionales –
proyectados como favorables para el 2004- pueden generar una
expansión un poco mayor de la economía, sin que eso se refleje
en los índices sociales, que al empeorar en el 2003, seguirán su
curva negativa, a partir del propio ajuste fiscal.
Esta política deberá condenar al gobierno Lula a ser
administrador de la hegemonía del capital financiero en la
economía, al comprometerse –desde la Carta a los brasileños- con
el cumplimiento de los compromisos del gobierno, incluido el
pago de los intereses de la deuda. Las alianzas conservadoras
en el Congreso, que deben confirmarse tras el resultado que el
Partido de los Trabajadores (PT) consiga en las elecciones
municipales, consolidarán el carácter moderado y continuista del
gobierno, proyectándose como inerte e impotente para cualquier
capacidad transformadora del país.
Los ministerios económicos seguirán con su rol de ejes del
gobierno, seguirán ejerciendo su poder de veto sobre cualquier
iniciativa del gobierno, sea en el área social, inversiones en
infraestructura y hasta incluso en el plano externo. Se prevé
el aplazamiento de varios proyectos, por inconveniencias
políticas del año electoral, como la reforma partidaria, la
reforma laboral y la propuesta de independencia del Banco
Central, sin embargo la reforma universitaria parece ser el
próximo objetivo del gobierno.
El gobierno agotará las posibilidades de desarrollar, dentro del
modelo económico heredado del gobierno anterior, las políticas
sociales prometidas y que estuvieron ausentes en el primer año.
Centralización y regionalización en la aplicación de los
recursos parece ser el instrumento a través del cual el gobierno
anuncia que buscará ese objetivo. Considera que habrá un
reimpulso del desarrollo, con el que podrá contar.
Por esa vía el gobierno no conseguirá promover la prioridad de
lo social, ni alterar significativamente la pesada herencia
social que heredó, ni en el nivel de empleo – tanto en su
expansión como en la mejoría de su calidad- ni en los planos de
la educación y la salud pública. Su apoyo político dependerá de
los resultados electorales, para lo que podrá contar con el
prestigio de Lula, con un fuerte aparato publicitario y con la
debilidad relativa de las otras fuerzas competidoras.
No obstante, el apoyo más importante para el gobierno es el del
establishment –con el que probablemente podrá seguir contando-,
pero puede sufrir la disminución del apoyo de masas, sino
consigue mejorar la situación social de la masa pobre que hoy
ayuda a legitimar desde abajo a su gobierno. Si pierde parte
importante de ese apoyo, sea por la conciencia de la ausencia de
mejoría de sus condiciones sociales, sea por la pérdida de
eficacia de la propaganda gubernamental, una segunda vía puede
comenzar a delinearse en el transcurso del 2004.
Meses definitivos
La segunda vía se apuntalaría en la conquista de parte de la
base popular no organizada que responde por la legitimidad de
base del gobierno Lula que se sumaría al movimiento social
organizado en la resistencia a la política económica actual y a
favor de las hasta aquí postergadas reivindicaciones económicas
y sociales. En este caso, el gobierno Lula quedaría, en gran
parte, dependiendo del apoyo de los sectores de la élite
tradicional, corriendo el riesgo del aislamiento popular y hasta
incluso de tener que valerse de la represión, si se intensifican
las movilizaciones populares.
Esta es la vía por la cual el gobierno podría alterar sus
direcciones fundamentales mantenidas hasta aquí, imponiendo poco
a poco un norte diferente a la política económica, con una mayor
intervención estatal en las inversiones, con una disminución más
acelerada de las tasas de interés, con un "superávit fiscal"
menor y con políticas sociales con carácter más universal. En
esta lógica, la política externa consolidaría la opción
preferencial por el MERCOSUR, avanzando más aceleradamente en la
reorganización, renovación y extensión de la integración de
América del Sur, así como en el grupo de los 20 y en las
alianzas con potencias regionales como la India, Sudáfrica y
China. El gobierno estará caminando hacia la afirmación de la
prioridad de lo social y avanzando en la dirección de la ruptura
del modelo económica actual.
La tercera posibilidad ya fue mencionada anteriormente:
perdiendo base popular de apoyo, el gobierno se aísla y se
vuelve definitivamente conservador, haciendo reformas en su
composición interna para favorecer a los sectores más de derecha
y avanzando en la propuesta de independencia del Banco Central,
de la reforma sindical y de la reforma universitaria. Esta es
la perspectiva más negativa para la izquierda, con el PT y el
gobierno Lula optando de forma clara por una política
conservadora.
La disputa esencial se dará entre el esquema actual predominante
en el gobierno y los movimientos opositores de izquierda,
centrados en el movimiento social organizado, la militancia
popular y la intelectualidad crítica, por los sectores populares
hoy no organizados y que legitiman al gobierno desde abajo, al
mismo tiempo que debilitan la capacidad de la izquierda de
imponer por la fuerza de las masas la alternativa por la cual
lucha históricamente.
2004 será así, el año en el que el gobierno Lula asuma su
fisonomía definitiva. Una dura lucha social e ideológica será
el embate fundamental que la izquierda tiene al frente para el
rescate del gobierno hacia la prioridad de lo social, sin lo
cual la espina dorsal del neoliberalismo no será quebrada ni el
país podrá comenzar a construir la democracia social que daría
una naturaleza de clase distinta al país.
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