Ocultamiento y acaparamiento para derrocar a Maduro

29/10/2013
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Salvo en el caso de un desastre natural, como un huracán o graves inundaciones que destruyan puentes, caminos, presas, puertos, sembradíos o almacenes de alimentos o, en un caso extremo, una invasión militar extranjera o una guerra civil, no existen en la actualidad razones en ninguna parte del mundo para el desabasto de víveres y mucho menos para una hambruna.
 
Y, sin embargo, el desabasto de alimentos existe, como a todos nos consta o nos ha constado alguna vez en la vida. Pero se trata o se ha tratado de un desabasto no imputable a fenómenos naturales o a conflictos bélicos. Y eventos ya lejanos en el tiempo, uno puede recordar que se trató de desabastos de muy corta temporalidad y de unos cuantos productos.
 
Ya hace 50 años el desabasto de víveres era un tema presente de manera esporádica en la vida de la población. En México alguna vez escasearon las fórmulas lácteas para infantes. También alguna vez escaseó (así se dice) el frijol o algún medicamento. Y sólo por unos cuantos días o semanas, porque las sociedades modernas cuentan con recursos institucionales para resolver el desabasto. Entre esos recursos institucionales están las reservas de divisas de los bancos centrales. Frente a una situación de escasez, esas reservas sirven y se utilizan para la realización, con carácter extraordinario, de las importaciones necesarias a fin de superar la temporal escasez.
 
Descartadas las causas naturales o bélicas sobre su origen, el desabasto recibió varios nombres populares que caracterizan su naturaleza deliberada: acaparamiento y ocultamiento son sus denominaciones populares más conocidas y utilizadas.
 
Y esos sustantivos sirven para calificar lo que ahora mismo está ocurriendo en Venezuela: acaparamiento y ocultamiento de víveres de amplio consumo popular. Pero no se trata, como en ocasiones así ocurre, de acaparamientos y ocultamientos para especular y aumentar en el futuro las ganancias de grandes productores agrícolas, comerciantes e industriales.
 
Se trata, como ya se vio en Chile durante la presidencia del Salvador Allende hace 43 años, de acaparamientos y ocultamientos para desestabilizar al gobierno de Nicolás Maduro con fines ulteriores de derrocamiento por la vía del golpe de Estado.
 
La oposición venezolana, ligada lacayunamente al imperialismo yanqui y liderada por el orgullosamente cipayo Henrique Capriles, anda buscando crear las condiciones económicas y sociales que vayan generando la decepción social y la consecuente ansiedad por que cesen las escaseces y la vida vuelva a la normalidad.
 
En la Venezuela chavista de Nicolás Maduro se está reeditando la vieja estrategia empleada por Estados Unidos desde hace más de 50 años para conseguir la caída o el derrocamiento del gobierno de Cuba. “El único medio previsible –decía en 1960 un memorando del estadounidense Departamento de Estado– para enajenar el apoyo interno es a través del desencanto y el desaliento (…) debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba (…) a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
 
Cuba desde 1960 hasta ahora, Chile desde 1970 hasta 1973 y Venezuela desde la asunción del chavismo han sido víctimas de la guerra sucia de carácter económico ideada, organizada y financiada por Washington, y ejecutada por sus peones internos, como Henrique Capriles y compañía en la patria de Bolívar para pavimentar el camino del derrocamiento del gobierno por la vía del golpe de Estado. O por unas elecciones supuestamente democráticas signadas por el desaliento, la desesperación y el hambre del pueblo producidos por la sucia guerra económica en curso.
 
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