En lo político, cultural, social y territorial
Evo presidente y el significado de las luchas sociales
08/04/2013
- Opinión
Sexta parte del ensayo: EL PODER COCALERO: LA EXPANSIÓN POLÍTICA Y TERRITORIAL Y LA DESTRUCCIÓN DE LOS VALORES INDÍGENAS
Con un modelo neoliberal virtualmente moribundo, combinando la “conciencia social y la capacidad intelectual”, con mensajes que rescataron los valores culturales e indígenas y con “10 mandamientos” para el pueblo boliviano que reflejaban las demandas centrales de las organizaciones sociales del país, el MAS inició el proceso político para la toma del poder.
Junto a varias organizaciones sociales, sindicales y políticas a principios de 2003, en Cochabamba, se organizó el Estado Mayor del Pueblo -como ente supremo de decisión- y en una singular alianza del campo y la ciudad al que el MAS debería estar sujeto, pero que en realidad nunca lo estuvo.
Más pudieron las decisiones caudillistas y absolutamente protagonistas que las determinaciones colectivas y desde abajo.
El Estado Mayor del Pueblo estaba conformado por la COB, organizaciones matrices de fabriles, campesinos, colonizadores, maestros urbanos y rurales, universitarios, trabajadores en salud, constructores, regantes, cocaleros, mujeres campesinas, prestatarios, desocupados, vecinos, intelectuales y otros que desde su primer manifiesto censuró la “política antinacional y antipopular” del régimen gonista, advirtió la “traición a la Patria” que se pretendía imponer con la exportación de gas a Estados Unidos, vía Chile, se amenazaba con expulsar del gobierno a Sánchez de Lozada y la urgencia de la toma del poder por los movimientos sociales. Desde esta singular instancia de organización se convocaron a bloqueos y movilizaciones a nivel nacional que fueron la base del crecimiento a pasos gigantescos del MAS.
El Estado Mayor del Pueblo se extinguió.
Además en 2004, en Santa Cruz, se creó el Pacto de Unidad instancia que fue determinante –fundamental- en el apoyo político al MAS para encumbrar a Evo Morales Ayma como Presidente de Bolivia, pero bajo la premisa de fundar, mediante una nueva constitución, un Estado Plurinacional.
La condición de las organizaciones que conformaban el Pacto de Unidad hacia el MAS estaba centrado en la “refundación” del Estado Boliviano respetando los derechos de las mayorías nacionales.
El Pacto de Unidad estaba conformado por esa mayoría nacional, por las cinco organizaciones matrices de campesinos, indígenas, colonizadores y originarios del país: la Confederación Indígena del Oriente Boliviano (CIDOB), el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qollasuyo (CONAMAQ), la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB) y la Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia-Bartolina Sisa (FNMCB-BS).
La sabiduría de nuestros antepasados grabada en el “ama sua, ama llulla y ama q’ella” (no seas mentiroso, no seas ladrón y no seas flojo) frase que fue reforzada por el clamor popular del “ama llunk’u” (no seas servil) se empezó a utilizar –como la vestimenta, la wiphala, los idiomas nativos y los valores culturales- con mayor orgullo y cada vez más en diferentes sectores sociales.
También fue la coyuntura ideal para cambiar el estigma del “candidato cocalero” por el “candidato indígena”.
El nuevo Estado Plurinacional debería defender la tierra y el territorio, los derechos de los pueblos indígenas, las culturas e idiomas, la forma de vida y el hábitat de los 36 pueblos indígenas del país. La nueva CPE –aprobada con más del 64 por ciento de la población- defiende en teoría esos derechos, pero la práctica es absolutamente diferente.
Contradictoriamente, el Pacto de Unidad que debería ser el pilar fundamental del actual gobierno se dividió entre las organizaciones que ya no respetan sus decisiones orgánicas y se convirtieron en prebendalistas y las que continúan defendiendo sus ideales y son consecuentes con los sectores que representan.
Las organizaciones matrices de campesinos, colonizadores y mujeres campesinas defienden a ultranza las políticas del MAS, incluso aquellas contrarias al pueblo boliviano como el frustrado “gasolinazo” de enero de 2010, la construcción de la carretera por el corazón del TIPNIS de abril de 2011 o la propuesta de Ley de Consulta de 2013. En cambio, la CIDOB y el CONAMAQ, sin ningún apoyo gubernamental pero respaldadas por sus organizaciones, continúan sus acciones en defensa del medio ambiente, los valores culturales, la madre tierra y los derechos de los pueblos indígenas.
“El Pacto de Unidad era compuesto por cinco organizaciones sociales, ahora lamentablemente quedaron sólo la CSUTCB, los Interculturales y las Bartolinas que se convirtieron en sumisos al gobierno, pero nosotros no vamos a entrar a ese juego político porque ya es una organización muerta”, aseguró el coordinador de Fortalecimiento Político de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI), Rafael Quispe.
Según el presidente de la CIDOB, Adolfo Chávez, “el Pacto de Unidad se destrozó por la intervención descarada del gobierno en algunas organizaciones al tratar de hacer aprobar leyes que atentan los derechos de los pueblos indígenas y del mismo pueblo boliviano”.
El Pacto de Unidad jugó un rol fundamental en la elaboración de la nueva Constitución Política del Estado, porque más allá de las diferencias que tenían las organizaciones por sus lugares de origen, por sus formas de propiedad de la tierra (familiar o comunitaria), por sus valores culturales y por el estilo de sus organizaciones, lograron limar inicialmente sus diferencias para hacer propuestas conjuntas que quedaron plasmadas en la nueva carta magna.
El Pacto de Unidad se ha convertido en un hito fundamental en la construcción del nuevo Estado.
De la protesta a la propuesta
Ante la agonía del modelo neoliberal que no ofrecía nuevas alternativas ni menos liderazgos al país, se presentó ante el MAS una coyuntura política favorable para conquistar el voto de la mayoría del país con propuestas concertadas, discursos coherentes y nuevos líderes.
Fue la hora de estigmatizar a la política neoliberal como sinónimo de la cultura de la entrega y privatización de los recursos naturales, de la corrupción y los negociados, de la violencia y la muerte; en cambio, el proceso de cambio ofrecía construir la cultura de la nacionalización y recuperación de nuestras empresas, de la transparencia y unidad nacional, del diálogo y la paz social. Se debería construir una cultura de la defensa de la vida.
El último gobierno de Goni fue fugaz (2002-2003). La megacoalición de los partidos neoliberales: MNR, MIR y NFR tuvo que enfrentar una crisis económica y social profunda, producto de los mismos errores cometidos por el modelo impuesto, a sangre y fuego, desde 1985.
En febrero de 2003, el gobierno intentó imponer un impuesto al salario -“impuestazo”- medida que fue rechazada por la mayoría de los sectores sociales, incluida la Policía Nacional, conflicto que derivó en duros enfrentamientos contra las Fuerzas Armadas, con el saldo de muertos y heridos. El retroceso de la medida logró mantener a Sánchez de Lozada en el poder, aunque por el ascenso de las masas y por el desgaste político y la pérdida de gobernabilidad, sus días estaban contados.
Entre septiembre y octubre de 2003, ante la pretensión gubernamental de exportar gas boliviano por puertos chilenos hasta mercados de Estados Unidos, la rebelión popular fue contundente hasta expulsar a Goni del poder. El costo social fue alto, más de 60 personas asesinadas y cerca a medio millar de heridos, pero con el objetivo de los movimientos sociales, cumplido.
En las jornadas conocidas como la “Guerra del Impuestazo” y la “Guerra del Gas”, los principales dirigentes del MAS tuvieron muy poca participación; los verdaderos protagonistas fueron las organizaciones vecinales, gremiales y laborales sobretodo de El Alto de La Paz, representadas en el mismo pueblo. Lamentablemente el apoyo y reconocimiento a esos héroes anónimos fue escasa de parte del gobierno.
La gestión de Goni fue reemplazada por el entonces vicepresidente Carlos Mesa quien en mayo de 2005 impulsó un referéndum fracasado para decidir la nacionalización de los hidrocarburos, sinónimo de violentas manifestaciones y bloqueos y la renuncia de Mesa en junio del mismo año.
Todas las acciones de la rebelión popular: bloqueos, marchas, huelgas y manifestaciones, políticamente fueron canalizadas a favor del MAS.
Fue la hora de pasar de la protesta a la propuesta.
Obedecer al pueblo
Con una coyuntura política absolutamente favorable para un inminente cambio en el país, el MAS empezó a realizar un trabajo en base a los “10 mandamientos” del pueblo boliviano, resumidos en: 1) Asamblea Constituyente, 2) Nacionalización e industrialización de los hidrocarburos, 3) Autonomía departamental, municipal y comunitaria con visión de país, 4) Seguridad Ciudadana, 5) Lucha contra la corrupción, 6) Austeridad estatal, 7) Tierra productiva para el desarrollo rural, 8) Soberanía y seguridad alimentaria, 9) Desarrollo Productivo y 10) Transformación y revalorización de la cultura.
Los “10 mandamientos” eran reflejo de las demandas de las mayorías nacionales en contraposición de los partidos tradicionales que se quedaron, poco menos, sin discurso.
El MAS y los movimientos sociales se empoderaron de discursos inclusivos que reflejaban nuestra realidad; los partidos neoliberales continuaban defendiendo la política entreguista y contraria a los intereses de las mayorías nacionales.
Además, se empezó a pregonar la necesidad de impulsar “una revolución democrática y cultural” -no una revolución armada ni violenta- convocando a la gente del campo y la ciudad a empoderarse de lo que se había denominado “proceso de cambio”.
Sin lugar a dudas que la estrategia política –elaborada luego de interminables encuentros con diferentes sectores sociales- recogía el sentimiento de los millones de hombres y mujeres que históricamente fueron marginados, discriminados e incluso humillados. La mayoría de la población empezó a auto-identificarse con los símbolos, líderes, discursos y propuestas políticas del MAS.
Antes de las elecciones generales de diciembre de 2005, se realizaron en el país las elecciones municipales, no sólo con la participación de partidos políticos sino de agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas, donde el MAS ya se convirtió en la primera fuerza política.
Aunque no ganó ningún municipio de las 10 ciudades más importantes del país, el MAS arrasó en las alcaldías del área rural. Según los datos de la Corte Nacional Electoral, el MAS obtuvo 452 concejales, seguido de muy lejos por el MNR con 196, el MIR con 155 y UN con 116.
Se ratificó que el MAS era un partido con un impresionante apoyo campesino, indígena y originario, es decir con el voto del área rural. El apoyo citadino era escaso. Entonces se cambió la estrategia política para reforzar el movimiento con el ingreso de “invitados”: inicialmente profesionales e intelectuales ligados al trabajo con los movimientos sociales y posteriormente ex dirigentes de partidos de izquierda y revolucionarios.
EL MAS representaba básicamente dos aspectos en la vida política: primero, la búsqueda de igualdad de oportunidades para superar precisamente el colonialismo interno y externo y, segundo, ser portadores de la nueva concepción del mundo distinto a la visión que proviene de la civilización occidental: “todos somos iguales”, “todos tenemos los mismos derechos”.
En una movilización social –antes que política- sin atenuantes en la historia democrática del país, el MAS pregonando soberanía para que el poder y las decisiones sean tomadas por la propia colectividad impulsó congresos, ampliados, cabildos y asambleas para elegir a sus candidatos. Esa fue una de las mayores fortalezas políticas, aunque en algunos casos, predominó el “dedazo”.
Respetando la forma de su organización, los pueblos indígenas eligieron a sus candidatos, así como los mineros, transportistas, campesinos, vecinos, profesionales o cooperativistas. El MAS demostró diferencia cuando el resto de los partidos exigía, más bien, dinero a sus candidatos.
Es decir, que cada sector social sólo debería cumplir el slogan: “votar por nosotros mismos”.
Sin embargo, se debe anotar también que en el último tiempo, los “invitados” del MAS contradictoriamente ya no son personalidades ligadas a los movimientos sociales, sino resultan ser ex dirigentes y ex funcionarios de los gobiernos neoliberales.
La definición del MAS como movimiento antineoliberal, anticolonial, antioligárquico y antimperialista ganó gran cantidad de militantes y simpatizantes de diferentes estratos de la sociedad boliviana. El “proceso de cambio” ingresó a su auge.
En diciembre de 2005, combinando la “conciencia social con la capacidad intelectual” y con una coyuntura a punto de estallar, se llegó a las elecciones generales, por primera vez para Presidente, Vicepresidente y prefectos y con un récord de participación, sobretodo del área rural.
Destrozando todos los pronósticos, el candidato del MAS, Evo Morales Ayma, obtuvo el 54 de los votos a nivel nacional, derrotando de manera contundente a todos los candidatos de los partidos tradicionales.
Los candidatos neoliberales como Jorge Quiroga (PODEMOS) obtuvo el 28 por ciento, Samuel Doria Medina el 7.8 por ciento y Michiaki Nagatani (MNR) apenas llegó al 6.4 por ciento; el dirigente campesino Felipe Quispe (MIP) alcanzó sólo el 2.1 por ciento de los votos a nivel nacional.
La conjunción de las luchas sociales del pueblo boliviano confluyeron es un solo cauce y cumplieron su objetivo histórico: aplastar el modelo neoliberal y tomar el poder.
El MAS prometió “gobernar obedeciendo al pueblo boliviano”, esa es una historia que se la continuará escribiendo en el futuro…
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