Cuestiones de intensidad
25/05/1999
- Opinión
A la violencia desatada contra las ocupaciones de tierras improductivas en
Brasil no se le ha asignado "intensidad", pero su cronología da cuenta de una
guerra declarada, cuyas características apelan a reflexionar sobre las
condiciones bajo las cuales la palabra guerra se vuelve objeto de
notificación.
Para desalojar a los/as sin tierra de los asentamientos, los pistoleros usan
armas de grueso calibre, hay presencia de tanques y helicópteros, suenan
disparos, se lanzan bombas lacrimógenas, hay vejaciones, violaciones,
deportaciones masivas, muertos y heridos. Las barracas y pertenencias de
los/as campesinos son quemadas, robadas o destruidas y, como si eso fuera
poco, la mayoría de veces son los/as agredidos quienes terminan tras las
rejas.
Asimismo, aunque el artículo 172 del Código de Procesamiento Civil de Brasil
prohíbe los desalojos antes de las 6 de la mañana, éstos casi siempre se
realizan durante la madrugada y por lo general carecen de mandato judicial.
Según el Jornal do Brasil (19/03/99), los hacendados han llegado hasta a
anunciar la utilización de minas terrestres contra las ocupaciones de tierras
improductivas, que en los últimos dos años, en razón del incremento del
desempleo, se han multiplicado. Hoy existen más de 10 mil familias
acampadas, tan sólo en el región del nordeste 1.134 familias acampadas
esperan su asentamiento.
En algunos desalojos interviene directamente la policía militar y civil, en
otros existen sospechas fundamentadas de que algunos de los pistoleros,
pagados por los hacendados, son policías; no obstante, el uso invariable de
máscaras hace imposible reconocerlos. En todo caso, su presunta neutralidad
frente a la acción de los pistoleros se convierte en colaboración, pues no
impiden las acciones violentas ni arrestan a los responsables.
La segunda semana de mayo, Querencia do Norte, en Paraná, actualmente en
estado de sitio, fue escenario del "montaje de un operativo de guerra contra
los trabajadores sin tierra, con la movilización de más de dos mil policías,
tanques, perros entrenados para atacar a multitudes, helicópteros, grupos
anti-secuestro y anti-guerrilla, más de cien camiones, más de 30 autobuses,
tropas de choque, bombas lacrimógenas, etc.
Este tipo de mega operativos no son aislados, en el Municipio de Mariluz,
también en Paraná, "aproximadamente 700 miembros de la policía militar
realizaron un desalojo durante la madrugada (07/98), los policías destruyeron
todas las pertenencias de los trabajadores y robaron el poco dinero que
encontraron. La policía utilizó 15 autobuses para llevar a los trabajadores
hasta la frontera con Paraguay, donde fueron abandonados apenas con la ropa
que llevaban y sin alimentos, muchas familias fueron desmembradas". En los
últimos acontecimientos represivos en Paraná se habla incluso de limpieza
étnica.
Estos ejemplos ilustran la magnitud de los desalojos, pues en cualquier parte
del mundo 2.000 militares con tanques, helicópteros y demás implementos, son
un ejército actuante, y los desplazamientos forzados son condenados por la
legislación humanitaria internacional, como lo son los allanamientos, la
tortura y encarcelamientos sin mandato judicial.
No obstante, el caso de la guerra contra los/as sin tierra no ha sido aún
objeto de condena ni de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU ni de
aquella de la OEA y, mientras los expedientes sobre estas agresiones se
apolillan en los archivos de los juzgados locales, el gobierno de Fernando
Henrique Cardoso es considerado autoridad en temas de derechos humanos.
En Paraná, uno de los Estados más afectados por la represión, días después de
un desalojo realizado por la policía militar, el propio secretario de
seguridad Cándido Martins de Oliveira, declaró a la prensa que había pedido
moderación y que "los policías sólo debían haber disparado a las piernas",
pero hubo heridos y muertos.
Guerra contra el Movimiento Sin Tierra
Las indagaciones sobre la violencia son rápidamente archivadas o reposan como
pendientes en las gavetas, la impunidad reina y más bien se han hecho
públicas listas de líderes del Movimiento Sin Tierra -MST- marcados para
morir.
El caso del equivocado asesinato de Eduardo Anguinoni (03/99), dedicado a su
hermano Celso Anguinoni, miembro de la Dirección Nacional del MST, cuyo
nombre figura en dichas listas, puso en evidencia que en Paraná la
persecución contra los líderes ya no se agazapa más.
El pasado 5 de abril, el coordinador regional del MST Seno Staat, fue
secuestrado y torturado durante 5 horas en el Municipio de San Francisco
Beltrao (Paraná). En ese lapso, "unos 10 torturadores, contratados por la
maderera Santana, insistieron en que si el MST no para de ocupar haciendas,
él y una lista de personas claramente mencionadas iban a morir.
Seno Staat, sufrió quemaduras en los brazos, ahogamiento, estrangulamiento,
golpes en todo el cuerpo, golpe del vacío y, en todo momento, permaneció con
un revolver apuntando hacia su cabeza, con la amenaza de apretar el gatillo
en cualquier rato".
Celso Anguinoni y Seno Staat, vienen sufriendo amenazas de muerte y sus vidas
corren peligro, ellos figuran en una lista de marcados para morir atribuida a
la organización derechista UDR, donde están también Jaime Calegari, Ademir
Dalazen, Antonio Arrepiado, Claimar Jairo Zatta, Delfino Becker, Pedro
Cabral, Julir das Chagas Martins y otros líderes del MST.
Por su parte las autoridades, que en muchos casos han sido advertidas sobre
las amenazas y el peligro de la violencia, mantienen una aparente
"neutralidad".
"Celso Anguinoni participó a la audiencia pública de la Comisión de Derechos
Humanos de la Cámara de Diputados (12-02-98), donde denunció la situación de
violencia en el noreste de Paraná y advirtió que los miembros del MST,
incluso él, estaban sufriendo amenazas de muerte. Y que, además, era de
conocimiento de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado la referida
lista de personas amenazadas por la UDR y, no obstante, nada se hizo para
evitar el episodio que culminó en el asesinato de Eduardo", señala un
comunicado del MST.
La guerra económica
Mientras el Movimiento Sin Tierra ha sido reconocido con significativas
preseas internacionales por su proyecto colectivo de desarrollo sustentable y
sus acciones efectivas de lucha contra la pobreza, el gobierno de Fernando
Henrique Cardoso se ha empeñado en desmantelarlo a través de la puesta en
aplicación de mecanismos económicos, encaminados a dar soluciones
individuales a algunos casos.
La estrategia de aplicación de estos mecanismos comprende cuatro puntos
principales: substituir la expropiación de latifundios por la venta de
tierras, facilitada por préstamos de poca cuantía otorgados por el Banco de
la Tierra, un programa conjunto del gobierno brasileño y el Banco Mundial;
desmantelar el Instituto Nacional de Reforma Agraria -INCRA- y transferir la
responsabilidad a los gobiernos estatales; acabar con los créditos y
subsidios del Estado para los pobres; e introducir una nueva política de
desarrollo para los asentamientos, a través de la cual por el otorgamiento de
unos 1.800 dólares por familia, éstas se hagan individualmente responsables
de la contratación de empresas de topografía, construcción de carreteras y
casas.
En síntesis, el gobierno está descomprometiendo al Estado de su
responsabilidad en lo relativo a la reforma agraria y transfiriendo al
mercado el futuro de los millones de sin tierra del país.
La posibilidad individual de acceder a los créditos del Banco de la Tierra es
vista como una estrategia para disminuir las posibilidades de acción
colectiva, autonomía y proyecto común, propuesta por el MST.
La guerra ideológica
Mientras las movilizaciones del MST han ido ganando simpatía y legitimidad en
la opinión pública brasileña, el gobierno ha desatado grandes campañas
mediáticas de propaganda para restar importancia a su enfoque colectivo y
ponderar el modernismo del enfoque mercantil.
La propuesta de la salida económica para comprar la tierra, al precio que los
latifundistas impongan, endeudando de por vida a los sin tierra, es
presentada como una solución a las ocupaciones de tierra, cuya lógica
interpone una solución mercantil a la idea de co-responsabilidad social y
desarrollo colectivo inherente a los asentamientos.
También se verifica, particularmente en los recientes hechos acontecidos en
Paraná, una suerte de lineamientos para la información que se difunde y hasta
se habla de restricciones a la libertad de prensa.
La intensidad de los derechos humanos
El silencio sobre la correlación y complicidad entre las acciones del
gobierno y aquellas de los latifundistas, que han llevado a una agudización
de las violaciones de los derechos humanos de los sin tierra en Brasil,
interpelan a la comunidad internacional en varios sentidos, entre ellos el de
actuar inmediatamente para que el gobierno de ese país garantice la vida y la
integridad de los trabajadores rurales sin tierra y de sus líderes; como
también actuar para que cesen la impunidad y la violencia, los
desplazamientos forzados, los desalojos, las violaciones y encarcelamientos
ilegales.
Más aún, sería de esperar que las Comisiones de Derechos Humanos de la ONU y
la OEA, llamen la atención del gobierno brasileño tanto sobre la persistencia
y magnitud de la violencia como sobre la impunidad reinante.
La propia existencia de los sin tierra es un producto de la violación de los
derechos económicos, sociales y culturales, en un país que tiene el premio de
ubicarse entre los de mayor concentración de la riqueza y más amplia magnitud
de la pobreza, cuyas soluciones pasan por el desarrollo de una propuesta de
sociedad que respete todos los derechos humanos: universales e indivisibles.
RECUADRO 1
Persecución Política y étnica
Comisión Pastoral de la Tierra y MST
Un ejemplo de las acciones practicadas por la policía es lo ocurrido en la
hacienda Bandeirantes, donde el comandante del operativo, teniente Geraldes,
del Grupo de Operaciones Especiales de Paranavaí, vociferaba y difamaba a los
trabajadores, pateaba a los niños y las mujeres semi-desnudas para que se
apresurasen en desocupar el área, llamándolas de vagabundas, marginales y
otras palabras crueles. Habiendo asumido personalmente la tarea de
destrucción de las barracas, dicho teniente conducia un tractor sobre los
escombros y pobres pertenencias de los trabajadores acampados; eso revela el
nivel de agresividad y violencia contra los sin tierra, a la cual no hay como
responder, sino con la memoria indeleble que esa niñez cargará para el resto
de sus vidas, sobre la infamia y la violencia de sus torturadores:
acostados, semi-desnudos, con la cara contra el suelo, desde las 3 hasta las
7 de la madrugada, bajo el frío y las amenazas, esas niñas/os experimentaron
temprano la fase más perversa de la miseria y la exclusión social de este
país.
Por otro lado, como si no bastase la persecución política, los trabajadores
son víctimas de persecución étnica. Durante la operación de desalojo, los
policías exigían que las familias revelaran su localidad de origen, para
proceder inmediatamente a la deportación y limpieza étnica. Muchas de esas
familias fueron expatriadas para Paraguay en años anteriores, de allí
nuevamente empujadas hacia Brasil y ahora aquí son tratadas como indeseables,
bandidos y subversivos del orden. El mismo sistema que los expulsó en el
pasado, quema ahora sus barracas y los quiere deportar nuevamente hacia donde
ya no tienen condiciones de volver.
RECUADRO 2
Informe de Dom Tomás Balduino, Obispo Presidente de la Pastoral de la Tierra
Por invitación de la Comisión Pastoral de la Tierra de Paraná, visité hoy a
los 7 labradores presos en el penal de Ponta Grossa. Conmigo estaban el
Obispo Diocesano, Dom José Aviz, el Prof. Plinio Arruda Sampaio y el Dr.
Darci Frigo.
Los presos nos refirieron el siguiente relato: cuando aún estaban en el área
de donde fueron desalojados todos sufrieron torturas psicológicas, con
amenazas de muerte por parte de los policías. Dos labradores mientras
permanecían esposados fueron sometidos a las siguientes torturas: pisotones
de los soldados, ahogamientos en los abrevaderos de ganado, intentos de
ahorcamiento con una cuerda, amenaza de violación con un pedazo de caña
estando ellos completamente desnudos, fueron obligados a comer estiércol de
ganado. Dijeron que pueden reconocer a los policías que los torturaron.
En la cárcel, hasta hoy no consiguieron contactar a sus familiares,
permanecen con la misma ropa, no han logrado obtener una visita médica, y uno
de ellos viene padeciendo de sangrados de la nariz.
Luego de nuestras averiguaciones supimos que el capataz de la hacienda no ha
sido detenido. Ellos estaban todos sentados en el suelo, se trataba de una
persecución contra los líderes.
Observaciones
Nos causó espanto y estupor, las violaciones a los derechos humanos que se
están cometiendo hoy en el Estado de Paraná, las violaciones cometidas por
los órganos de seguridad, son un claro retroceso hacia los umbrales de la
dictadura militar.
Se añade a este clima odioso, la noticia de hoy sobre la mega campaña de
guerra policial desencadenada, con la mitad del efectivo militar, contra los
acampamentos de los labradores sin tierra, es de temer las consecuencias
futuras, pues el aparato policial o se considera autónomo para actuar o está
respaldado por la policía más reaccionaria y cruel.
Curitiba, 06 de mayo de 1999
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