A que viene el presidente obama a Centroamérica
02/05/2013
- Opinión
“Las grandes conflagraciones, que se constituyen en vuelta sin retorno de página en el libro de la historia universal, no se originan en última instancia en el afán de los imperios por explotar las materias primas (minerales o agrícolas) o humanas (mano de obra esclava) sino por el control de las vías (sobre todo marítimas) de comercio”.
Arnoldo Mora
El Mar Mediterráneo fue, casi hasta el Renacimiento, el mar de la historia occidental. Fue el mar de los nacientes imperios de la antigüedad y el centro de la unidad de lo que constituía en aquel entonces el comercio mundial. “Las Cruzadas”, mucho más que una aventura religiosa, fueron el resultado del necesario control de los europeos sobre la única ruta que les abría el comercio con el Oriente. Sin contar las notables excepciones de las incursiones fenicias, de algunos faraones como Anón y Necao alrededor del África, o las rutas ocasionales de los vikingos por el norte, no fue sino hasta la época de los llamados “grandes descubrimientos”, cuando los navegantes de la península ibérica se lanzan a la conquista del Atlántico.
A partir de ese momento, el Atlántico se convierte en el mar de la historia contemporánea. La portentosa aventura de la conquista colonial de España y Portugal sobre el Nuevo Mundo y más tarde, con la independencia de los Estados Unidos, el Atlántico se confirma como el espacio por excelencia de la expansión del capitalismo e incluso el paso obligado hacia el Oriente, que el Canal de Suez revitaliza. Pero nadie ponía en duda que el Atlántico era el agitado centro de los prodigiosos avances de la primera revolución industrial y mercantil.
Luego viene el Caribe, ese pequeño enclave del Atlántico donde se entreteje y consolida la visión imperial de que América Latina es propiedad de los Estados Unidos. Con el Tratado Hay Bunau Varilla de 1903, se decide el control de los EEUU sobre Panamá y la subsiguiente apropiación de la futura vía interoceánica. El explosivo crecimiento del carácter imperial de los Estados Unidos, confirma particularmente al Caribe como un espacio americano y al Atlántico como la ruta vital del Destino Manifiesto. Además el Caribe es, como tantas veces lo confirmara uno de los padres del Pensamiento Social Costarricense, Manuel Mora Valverde, “Un Lago Petrolero”.
Después se producen las dos grandes revoluciones del continente: primero la Revolución Mexicana en 1910, siete años antes de la Revolución de Octubre y casi 50 años después, la Revolución Cubana, que rompe definitivamente el esquema de dominación impuesto por los EEUU.
La Segunda Guerra Mundial le abre al Imperio Americano el camino del Pacífico. Contaban con la temprana apropiación de las islas Hawai, convertido en “Protectorado” a finales del S XVIII. Le siguen la espantosa experiencia nuclear de Hiroshima y Nagasaki, la Guerra de Corea y luego la ocupación del Japón, las Filipinas, Corea del Sur y Taiwán junto a una activa presencia militar en el flanco Oriental de aquel inmenso mar.
De este modo, el joven imperio americano, consolida su control en los dos flancos marítimos del Siglo XX y XXI, el Atlántico y el Pacífico.
Pero sobrevienen los sorprendentes desarrollos asiáticos del capitalismo industrial de nuestros días, primero en Japón, desde los Midji, luego en Malasia, en el propio Taiwán y en Corea del Sur. En nuestros días, la impresionante expansión industrial y comercial asiática, con la República popular China y la India a la cabeza, confirman que el Mar Pacífico ha pasado a ser el mar del nuevo milenio. No es el mar de la conquista y el saqueo como el Atlántico, pero estas dos últimas potencias emergentes deben ser frenadas, controladas, porque el territorio de Centro América es, hoy por hoy, una pieza clave de las rutas marítimas del comercio mundial.
Estamos los centroamericanos frente a ese lago petrolero de que hablábamos; estamos frente a la insurrecta Venezuela y somos la llave de entrada del Atlántico Sur y de ese nuevo, luminoso e impredecible Sur latinoamericano.
Esta pequeña cintura americana, a la que Neruda llamara “cintura de los dolores”, azotada en su historia reciente por algunas de las dictaduras más feroces de “Nuestra América”, como el apóstol José Martí solía llamar a América Latina, empobrecida, adolorida, políticamente despreciada, sometida, maltratada, militarizada, considerada como una pieza menor del ajedrez continental y estadounidense, ha pasado a convertirse en un punto neurálgico del comercio y la política mundiales.
Porque esta pequeña franja que es, entre las dos grandes masas oceánicas, precariamente controladas por la fase más agresiva y poderosa del capitalismo norteamericano tiene, como dijimos, un incalculable valor económico y geopolítico. Algunas veces resulta necesario recordar lo evidente, como el hecho de que Costa Rica es el país de Centro América con mejores capacidades para desarrollar terminales portuarias en ambos océanos.
Algunos, como el destacado visitante, probablemente consideran urgente que esa situación prevalezca, pero claro, en beneficio de la inmensa y agresiva potencia que preside.
¿Encontrará el Presidente Obama en Centroamérica y sobre todo en Costa Rica, interlocutores solventes y dignos, que pongan sobre la mesa los temas cruciales que de verdad nos interesan y que obtengamos de él respuestas y compromisos claros? Es casi seguro que no.
Curridabat. 1 de Mayo de 2013
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