Gobiernos populares de Indo-afro-latinoamérica
En busca de una economía para el bien común
28/02/2013
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 482: Para las nuevas izquierdas: Qué otra economía? 06/02/2014 |
Habiendo emergido de las luchas sociales antineoliberales, tales gobiernos tienen una vocación clara pos y antineoliberal en la concepción y relación Estado-sociedad-economía, recuperando al Estado para la promoción de políticas sociales inclusivas, para la lucha contra la pobreza, para el acceso a los servicios públicos de las mayorías populares y la defensa de los derechos sociales.
En ellos es nítida su vocación altermundista y la ratificación de que otra economía es necesaria y posible. En tal sentido, puede notarse que en menos de una década de existencia estos gobiernos han dado pasos concretos hacia la integración regional y continental, paso inicial inexcusable para poder pensar, diseñar y desarrollar proyectos económicos autonómicos. Ello se ha plasmado en la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), y en la propuesta de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) como sustrato y camino hacia otra integración, basada en principio de solidaridad. Además, estas instancias buscan construir herramientas institucionales regionales autónomas frente a la hegemonía regional de EEUU, imprimiendo, además, con su accionar, una crítica directa al quehacer y los postulados de los organismos internacionales neoliberales.
Los avances y logros en este sentido saltan a la vista a pesar del corto tiempo de existencia de la celac, poniendo de manifiesto la convergencia de una voluntad política mayoritaria en esta dirección. La máxima expresión de ello se sintetiza en la actual presidencia pro témpore de Cuba, país negado, aislado, bloquedado y perseguido por EEUU y sus servidores locales durante décadas. Son grandes logros que cristalizan positivamente luchas político-sociales y los procesos políticos independentistas que marcaron los rumbos del continente por más de dos siglos, amén de las seculares luchas de resistencia de los pueblos indígenas originarios.
El presente es el tiempo de profundizar –simultáneamente con el afianzamiento de los procesos políticos en curso‑, la construcción de las alternativas económicas, políticas, sociales y culturales, construyendo los derroteros alternativos hacia el futuro anhelado, con toda la diversidad que ello contiene y proyecta.
Esto abre ámbitos de debates y reflexiones que se desarrollan en medio de pasos efectivos de los gobiernos populares, por ejemplo, en la lucha contra la pobreza, en Brasil, en el reconocimiento de formas de vida (producción y reproducción) no asalariadas en las comunidades indígenas campesinas, en Bolivia; en el desarrollo de los consejos comunales urbanos y las apuestas al control social de la producción por parte de los trabajadores, en Venezuela; en la marcada apertura hacia formas cooperativas de producción, en Cuba; en el enrumbamiento del proceso sociotransformador de Ecuador hacia una sociedad basada en el Buen Vivir, etcétera.
Sin embargo ‑y aquí emerge un elemento candente‑, estos procesos mantienen vigentes formas extractivistas de explotación de recursos naturales, así como programas de inclusión centrados aún en el consumo. Y esto dibuja una contradicción entre el quehacer político inmediato, de corto plazo, y las transformaciones estructurales orientadas a la construcción de otra sociedad-economía-civilización en el mediano y largo plazo. La interrogante es: ¿Se trata realmente de un camino en transición hasta tanto se vayan creando formas productivas y reproductivas alternativas, o es una opción a favor de modelos que podrían, tal vez, caracterizarse como neodesarrollistas? La problemática que la genera es compleja y no se resuelve con un simple “sí” o “no”, por ello considero interesante arrimar algunos elementos que pueden contribuir al análisis.
El “modelo”, la otra economía y la cultura de la izquierda latinoamericana
Ciertamente, como señalan los especialistas en la materia, no existe hoy un modelo teórico que sintetice y proyecte la otra economía. Pero, ¿es necesario contar con “un modelo” para construir otra economía?, ¿cuál sería?, ¿de dónde surgiría?, ¿quiénes lo definirán y cómo?
Para algunos, contar con un modelo económico alternativo claramente definido y argumentado teóricamente es imprescindible. A partir de él, el desafío consistiría en “aplicarlo en cada país”, tal como ocurrió en los tiempos del socialismo del siglo XX (“nacional en su forma e internacional en su contenido”). Consiguientemente, esta corriente de pensamiento económico considera que la ausencia de ese modelo teórico para la otra economía es la razón principal por la que no ha cuajado aun una vía alternativa de desarrollo en Indo-afro-latinomérica.
Pero, ¿puede haber modelos de otra economía previos a las experiencias alternativas de construcción de nuevas modalidades productivas y reproductivas? Pensando las revoluciones en tanto procesos sociotransformadores desde abajo, desde los sujetos, sus luchas y apuestas, está claro que ese no es el problema, puesto que no puede existir una teoría previa a las prácticas que la sustenten. Como ya lo descubriera y planteara Marx hacia más de siglo y medio, el quid de la cuestión radica en las prácticas concretas de los sujetos.
La educación popular lo comprendió (y practicó) así: lo nuevo anida en los sujetos y sus prácticas creadoras y es desde allí que hay que rescatarlo y conceptualizarlo. Esto convoca a los intelectuales de izquierda a quitarse las anteojeras dogmático-vanguardistas y asumirse como parte del sujeto indo-afro-popular colectivo y diverso, en proceso de creación-construcción de lo nuevo en su quehacer cotidiano. Allí anidan concepciones teóricas capaces de sentar principios para la construcción de otra economía, que es importante rescatar, sistematizar y conceptualizar.
Pero esto no es claramente comprendido aún. Ubicándose siempre por fuera de la realidad que pretende transformar, la izquierda marxista no ha superado integralmente su característica predominante en el siglo XX: ser substancialmente ideológica, aglutinada alrededor de un cuerpo de ideas, a diferencia de otra izquierda, que podría definirse como nacionalista revolucionaria, más articulada con los líderes y los partidos o movimientos políticos, y enraizada en las identidades políticas populares. ¿Qué tiene que ver esto con los actuales procesos de los gobiernos populares democrático revolucionarios? Pues bastante, pues es la carga político-cultural con que cada actor político -y sus intelectuales- participan en este momento histórico.
Esto abre otra área de contradicciones entre las vertientes de la izquierda que son parte de los procesos políticos que tienen lugar en el continente, y los nuevos sujetos que comparten el protagonismo y no pocas veces lo encabezan, como ocurre particularmente con los movimientos indígenas en Bolivia. Ellos, como todos los sujetos, tienen saberes, formas de vida, subjetividades, cosmovisiones y cosmopercepciones que son parte del quehacer sociotransformador. Desde sus prácticas participan de la creación, conceptualización, construcción de esa otra economía –llamémosle altermundista–, enriquecida con los principios del Buen vivir y convivir[1] para el bien común de la humanidad, en una dimensión integral y multidimensional de la vida.
En este sentido, cabe señalar que, pese a las limitaciones mencionadas, no estamos en cero. Las alternativas crecen y se multiplican día por día en las prácticas de sobrevivencia y búsqueda de nuevos horizontes productivos y reproductivos de los pueblos; en ellas conviven mezclada y contradictoriamente lo viejo y lo nuevo. Así son las búsquedas, así es el aprendizaje.
Para que ellas puedan constituirse en un programa de acción de los gobiernos populares de este continente y del conjunto de sujetos del cambio (movimientos indígenas, campesinos, sindicales, y movimientos sociales urbanos), sería importante generar espacios donde confluyan saberes y experiencias de construcción de las modalidades económicas alternativas existentes, favoreciendo la convergencia en un diagnóstico de partida respecto de un grupo de características que podrían contribuir a definir elementos de esa otra economía superadora de la que rige actualmente. Esto permitiría también articular las experiencias dispersas con los debates en torno al “desarrollo” y “subdesarrollo” y las vías para generar procesos productivos alternativos eficaces, capaces de responder a las actuales necesidades de los pueblos y sus gobiernos.
Está claro que sostener los viejos paradigmas sobre desarrollo, bienestar y progreso social basados en el consumismo, el derroche y el uso abusivo de la naturaleza considerada “objeto”, implica sostener la irracionalidad del capital. Si bien no estén aun experiencias integrales a partir de las cuales proyectar las bases para esa otra economía buscada, resulta cuando menos, “saludable” mantener el seguimiento crítico de las experiencias actuales de búsquedas de “desarrollo” por caminos que apenas modifican la exterioridad de la formulación de los viejos planteos neoliberales, y mantiene estructuralmente intactos los patrones de explotación, de consumo y conducta apropiativa-destructiva del mundo.
El desafío consiste, en tal sentido, en lo que hace a las alternativas concretas, en profundizar las experiencias y elaborar-ensayar propuestas económicas acordes con los principios del Buen vivir y convivir como bases de una nueva cosmovisión y construcción de una sociedad regida por la solidaridad, avanzado en las prácticas del presente lo que un día constituirá la nueva racionalidad económica del bien común.
Las nuevas propuestas que emergen del empeño cotidiano de los sujetos indo-populares son el caudal cultural que alimenta la utopía; constituyen, a la vez, el soporte ético, ideológico y práctico de los procesos de búsqueda y construcción de una civilización re-humanizada, basada en un sistema social raizalmente democrático, equitativo, humanista, liberador y superador de la destructiva hegemonía económica, social, cultural e ideológica del capital.
Isabel Rauber es Doctora en Filosofía. Educadora popular. Profesora de la Universidad Nacional de Lanús. Directora de Pasado y Presente XXI. Estudiosa de los procesos políticos de los movimientos sociales e indígenas de Indo-afro-latinoamérica.
[1] Buen Vivir o Vivir Bien, Sumak Kawsay, Ñande Reko, expresiones propias de Bolivia, Ecuador, Perú, Paraguay... significan, en primer término, “Vivir bien entre nosotros”. Constituyen la base de un planteamiento solidario: Se trata de vivir como parte de la comunidad, con protección de ella, en armonía con la naturaleza, “vivir en equilibrio con lo que nos rodea”, y también “Bien contigo y conmigo”. Responden a una cosmovisión que articula desarrollo, democracia y modo de vida.
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