Petróleo, Morena y perredismo

11/08/2013
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Cuatro fueron las condiciones planteadas por López Obrador a la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática para marchar juntos en la defensa de la industria petrolera nacional: Uno, que el PRD se salga del Pacto por México; dos, que con mucha claridad y sin medias tintas definan que no están de acuerdo con la reforma al artículo 27 constitucional; tres, que digan que no están de acuerdo y que no van a permitir la privatización del petróleo, y cuarto que no van a permitir los aumentos de impuestos.
 
Nada fácil se la puso el tabasqueño de Macuspana al sonorense de Empalme y éste reviró enseguida más que molesto: El PRD “no acepta línea o condicionamiento ni del Papa, ni de la ONU, ni de Andrés Manuel López Obrador”.
 
Pero ni una palabra dijo Jesús Zambrano sobre el principal beneficiario de la agenda pactada, el titular del Ejecutivo federal, porque gracias al “Pacto contra México” (AMLO dixit), tomó posesión sin los enormes contratiempos que padeció Felipe Calderón el 1 de diciembre de 2006, aunque sí en medio de un clima de violencia en el exterior de San Lázaro y actos vandálicos en el Centro Histórico, que alguna voces tricolores atribuyen a José Murat Casab la autoría intelectual.
 
Pasada la relativamente prolongada “luna de miel” entre el presidente y los gobernados, todavía se reproducen los conflictos en las dirigencias panista y perredista, mismos que fueron puestos de relieve en la 17 Asamblea Nacional Extraordinaria blanquiazul y el V Pleno del VIII Consejo Nacional Extraordinario amarillo, donde fueron impugnados los presidentes respectivos, incluso con gritos de “vendido”, adjetivo que también le tocó a Pablo Gómez.
 
No acepta “condicionamientos de nadie” el partido del sol azteca, sentenció el otrora guerrillero y hoy figura estelar de Nueva Izquierda, pero sí logró que gracias a sus gestiones y las de Enrique Madero, fuera pospuesta la presentación de la iniciativa de ley energética de Enrique Peña.
 
Y nobleza obliga, pareciera considerar Zambrano, pues batalló para que el Consejo Nacional por fin ratificara la política pactista generada por su corriente y que le resultó suficiente para suscribir sin consultar el Pacto por México, como corresponde a una izquierda “moderna y democrática”, tanto que la autoría de aquél la endilgan a Jesús Ortega sus compañeros de Nueva Izquierda.
 
Para mantenerse en el pacto Zambrano arguyó como un grave error “dejar solos al PRI y al PAN” para que ellos pongan y dispongan. Como si la presencia perredista constituyera un freno al histórico PRIAN de los asuntos básicos del rumbo mexicano. Tan no acepta lineamientos papales ni de la ONU, que la dirigencia del sol azteca dará a conocer su iniciativa de ley después de que lo haga Peña Nieto, y anuncia que está lista “para dar un debate con ánimo constructivo”, y “a través de la movilización de conciencias”.
 
Pero sabedor Zambrano Grijalva de dónde está la capacidad para articular la movilización social, invitó al líder del Movimiento Regeneración Nacional a tener una “plática formal”. Y Obrador refrendó sus condiciones, porque de lo contrario “es sentarnos para la foto y para simular, ya no estamos para esos”.
 
Si las posturas se mantienen inamovibles, el riesgo es que el camino para consumar la reforma energética “sin privatizar una gota de petróleo”, como jura Manlio Fabio Beltrones, encuentre al principal partido de la izquierda parlamentaria y al más trascendente movimiento social y político de nuestros días actuando en rutas paralelas, aunque la dinámica movilizadora probablemente obligará a la dirigencia perredista a privilegiar por lo menos la unidad en la acción.
 
 
 
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