La "marea roja" anuncia el futuro
07/08/2004
- Opinión
Una marejada de fervor, movilización permanente e inocultable
alegría inunda las calles de todo el país a una semana del
crucial referendo por Sí o por No, para definir si el presidente
Hugo Chávez debe renunciar o continúa su mandato hasta 2006.
"Marea roja", se llaman a sí mismos los bolivarianos. Y el mismo
nombre utiliza la oposición para calificarlos.
Para los cientos de miles de jóvenes, trabajadores, campesinos y
profesionales que han abrazado la causa de la Revolución
Bolivariana, no existe la menor duda: después de haber ganado
siete elecciones (dos de ellas presidenciales) desde diciembre
de 1998, y tras haber revertido un golpe de Estado y el
secuentro del Presidente, nadie supone una derrota el próximo 15
de agosto.
¿Se justifica tanta confianza? Aparte las encuestas -todas dan
vencedor a Chávez, aunque con diferentes porcentajes- la
percepción del clima social lleva a responder positivamente. En
las calles, en los barrios, en Caracas y en la ciudades clave
del país, pero también en zonas rurales, la militancia social
por el No (No se va; No al pasado; No a los partidos
"puntofijistas"; No al neoliberalismo; No a los golpistas y el
fascismo), más que decuplica la presencia de los nunca tan bien
retratados como ahora por el apelativo de "escuálidos" con que
los señalara Chávez desde fines de 2001.
En aquella oportunidad, con un paro general el 10 de diciembre,
comenzó una ofensiva opositora -financiada y timoneada
directamente desde Washington- que no cesó un instante y tuvo
dos puntos culminantes con el golpe de Estado que derrocó a
Chávez por 47 horas el 11 de abril de 2002 y el sabotaje
petrolero que paralizó la industria clave del país durante
diciembre de ese año y enero del siguiente, para terminar con
una estrepitosa derrota opositora y la reconstrucción de una
nueva Pdvsa (la empresa petrolera más importante del
hemisferio). Luego siguieron intentos desestabilizadores de todo
tipo -incluyendo dos antentados abortados contra la vida del
Presidente- hasta que, fraude mediante, la oposición apareció
con firmas suficientes para apelar a una cláusula insertada por
el propio Chávez en la nueva Constitución: la posibilidad de que
la ciudadanía revoque el mandato presidencial tras haber
transcurrido la mitad del período.
Así las cosas, la permanencia de Chávez en el gobierno está
asegurada por unanimidad por sondeos de opinión, informes del
Comando Maisanta (instancia dirigente integrada por todas las
fuerzas políticas y sociales que respaldan la Revolución
Bolivariana), opositores que hablan a condición de no ser
identificados y por la percepción que se tiene al participar de
asambleas, actos, movilizaciones, o simplemente recorrer las
calles del país. Pese a todo, un temor planea sobre el ánimo
colectivo y desvela a millones: la posibilidad de un fraude.
Revolución dentro de la Revolución
El hecho es que tras derrotar el sabotaje petrolero Chávez
retomó la iniciativa y la revolución comenzó -sólo comenzó, pero
eso ya es mucho- a tomar cuerpo en la redistribución de ingresos
y en la relación de fuerzas sociales. La utilización del
excedente de Pdvsa y la renta petrolera a favor de planes de
desarrollo y atención social, significó un salto gigantesco:
planes de alfabetización, impulso sin precedentes a la atención
sanitaria gratuita para millones de personas desamparadas
mediante la Misión Barrio Adentro (en la que jugó un papel
decisivo el apoyo de Cuba), programas de capacitación, promoción
de emprendimientos productivos y aliento a la pequeña empresa,
todo en el marco de un crecimiento de la economía del 12% -el
mayor, por lejos, en América Latina- sumado al impacto político
del desastre económico provocado por la oposición con el golpe y
el sabotaje petrolero, operó un cambio volcánico en las clases
medias. Por lo menos la mitad de ese estrato social, se volcó a
favor de Chávez. Sumado al proletariado y a la masa de
desocupados y marginalizados, esto hace una mayoría neta
imposible de superar para una dirigencia opositora
desmoralizada, dividida y desprestigiada hasta niveles sólo
conocidos en Argentina en 2001 y 2002.
Último recurso
La sola aceptación de juntar firmas para forzar un referendo era
ya prueba de impotencia: los intentos por derrocar a Chávez
habían fracasado; y habían apelado al golpe y el sabotaje porque
tienen una certeza: en el terreno electoral, están derrotados de
antemano. Pero un régimen de medio siglo y dos aparatos
partidarios que lo sustentaron y usufructuaron tiene, por
definición, recursos de subsistencia que no dependen de la
voluntad popular. Con un 40% o más de abstención histórica, les
resultaba relativamente fácil alcanzar mayoría en las urnas. Ya
las cosas se complicaron cuando la figura de Hugo Chávez produjo
un terremoto en las opciones electorales. Cuando a eso se sumó
la inclusión de millones de personas que jamás contaron en la
elección de programas, partidos y candidatos, el único recurso
restante fue el fraude masivo y descarado.
En la junta de firmas, a fines de 2003, la utilización de ese
recurso fue ostensible y escandaloso: votaron muertos, menores,
extranjeros y decenas de miles de personas que fueron sumadas
sin enterarse de que estaban firmando para que Chávez se fuera.
Tras el recuento, el Consejo Nacional reconoció sólo 1 millón
900 mil firmas, medio millón menos de las necesarias según la
Constitución.
Ante la esperable respuesta de la oposición, a través de los
medios de difusión que magnificaron en todo el mundo pequeños
focos ultraviolentos denominados "guarimba", a comienzos de
marzo pasado el CNE convocó a un "reparo", es decir,
ratificación de las firmas objetadas. Otra vez hubo fraude. Pero
en esta oportunidad el CNE no hizo hincapié en lo obvio (sobre
lo cual ahora mismo está presentando pruebas), y así se convocó
al referendo.
Ahora, con la elección mediante el voto electrónico, el fraude
en la recolección de apoyos inexistentes es poco menos que
imposible. Pero el problema pasa al manejo de los dispositivos
electrónicos para votar y, sobre todo, a la transmisión de los
datos, a cargo de la mayor empresa de comunicación, Cantv,
privatizada durante el último tramo de la IV República. El
problema se magnifica por el hecho de que, para buena parte de
la militancia bolivariana, el misterio de la cibernética se
convierte en un mito poco menos que todopoderoso. Pero el riesgo
es real (un número importante de los cuadros de la empresa
provienen de Pdvsa, de donde fueron despedidos por participar en
el sabotaje), al punto de que Chávez anunció que tiene un
preparado y listo para la firma un decreto de intervención de
Cantv si el 15 hay fraude.
No es ésta, sin embargo, la amenza más probable. El gobierno ha
adoptado una cantidad de medidas que dificultarán al máximo el
fraude cibernético. De modo que, otra vez, el único recurso al
alcance de la oposición para deslucir una victoria que la
dejaría definitivamente sin argumentos, es la provocación y la
violencia. Ése sí es un riesgo altamente probable. Y basta
observar la conducta de la prensa opositora para concluir que
está preparando el terreno y dispuesta a dar una batalla
política a escala mundial para ocultar no ya la victoria de la
Revolución Bolivariana en esta nueva prueba, sino los resultados
inexorables de una derrota contundente e incuestionable de la
oposición y de la fuerza que la alimenta y conduce: el
imperialismo estadounidense.
Expectativa en todo el hemisferio
Sería pueril esperar una rendición de Washington. No obstante,
caben dudas sobre la capacidad política de la plutocracia
estadounidense en la actual coyuntura. Si se ataca sin la
determinación de llegar a la última consecuencia -el
derrocamiento de Chávez- sólo se aceleraría el ritmo y la
profundidad de la Revolución. Pero aquel objetivo sólo se puede
intentar con fuerzas extranjeras, es decir, estadounidenses, con
el concurso de Colombia. Y esto significaría, en cuestión de
horas, el incendio de toda Suramérica.
¿Se decidirá la Casa Blanca a involucrarse ya mismo en un
conflicto de esta naturaleza y alcances, o buscará caminos
intermedios confiando en los puntos débiles (indudables) tanto
de la Revolución Bolivariana como del bloque de gobiernos
suramericanos ahora integrado por Venezuela?
No es descartable; aunque es lo menos probable. Si el
debilitamiento y la pérdida de la iniciativa del imperialismo se
traduce en vacilación y postergación de su último argumento, la
invasión y la guerra, los pueblos suramericanos habrán ganado el
tiempo necesario para consolidar un frente antimperialista
continental capaz de abrirle camino a la revolución en nuestros
países y, a la vez, dar otra vuelta de cuerda amarrando las
manos asesinas del imperialismo, una necesidad imperativa para
toda la humanidad. La ubicación de cada dirigente social o
político ante este desafío histórico determinará la divisoria de
aguas en una nueva fase de la crisis imperialista y la búsqueda
de una respuesta revolucionaria.
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