La verdad no traiciona ni divide

16/04/2013
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Un campo pagado firmado por un grupo de intelectuales del país, exfuncionarios de distintos gobiernos anteriores, se publicó ayer con el título “Traicionar la paz y dividir a Guatemala”. Este comunicado afirma que la acusación de genocidio y delitos contra la humanidad, que se está llevando a cabo en el tribunal de alto impacto, va a ser negativo para la paz hasta ahora lograda. ¿Cuál es esa paz según ellos si aún persisten las condiciones estructurales de pobreza, exclusión y negación de derechos económicos, sociales y culturales? Pero lo más importante en el contexto actual es preguntarse ¿de qué paz puede hablarse cuando la verdad aún no ha brillado en su plenitud, o cuando aún la sociedad no se atreve a discutir o develar situaciones tan graves como la del genocidio? 
 
No puede afirmarse que la acusación de genocidio que se está llevando en las vías jurídicas correspondientes, y que aún no se ha resuelto de manera definitiva, vaya a ser una traición a la paz. La paz solo es posible desde la verdad, y la reconciliación solo llegará en la medida que la verdad pueda significar justicia para los responsables. Ni la verdad en su totalidad, ni la más mínima de las justicias han ocurrido, sobre todo cuando se trata de oficiales o altas autoridades de aquel ejército que no tuvo piedad ni con niños y niñas, ni con mujeres y que, principalmente, operó de manera implacable contra el pueblo indígena. 
 
Es impresionante que ese grupo de intelectuales exfuncionarios se atreva a afirmar que “esta acusación de genocidio, que significa la deliberada eliminación de poblaciones enteras por razones étnicas, implica –de consumarse- el peligro inminente de que la violencia política reaparezca…”. 
 
Y ¿qué dicen de la violencia (explícita o implícita) que se ha venido dando por la impunidad en la que han vivido estos años los distintos responsables intelectuales y operativos de esas gravísimas violaciones cometidas contra miles de hombres, mujeres y niños indígenas? Qué fácil es hablar del “anhelo de la mayoría por superar el pasado”, cuando no se es parte de las víctimas directas o indirectas de esos hechos ocurridos en la región Ixil y otras, en las que el salvajismo destruyó vidas y lazos familiares y sociales. Qué fácil resulta hablar de superar heridas sin tenerlas o haberlas tenido en la dimensión que las tiene aún el pueblo maya. 
 
Quienes hemos sido víctimas, con nuestro dolor hemos construido procesos de paz, justicia y reconciliación sin ser parte de las estructuras de poder político y económico, y nuestro gran anhelo es que un día llegue la paz firme y duradera. La diferencia está en que consideramos la firmeza y la sostenibilidad de la paz, firmada en 1996, como una consecuencia de la profunda verdad llevada a la justicia. La firma de aquellos acuerdos, sin la judicialización de hechos gravísimos, no contribuye a sanar las heridas. 
 
Defendamos la paz, pero no defendiendo a los responsables de crímenes contra la humanidad dondequiera que ocurra.
 
- Rigoberta Menchú Tum
Premio Nobel de la Paz
 
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