Ecuador en su conflictividad
11/04/1999
- Opinión
Ecuador vivió un mes de marzo convulsionado. Los diversos factores de la
conflictividad social salieron a flote y el país se paralizó por más de dos
semanas. Por la presión social, el régimen del presidente Jamail Mahuad se
vio forzado a moderar los términos de un severo paquete económico que
pretendía imponer para cerrar la brecha fiscal. Tras la tormenta no ha
llegado la calma, cuanto que una tensa espera y con un nuevo ingrediente, el
tema de las autonomías regionales.
La primera semana de marzo inició con la novedad de la quiebra de un nuevo
banco, el Occidente. A día seguido, tras el anuncio de la flotación, el
dólar se disparó de 10 mil sucres a 15 mil y en horas a 18 mil. En medio de
este nerviosismo, los almacenes comenzaron a facturar en dólares, al tiempo
que las autoridades monetarias evacuaban la reserva internacional para
sostener la moneda.
Debido a la convocatoria a un paro nacional para el 10 y 11 de marzo,
impulsada por los movimientos sociales, en rechazo a la orientación
neoliberal del régimen, era un sentir generalizado que la segunda semana de
marzo sería conflictiva, pero lo que nadie imaginó es que el propio gobierno
se encargaría de meterle más leña al fuego: para iniciar la semana impuso un
feriado bancario de dos días, luego decretó un feriado general y el estado
de emergencia como respuesta al paro, y cerró la faena con un paquetazo. El
divorcio entre el país real y las prioridades macroeconómicas del régimen
había quedado registrado hasta la saciedad.
En siete meses de gestión, el gobierno ha demostrado que sus prioridades
económicas se concentran en salvar a una banca descalabrada y pagar
puntualmente los compromisos de la deuda externa para calificar a nuevos
préstamos internacionales; todo esto tratando a la vez de establecer un
equilibrio fiscal con medidas de ajuste. Es así que mientras con los
banqueros en dificultades se ha mostrado muy generoso,al entregarles
recursos por más de mil millones de dólares, con la población ha sido
inflexible, al exigirle mayores sacrificios para pagar la factura; proceder
que ha desencadenado una indignación generalizada.
El paro nacional
Para exigir al gobierno un cambio de rumbo, el Frente Patriótico convocó al
"paro nacional contra el neoliberalismo" para los días 10 y 11 de marzo.
Este frente, que agrupa a los diversos movimientos sociales, había
protagonizado ya una movilización nacional el 5 de febrero, sin que sus
planteamientos fueran tomados en cuenta por el régimen. Al contrario, días
después éste puso a consideración del congreso un proyecto de
"reordenamiento de las finanzas públicas" que contemplaba mayores impuestos,
congelación de salarios, nuevos despidos en la función pública y medidas
para acelerar las privatizaciones.
Para Mahuad, en el plano político, su mayor -cuando no única- preocupación
ha sido mantener la mayoría parlamentaria en alianza con el derechista
Partido Social Cristiano (PSC), conocida popularmente como "aplanadora",
excluyendo a la oposición y a la sociedad. Por tal razón, durante el paro
se instaló un Congreso Popular en el que confluyeron los movimientos
sociales y los partidos de centro e izquierda, para sentar las bases de un
"Acuerdo Nacional" que permita enfrentar la crisis y "dar paso a un proceso
de transformaciones profundas de las actuales estructuras socioeconómicas y
políticas".
Entre los planteamientos formulados para "reducir la inflación y
simultáneamente reactivar el aparato productivo, sobre bases de equidad y
sustentabilidad", el congreso popular propuso la suspensión temporal del
servicio de la deuda externa, la racionalización del gasto público con la
sucretización de todos los sueldos de los funcionarios públicos, la
aplicación de un tipo de cambio controlado, la restitución del impuesto a la
renta y a la eliminación de las exenciones del IVA, salvo en el caso de
alimentos y medicinas.
El paquetazo
Como ya sucedió cuando la movilización popular del 5 febrero, en esta
ocasión también el régimen decretó feriado para diluir la protesta, pero
además decretó el estado de emergencia. En la noche del jueves 11, cuando
el presidente anunció severas medidas económicas, se pudo entender el porqué
de tal decreto: le permitía al gobierno enviar un paquete de proyectos al
Congreso sin someterse al trámite regular.
Si ya con el feriado bancario (adoptado para salvar a un influyente banco
quebrado) el gobierno se había encargado de enrarecer aún más el ambiente de
incertidumbre, al punto que la propia Asociación de Bancos cuestionó la
disposición, tras el anuncio de las medidas económicas el desconcierto se
tornó total. Y es que, entre otras, ellas contemplaban un incremento del
precio de las gasolinas del l65% y la incautación por un año del 50% de las
cuentas corrientes y de ahorros y del total de las colocaciones a plazos
fijos. Al día siguiente los productos de primera necesidad se dispararon.
Un acuerdo frágil
El lunes 15 amaneció con las principales ciudades del país paralizadas por
el bloqueo de calles efectuado por los taxistas en demanda de la derogatoria
del incremento del precio de los combustibles. En el curso del día las
diversas fuerzas políticas y sociales exigieron la suspensión del estado de
emergencia y la revocatoria de las medidas, y en la noche el PSC dio a
conocer que pasaba a la oposición. Mahuad se había quedado solo.
Tras dos semanas de parálisis, el viernes 19 las actividades se reactivaron
a medias luego que el presidente Mahuad, arrinconado por la presión popular,
decidío reducir el incremento al precio de los combustibles y suspender el
estado de emergencia establecidos hace una semana, sobre la base de un
frágil acuerdo con los partidos de centro-izquierda e izquierda para sortear
el crítico momento.
El acuerdo contempla diez medidas orientadas a financiar el presupuesto,
entre ellas: la eliminación de las exenciones al IVA (la propuesta oficial
apuntaba a un incremento del 50%), el restablecimiento del impuesto a la
renta diferenciado, impuestos del 1% al patrimonio de las empresas, del 2% a
los vehículos de lujo y del 3% a las utilidades bancarias.
Este giro del presidente Mahuad a considerar otras opciones que no sean las
del derechista Partido Social Cristiano (PSC), se debe tanto a que éste le
dejó colgado en los momentos críticos, como también a que otro de los
mensajes de la protesta popular fue la exigencia que el mandatario se abra
al resto de fuerzas políticas y sociales.
La escasa credibilidad del gobierno, sin embargo, hizo que diversas
organizaciones mantengan la movilización hasta alcanzar compromisos firmes.
Tal el caso de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador
(CONAIE) que sólo lenvantó la medida de hecho cuando Mahuad suscribió un
acuerdo de 11 puntos específicos para los pueblos originarios; como también
de los maestros que se encontraban en huelga indefinida por la negativa del
régimen a reconocer un incremento salarial aprobado por el congreso.
El "levantamiento" de Guayaquil
El lunes 22 el escenario del conflicto se desplazó a Guayaquil, la
ciudad-puerto con mayor población del país, bajo la forma más insólita: el
poderoso
dueño del Banco del Progreso -el mismo que había originado el feriado
bancario- decidió cerrar sus puertas echándole la culpa al centralismo y a
la banca quiteña y logró que una multitud enardecida se vuelque a las calles
para defender al banco de su ciudad, al tono de las arengas lanzadas desde
un canal de televisión de su propiedad. En medio de ese "fervor cívico"
saltó sobre la mesa el conflicto regional, con pronunciamientos que incluso
invocaban a luchar por la "independencia de Guayaquil" y la consiguiente
balcanización del Ecuador.
En los días posteriores ha ido quedando en claro que los problemas de ese
banco -al igual que de los demás en similar situación- responden básicamente
a malos manejos por la concentración de crédito en empresas relacionadas con
sus dueños y que la "guerra bancaria" es a muerte. Pero además, el
"levantamiento" de Guayaquil le permitió al PSC afirmarse en su reducto y
colocar como punto de agenda el tema del reordenamiento político-
administrativo.
Moratoria de la deuda externa
Estos agitados días de marzo terminaron con una inflación sin parangones:
13.5%, para dar un porcentaje anual del 54.3%, mientras el desempleo se
habría elevado a 15.8%. Con estas cifras las expectativas económicas del
gobierno se quedarían cortas. El acuerdo con el centroizquierda le permitió
salir del mal momento, pero se ha dilatado su concreción en el parlamento y
bien puede quedar en nada. Cuanto más que arrecian las presiones del
socialcristianismo y los sectores empresariales que le secundan para evitar
que pasen las medidas que plantean gravámenes a los más pudientes. Más allá
de la radicalidad verbal con que este sector político anunció su paso a la
oposición, todo parece indicar que buscará recuperar el espacio perdido
desde donde ha venido marcando la línea económica del régimen.
En medio de todo este panorama incierto, lo que si parece ir tomando cuerpo
es el reconocimiento de que Ecuador ya puede seguir destinando 16 mil
millones de dólares, alrededor del 45% de su PIB, al pago de la deuda
externa. Los movimientos sociales han iniciado una recolección firmas para
pedir la convocatoria a una consulta popular a fin de que el pueblo se
pronuncie sobre la moratoria del pago de la deuda; mientras en el parlamento
ya cursa un proyecto para respaldar la propuesta del presidente frances
Jacques Chirac, que propone revisar las deudas exteriores de países del Sur
en dificultades.
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