El referéndum venezolano en el marco de la política internacional
23/06/2004
- Opinión
Las declaraciones del subsecretario de Estado para
Asuntos Hemisféricos de los EEUU, coloca el referéndum
venezolano en el marco de la política internacional,
ignorando los temas fundamentales de nuestra agenda
política.
Las declaraciones del pasado 6/6/04 de Peter De Shazo
en el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales
(CSIS), tienden a confirmar la tesis, sostenida por el
gobierno, que relaciona la situación política
venezolana con el cuadro estratégico internacional. Con
su afirmación sobre una intervención norteamericana en
Venezuela, sí el referéndum revocatorio no es "libre y
transparente", el Subsecretario de Estado para Asuntos
Hemisféricos está señalando claramente la intención de
Washington de actuar unilateralmente, como lo hizo en
Irak, en caso de que el resultado de la consulta sea
adverso a sus intereses geopolíticos. Y el despliegue
informativo, liderado por las editoriales del
Washington Post y el New York Times del 12/6/04, que
apuntan sobre la incertidumbre de los resultados,
considerando las decisiones del CNE sobre la fecha y el
método de escrutinio, preparan el terreno para
semejante injerencia.
Visto así el problema, este acto electoral de
naturaleza profundamente democrática, se transforma en
un escenario estratégico para la confrontación entre el
unilateralismo, con su concepción de la "pax americana"
impuesta por las fuerzas militares de los EEUU, frente
al multilateralismo que propugnan los actores más
significativos del Sistema Internacional. En esas
circunstancias, los ciudadanos no van a votar por
proyectos políticos competitivos para resolver los
problemas de la comunidad política. Van a elegir entre
un orden mundial sustentado en la vieja tesis del
Imperio Universal, con la coacción como instrumento: y,
uno apoyado en la idea de la organización mundial, con
el derecho como medio de acción. Pero la elección no
será libre. Y en este caso, la libertad no la
restringirá el gobierno, como lo sugieren las
editoriales mencionadas. Este no ha sido capaz de
controlar la disidencia al orden constitucional ni por
la coacción, ni por la persuasión. La traba será el
terror desarrollado conjuntamente por la maquinaria
comunicacional controlada por Washington y el
formidable -aun cuando no tan efectivo- aparato
militar.
El problema para la Casa Blanca es que Venezuela no
depende como El Salvador de las remesas de los
inmigrantes nacionales. Tiene una relativa autonomía
estratégica proporcionada por su carácter de exportador
petrolero. Pero ella es inútil sin una apropiada
estrategia, que incluye tanto el logro de un consenso
nacional para garantizar la seguridad del Estado, como
unas alianzas internacionales sólidas que balanceen la
relación profundamente asimétrica. Y los signos no
muestran la existencia de tal plan de acción. Lo que
exhiben son medios para el encuentro inmediato, sin
considerar el mediano y el largo plazo. Es la primacía
de la acción táctica sobre la praxis política. De modo
que con ese marco, la estrategia del terror tiene
posibilidades en un medio donde reinan la incertidumbre
y la desconfianza. Por lo general, la gente prefiere la
paz de los sepulcros a la irresolución de la libertad.
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