El momento actual y perspectivas de los procesos de integración regional y desafíos de la democratización de la comunicación
28/11/2013
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 490: Comunicación para la Integración 06/02/2014 |
La integración latinoamericana y caribeña en el contexto global
El contexto global, para América Latina y el Caribe, así como para sus esquemas de integración, se presenta con incertidumbres por la persistencia de tendencias estructurales que refuerzan los intercambios desiguales y las brechas sociales.
En efecto, en un mundo de diseño multipolar, los países de nuestra región despliegan un abanico de acuerdos bilaterales y “multipartes”[1] con diversos países y esquemas integracionistas, en una dinámica centrífuga o expansiva que se sobrepone a los enlaces integracionistas intra-regionales[2].
Estas relaciones se ven facilitadas porque los Estados de la región asumen -como la fórmula para enfrentar la crisis internacional y las vulnerabilidades que ésta provoca- un ensimismamiento en políticas nacionales propias y soberanas, cada una válida en su propio contexto, y que se jerarquizan sobre los pactos de integración, funcionalizándolos a su desarrollo interno con el intergubernamentalismo como mecanismo para las relaciones internacionales[3].
Otro factor del orden mundial que incide en la caracterización de los procesos de integración de nuestra región, es la fragmentación geográfica en cadenas de valor, que está llevando a unasuper-especialización y tecnologización en los países más desarrollados, junto al establecimiento de mega-acuerdos preferenciales en torno a mega-mercados con un alcance discriminatorio para los países que no son miembros[4].
Esta forma de organización, que supone un alto grado tecnológico en los denominados países desarrollados, se enlaza con las economías de los nuestros empujándolos a una re-primarización de su tradición productiva, concediendo niveles básicos de tecnologización para la industrialización[5]. Este fenómeno incide a su vez en una marcada vulnerabilidad de nuestras economías ante las caídas de los precios de los commodities, o frente a las desaceleraciones en los niveles de consumo en los países del centro.
Pero así como América Latina y el Caribe no deja de afectarse por el orden internacional, ya no es el continente que ganaba una pulmonía cada vez que los Estados Unidos estornudaban. Ahora, en el marco de democracias sostenidas, es escenario de políticas anti-cíclicas que han servido para sortear la crisis global, así como para un inédito crecimiento económico, base para el desarrollo de políticas redistributivas en el marco de la protección, la cohesión y la inclusión social para el Vivir Bien de nuestros pueblos.
En el continente se está alentando inversión endógena en infraestructura, tecnología, diversificación productiva y energía, que en la medida que logren consolidarse y hacerse sostenibles, podrían constituirse en parte fundamental del ansiado cambio de la matriz productiva. Entre tanto, el escenario regional está regado de paradojas tales como que a pesar que los índices de pobreza se redujeron al 28.8% desde un 48.4% en 1990[6], la brecha de desigualdad sigue siendo amplia y cuesta dejar de ser una de las regiones más desiguales[7].
Bajo estas condiciones, América Latina y el Caribe -donde a veces buscando coincidencias y otras destacando disidencias coexisten proyectos, pertenencias, relaciones, idearios y geopolíticas nacionales diferenciados- vive un proceso de (re)invención, que la coloca en la doble posibilidad de: o profundizar la dinamización de un cambio de era con solidaridades, uniones y cooperación Sur - Sur; o de sumergirse en un retorno a las relaciones asimétricas de la economía capitalista a ultranza.
Estas son las condiciones en las que en nuestro continente se desarrollan los procesos de integración, que son la condición de posibilidad para que despliegue una doble misión: primero consolidar y profundizar el crecimiento, gobernabilidad y dignidad que ha alcanzado; y luego, en forma coordinada, proponerse salir de la periferia para colocarse en el centro de las decisiones mundiales encarando cambios estructurales, con programas de largo plazo que favorezcan la diversificación de la economía, afianzando un cambio del patrón productivo, dinamizando la innovación tecnológica y la educación y profundizando políticas de inclusión e igualdad social.
Un regionalismo latinoamericano de nueva generación
Siendo los esquemas de integración experiencias cuyo sentido se define en formaciones históricas específicas, sus constituciones, estrategias y prioridades, marchan al compás de las dinámicas políticas y societales en las que se desenvuelven. En consecuencia, y en correspondencia con un continente en transición, el regionalismo latinoamericano y caribeño está también en un punto de inflexión: a partir del lugar en el que se encuentra ahora, podría o transitar al fortalecimiento de sus esquemas de unidad regional, o desacelerarse y bifurcarse en la dinámica de los esquemas que tienden a polarizarlo.
Es que en realidad, “todos los países de la región, cualquiera que sea su dimensión económica, grado de desarrollo o poder relativo, tienen en el mundo actual múltiples opciones en cuanto a su inserción económica –e incluso política- en el sistema internacional, que favorece estrategias de múltiples alianzas con membresías y compromisos incluso superpuestos”[8]. Como producto, estas múltiples relaciones derivan en la existencia de modelos heterodoxos de integración y cooperación, “a la latinoamericana”, que no se sujetan a los parámetros clásicos de la integración como Unión Aduanera.
En estas condiciones, América Latina está viviendo un regionalismo de nueva generación, que se explica bien en el concepto de “complejo integracionista” que sugiere Tokatlian, refiriéndose a “la manifestación de una dinámica de largo plazo que caracteriza a un área subalterna del sistema internacional y a través de la cual se aspira a superar, por medio de una amalgama de mecanismos, iniciativas y políticas, la vulnerabilidad externa y los desequilibrios internos de dicha área”[9].
De manera más específica, el regionalismo de nueva generación tiene un carácter multidimensional; dinamiza derechos continentales complementarios de los subregionales y nacionales; recoge las conquistas de los esquemas subregionales y regionales; es plural y participativo; y coadyuva los cambios estructurales con políticas de largo plazo asumidas en forma combinada por esquemas de integración, mecanismos de cooperación y sistemas multilaterales remozados.
Cuatro dinámicas caracterizan el funcionamiento del regionalismo latinoamericano y caribeño en la actualidad: 1) la creación de estadios superiores de integración como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC); 2) el reacomodo de los bloques subregionales ya existentes, como la CAN y MERCOSUR, o regionales como el Sistema de Integración Centroamericano (SICA) y la Comunidad de Estados del Caribe (CARICOM); 3) el surgimiento de acuerdos de cooperación por afinidad o alineamiento, como el ALBA y la Alianza del Pacífico; y 4) una exigencia de remozamiento de los sistemas multilaterales con mayor presencia en la región[10].
1) La histórica creación de Estadios superiores de integración
Para algunas concepciones, la existencia de múltiples relaciones y la presencia de diversos esquemas de integración y cooperación, estaría fraccionando el continente. Sin embargo, como afirma Manuel Rodríguez Cuadros[11], la epistemología de la integración en nuestra realidad es al revés, puesto que América Latina y el Caribe nace a la vida política independiente fraccionada, siendo ésta la marca distintiva de su inserción internacional desde hace doscientos años. Y, a contracorriente, como nunca antes, en la actual fase de su desarrollo, está construyendo espacios y tejiendo acuerdos continentales, cuya expresión más osada y representativa es, sin duda, la histórica conformación de los estadios superiores de integración regional: la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) oficializada el 2008 y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) en 2011.
UNASUR -en concordancia con una de las características del regionalismo de nueva generación- nace con una visión multidimensional y por ello ha puesto en funcionamiento diversos Consejos como los de Energía; Defensa; Salud; Desarrollo Social; Infraestructura y Planeamiento; Problema Mundial de las Drogas; Economía y Finanzas; Electoral; Educación; Cultura; Ciencia, Tecnología e Innovación; y Seguridad Ciudadana, Justicia y Coordinación de Acciones contra la Delincuencia Organizada Transnacional.
En su corta existencia se ha posicionado ya como un importante foro regional, habiendo “dado muestras de efectividad en materia de seguridad y defensa, desastres naturales, políticas sociales y, sobretodo, diálogo político”[12], por su reconocida intervención en la resolución de álgidos temas que atentaron los sistemas democráticos de sus países asociados, como por ejemplo el fallido golpe de Estado oligárquico-prefectural en Bolivia el 2008, o el de septiembre 2010 en el Ecuador.
Pero así como tiene logros trascendentes, UNASUR debe profundizar su institucionalidad. Sus estatutos son producto de un particular momento de la historia regional fuertemente centrada en las soberanías nacionales y su Secretaría General está compresa en una jerarquía de mandos intergubernamentales. Es por ello que la Declaración de Paramaribo, emitida en la VII Reunión Ordinaria de los Jefes de Estado y de Gobierno de UNASUR[13] sugiere tomar medidas para el fortalecimiento institucional de la Secretaría General y para reforzar los mecanismos de gestión del Fondo de Iniciativas Comunes. También aprueba las directrices para el establecimiento del Foro de Participación Ciudadana, con lo que consolidan su decisión de construir ciudadanía suramericana.
La misma reunión reafirma que UNASUR debe “constituirse, de manera flexible y gradual, en el marco de la cooperación, la solidaridad y el respeto al pluralismo”, tema fundamental para un organismo que debe generar unidad a partir de una diversidad de organizaciones[14].
No cabe duda que con CELAC la región se dota de interacciones y espacios y modalidades de complementación en un nivel continental para la “integración política, económica, social y cultural haciendo un sabio equilibrio entre la unidad y la diversidad de nuestros pueblos (…) para reafirmar la identidad de América Latina y El Caribe, su historia común y sus continuas luchas por la justicia y la libertad”[15].
Oswaldo Salgado recoge bien el sentimiento de un continente que cada vez de respeta más: “la creación de una organización regional que integre exclusivamente a los países latinoamericanos y caribeños, sin presiones hegemónicas de las tradicionales potencias hemisféricas (EEUU y Canadá), y responda a la idiosincrasia y necesidades de los pueblos que la conformarán, constituye un paso histórico importante para consolidar su soberanía con proyección al futuro de dignidad, libertad, autonomía y bienestar genuinos”[16].
2) El necesario reacomodo de los esquemas tradicionales
El reacomodo de los esquemas ya establecidos de integración subregional y regional, se basa en su adecuación filosófica y organizativa a los desafíos del nuevo orden internacional, así como a un funcionamiento eficiente acudiendo a mecanismos de convergencia entre ellos y de complementariedad con UNASUR y CELAC.
Las acciones que están encarando tienen en común un rasgo de realización obligatoria: la recuperación de sus acervos normativos y logros en diversos ámbitos, lo que les convierte en “eslabones de la unidad continental”, puesto que sus prácticas son factibles de capitalizarse en objetivos nuevos y de proyección continental[17].
MERCOSUR está viviendo un proceso combinado de fortalecimiento, ampliación y consolidación. El fortalecimiento se evidencia en el funcionamiento de sus Fondos para la Convergencia Estructural (FOCEM); de Garantías para Micro, Pequeñas y Medianas Empresas; de Agricultura Familiar (FAF) y de Financiamiento del Sector Educacional (FEM). La ampliación se expresa tanto en la incorporación de nuevos asociados[18], así como en su proyección continental con su propuesta de “suramericanización”. Y la consolidación se consagra cuando en su XLV Cumbre[19], se adopta una concepción integral de la integración, superando su tradicional constitución comercial, desarrollando una política exigente de relacionamiento con terceros[20] e impulsando la participación social.
Entre los temas pendientes que emergen de su proceso de ampliación, están la definición de la doble o multipertenencia[21] y el rol que MERCOSUR le asigna a UNASUR desde su perspectiva de “suramericanización”[22].
En el territorio aledaño, la Comunidad Andina (CAN), está viviendo un proceso de reingeniería institucional para una mejor funcionalidad de los órganos e instituciones que componen el Sistema Andino de Integración (SAI)[23]. Por encargo de los Presidentes, este proceso debe permitir potenciarla preservando su patrimonio coordinando con MERCOSUR y UNASUR[24].
Para ello, la CAN cuenta con un importante acervo comunitario en diversos campos, y que se puede resumir en que se ha constituido en el mercado ampliado más perfeccionado de los países en desarrollo[25]; en la validez de su paradigma de integración integral[26]; y en su constitución pluralista[27].
Un tema por resolver en la CAN, que se encuentra en el medio de políticas nacionales que se jalonan entre el estatismo y el aperturismo, es la vigencia de su constitución supranacional en un contexto de relaciones intergubernamentales. Del mismo modo, debe definir mecanismos de profundización de su concepción integral en un decurso de convergencias y complementariedades que puede implicar la fusión o migración de algunos de los temas que desarrolla.
En la Meso América y el Caribe, SICA y CARICOM viven procesos de profundización, extensión y reconocimiento de sus identidades. La profundización dinamiza propuestas multidimensionales. La extensión se expresa en la admisión de nuevos socios, ya no solamente con un criterio de vecindad territorial, sino con un sentido más estratégico de beneficio económico y político; siendo así que Colombia y MERCOSUR se convierten en Observadores del SICA. Y la identidad caribeña es parte ineludible de la unidad del continente, por eso, en el mapa integracionista, la Patria Grande es América Latina y el Caribe.
3) Los acuerdos de cooperación con alineamientos ideológicos
En el regionalismo de nueva generación en nuestro continente han hecho presencia acuerdos de cooperación, que son mecanismos de coordinación para complementar y profundizar elementos comunes de las políticas nacionales[28].
En este análisis queremos destacar el surgimiento de nuevos acuerdos que no se sujetan a vecindades territoriales, sino que se definen en función de intereses comunes en el campo ideológico, político y/o económico, por lo que adquieren el carácter de alineamientos entre pares. Los dos casos más representativos en la región son la Alianza del Pacífico y el ALBA: dos modelos distintos, opuestos y de caminos paralelos.
La Alianza del Pacífico es un acuerdo de carácter comercial –originalmente entre México, Colombia, Perú y Chile- para profundizar de manera coordinada sus políticas afines en el sostenimiento de sus Tratados de Libre Comercio (TLCs) y desarrollar una amplia apertura comercial con los países del Asia Pacífico, especialmente la China.
Este acuerdo avanza raudamente en su constitución[29]. Ha conformado Grupos Técnicos que están negociando temas para ser incluidos en el “Protocolo Adicional al Acuerdo Marco de la Alianza del Pacífico”, y que se refieren a desgravación arancelaria; reglas de origen; medidas sanitarias y fitosanitarias; obstáculos técnicos al comercio; facilitación del comercio y cooperación aduanera; servicios y capitales, incluyendo la posibilidad de integrar las bolsas de valores; movimiento de personas de negocios; comunicaciones; compras públicas; y agencias de promoción. Así mismo, ha incorporado la participación empresarial.
Con una visión opuesta, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA)[30] es un acuerdo político y social que sustenta su organización en los principios de solidaridad, cooperación y complementariedad, y se asume “contra-hegemónica, incluyente y participativa, centrada en la justicia social, el desarrollo económico, el derecho a la autodeterminación de los pueblos y la defensa de las soberanías”[31].
En la perspectiva de contribuir al desarrollo sostenible atendiendo las necesidades sociales de mayor urgencia en sus países miembros, organiza sus acciones en dos grandes ejes: los Tratados de Comercio de los Pueblos (TCPs)[32] y los Proyectos y Empresas Grannacionales[33] que abarcan el campo social[34], participación popular[35], complementariedad económica[36], político-institucional[37], y “Buen Vivir”[38].
4) El inevitable “darwinismo” institucional de las multilaterales
Finalmente, debemos mencionar el rol de las organizaciones multilaterales en un continente que ha ganado identidad, dignidad y capacidad propositiva. La tradicional institucionalidad de organismos como la OMC, CIADI, OEA, CIDH y la misma ONU, no se corresponde necesariamente con la (re)invención continental, por lo que están sujetas a fuertes cuestionamientos que se reflejan en demandas de modificación de sus formas de participación, o de traslado de sus sedes, y de inasistencia a sus foros y cumbres, en un estado de supervivencia, necesaria, pero condicionada a cambios.
Estando América Latina y el Caribe en una transición o superación de su situación periférica en las decisiones de las multilaterales, es expresiva la posición de UNASUR en la Declaración de Paramaribo, cuando dice que los países suramericanos: “Reiteran el compromiso con el fortalecimiento del multilateralismo, con la reforma integral de las Naciones Unidas y con la democratización de las instancias decisorias internacionales. Manifestaron la importancia de profundizar los esfuerzos intergubernamentales para promover la necesaria reforma del Consejo de Seguridad, con vistas a transformarlo en un órgano más representativo, legitimo, eficiente, democrático y transparente. En ese sentido, consideraron fundamental la revitalización de la Asamblea General y del Consejo Económico y Social” (numeral 34).
Desafíos para la democratización de la comunicación en la integración latinoamericana y caribeña
1) Desde la multiplicidad y diversidad a la unidad
No es posible un ejercicio de la democratización de la comunicación en los procesos de integración, sin hacer referencia al fortalecimiento de los procesos integracionistas. En ese sentido, el primer desafío en el regionalismo de nueva generación en nuestro continente, es el fortalecimiento de la UNASUR y la CELAC, entendidos como los espacios de unidad continentales.
Un criterio para el fortalecimiento de su institucionalidad, es que sean de naturaleza pluralista, capaces de convertirse en los espacios de convergencia, convivencia y proyección estratégica de los distintos esquemas de integración, acuerdos de cooperación y sistemas multilaterales. Otro criterio es que sean viables, lo que supone dotarse de niveles de supranacionalidad y de geometrías variables y cooperación reforzada, para encaminar procesos de integración profunda en la transición del crecimiento al desarrollo y de las acciones a las políticas de largo plazo.
2) Democratizar la integración
El segundo desafío, innato a la participación ciudadana, base de la democratización de la comunicación, es la democratización de los esquemas de integración, a partir de la construcción de ciudadanía latinoamericana y caribeña con derechos como la movilidad humana, laborales, de atención consular y residencia.
Así mismo, para superar el gubernamentalismo característico de los procesos integracionistas en la actualidad, se debe estimular la participación social con capacidad vinculante y no solamente consultiva, como también se estila actualmente cuando se traduce la participación ciudadana.
3) Construir una cultura de integración
Con espíritu latinoamericanista y caribeño; relevando la unidad, las convergencias y la convivencia; mostrando los logros y beneficios de la integración, lo que supone pasar de formas de información de los incidentes a los acuerdos y experiencias; estimulando la compatibilidad de valores; fomentando encuentros interculturales; amasando una identidad continental múltiple; y remarcando los desafíos estructurales que hacen necesaria la unidad como la expresión más profunda de la integración.
El sentido de la Patria Grande latinoamericana y caribeña debe ser consecuencia de la elaboración de estrategias de comunicación para la integración en función de lospropósitos o sentidos de la integración que, al ser distintos, requieren así mismo formas diferenciadas de comunicación[39].
Los esquemas de integración y acuerdos de cooperación despliegan esfuerzos importantes para una comunicación efectiva, pero obviamente ésta está relacionada con su misión institucional, la misma que condiciona el predominio, cuando no exclusividad, de formas comunicacionales organizacionales o informativas. El elemento faltante, el de la participación, debe complementarse con las experiencias de las redes ciudadanas continentales de comunicación. Y la misión principal de éstas será construir una simbología e imaginarios esperanzadores de América Latina y el Caribe como el continente de la esperanza.
- Adalid Contreras Baspineiro es Sociólogo y Comunicólogo boliviano. Académico de la Universidad Andina Simón Bolívar. Ha sido Secretario General de la Comunidad Andina (CAN).
Una versión resumida de este artículo se publica en la revista América Latina en Movimiento Nº 490 de noviembre de 2013
[1] Como se ha venido en llamar al acuerdo comercial entre la Unión Europea con Colombia y Perú.
[2] Estos acercamientos bilaterales, básicamente comerciales, han provocado acomodos y modificaciones en los compromisos al interior de los sistemas regionales o subregionales de integración. Un caso paradigmático es el de la CAN con la modificación de la norma sobre Propiedad Industrial para facilitar la firma del TLC del Perú con los Estados Unidos.
[3] Por esta razón, estructuras supranacionales, con capacidad vinculante, son calificadas como “otro país”, por lo que se tiende a refuncionalizar su constitución a las decisiones intergubernamentales.
[4]Un ejemplo de esta tendencia es la denominada “Fábrica Asia”, constituida por China, Japón, Corea, Hong Kong, Taiwán y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). También es ejemplificador el caso de laTrans-PacificPartnership –TPP-(que liderado por Estados Unidos nuclea a 11 países incluyendo a Chile, Perú y México, y al cual ya han anticipado su intención de incorporarse Japón y Tailandia). Ver Casas, Angel, Integración regional y desarrollo en los países andinos, Ed. UASB / Corporación Editora Nacional, Quito, Ecuador, 2005, pp. 69-70.
[5] No es casual que la mayor inversión extranjera en nuestros países esté concentrada en la explotación de los recursos naturales y no así en la producción de bienes con valor agregado.
[6] CEPAL, Panorama social de América Latina 2012, Ed. CEPAL, Santiago, 2013.
[7] El 40% de la población con ingresos más bajos capta el 15% total del ingreso, mientras que el 10% de la población con ingresos más altos posee un tercio del ingreso total y las brechas ocurren también en el acceso a la educación y la salud, servicios básicos, redes sociales, estabilidad laboral.
[8] Peña, Félix, ¿Hacia un nuevo diseño de la integración sudamericana? Factores que inciden en su trazado y criterios para apreciar su sustentabilidad, Newsletter sobre Relaciones Comerciales e Internacionales, Buenos Aires, diciembre 2012, pp. 1 - 3.
[9]Tokatilian, Juan Gabriel, Latinoamérica y el complejo integracionista: un concepto a debate, Desarrollo Económico, Vol. 51, N° 204 (enero – marzo de 2012), Buenos Aires, Argentina, p. 477.
[10] La existencia de estos múltiples procesos de integración y coordinación regionales, subregionales y plurilaterales no son un proceso acabado, y deben interpretarse como la manera que nuestros países han encontrado para transitar hacia una articulación progresiva de sus distintos espacios.
[11] Rodríguez Cuadros, Manuel, El nuevo regionalismo latinoamericano y la Comunidad Andina: convergencias y espacios de acción conjunta, SGCAN, Documento de Trabajo, Lima, Perú, 2012, p. 5.
[12] Carrión Mena, Francisco, Unasur: ¿simple retórica o regionalismo efectivo? Fortalezas y debilidades, FES / FLACSO, Quito, Ecuador, octubre 2013, p. 4.
[14]Deben destacarse también las definiciones de la Declaración de Paramaribo sobre el rol de UNASUR en el orden internacional, asumiéndose como “un proceso abierto, plural y solidario, que estimula la cooperación con otras regiones y organismos internacionales” (numeral 23); y resaltando “la importancia estratégica de que los países de UNASUR coordinen posiciones comunes respecto a cuestiones globales de relieve, reforzando el sentido de unidad en la región” (numeral 31).
[15] CELAC, Declaración de Caracas, numeral 21, Caracas, República Bolivariana de Venezuela, 3 de diciembre de 2011.
[16] Salgado Espinoza, Oswaldo, El ABC del derecho para la integración. El surco de la Neo-Integración, EDISLAT, Ediciones y Distribuciones Latinoamericanas, Cuenca, Ecuador, 201, p. 522.
[17] Los reacomodos son una oportunidad para que los esquemas integracionistas jerarquicen acciones, garanticen resultados, eviten duplicidades y encaren acuerdos con resultados prácticos de visibilidad inmediata y sentido estructural.
[18] Venezuela y Bolivia, y próximamente Ecuador.
[19] MERCOSUR, Declaración XLV Cumbre, Montevideo, 14 de julio de 2013.
[20] Por ejemplo las negociaciones con la Unión Europea, su acercamiento al SICA, y el inicio de negociaciones con la Unión Aduanera Euroasiática.
[21] La normativa de MERCOSUR no define si la admisión de Bolivia como Estado Miembro supone su salida de la CAN, o si se flexibilizará para la doble pertenencia.
[22] Algunas autoridades han afirmado que UNASUR sería un foro de diálogo político, en tanto MERCOSUR constituiría el espacio de integración profunda.
[23] Los órganos en el SAI son el Consejo Presidencial, el Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores, la Comisión de Autoridades de Comercio Exterior, la Secretaría General, el Tribunal de Justicia de la Comunidad Andina y el Parlamento Andino. Sus instituciones son el Convenio de Salud Hipólito Unanue, el Fondo Latinoamericano de Reservas, la Corporación Andina de Fomento y la Universidad Andina Simón Bolívar. Y operan como instancias consultivas el Consejo Empresarial, el Consejo Laboral, el Consejo de los Pueblos Indígenas, el Consejo de Autoridades Municipales, la Mesa del Pueblo Afrodescendiente y la Mesa de los Defensores de los Derechos de los Consumidores.
[24] Planteamiento oficializado en la Reunión Extraordinaria de Presidentes de la Comunidad Andina, Bogotá, 8 de noviembre de 2011.
[25] La progresión del Mercado Ampliado Andino pasa de los 7 mil millones el 2010 a más de 10 mil millones en el 2013, con más del 73% de productos manufacturados generadores de empleo, valor agregado, diversificación e inversión productiva; así como permitiendo, mediante un “efecto plataforma” afrontar mercados más sofisticados.
[26] El paradigma de la Integración Integral es asumido en la Cumbre Presidencial de julio de 2007 en Tarija, Bolivia. Su realización ha permitido logros relacionados con ciudadanía andina, políticas sociales, ambientales, de seguridad, energía y, especialmente, participación ciudadana.
[27] En respuesta a las tensiones originadas entre las políticas nacionales diferenciadas de sus Países Miembros, la CAN desarrolla un sistema pragmático de consensos.
[28] Cuando aludimos a acuerdos de cooperación, no podemos dejar de mencionar a la Organización para el Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), cuya experiencia, con una visión más abarcativa y plural que la de los alineamientos, ha recuperado importancia estratégica para el desarrollo coordinado de políticas en la amazonía.
[29] En la VII Cumbre realizada en Cali, en mayo de 2013, contaban con 13 países observadores, y en la actualidad si se admitiera a los que expresaron interés sumarían 25.
[30]Hasta el momento, los países miembros son: Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Ecuador, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda y recientemente Santa Lucía.
[31]Cumbre de Presidentes, Guayaquil, Ecuador, julio 2013.
[32]Los TCP son tratados de intercambio de bienes y servicios. Se sustentan en los principios de solidaridad, reciprocidad, transferencia tecnológica, aprovechamiento de las ventajas de cada país, ahorro de recursos e incluyen convenios crediticios para facilitar los pagos y cobros.
[33]El concepto Grannacional tiene tres fundamentos: histórico y geopolítico (unión de las repúblicas latinoamericanas y caribeñas para la conformación de una gran nación); socioeconómico (estrategia de desarrollo con el objetivo de producir la satisfacción de las necesidades sociales de las grandes mayorías); e ideológico (afinidad conceptual crítica acerca de la globalización neoliberal, la necesidad del desarrollo sustentable con justicia social, la soberanía y el derecho a la autodeterminación)
[34] Son representativos el proyecto “Misión Milagro” (atención oftalmológica), el “Estudio Clínico Genético Psicosocial de Personas con Discapacidad”, “Yo sí puedo” (alfabetización), “Yo sí puedo seguir” (post-alfabetización), y programas de becas para jóvenes de los países ALBA.
[35]El Consejo de Movimientos Sociales se encuentra en el mismo nivel jerárquico que el Consejo de Ministros.
[36] Desarrollo de encadenamientos productivos regionales, comercio intrarregional e intrasectorial, participación de las economías populares y solidarias, compras públicas conjuntas, vigencia del SUCRE y creación del Fondo Común de Reservas ALBA-TCP.
[37] Relaciones de cooperación con MERCOSUR, CARICOM y PETROCARIBE; Consejo de Defensa del ALBA; coordinación y concertación en escenarios multilaterales; contribución a la consolidación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
[38] Declaración Universal sobre los Derechos de la Madre Tierra / Naturaleza, recuperando la cosmovisión de los pueblos ancestrales como la base para erradicar la pobreza material, social y espiritual, y alcanzar una sociedad justa, equitativa y solidaria.
[39] En otro trabajo señalamos que “el sentido endógeno tiene una vinculación prioritaria con la comunicación para el desarrollo; el sentido teleológico y el sentido estratégico, un asidero más cercano con la comunicación política; y el sentido pragmático se correlaciona más visiblemente con la comunicación organizacional”. Contreras Baspineiro, Adalid, Somos mucho más que dos. Relaciones entre integración y comunicación, Revista Diálogos, FELAFACS, Lima Perú, 2008, p. 7.
https://www.alainet.org/es/active/69354?language=en
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