Pablo Richard: Quebrarle el alma al sistema

24/02/1999
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Pablo Richard
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La crítica al neoliberalismo ahora viene acompañada de alternativas que van surgiendo desde la familia, el barrio, la comunidad, los movimientos sociales. Pero más importante que construir estos espacios de vida es romperle la lógica al sistema, a su ética, a su racionalidad: es eso lo que va a desencadenar fuerzas y energías insospechadas. Tal planteamiento es desarrollado en la siguiente entrevista por el teólogo y escritor de origen chileno Pablo Richard, que actualmente preside el Departamento Ecuménico de Investigaciones, DEI, de San José, Costa Rica.

 

 - Últimamente se está hablando mucho de globalización o de internacionalización, ¿cómo entender estos términos en el contexto de América Latina?

 

Hay términos que son neutros, digámoslo así, como globalización, desarrollo tecnológico, economía de mercado. El problema es cuando estas realidades, como tecnología, mercado, globalización, por el influjo de la ideología neoliberal, se absolutizan. El mercado en sí mismo es algo bueno, es algo cultural, pero cuando se lo totaliza y se lo absolutiza, y se lo convierte casi en un Dios que decide quien va a vivir y quien va a morir, entonces allí estamos en algo serio.

 

Igual la globalización. Es algo interesante que nos globalicemos y nos intercomuniquemos a nivel mundial, es positivo incluso. El problema es cuando la globalización se liga y se articula con el mercado, y finalmente la globalización termina siendo falsa, porque no es más que la globalización del mercado, del capital, del progreso, de los ingresos de los bancos, y queda el 80% de la humanidad por fuera.

 

Ahí surge la ideología neoliberal, que fue la que sustituyó a la seguridad nacional. Es una ideología que está desarrollándose rápidamente en un sentido casi neofascista. La ideología neoliberal, podríamos sintetizarla de una manera sencilla en una frase que se usa mucho en Centroamérica: "si no hay para todos, que por lo menos haya para mí". Es una ideología que busca justificar la exclusión que está realizando el sistema, es una ideología cada vez más patriarcalista, xenofóbica, neoclásista. Esta ideología empieza a justificar todo el desarrollo económico, allí empiezan justamente los problemas, porque este sistema económico, que se desarrolla por el mercado total, tiene dos fallas muy profundas: la exclusión y el daño a la naturaleza. Es un sistema que no es para todos y que no se desarrolla en armonía con la naturaleza.

 

- En cuanto a la exclusión, ¿por qué se da y cómo se manifiesta actualmente en América Latina?

 

En este sistema hay tantos medios que se olvida el fin. Hay un avance tecnológico fantástico, hay un tremendo desarrollo, una aceleración de todo, un desarrollo de la eficiencia de una manera impresionante, pero nadie se pregunta para qué el desarrollo.

 

Los medios ahogan o hacen desaparecer el fin. Entonces, éste es un sistema que se desarrolla únicamente en función de la eficiencia y del lucro, sin pensar algo tan obvio: que la economía está en función de la vida humana. Ahora todo está en función de lucro, de la eficiencia, y con una aceleración brutal, que ya no se ve el fin, ni siquiera se plantea el fin.

 

Dicho de una manera abstracta, es una economía que solo desarrolla el valor de cambio y no el valor de uso, como se decía anteriormente. Valor de cambio, simplemente la eficiencia y la ganancia, pero no es una economía que está en función de la vida, de la gente.

 

Por otro lado, el sistema invierte cada vez más en capital no productivo, o simplemente en la eficiencia y no invierte en vitalidad, como dicen los economistas, o sea en los medios que necesita la gente para vivir. Entonces, se produce cada vez menos. De allí la exclusión, porque para esta gente de la economía del mercado total, neoliberal, el producir para todos no es eficiente. La eficiencia solamente puede estar en función de unos pocos. El producir para todos no es eficiente, cualquier visión universalista, de derechos humanos, ecologista, la ven como un obstáculo para el desarrollo.

 

La exclusión es un fenómeno trágico, es mucho más trágica que la pobreza. Hay un sociólogo del equipo del DEI, que dice que hoy día ser un explotado es un privilegio. Si tú eres explotado tienes empleo, tienes salario, estás incluido de alguna manera. El pobre, incluso en el sistema de economía capitalista liberal, digámoslo así, el pobre contaba, contaba como mercado, como comprador, como mano de obra. La muerte del pobre era trágica. Hoy día el excluido no cuenta, si se muere no pasa nada, no cuenta ni como mano de obra, ni cuenta como comprador.

 

 Las consecuencias de la exclusión son fatales, porque el sistema no invierte en salud, en educación entre los excluidos, ¿para qué?, no es rentable, los excluidos no cuentan. Entonces viene todo el fenómeno de la desagregación, destrucción de las instituciones tradicionales, violencia del pobre contra el pobre, epidemias.

 

- El otro problema que usted señalaba, es la destrucción del medio ambiente, ¿cómo está siendo afectado por el modelo neoliberal?

 

Como el sistema solo busca la eficiencia y la ganancia, no le interesa si en cincuenta años más la naturaleza está totalmente destruida. Las transnacionales trabajan con objetivos a muy corto plazo.

 

 También la cosa se puede enfocar por otro lado: ellos dicen que invertir en la conservación de la naturaleza, en un desarrollo sostenible como se dice hoy día, eleva los precios en el mercado. Por ejemplo, cuando fue el encuentro de la Tierra en Río de Janeiro, Estados Unidos hizo toda una alabanza a la ecología, pero después dijo que tenía tal problema de competitividad con Japón, que si invertía en conservación de la naturaleza, sus precios no eran competitivos y su economía se hundía y desaparecía frente a la del Japón. Así que dijo que no iba a hacer nada por la ecología. Así de simple.

 

Además todavía existe esa mentalidad de que si se explota la tierra y se agota, se puede explotar más allá y más allá. Pero estos señores no han descubierto que la tierra es redonda, de que en algún momento se acaba, lo que a ellos les importa es la eficiencia. Yo hago una imagen, que es un poco de risa pero trágica, la imagen de un señor que está sentado en una rama y está cortando la rama ubicada entre él y el tronco; alguien se acerca y le dice: -pero señor si usted corta la rama se va a caer, y éste último contesta: -no lo había pensado, sólo me había fijado con que eficiencia estaba cortando la rama.

 

 - ¿Qué alternativas locales, sectoriales, regionales están surgiendo en América Latina, frente al neoliberalismo?

 

 La construcción de alternativas tiene diferentes niveles, empezando por lo más básico y fundamental: la lucha de los excluidos por la sobrevivencia, simplemente por la sobrevivencia. Los espacios de economía informal que van creando los excluidos, son espacios que hay que valorizar porque hay mucha gente que dice que la economía informal es marginal que no afecta a las relaciones sociales y que no cambia nada.

 

Los economistas muchas veces se mueven en grandes estadísticas, pero uno como sacerdote que trabaja con y en medio de los pobres, ve que allí está surgiendo un potencial humano. Por lo menos el ser humano se afirma como sujeto, no se echa a morir. Esa es una lucha muy básica, después están otros espacios más tradicionales, todo lo que es la reconstrucción de la familia. Porque la familia es una sociedad económica también, entonces trabajar por la familia, robustecer la familia, es ya también un espacio alternativo en cierto sentido. Después el barrio, las comunidades, los poderes locales, el ganar una alcaldía, en fin, son muchos espacios que se van creando, donde hay una resistencia a la economía de libre mercado.

 

- ¿Cuál es el papel de la sociedad civil en la construcción de alternativas?

 

 Hoy día se valoriza mucho a la sociedad civil. En los años ochenta la esperanza pasaba por lo político, por la toma del poder político. En Centroamérica eso era lo único, mientras no tomáramos el poder no pasaba nada. Yo pienso que eso ya se acabó: tomar el poder es casi imposible, porque hoy día la política es simplemente una transacción económica. Hay que tener mucha plata. Dicen que para ser diputado en los Estados Unidos se necesita un millón de dólares; el que no tiene un millón de dólares, cualquiera sea su ideología, no sale elegido. Y lo mismo en nuestros países. Y si tú llegaras a tomar el poder con un programa no neoliberal te hacen un boicot internacional, como les pasó a los sandinistas.

 

Hoy día la esperanza pasa más por la sociedad civil, donde el problema no es tomar el poder sino construir un nuevo poder desde abajo, y allí están los movimientos sociales. Yo creo que la gran alternativa, por el momento, son los movimientos sociales, movimientos indígenas, de mujeres, de jóvenes, los movimientos alternativos en la agricultura, ecologistas, etc. Todos estos movimientos sociales que buscan construir un real poder y que ejercen presión sobre el poder político. Basta ver el levantamiento indígena en el Ecuador que cambió cosas a nivel nacional, o los movimientos de mujeres que han logrado cambiar leyes y estructuras a nivel del Estado. Yo pienso que tenemos que seguir luchando a largo plazo por conseguir un nuevo Estado democrático, pero por el momento la esperanza alternativa pasa por la reconstrucción de la sociedad civil.

 

Pero hay más. Es muy importante no reducir la economía a lo puramente empírico, a lo que se ve, a lo que se toca, a lo que se mide, a lo que aparece en las estadísticas. Hay también una dimensión no empírica, que podríamos llamar el espíritu del sistema, la lógica del sistema, la filosofía, la racionalidad, la ética e incluso la espiritualidad del sistema, que es lo que le da fuerza. Muchas veces lo que no se ve es más real que lo que se ve. Todo lo que describí anteriormente son como los espacios físicos de la construcción de alternativas, pero lo más importante es quebrarle la lógica al sistema, quebrarle la ética, su racionalidad. O sea empezar a construir espacios de vida o movimientos, pero en todos esos espacios, lo más importante es vivir ya una lógica distinta.

 

Por ejemplo, los zapatistas nunca se propusieron tomar el poder. Ellos siempre dicen no somos un partido de oposición, somos una resistencia, y esa palabra es muy hermosa, porque lo que se trata hoy día es de resistir a la lógica del mercado, cuando ellos dicen queremos una sociedad donde quepan todos y todas están haciendo un planteamiento humanista universal, ya le estás quebrando la lógica al sistema.

 

- Ahora se habla de la necesidad de globalizar la solidaridad, de una actuación conjunta a nivel internacional...

 

Yo creo que eso se va a globalizar casi por si solo, porque en la medida en que en todos los espacios, desde los que luchan por la vida, los basureros de la ciudad, las pequeñas comunidades, las iglesias, los movimientos sociales, empecemos a vivir una racionalidad, una ética distinta, y le quebramos el alma a la cultura del sistema, eso empieza a globalizarse rápidamente.

 

 Es increíble la globalización de la esperanza. Yo viajo mucho por América Latina, y donde voy la gente que está en la resistencia piensa igual, todo el mundo está trabajando en una sola línea. Hoy día nuestra lucha es una lucha de hormigas contra dinosaurios -la economía de mercado-, los dinosaurios están condenados a desaparecer si las hormigas logran resistir. Las hormigas son todas chiquititas, pero coordinadas son increíbles. Cuando pones un terroncito de azúcar, al rato tienes toda una línea de millones de hormigas, ordenadas, coordinadas, comiéndose ese pedacito de azúcar.

 

Amigos míos que han ido al África, al Asia, a Hong Kong, a Rusia, a Europa, me dicen que estamos viviendo exactamente lo mismo, que la resistencia se está dando en los mismos términos. Esa resistencia a la racionalidad del sistema, esa resistencia que se va dando en los espacios de vida, está ya globalizada, y por eso están preocupadas las grandes instituciones.

 

Esa resistencia no es para mañana, pero va a producir frutos. Siempre digo que estamos viviendo un tiempo de transición. Murieron las grandes utopías, los grandes proyectos, y todavía no vemos las macro alternativas. No quiere decir que sea un tiempo de espera, un tiempo pasivo, mucho menos de frustración. Es un tiempo de una tremenda creatividad, porque como dice Pedro Casaldáliga, de una manera muy poética, "solo de noche se ven las estrellas".

 

 Es un tiempo trágico pero tremendamente creativo, hay tantas cosas que hacer. Creo que lo fundamental en esta época de transición es poner fundamentos, crear un hombre nuevo, una mujer nueva, una comunidad nueva, una manera nueva de hacer y entender la política y la producción. Estamos poniendo los fundamentos y sobre esos fundamentos vamos a construir posteriormente.

 

 - ¿Cuál es el papel de los movimientos cristianos en este final del milenio?

 

Los movimientos cristianos tienen un tremendo espacio. Yo diría casi un espacio privilegiado, a condición de que los cristianos recuperen su identidad, porque en este sistema de cristiandad cuando la iglesia se alía al poder y busca la salvación a través del poder, la cristiandad niega sus orígenes, niega su identidad evangélica como herejía, hoy día un cristiano que es fiel al evangelio, lo tildan de comunista, de subversivo.

 

La identidad cristiana fundamentalmente se da en lo que hoy día llamamos la opción por los pobres. Yo pienso, que el cristianismo es una de las instituciones, incluso sociológicamente hablando, que tiene más capacidad para la resistencia a la lógica y a la racionalidad del sistema.

 

 - ¿Por qué?

 

Primero, porque así nacimos. El cristianismo nació en el imperio romano, a los cristianos en los primeros siglos jamás se les pasó por la mente organizar un ejército para derrocar al emperador. Ellos simplemente en las ciudades empezaron a construir pequeñas comunidades y a vivir una ética, una espiritualidad, una racionalidad distinta a la del imperio.

 

Como dice el evangelio, "eran del mundo sin ser del mundo," estaban en el mundo sin estar en el mundo. Y todo el pensamiento apocalíptico: para los cristianos era muy claro que el imperio era una bestia, la bestia del apocalipsis. Sin embargo ellos resistían, construyendo alternativas a niveles micro, en pequeñas comunidades fueron desarrollando un movimiento. O sea, nosotros nacimos en resistencia a un imperio. Entonces recuperar esa identidad cristiana de los orígenes, eso le va a dar mucha fuerza al cristianismo. Además de que el cristianismo, incluso el más conservador, tiene una visión universal. La exclusión es más anticristiana que el peor de los comunismos. El neoliberalismo es mucho más peligroso para la fe que el peor de los comunismos y de los ateísmos, porque el cristianismo, -incluso el más conservador- es universal, es decir todos los hombres y mujeres son hijos e hijas de Dios. Un cristiano no puede aceptar la exclusión. Igual si la naturaleza es obra de Dios, no podemos pensar en un modelo de desarrollo que esté contra la naturaleza.

 

La sociedad civil es el lugar natural para los cristianos, la alianza de la iglesia con el poder es antinatural, el lugar social de la iglesia ha sido siempre en los movimientos sociales, en la base. Si la iglesia lograra animar los movimientos sociales y a través de las comunidades de base, ir creando espacios en donde haya una nueva lógica, allí la iglesia va a potenciar una energía, una globalización de la esperanza enorme.

 

En muchos lugares, por ejemplo en Centroamérica, la iglesia es el único organismo global que queda. Los partidos están fraccionados, lo mismo que las ONGs. La única institución que es global es la iglesia católica, está en África, Estados Unidos, en Japón, en Europa, es una estructura global. Esa estructura global podemos ponerla realmente al servicio de la vida, de la conservación de la vida y de la naturaleza, es una posibilidad real.

 

Publicado en el Servicio Informativo Nº 288, ALAI, 24-02-1999, Quito.

 

https://www.alainet.org/es/active/692

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