Un febrero caliente
20/02/2004
- Opinión
El mes de febrero ha sido un mes "caliente" en la historia
reciente de Venezuela
Un 18 de febrero, de 1983 se hizo evidente la poca
sostenibilidad del esquema rentista petrolero cuando por primera
vez ocurría una devaluación de la moneda, producto de la baja de
los precios petroleros, en medio de intentos de liberalizar la
economía.
Un 27 de febrero, de 1989 se desnudó el nuevo mapa social y la
explosión de la pobreza desbordó las calles, generándose una
masacre de las masas hambrientas ante el asomo del primer
programa de ajustes dictado por el FMI, dando así paso al
pensamiento y acción neoliberal en Venezuela.
Un 4 de febrero, de 1992 el modelo político, vigente por más de
30 años, se estremeció ante un intento de golpe, cuyos autores
convirtieron la derrota en un triunfo a largo plazo 6 años
después.
Apenas el año pasado, un 2 de febrero se ponía fin a un paro de
casi dos meses con la convocatoria a un "firmazo" para exigir un
referéndum consultivo contra el presidente por parte de la
oposición.
Adicionalmente, febrero es el aniversario del natalicio de dos
personajes históricos más importantes: el Mariscal de Ayacucho
Antonio José de Sucre y de Ezequiel Zamora, el general de
hombres libres.
Este febrero de 2004, se cumple el quinto aniversario de la
llegada al poder del Presidente Hugo Chávez.
Cinco años de "Chavismo": lo que está en juego.
Luego de 5 años de agitación política, profundización de la
crisis económica y social, un golpe de Estado y una huelga
general criminal que produjo un decrecimiento de 29% de la
economía en el segundo semestre de 2003, el escenario se torna
tenso y difícil. Nuevamente, como ha sucedido desde diciembre
de 2001, cuando se intentaron poner en marcha paquetes
legislativos orientados fundamentalmente a la democratización de
la economía, así como, posteriormente, el desarrollo legislativo
y práctico de la democracia participativa prevista en la
Constitución Bolivariana, lo que está en juego en Venezuela es
una lucha por reconfigurar el poder político y económico.
Por una parte, es necesario ubicar a las élites económicas y
políticas que controlaban el Estado redistribuidor de la renta
petrolera, eran dueñas de la tierra más productiva, y servían de
intermediarias para empresas transnacionales, quienes
mayoritariamente fueron absorbidas por el modelo privatizador de
los años 90 y ahora ven amenazadas en sus intereses; por la
otra, amplios sectores excluidos que apenas contaban en el
reparto de la torta o siquiera eran tomados en cuenta para
decidir el rumbo del país, más allá de la ilusión electoral de
cambiar de gobernantes entre socialdemócratas y
socialcristianos, quienes ahora fundamentalmente siguen a un
líder, atienden a los propósitos democratizadores del gobierno y
poseen en la mano un instrumento esencial: la Constitución
Bolivariana.
Lo que está en juego es un nuevo esquema de poder político,
porque las medidas contempladas en la Constitución suponen un
nuevo modelo de país y de democracia. Sin embargo, la mayor
parte de los principios contemplados en la carta magna, fueron
cultivadas en su mayoría durante el último medio siglo, tanto
desde las reivindicaciones de los movimientos sociales como
desde las aulas de la Academia. Sin embargo, una y otra vez,
fueron objeto de aplazamientos por parte de las élites
bipartidistas que se turnaban en el poder, pensando en la
eternidad de su dominio, y cediendo el paso al modelo económico
globalizador predominante en el mundo.
Hoy, paradójicamente, en el campo opositor se mueven dos
corrientes convergentes en cuanto a retomar el camino
neoliberal, pero divergentes en los métodos: quienes apuestan
por el cambio radical, incluso apelando a la intervención
extranjera, el estímulo a la Fuerza Armada para que tuerza el
rumbo y produzca un "receso democrático"; y, quienes están
aprendiendo aceleradamente y aprovechando de manera interesante,
creativa y precisa, las bondades de la Constitución Bolivariana
y las posibilidades que brinda su visión de democracia
participativa, en función de sus intereses de retornar al poder.
Logros parciales del "Proceso"
A pesar de dar tantos tumbos, y ahogarse a veces en la
ineficacia de la gestión institucional, la "revolución
bolivariana" parece haber realizado varios aportes a la historia
contemporánea venezolana, según el cristal con que se mire.
Lamentablemente, los medios de comunicación no son la mejor vía
para dar cuenta de esta historia, inmadura aún. Sin embargo,
hasta para los opositores es imposible negar dos aspectos
claves: una escalada inclusión social para los más pobres y una
mayor ciudadanía de toda la población, incluyéndolos.
La puesta sobre la mesa de un debate sobre la necesidad de un
nuevo modelo económico y social, para democratizar la economía;
el impulso, la promoción y apoyo a la organización popular y la
participación ciudadana, para democratizar el poder político; el
ensayo, a pesar de la hipertrofia institucional, de una política
social que enfrenta aspectos claves del perfil de la pobreza
como el analfabetismo, la exclusión educativa, las carencias de
formación en oficios y formación profesional, la exclusión de la
Educación Superior; el desabastecimiento alimentario popular; el
desempleo y la atención directa en materia de salud primaria, a
las densas capas de población marginalizada, constituyen
componentes de una política que avanza a marchas y
contramarchas, con dificultades propias de una burocracia que no
tiene tiempo para aprender. Además, queda poco tiempo para la
batalla electoral.
Ante esto, los opositores al gobierno poco pueden hacer,
especialmente, frente a las "misiones" que se han instrumentado
para acometer problemas educativos, de salud y empleo. Las
fuerzas opositoras se han visto en la necesidad de realizar
algunas promesas (¿criminales?) en cuanto a que no cambiarán
sustancialmente estos programas sociales ni tampoco creen que
haya condiciones para un programa de ajustes tipo "shock". En
este sentido, uno de los mayores aprendizajes de la clase media
y alta del país ha sido haber descubierto al "otro", esa mayoría
de alrededor de 80% de los 25 millones de habitantes que se
encuentra bajo la línea de la pobreza. Por ello, la palabra
favorita del sector opositor luego del golpe de abril de 2002 es
la inclusión. Es una de sus principales ofertas, reconociendo
que el modelo económico, social y político fue excluyente y
generador de pobreza, cualquier escenario debe contemplar que
"aquí cabemos todos". Lamentablemente, los líderes opositores
han concentrado el debate en la salida del Presidente y no han
contribuido a profundizar los debates de fondo que requiere la
sociedad venezolana.
Servida la escena electoral en 2004
Luego de estos cinco años, una profunda fatiga se está
apoderando de amplios sectores de la población a quienes las
empresas encuestadoras han denominado "Ni Ni". Cuantificado el
sector opositor en un 33% aproximadamente y el sector pro-
gobierno en 31%, está quedando un espacio para un término medio
que puede inclinar la balanza electoral hacia un lado u otro
dependiendo de la renovación de la oferta electoral que haga
cada uno de los bandos en pugna.
Una costumbre democrática del último medio siglo está influyendo
en el colectivo: anteriormente cada cinco años se renovaban los
poderes públicos. En esta oportunidad confluyen varias
elecciones al mismo tiempo: gobernadores y legislaturas
estadales, alcaldes, concejos municipales y juntas parroquiales.
Pero, la expectativa mayor se la lleva la posibilidad de un
referéndum revocatorio contra el Presidente, dado que ya ha
cumplido la mitad de su período.
Como nunca antes, es posible el ejercicio democrático. Y este
año se demostrará fehacientemente. Desde las elecciones que se
realizan en gremios profesionales, sindicales, hasta las
autoridades locales y regionales, quedando para el año próximo
la renovación de la Asamblea Nacional. Sólo una institución
clave se resiste a contarse: los partidos políticos. Una
muestra quizá que no han superado su propia crisis o que es
preferible opciones "sucesorales" como el Partido Republicano en
Estados Unidos o el Partido Popular en España.
Sin embargo, es importante tomar en cuenta algunos aspectos de
cara al momento electoral. Las fuerzas en pugna coinciden en su
capacidad de movilización de masas, aunque ambos han tenido
altibajos cuantitativos en el proceso. Pero, al mismo tiempo
existe una gran diferencia: quienes apoyan al gobierno exhiben
un saldo organizativo importante. Es así como desde 1999 se han
organizado cientos de miles de personas en cooperativas
(22.000), círculos bolivarianos, grupos de salud, fuerzas
organizadas para asumir las misiones que combaten la exclusión
educativa, particularmente importante ha sido el impulso de
fuerzas organizadas tradicionales como estudiantes,
sindicalistas, mujeres, indígenas y hasta reservistas militares.
Sin embargo, lo anterior contrasta con la capacidad, carisma y
diversidad de los líderes. Los opositores ofrecen una variedad
de líderes quienes a su manera tienen una dudosa incidencia en
sus seguidores, pero gran destreza y movilidad en la opinión
pública. Mientras que, por parte del oficialismo, el liderazgo
deja mucho que desear ante la aplastante presencia de la
personalidad e imagen del Presidente. Este factor será decisivo
para el desenlace electoral, ya que las encuestas demuestran
claramente que si la oposición va unida pudiera derrotar a
Chávez, de lo contrario, el actual Presidente derrotaría
claramente a sus rivales.
El Referéndum Revocatorio
E1 13 de febrero vencía el plazo para decidir si las firmas
recogidas en noviembre y diciembre para la revocatoria del
mandato del Presidente y algunos diputados a la Asamblea
Nacional eran suficientes para convocar a los 62 Referenda
solicitados.
En un proceso inédito en Venezuela y América Latina, el proceso
de convocatoria a Referéndum ha transitado por diversos
problemas. En primer lugar, debe recordarse que el referéndum
era la propuesta oficialista frente a los opositores que
demandaban durante la huelga general ¡elecciones ya!, recorte
del mandato y otras especies destinadas a acortar el mandato de
Chávez. Posteriormente a la firma de los acuerdos auspiciados
por la OEA, el Centro Carter y el PNUD, el nombramiento de un
nuevo Consejo Nacional Electoral se dilató como parte de una
estrategia política opositora. Finalmente, tuvo que ocuparse el
Tribunal Supremo de Justicia para que el país contara con un
árbitro electoral.
Desde ese momento no han cesado las presiones al nuevo ente
electoral. A pesar del respaldo de los organismos
internacionales y del propio gobierno, quienes con el Presidente
a la cabeza reiteradamente han manifestado que acatarán sus
dictámenes. Por el contrario, la Coordinadora Democrática
conformada por un grupo de partidos y ONG's no ha concedido un
mínimo de confiabilidad y se empeña en descalificar al árbitro
electoral. Esta estrategia de ataque al CNE, tuvo su punto
culminante cuando se convocó a una movilización en términos
parecidos a los del 11 de abril de 2002, la cual aparte de ser
una nueva ocasión para la medición de fuerzas y constatar el
papel parcializado de los medios informativos, principales
convocantes, no pasó a mayores.
Como es obvio, el gobierno está exigiendo que se cumplan los
lapsos y reglamentos establecidos. La oposición tiene plomo en
el ala, debido a las denuncias y sospechas de engordar el número
de firmas que intentó a principios de 2003 con el "firmazo". El
hecho es que la apuesta del Referéndum como válvula de escape
para la crisis política es muy relativa. El sector opositor
viene debilitándose mientras el sector que apoya el gobierno
viene en aumento, producto del despliegue de los programas
sociales. Sólo entre octubre y diciembre de 2003, según una
encuestadora identificada con los opositores, el Presidente
aumentó su popularidad en 14 puntos arribando a un 41%, otras
encuestas afines al gobierno le otorgan 50% y hasta 60%.
Las proyecciones indican que hay firmas suficientes para
convocar al Referéndum. Es cuestión de tiempo. Sencillamente
porque es totalmente probable que en Venezuela haya 2,4 millones
de electores que no quieran al Presidente. Pero la "ofensiva
social" del gobierno, quién prefirió invertir tiempo y recursos
en diversos programas sociales para combatir la pobreza, es la
mejor carta para acometer con tranquilidad este proceso
electoral, que probablemente ocurra en el mes de mayo, y salir
ileso. Posteriormente, habrá otras ocasiones para continuar la
contienda en las elecciones regionales y locales de agosto y
diciembre.
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