Las mujeres afrodescendientes en el proceso bolivariano

15/06/2013
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 486: Miradas del movimiento afrolatinoamericano 06/02/2014
Las fatídicas consecuencias del secuestro y desplazamiento de la población africana de su espacio socio-cultural, así como la posterior explotación y latrocinio al que fue expuesta tras el establecimiento de un modelo económico mercantilista y la política europea de colonización esclavista, dejaron marcada con tinta indeleble una historia de injusticia y exclusión en nuestra América Latina, cuyos efectos continúan siendo padecidos por la mayor parte de la población en nuestras sociedades.
 
La existencia y vigencia de los prejuicios étnico-raciales es indiscutible, la situación histórica del esclavo durante el periodo colonial continúa condicionando la situación social actual de la población afrodescendiente, al mismo tiempo que ha legitimado los prejuicios y estereotipos introducidos en la conciencia colectiva por un estado esclavista, capitalista y opresor, perpetuando a la afrodescendencia en el escalafón más bajo de la pirámide social.
 
Así, a través de diversos agentes socializadores como son la familia, la religión, la educación, los medios de comunicación, difusión e información, entre otros, se operacionalizaron dispositivos de dominación, promoviéndose el desprecio y rechazo de todo sujeto social que no perteneciese al grupo de los hombres blancos, heterosexuales y poseedores de recursos.
 
De esta manera, un conglomerado de valores negativos sobre la africanidad y la negritud se institucionalizo en el imaginario colectivo y sirvió como justificación de prácticas racistas y discriminatorias que fueron reproducidas y transmitidas en el entramado social, y que en la actualidad solapada no han menguado o desaparecido; más bien la discriminación se ha perfeccionado y tecnificado actuando desde nuevos espacios y modos relacionales.
 
En nuestras sociedades la afrodescendencia se esgrime aún en la actualidad como estigma, la negritud permanece en el imaginario social como atributo indeseable y desacreditador, como característica capaz de reducir a los individuos al estado de seres menospreciados y desdeñables, como símbolo de inferioridad psicológica y social, al mismo tiempo que el solo hecho de ser mujer es motivo para la descalificación, el desplazamiento y la relegación de los espacios productivos y de toma de decisiones.
 
Esta situación se ve significativamente agravada y profundizada al ser interceptadas dichas variables, pues la experiencia histórica afirma que el sufrimiento, la opresión y la desigualdad han de experimentarse de diversas formas, distinguiéndose, profundizándose y agravándose por la pertenencia a un determinado grupo racial, económico, político, su situación geográfica, como así mismo por la preferencia sexo-afectiva; elementos que darán como resultado una exclusión magnificada, siendo ésta a la que se han visto sometidas históricamente las mujeres y afrodescendientes producto del establecimiento del cepo sexista-racista de nuestras sociedades occidentales.
 
Es por ello que la historia de las mujeres afrodescendientes ha sido una historia social diferenciada, definida a partir de la exclusión, la violencia, la trasgresión de su libertad y su cuerpo, pero también de la resistencia y la lucha por su emancipación.  Hechos en su conjunto que contribuyeron a la conformación de una experiencia femenina y racial disímil a la vivenciada por las mujeres blancas y los hombres negros.
 
Será a partir de esta dinámica social racializada que se consolida su situación social actual, heredera de los prejuicios y estereotipos a los que estuvo sometida en el pasado y que constituyeron elementos base para su exclusión del sistema de producción económico, intelectual, artístico y cultural de la sociedad moderna.
 
En este contexto, la igualdad y la superación de la dinámica sexista-racista que ha caracterizado nuestras sociedades se constituyen como amenazas, al anunciar la decadencia del sistema de privilegios (poder, riqueza, conocimiento y prestigio) arbitrariamente adquiridos por el patriarcado eurodescendiente mediante la apropiación forzosa y monopolización del capital cultural de todo aquel racial y genéricamente distinto.
 
Por tanto, toda confrontación al tradicional sistema de explotación será impelida, se intentará mantener, reproducir y prolongar el orden jerárquico de la ideología imperialista a través de la consolidación de una moral, valores y tabúes específicos garantes de la organización unidireccional, monoracial y falocéntrica de nuestras sociedades.
 
Así, la revolución como proyecto de transformación profunda y masiva de la sociedad, de ruptura con estructuras y esquemas organizativos anacrónicos y deshumanizadores, se inicia con la desarticulación de esa falsa moral, normas, valores y ética burguesa.
 
La revolución ha de organizarse en dos núcleos de acción, que incluyen la modificación tanto de la estructura política como del sujeto político operante y actor en esas estructuras políticamente revolucionadas; haciéndose necesario descoyuntar los prejuicios raciales, las discriminaciones por razones de género y las desigualdades por pertenencia a una determinada clase socio-económica, lo cual habrá de afianzarse mediante el categórico rechazo a la conciliación y convivencia con los valores del orden político social decadente.
 
Por tanto, la revolución se construye y define a partir de la diversidad, de la inclusión de los múltiples y diversos, de aquellos tradicionalmente definidos como sujetos periféricos, ahora convertidos en protagonistas del proceso; protagonismo que, además, solo puede darse mediante la acción cooperativa, recíproca y la corresponsabilidad entre el individuo, sus colectivos y el Estado; la superación del Estado anterior: interventor, normativista, y su sustitución por un Estado soporte de esos colectivos e individuos emancipados o en proceso de emancipación.
 
Han sido estos los criterios que han dirigido la construcción y consolidación de la Revolución Bolivariana en Venezuela impulsada por el Comandante Hugo Chávez, proceso que se erige como dignificante del ser social frente a los embates de la deshumanización del capitalismo depredador, ejercidos mediante manifestaciones ocultas de efectos explícitos como lo son el racismo, el sexismo y el clasismo.
 
Es en este contexto que es posible considerar diversos avances de carácter ideológico y discursivo en la situación de las mujeres afrodescendientes, quienes se han integrado significativamente al proceso revolucionario y con ello han logrado una progresiva revolución de su experiencia social, política, económica y cultural diferenciada como mujeres afrodescendientes.
 
Este hecho ha sido factible fundamentalmente por la organización social de la revolución, la cual ha estado orientada al reconocimiento y visibilización de la aún existente discriminación, marginación y vulnerabilidad de grupos específicos, entre ellos las mujeres afrodescendientes; con lo cual se ha logrado una progresiva desarticulación del discurso hegemónico del mestizaje que profundizó, perpetuó e invisibilizó el racismo en nuestro país.
 
Además de ello ha sido introducido un discurso dignificante de la mujer y la afrodescendencia, el reconocimiento de la participación y contribución de los y las afrodescendientes a la formación de la cultura e historia venezolana, mediante la promoción al cuestionamiento de la tradición, y la valoración de las múltiples experiencias diferenciadas de los sujetos sociales pertenecientes a los diversos grupos étnicos, raciales, genéricos y socio-económicos.
 
Es posible también adjudicar como uno de los significativos avances en estos años del proceso revolucionario, la consolidación de espacios para el debate en una sociedad en la cual toda divergencia al pensamiento hegemónico había sido silenciada; nuestro pueblo y nuestras mujeres afrodescendientes tienen la posibilidad de expresarse y reflexionar sobre su situación específica lo cual ha dado como resultado la formulación masiva de propuestas y proyectos desde y para los grupos y comunidades afrodescendientes.
 
Estos hechos en su conjunto favorecen la constitución de la revolución venezolana como proceso potencialmente incluyente de estos sujetos periféricos víctimas de la triada de la opresión: capitalismo, sexismo y racismo; capaz de transformarlos en sujetos y sujetas políticos experiencialmente diversos, mediante el reaprendizaje de la historia afrovenezolana, la resignificación y revaloración de las mujeres afrodescendientes, la visibilización de su experiencia y lucha por la equidad desde espacios de diferencia.
 
Esther Pineda G. es socióloga, Magíster en Estudios de la Mujer.  Entre sus textos se incluyen: Roles de género y sexismo en seis discursos sobre la familia nuclear, Acercándonos Ediciones, Argentina. Reflexiones sobre Teoría Sociológica Clásica. Editorial Académica Española, Alemania. Y Apuntes sobre el amor, Acercándonos Ediciones, Argentina.
 
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