El debate sobre la certificación
24/02/1999
- Opinión
Ahora que el proceso de acusación al presidente Clinton está amainando, una
nueva y acalorada controversia se prepara en el Congreso de Estados Unidos.
Se acerca la época del proceso de certificación anual en el que Estados
Unidos evalúa el comportamiento antidrogas de sus vecinos del sur. Al parecer
este año Colombia Sel único país aliado de Estados Unidos que ha sido
completamente descertificado, en 1996 y 1997S está en buenos términos con la
administración de Clinton. Las sillas calientes las ocupa México, que va a
enfrentar una seria batalla en el Congreso donde se percibe un fuerte apoyo
a la descertificación, y Paraguay, que probablemente reciba una
descertificación total, en parte por asuntos de corrupción oficial. Una vez
más, estos y otros países tienen que sufrir esta medida hipócrita dictada por
el mayor consumidor de drogas ilegales en el mundo.
El proceso de certificación, promulgado por el Congreso estadunidense en 1986,
castiga a los países que no cooperan con las actividades de control a las
drogas, lo que incluye la suspensión de la ayuda extranjera (a excepción de
la antinarcótica y humanitaria), la oposición de Estados Unidos a los
préstamos de los bancos de desarrollo multilateral, y posibles sanciones
comerciales. La decisión de certificación se da a conocer hacia el primero
de marzo de cada año y puede ser revocada por el Congreso a través de una
resolución de desaprobación hecha tanto por la Cámara como por el Senado.
Aunque el Congreso no ha revocado hasta ahora ninguna certificación hecha por
la administración, en 1997 casi lo hace con México. Lo que finalmente
concluyó como una severa resolución del Senado estadunidense contra ese país.
Este año a México le puede ir menos bien. Para muchos en Washington la
experiencia de dos descertificaciones consecutivas a Colombia es que Estados
Unidos puede tomar tales medidas a un costo político bajo. Luego de la
primera descertificación, el gobierno de Samper puso el grito en el cielo
amenazando con expulsar del país a los agentes de la DEA. Pero al final, la
débil posición política de Samper, como resultado de las revelaciones de haber
aceptado fondos de narcotraficantes para su campaña presidencial, le impidió
tomar este tipo de represalias. Además, no encontró el apoyo suficiente de
otros países latinoamericanos.
México: caso difícil
Desde el punto de vista estadunidense, una descertificación a Paraguay también
pasaría sin mayor pena. México, en cambio, es un caso bien diferente, ya que
es el segundo socio comercial más grande de Estados Unidos. En 1997, las
transacciones comerciales con México llegaron a 79 mil millones de dólares,
una cifra mucho más alta de lo que representa el comercio de Estados Unidos
con Colombia. Estados Unidos y México comparten unos 3 mil 200 kilómetros de
frontera, a lo largo de la cual hay un permanente control a la penetración de
inmigrantes y de drogas ilícitas. Incluso un waiver (por medio del cual se
ignoran las sanciones debido a razones de "seguridad nacional" estadunidense)
para México pondría en peligro otras políticas importantes de Estados Unidos
para ese país.
No obstante, previendo otro enfrentamiento con el Congreso en estas fechas,
el gobierno de Clinton está considerando la posibilidad de tomar otras medidas
con el fin de evitar una reacción más severa por parte del Congreso, donde se
respira un ambiente contra México y otros países. La batalla más difícil va
a ser con el Congreso estadunidense y no con el gobierno mexicano. Cuando se
trata de ser "duros en asuntos de drogas" los congresistas tienen la tendencia
a hacerse los ciegos en asuntos diplomáticos. El nuevo presidente de la
Cámara, Dennis Hastert, es conocido por sus férreas posiciones antidrogas y
anteriormente ha votado por la descertificación de México.
El presidente mexicano Zedillo se ha pronunciado fuertemente en el pasado
contra el proceso de certificación, considerándolo ofensivo y sugiriendo que
se aplique también a Estados Unidos. Al presidente mexicano no le falta
razón. Otros líderes latinoamericanos deberían unírsele en una condena
unánime al proceso de certificación, por ser este un mecanismo unilateral y
anacrónico, que sitúa a los gobiernos y países latinoamericanos en una
posición de adversarios de Estados Unidos, esos mismos gobiernos y países con
los cuales se busca una cooperación para combatir el narcotráfico
internacional. En breve, el proceso de certificación perjudica las relaciones
bilaterales de Estados Unidos con los países del hemisferio y se opone al
espíritu de multilateralidad y asociación que debe prevalecer a las puertas
del siglo XXI.
* Miembros de WOLA, la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos.
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