Balance de dos años de política de "Seguridad Democrática"
19/10/2004
- Opinión
Colombia padece una grave crisis humanitaria casi desde sus
orígenes como nación lo que no ha impedido que el país proyecte
una imagen de democracia estable, con elecciones cada cuatro
años, ajena a las dictaduras que asolaron el continente y con
una Constitución vigente desde 1991 que establece más de un
centenar de artículos destinados a consagrar los derechos
fundamentales y sus mecanismos de protección. Pero la inmensa
mayoría de los colombianos no gozan de los beneficios de ese
país formal sino que sufre los efectos de una violencia social y
política cuya intensidad no ha dejado de aumentar desde la
pasada década de los años ochenta. Con el comienzo de este siglo
la violencia alcanzó la cifra de veinte personas muertas cada
día y los niveles de pobreza se situaron en el 50% de la
población.
En los dos primeros años de Gobierno de Álvaro Uribe Vélez no
sólo no ha mejorado esta situación sino que ha empeorado como
consecuencia de la aplicación de su política de "seguridad
democrática" sustentada en la convicción de que todos los
ciudadanos son combatientes y, por tanto, deben colaborar
activamente con las autoridades o arriesgarse a ser perseguidos
como sospechosos de terrorismo. La opción por la guerra ha
propiciado la ejecución de graves violaciones a los derechos
humanos, la restricción de los derechos y libertades
fundamentales que, al menos sobre el papel, se reconocían a los
colombianos y un deterioro alarmante en las condiciones de vida.
Colombia ejemplifica lo que denunció el presidente Zapatero ante
la ONU: "El mayor riesgo de una victoria de los terroristas se
produce cuando para luchar contra el terror la democracia
traiciona su propia esencia, los estados limitan las libertades,
cuestionan las garantías judiciales o realizan operaciones
militares preventivas".
A continuación exponemos diversos aspectos de la realidad
colombiana de los dos últimos años, fundamentados en los datos y
análisis de organizaciones sociales y de defensa de los derechos
humanos colombianas e internacionales, y nuestra visión sobre la
política de cooperación que la Unión Europea debería promover
hacia este país.
* LEGISLACIÓN REPRESIVA Y MILITARIZACIÓN DE LA SOCIEDAD
1 . 1. Estado de conmoción interior
El 11 de agosto de 2002, cuatro días después de su toma de
posesión, el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez decretó el estado de
conmoción interior en todo el país, que comenzó a ejecutarse a
través de las medidas "para el control del orden público"
recogidas en el decreto 2002 del 9 de septiembre de 2002, que
también estableció unos territorios militarizados denominados
"zonas de rehabilitación y consolidación". Sólo con la lectura
de los fundamentos de este decreto se podía aventurar las
consecuencias negativas que su aplicación tendría para la
población civil: "Dentro de los principales soportes de la
acción delincuencial de tales organizaciones (los grupos al
margen de la ley) se encuentra, por una parte, la mimetización
de sus integrantes dentro de la población civil y el
ocultamiento de sus equipos (...) en las poblaciones y, por
otra, el constante abastecimiento que funciona en los lugares
que permanecen". El decreto fue la primera de las medidas
legislativas del nuevo Gobierno que recortaron los derechos y
libertades fundamentales de los ciudadanos: se permitió que, sin
autorización judicial, la Fuerza Pública detuviera a
sospechosos, interceptara comunicaciones y realizara registros
domiciliarios; en las zonas especiales, militares y policías
podían registrar todos los datos personales y los movimientos de
los residentes y de las personas que estuvieran de paso. Estos
amplios poderes concedidos a la Fuerza Pública propiciaron los
abusos cometidos por ésta y el aumento de la presencia o
consolidación de los grupos paramilitares en muchos municipios
de las zonas de rehabilitación; la propia Oficina en Colombia
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos dio cuenta de esto: "Al mismo tiempo que las fuerzas de
seguridad intensificaban sus operaciones de contrainsurgencia en
las zonas de rehabilitación, que cubren áreas tradicionalmente
bajo el control de la guerrilla, los grupos paramilitares
penetraron algunos lugares, como en la ciudad de Sincelejo y
otras municipalidades en Sucre, como Chalán y Ovejas. En otros
lugares, como Arauca, mantuvieron su presencia a pesar de las
operaciones militares".
En estas áreas la Fuerza Pública también desarrolló "campañas de
acercamiento a la comunidad", que incluían acciones de
propaganda bélica en las escuelas como el programa "soldado por
un día" realizado en Saravena (departamento de Arauca). Como
parte de dicho programa, un grupo de 20 niños era llevado todos
los jueves al Batallón Revéiz Pizarro. Durante su visita los
niños podían nadar en la piscina, concursaban en rifas, jugaban
con los soldados y se los llevaba a pasear en un tanque militar.
También se les daba comida y unos billetes de juguete diseñados
por el grupo de operaciones psicológicas del Ejército para
instar a los miembros de grupos guerrilleros a desertar y
entregarse. En su cara posterior estos billetes decían: "El
gobierno lo recompensa. Ud. y su familia merecen otra
oportunidad. Vuélese Ya!. Según la Fuerza Pública, el objetivo
de este programa era "hacer que el hijo del guerrillero
cuestione al papá". En cuanto al billete, "la idea es que los
niños lo lleven a la casa y así llegarles a los papás y a los
hermanos mayores". Las escuelas eran objeto de presiones para
enviar a los niños a participar en el programa. Se tuvo
conocimiento de que una maestra recibió amenazas por instar a
los niños a no asistir a la base militar. El grupo guerrillero
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)
amenazó a las familias que participaran en el programa. Como lo
indicó la Procuraduría General de la Nación en sus informes, la
creación de zonas de rehabilitación y consolidación "no tuvo los
efectos esperados en materia de mejoramiento del orden público
(…) Es un experimento fallido en términos cuantitativos y
cualitativos, máxime si es puesto en perspectiva de derechos
humanos. Ni el aumento del pie de fuerza, ni la estrategia de
los informantes, ni la de soldados campesinos, han dado los
resultados previstos y en cambio sí han generado otras
dificultades adicionales, que van desde el tema presupuestal
hasta la exposición de la población civil a un mayor riesgo del
que ha venido padeciendo (…) A la permanencia y aumento de
asesinatos y al sinnúmero de irregularidades cometidas con
ocasión de las capturas y detenciones realizadas por la fuerza
pública y la propia policía judicial, se sumó el miedo y la
incertidumbre de gran parte de la población de la zona; y
nuevamente el gobierno acusa una deuda social enorme, en
relación con la cual no se dieron siquiera los pasos
iniciales"[1].
1 . 2. Estatuto antiterrorista
A pesar de que se constató que las facultades otorgadas a los
militares durante la vigencia del estado de conmoción interior
sólo empeoraron la situación de los derechos humanos, el
Gobierno promovió la aprobación del llamado Estatuto
antiterrorista que modificaba la Constitución de 1991 para que
las nuevas disposiciones estuvieran vigentes durante cuatro años
prorrogables por el Congreso; se establecía así el estado de
excepción permanente. El estatuto mantenía las mismas
competencias a la Fuerza Pública que el estado de conmoción y,
además, les otorgaba las facultades de policía judicial, es
decir, podrían investigar delitos mediante la práctica de
pruebas y el interrogatorio a sospechosos lo que implica que
podrían indagar las violaciones a los derechos humanos de los
que son acusados los propios militares. La Oficina en Colombia
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos instó a las distintas instituciones del Estado "a no
introducir en el ordenamiento jurídico colombiano normas que
faculten a los miembros de las fuerzas militares para ejercer
funciones de policía judicial, ni otras que sean incompatibles
con la independencia de la justicia", argumentó que la
aprobación del estatuto vulneraría los tratados y los
compromisos internacionales de derechos humanos ratificados por
Colombia e insistió en que esas medidas eran ineficaces para
enfrentar el terrorismo y más bien resultaban contraproducentes
pues favorecerían la ocurrencia de violaciones de derechos
humanos.
Sin embargo, el 10 de diciembre de 2003, día internacional de
los derechos humanos, el Congreso ratificó la propuesta del
Gobierno. Aunque la Corte Constitucional rechazó su aprobación
el pasado 30 de agosto, el Gobierno no ha renunciado al estatuto
antiterrorista pues ya ha presentado un recurso para que se
anule la decisión de la Corte; sobre el rechazo de la Corte, el
ministro del Interior manifestó que "la Corte extralimitó su
competencia (...) Los terroristas deben estar contentos".
1 . 3. Restricciones al control de la Corte y a la acción de
tutela
La supervisión ejercida por la Corte Constitucional a las
iniciativas gubernamentales que afectan a los derechos
fundamentales ha puesto a esa institución en el punto de mira
del Gobierno. Por eso, entre las reformas de la Constitución que
promueve está la eliminación del control de la Corte sobre la
declaratoria de los estados de excepción lo que permitiría que
Colombia regresara al estado de sitio casi constante que se
vivió en la segunda mitad del siglo pasado. El Gobierno también
ha anunciado que en la reforma constitucional se establecerá que
la Corte no pueda pronunciarse sobre asuntos de fondo en materia
de reformas constitucionales.
La otra víctima de los cambios en la Constitución será la acción
de tutela, el derecho que tienen todos los ciudadanos para
reclamar ante un juez que los funcionarios públicos cumplan con
diligencia sus obligaciones. El Gobierno pretende que no se
pueda interponer la tutela para proteger los derechos
económicos, sociales y culturales, incluidos los derechos de la
niñez, la juventud, los ancianos y el derecho a la salud.
1 . 4. Fomento de la impunidad
La primera evidencia de la impunidad que reina en Colombia es la
distinta aplicación que se hace de las leyes según quien sea el
acusado. Si se trata de miembros de la Fuerza Pública o de sus
aliados, los paramilitares, los procesos se ralentizan, las
pruebas desaparecen, se desacredita o se elimina a los testigos
y en muchas ocasiones la víctima acaba huyendo del país para
evitar retaliaciones. Por el contrario, si se sindica a alguien
del delito de rebelión la ley se aplica con el máximo rigor
hasta el punto de que el acusado tiene que demostrar su
inocencia. Además, los procesos iniciados contra uniformados
habitualmente son reclamados por la justicia penal militar
provocando que el Consejo Superior de la Judicatura tenga que
resolver el conflicto de competencias. Este órgano de la
justicia reiteradamente argumenta que todos los crímenes de
militares y policías, incluidos casos de violaciones carnales,
se consideran actos del servicio o con ocasión del servicio y
consecuentemente corresponden a la justicia penal militar; la
independencia del consejo se puso en evidencia cuando hace años
las fuerzas armadas nombraron brigadieres generales a dos de sus
magistradas "por sus servicios rendidos a las fuerzas
militares"[2].
Cuando el proceso cae en manos de jueces militares ya se puede
aventurar la sentencia. Así, en Colombia no es necesario
garantizar la impunidad a los violadores de derechos humanos con
indultos o leyes de punto final; a través de la aplicación del
fuero militar el resultado es el mismo, pero con menor costo
político. Casos que confirman que el fuero militar es el camino
hacia la impunidad hay muchos, pero merece la pena destacar el
de los 19 comerciantes asesinados en Puerto Boyacá en 1987 por
un grupo paramilitar.
Desde el principio se vinculó en la matanza a diversos mandos
militares de la zona incluido el general Faruk Yanine. Sin
embargo, el oficial continuó ascendiendo en la jerarquía
castrense en la misma medida en que arreciaron las acusaciones
en su contra. Incluso fue nombrado delegado ante la Junta
Interamericana de Defensa de Washington donde ejerció como
asesor del Colegio Interamericano de Defensa, un organismo
multilateral dedicado a la promoción de los derechos humanos. En
octubre de 1996 la Fiscalía General de la Nación dictó orden de
detención contra el general, pero dos meses después el Consejo
Superior de la Judicatura transfirió el caso a la justicia
militar. En poco más de un año el tribunal castrense resolvió
que no había pruebas de su participación en los hechos ni de la
de otros tres militares acusados. El pasado mes de julio quedó
al descubierto toda la farsa.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha condenado al
Estado Colombiano por avalar la creación y el fortalecimiento de
los grupos paramilitares autores de la masacre de los
comerciantes, que contaron con el apoyo de los altos mandos
militares para ejecutarla. Al mismo tiempo, la Corte considera
que la intervención de la justicia penal militar "implicó una
violación al principio de juez natural y, consecuentemente, al
derecho al debido proceso y acceso a la justicia, y además
conllevó a que no fueran investigados y sancionados por
tribunales competentes los miembros de la fuerza pública que
participaron en los hechos"[3]. La sentencia también obligá a
reparar moral y económicamente a los familiares de las víctimas
y a que se reabra la investigación para juzgar y sancionar a
todos los autores materiales e intelectuales; hasta ahora sólo
han sido condenados seis civiles por los asesinatos.
Durante el Gobierno de Uribe Vélez no han cambiado las cosas.
Por el contrario, el Presidente tiene a un fiel aliado en la
Fiscalía General para evitar problemas a la Fuerza Pública con
la justicia. Desde que en julio de 2001 Luis Camilo Osorio
asumió la Fiscalía dejó claro que "las investigaciones contra
los militares no eran bienvenidas" e inició una "purga" de la
institución en la que cayeron muchos fiscales experimentados que
se encontraban en las etapas finales de sonados casos como el
del general Rito Alejo del Río[4] o la investigación contra el
general de la Armada Rodrigo Quiñónez, según se recoge en el
informe Un giro erróneo: La actuación de la Fiscalía General de
Colombia publicado por la organización estadounidense de defensa
de los derechos humanos Human Rights Watch en noviembre de 2002.
Durante sus primeros 15 meses en el cargo nueve fiscales fueron
despedidos y otros 15 se vieron obligados a renunciar. Además,
dice la organización, sus críticas públicas al desempeño de
dichos fiscales o el cuestionamiento por su falta de "lealtad
con la institución" puso en peligro sus vidas. Varios tuvieron
que abandonar el país por amenazas de muerte poco después de que
Osorio los cuestionó. Asimismo, el Fiscal ha defendido la
concesión de facultades de policía judicial a las Fuerzas
Militares que ha impulsado el Gobierno.
1 . 5. Red de cooperantes e informantes y soldados campesinos
Uno de los programas centrales de la política de seguridad
democrática es la constitución de una red de cooperantes e
informantes integrada por civiles y empresas privadas de
vigilancia que cumplen funciones de inteligencia militar. Aunque
los datos facilitados a través de este sistema deberían ser
cuestionados, dada la arbitrariedad de criterios de quienes los
proporcionan motivados en muchas ocasiones por rencillas
personales o por la recompensa que se ofrece, esta información
es utilizada como único fundamento para la detención y como
prueba dentro del proceso penal. De esta forma, numerosos
líderes sociales y defensores de los derechos humanos han
permanecido o permanecen en la cárcel durante meses o años
porque algún informante les acusó de vínculos con la guerrilla.
Paralelamente a esta red el Gobierno ha impulsado el programa de
"soldados campesinos", jóvenes de las áreas rurales que, ante la
falta de opciones de vida o por presiones de los militares,
reciben una instrucción de unos tres meses y se incorporan a
labores de combate en su lugar de nacimiento. Las autoridades
militares están combinando ambas iniciativa –la red de
cooperantes e informantes y el programa de "soldados
campesinos"- impidiendo cada vez más que existan personas que no
participen en el conflicto y vulnerando el principio de
distinción, postulado básico del derecho internacional
humanitario, según el cual, para proteger a la población civil
hay que diferenciar con toda claridad a los combatientes de los
no combatientes.
Todas estas disposiciones legales y la progresiva militarización
de la sociedad han desencadenado operaciones militares que se
caracterizan por el desconocimiento de los derechos de la
población civil, "las tropas de la Fuerza Pública irrumpen en
las zonas que van a ocupar atropellando violentamente los
derechos humanos de la población que en ellas habita. En el
curso de dichas operaciones, además de que no se han tomado las
medidas que impone el derecho humanitario para la protección de
la población civil, muchas de ellas parecen estar diseñadas para
atacarla. Después de la ocupación militar violenta, en la que se
ataca indiscriminadamente a población civil y combatientes, la
fuerza pública realiza allanamientos domiciliarios y detenciones
sin previa orden judicial, basados en señalamientos por parte de
la red de cooperantes o informantes", según señala Gustavo
Gallón, director de la Comisión Colombiana de Juristas, en su
ponencia "Seguridad democrática": el traje nuevo de un emperador
en ciernes.
* VIOLENCIA SOCIOPOLÍTICA
2 . 1. Homicidios y desapariciones forzadas
Entre agosto de 2002 (inicio de la Presidencia de Uribe Vélez) y
el pasado mes de junio, 10.586 personas perdieron la vida a
causa de la violencia sociopolítica, es decir, murieron como
consecuencia del conflicto armado interno, a manos de agentes
del Estado o por motivaciones políticas o sociales[5]. De ese
total, 6.148 fueron civiles asesinados o desaparecidos en hechos
ajenos a la guerra, es decir, en su casa, en la calle o en su
lugar de trabajo. En todas estas muertes producidas fuera del
combate, la participación directa de agentes estatales ha ido en
aumento. Así, mientras entre los años 1999 y 2002 a los
funcionarios públicos se les atribuyó alrededor del 3% del total
de homicidios y desapariciones forzadas, en el año 2003 se ha
llegado al 4,7% (184 víctimas) y hasta junio de este año eran
los presuntos autores del 11,4% de estos crímenes (94
víctimas)[6]. A esto hay que añadir que el Estado Colombiano
también fue responsable por omisión, tolerancia o apoyo en el
69,3% (1.642 víctimas) de los casos de crímenes contra civiles
perpetrados por los grupos paramilitares el pasado año[7] ; a
las guerrillas se les atribuyó el 22,8% de los casos.
Aunque oficialmente la violencia global ha disminuido[8], el
altísimo número de muertes demuestra que las acciones del Estado
Colombiano han sido insuficientes para proteger la vida de sus
ciudadanos con el agravante de que el incremento de la
implicación de la Fuerza Pública en crímenes contra civiles
coincide con la ejecución de la política de seguridad
democrática diseñada por el actual Gobierno. Durante el
transcurso del mandato de Uribe Vélez, más de 300 personas han
sido ejecutadas o desaparecidas por agentes estatales; las
organizaciones no gubernamentales han documentado numerosos
casos en que se ha pretendido encubrir estos delitos como
combatientes muertes en combate, víctimas del fuego cruzado o
"errores militares". Mientras, el Presidente no ha escatimado
elogios a la Fuerza Pública ("Tenemos la suerte en Colombia de
contar con una Fuerza Pública respetuosa como ninguna en el
continente de la democracia y del orden constitucional") y ha
justificado sus acciones: refiriéndose a la masacre, atribuida a
un "error", de cinco campesinos ejecutada el pasado 19 de abril
por el Ejército en Cajamarca (departamento del Tolima), dijo:
"Tengo motivos de profundo dolor, pero carezco de razones
administrativas para sancionar a los soldados y oficiales. Estoy
convencido de la buena fe del Ejército en esta equivocación".
Muchas de las víctimas de la violencia sociopolítica eran
líderes sociales, sindicales, militantes de partidos de la
izquierda o defensores de los derechos humanos. Desde julio de
2003 hasta ahora, una media de seis sindicalistas al mes fueron
asesinados o desaparecidos; 46 murieron a manos de los
paramilitares y en seis casos concretos fue hallada la
responsabilidad directa de la Fuerza Pública, el último de ellos
ocurrió el pasado 5 de agosto. Ese día tres sindicalistas fueron
fusilados por tropas del Grupo Mecanizado 18 'General Gabriel
Revéiz Pizarro' en el departamento de Arauca. El vicepresidente
Francisco Santos; el ministro de Defensa, Jorge Alberto Uribe, y
el comandante de las Fuerzas Militares, Carlos Albero Ospina,
dijeron que las víctimas estaban vinculadas al grupo guerrillero
Ejército de Liberación Nacional (ELN) y que fallecieron en
combate al disparar contra los militares que habían acudido a
detenerlos. Un mes después la Fiscalía ordenó detener a tres
militares y al civil que les hacía de guía en el operativo, al
encontrar pruebas que demuestran que fueron asesinados en
completa indefensión[9].
El genocidio político practicado contra la Unión Patriótica es
el paradigma de persecución política a los militantes de la
izquierda colombiana. Esta formación, surgida en 1985 tras los
acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC, ha sufrido el
asesinato de más de 3.000 de sus miembros y simpatizantes, entre
ellos dos candidatos a la Presidencia de la República. El
Presidente Uribe, en su carta de presentación de las líneas
directrices de la política de seguridad democrática, dijo: "La
oposición, los que disientan de las ideas del Gobierno o de su
partido, serán protegidos con el mismo cuidado que los amigos o
partidarios del Gobierno". En los dos años de su Gobierno, 71
personas de la UP han sido asesinadas y otras 30 están
desaparecidas[10] a pesar de los requerimientos de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que el Estado
garantice la vida de los sobrevivientes y sus familiares.
El número de defensoras y defensores de derechos humanos
víctimas de violaciones al derecho a la vida desde el inicio del
actual Gobierno es el más alto de los últimos siete años. Entre
el 7 de agosto de 2002 y el 7 de agosto de 2004, han sido
asesinados o desaparecidos un total de 33 defensoras y
defensores (nueve son mujeres), mientras que, entre el 7 de
agosto de 2000 y el 7 de agosto de 2002, 29 defensoras y
defensores (ocho son mujeres) habían sido víctimas de homicidio
o desaparición forzada; entre agosto de 1998 y agosto de 2000,
se registraron 21 víctimas (dos son mujeres); y entre agosto de
1996 y agosto de 1998, hubo 24 víctimas (cuatro son
mujeres)[11].
Muchos de estos asesinatos han sido crónicas de unas muertes
anunciadas. En mayo de 2003 una comisión integrada por ONG y
representantes del Estado se desplazaron a varios municipios del
departamento del Meta para verificar la situación de derechos
humanos que se vivía en la zona. En el pequeño caserío de Puerto
Esperanza, María Lucero Henao, presidenta de la Junta de Acción
Comunal (equivalente a la asociación de vecinos), denunció los
abusos que estaba sufriendo la población por parte de los grupos
armados ilegales y del Ejército; las ONG exigieron a los
miembros del Estado presentes que se garantizara la vida de toda
la población y especialmente de la defensora de derechos humanos
que se había atrevido a hablar[12]; menos de un año después
María Lucero y su hijo fueron asesinados por los
paramilitares[13].
Tras el supuesto objetivo de la política de seguridad
democrática de reprimir y acabar con la insurgencia se oculta la
intención de atacar a la población desarmada inconforme; "en el
contexto de la ´guerra contra el terrorismo´, Colombia se
destaca como el ejemplo más extremo de la táctica de utilizar
medidas supuestamente destinadas a combatir a los grupos armados
ilegales para perseguir, dar muerte y amordazar a los activistas
de derechos humanos", tal como denuncia Amnistía Internacional.
2 . 2. Torturas
La práctica de la tortura es sistemática en Colombia. El Comité
contra la Tortura estableció a finales de 2003 que esta
modalidad de violación a los derechos humanos se realiza en
Colombia "de manera generalizada y habitual por las fuerzas y
cuerpos de seguridad del Estado (...) tanto en operaciones
militares como fuera de ellas". Durante el mandato de este
Gobierno se ha registrado el promedio más alto de torturas de
los últimos siete años: 340 víctimas, casi una persona a diario
fue torturada[14]. Más de la mitad (el 51,47%) de los actos de
tortura cometidos durante el período en estudio fue atribuido a
agentes estatales: por perpetración directa, el 15,29% (52
víctimas); por omisión, tolerancia, aquiescencia o apoyo a las
violaciones cometidas por grupos paramilitares el 36,18% (123
víctimas). A las guerrillas se les atribuyó la presunta autoría
del 2,94% (10 víctimas).
2 . 3. Secuestros
El promedio diario de personas secuestradas ha disminuido desde
julio de 2001 hasta junio de 2004. Entre julio de 2001 y junio
de 2002 fueron secuestradas casi nueve personas cada día; entre
julio de 2002 y junio de 2003 fueron secuestradas casi siete
personas; y en el último año (julio de 2003 a junio de 2004)
bajó a casi cinco personas, o sea el mismo nivel conocido entre
julio de 1996 y junio de 1997.
2 . 4. Desplazamiento forzado
Más de tres millones de colombianos han sido desplazados desde
1985, según la Consultoría para los Derechos Humanos y el
Desplazamiento (Codhes). Esta entidad asegura que en los
primeros seis meses de este año más de 130.346 personas fueron
obligadas a abandonar su lugar de residencia, lo cual implica un
aumento del 35% con respecto al semestre anterior. La propia Red
de Solidaridad Social (organismo estatal encargado de asistir a
los desplazados) achaca la mayor responsabilidad en los
desplazamientos a los grupos paramilitares, cuyo objetivo es el
control territorial frente a la guerrilla y la explotación de
los recursos de las tierras. Esta situación es gravísima, aun
cuando el Gobierno la haya pretendido minimizar, comparándola
con el número de personas desplazadas en 2002, que fue superior.
La contracción de la cifra de desplazamiento forzado, en
comparación con el año 2002, se debe en parte al subregistro de
los sistemas de monitoreo, debido a que muchas personas
desplazadas prefieren no registrarse por el temor a ser víctimas
de nuevas amenazas o porque desconfían de los programas de
atención estatales.
Frente a esta situación el Estado ha recortado la atención a las
personas desplazadas hasta tal punto que la propia Corte
Constitucional ha establecido que el desplazamiento forzado
constituye un estado de cosas inconstitucional. El Programa
Mundial de Alimentos de Naciones Unidas asegura en su informe
anual correpondiente a 2003 que "la brecha en calorías es del
57%, esto significa que los hogares desplazados sólo están
consumiendo el 43% de lo recomendado, lo cual es altamente
crítico teniendo en cuenta que el límite para calificar una
brecha en calorías como "severa-grave" es del 40%. La brecha en
proteínas es del 16%, es decir que su consumo es igualmente
deficiente. (...). De acuerdo con el mismo estudio, los hogares
desplazados igualmente tienen fuertes déficits en la mayoría de
los micronutrientes como vitamina A y hierro"; el mismo
organismo señala que el 63,5% de la población desplazada tiene
una vivienda inadecuada y el 49% no cuenta con servicios
públicos idóneos.
Además, el Gobierno, con el argumento de que no existen
"territorios vedados para la Fuerza Pública", ha estigmatizado a
las comunidades de desplazados en proceso de retorno que se han
declarado al margen del conflicto y las ha sometido a todo tipo
de presiones (cercos militares, montajes judiciales a sus
líderes) para que abandonen su iniciativa. Esta actitud ha sido
denunciada por la propia oficina en Colombia del Alto
Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), "uno
de los factores de riesgo de las comunidades se ha originado
precisamente en la incoherencia del mensaje del Estado frente a
los procesos organizativos durante los últimos años y, en
particular, durante el actual gobierno"[15].
2 . 5. Detenciones arbitrarias
La anterior ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, afirmó en
julio de 2003, que durante el primer año de la presidencia de
Álvaro Uribe se capturaron a 125.778 personas. De acuerdo con
las estadísticas de la autoridad penitenciaria colombiana, en
julio de 2003 existía una población carcelaria de 58.877
personas, de las cuales 25.636 tenían prisión preventiva. Por
consiguiente, la sorprendente conclusión pareciera ser que de
las 125.000 detenciones que se produjeron entre agosto de 2002 y
julio de 2003, un máximo de 25.636 personas tenían suficientes
motivos como para permanecer recluidos. El resto, más de 100.000
personas, tuvieron que ser liberadas porque fueron detenidas
sólo para intimidarlas o como consecuencia de montajes
judiciales fundamentados en el testimonio de integrantes de la
red de informantes que se ha convertido en un recurso económico
para sectores desfavorecidos: a cambio de una delación con o sin
fundamento el Estado da una recompensa.
Las consecuencias de esta política, que ha sido comparada con
las pescas milagrosas practicadas por la guerrilla (retener a
numerosos civiles en los controles de carretera para
posteriormente mantener secuestrados únicamente a los que puedan
pagar rescate), no sólo son vulneraciones al derecho a la
libertad personal sino otro tipo de violaciones de los derechos
humanos como son el estado de inseguridad jurídica, la tortura,
el desplazamiento o incluso la muerte[16]. Además, con esta
práctica se logra el desmembramiento del tejido social ya que
habitualmente las personas que han experimentado una detención
se alejan de las organizaciones sociales cuando recobran la
libertad por temor a ser procesados de nuevo o a otro tipo de
represalias.
Estos procedimientos de detención fueron duramente criticados
por la Procuraduría General de la Nación, que en un informe
especial señaló la "reducida eficacia del procedimiento una vez
que se produce la judicialización correspondiente. (...). Son
muchas las personas que resultan innecesariamente afectadas y
muchos de sus principales derechos conculcados: libertad,
dignidad, buen nombre, sin que haya reparación alguna y se los
libera una vez transcurrida la espectacularidad del operativo ya
que sus casos no se pueden solventar probatoriamente ante la
fiscalía"[17].
* PROCESO DE PARAMILITARIZACIÓN
3 . 1. Consolidación
El proceso de acercamiento del actual Gobierno hacia los grupos
paramilitares, acusados nacional e internacionalmente de
crímenes de lesa humanidad, comenzó a gestarse incluso antes de
su toma de posesión. La campaña presidencial de Álvaro Uribe
Vélez incluyó propuestas coincidentes con los postulados del
paramilitarismo hasta el punto de que tuvo que intervenir la
Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos:
"Aún más preocupante es el hecho de que un importante segmento
de la sociedad vea ahora al paramilitarismo como una opción
legítima, y que algunos candidatos políticos parecen aprobar las
actividades paramilitares, tal como lo demuestra la propuesta
presentada por uno de los principales candidatos, de armar a un
millón de civiles"[18]. Las manifestaciones posteriores del
Presidente han servido para respaldar la supuesta seguridad que
estos grupos ofrecían en amplias zonas del país: "A medida que
se ha venido retirando a las organizaciones mal llamadas
paramilitares han reaparecido grupitos guerrilleros a
secuestrar"[19], "En un sitio (de) donde salió un grupo de
autodefensas, llegó el ELN y nos secuestró un señor
palmicultor"[20]. Ante la gravedad de estas declaraciones,
algunos comentaristas han destacado el mensaje que subyace: "Lo
que es peligroso es cómo el Presidente va entretejiendo en su
discurso, de manera cada vez más abierta y directa, una defensa
del paramilitarismo (...) y cómo ese discurso se va filtrando de
manera casi imperceptible en la mente de los ciudadanos
(...)"[21].
Las consecuencias lógicas de esta mal disimulada simpatía han
sido el incremento de las acciones coordinadas con la Fuerza
Pública, que han propiciado la llegada o afianzamiento de los
paramilitares a diversas regiones; la apertura de negociaciones
o conversaciones entre varios de estos grupos y el Gobierno
avaladas por una serie de medidas legales para garantizar la
impunidad de sus crímenes (algunos han dicho que se trata de "un
encuentro entre amigos"), y el refuerzo del control social,
político y económico que imponen en extensas áreas de Colombia.
El país está asistiendo a un proceso de consolidación del
paramilitarismo o, dicho de otro modo, de
parainstitucionalización del Estado.
3 . 2. Connivencia con la Fuerza Pública
Los estrechos vínculos entre la Fuerza Pública y los grupos
paramilitares se han mantenido intactos durante el Gobierno de
Uribe Vélez. El informe sobre el año 2003 de la Oficina en
Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos da cuenta de numerosos casos de violaciones de
derechos humanos atribuidos a la Fuerza Pública y de la
complicidad entre ésta y los escuadrones de la muerte que se
concreta en "la realización de operativos paramilitares con
conocimiento inexcusable de la Fuerza Pública, (…) de anuncios
realizados por miembros de las Fuerzas Militares sobre la
próxima llegada de grupos paramilitares, la inacción de la
Fuerza Pública ante la existencia de bases paramilitares fijas,
cercanas a instalaciones militares, e incluso la alegación de
entrega de información por parte de miembros de la Fuerza
Pública sobre posibles objetivos a grupos paramilitares". En el
mismo informe se explica que se pudo observar la consolidación
de grupos paramilitares "en áreas donde previamente se habían
desarrollado acciones contrainsurgentes de la Fuerza Pública
(…)" y se afirma que "la política de lucha contra el fenómeno
del paramilitarismo y los vínculos de servidores públicos con
esos grupos no ha mostrado resultados suficientemente
significativos".
El mismo tipo de denuncias fueron planteadas por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en su informe sobre el
pasado año: "La CIDH debe reiterar su preocupación por la forma
en la cual las AUC (los paramilitares de las Autodefensas Unidas
de Colombia) continúan operando en vastas áreas del territorio a
pesar de la presencia de la Fuerza Pública. En particular, la
Comisión continúa recibido denuncias sobre la actitud omisiva de
miembros del Ejército Nacional, en particular de la Brigada XVII
que opera en la zona del Urabá Antioqueño y Chocoano, e incluso
de su participación directa en actos de violencia e intimidación
perpetrados por grupos paramilitares contra la población civil.
La Comisión se ha pronunciado en forma reiterada sobre la
responsabilidad del Estado por los vínculos y grados de
cooperación entre miembros de las fuerzas de seguridad y grupos
paramilitares en la comisión de actos que constituyen
violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional
humanitario. En su informe, el Estado hace referencia a
incrementos del 120% y del 49% en el número de capturas y de
miembros de las AUC dados de baja, respectivamente, durante los
primeros diez meses del año 2003 y a una serie de directivas del
Ministerio de Defensa. A pesar de estas estadísticas y de las
directivas impartidas, lamentablemente no existen indicios de
que la situación haya mejorado sustancialmente durante el año
2003 paramilitares ejercen en amplias zonas del país".
3 . 3. Negociaciones con el Gobierno
En diciembre de 2002, cuatro meses después del acceso a la
Presidencia, Uribe Vélez inició conversaciones con distintos
grupos paramilitares con el objetivo de alcanzar su
desmovilización. El pasado 1 de julio se instaló la mesa de
negociaciones en Santa Fe de Ralito (corregimiento del municipio
de Tierralta en el departamento de Córdoba), la llamada "zona de
ubicación" donde están concentrados diez jefes paramilitares y
400 hombres más destinados a su defensa, autorizados para llevar
armas en dicha zona. La meta final es concluir con un acuerdo de
paz a más tardar en diciembre de 2005. El Gobierno suspendió las
órdenes de captura y los paramilitares se comprometieron a no
causar más muertes ni violaciones contra la población civil
mientras durara el proceso. Las agresiones se mantuvieron desde
el principio y el Gobierno, paradójicamente, ha respondido
promoviendo una serie de medidas legislativas que, en lugar de
presionar para lograr un cese el fuego definitivo, están
orientadas a legalizar el fenómeno paramilitar y amnistiar
crímenes de lesa humanidad. Estas medidas son teóricamente
aplicables a cualquiera de los grupos armados ilegales que
operan en el país, pero en realidad se han concebido como una
forma de reintegrar a la sociedad a los paramilitares acusados
de críemenes atroces y, al mismo tiempo, garantizar su silencio
para que no resulte afectada la estructura del Estado
Colombiano.
La Comisión Colombiana de Juristas (CCJ) asegura que, entre
diciembre de 2002 y septiembre de 2004, los grupos paramilitares
han causado la muerte o desaparición de por lo menos 1.895
personas (el Gobierno, a través de la Oficina del Alto
Comisionado de Paz, cifra en 408 los asesinatos cometidos hasta
abril de 2004). La Defensoría del Pueblo acaba de hacer público
un informe en el que recoge 342 denuncias de violación del cese
de hostilidades declarado por los paramilitares; los testigos
que hablaron con los funcionarios de la Defensoría señalaron que
algunos hombres de las AUC continúan perpetrando actos de guerra
como masacres, asesinatos selectivos, secuestros, extorsiones,
desplazamiento forzado, expropiación de bienes y reclutamiento
de menores[22].
Además, la única desmovilización efectuada hasta ahora ha
resultado un fiasco. El pasado año el Gobierno anunció a bombo y
platillo la entrega de 845 hombres del grupo paramilitar
denominado Bloque Cacique Nutibara, que operaba en Medellín. La
revista Semana publicó recientemente el contenido de unas cintas
grabadas de las conversaciones entre los comandantes
paramilitares y el Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, en
las que éste les recrimina que "en el proceso de Medellín nos
revolvieron delincuentes callejeros 48 horas antes y nos los
metieron en el paquete de desmovilizados". En el mismo artículo
Restrepo asegura a los comandantes que no se han de preocupar de
la petición de extradición por narcotráfico efectuada por
Estados Unidos ya que el Presidente "usará la facultad
discrecional para no extraditarlos" y sobre la posibilidad de
que sean juzgados ante la Corte Penal Internacional, les dice
que "esta no es un peligro. El Gobierno ofreció un proyecto de
ley que bloquea la acción de la Corte Penal Internacional".
Dos meses después de que se anunciara el inicio de las
conversaciones de paz, se expidió un decreto en el que se
establece que en el curso de su desmovilización los miembros de
las organizaciones armadas al margen de la ley "tendrán derecho
al indulto", y en el que se faculta al Comité Operativo de
Dejación de las Armas (CODA) para acordar beneficios inmediatos,
sin ningún control de las autoridades judiciales. En mayo de
2003 más de quinientas personas habrían sido indultadas, sin que
la opinión pública sepa las identidades de los beneficiados ni
las circunstancias en las que se han acordado los certificados
para la llamada reinserción ni los criterios empleados para
evaluar la situación jurídica de los solicitantes, según
denunció Iván Cepeda, director de la Fundación Manuel Cepeda
Vargas[23].
En agosto de 2003, el Gobierno presentó ante el Congreso un
proyecto de ley para regular los beneficios jurídicos que
tendrían los paramilitares desmovilizados. Esta iniciativa,
conocida como ley de alternatividad penal, no era más que una
argucia legal para la autoamnistía, "el Estado Colombiano tenía
un dilema: condenar a quienes fueron sus más fieles aliados
durante décadas con el riesgo de verse salpicado aún más en sus
atrocidades o librarlos de toda culpa con el unánime rechazo que
generaría una medida de perdón y olvido", denunció la defensora
de derechos humanos y directora de la Corporación Reiniciar,
Jahel Quiroga. La duda fue resuelta con esta propuesta
legislativa por la que los autores de masacres, asesinatos,
desapariciones forzadas, secuestros, torturas, desplazamientos
masivos y reclutamientos de niñas y niños serían sancionados con
una entre varias penas accesorias o menores, por ejemplo, la
inhabilitación temporal para la tenencia y porte de armas o la
prohibición de aproximarse a las víctimas o comunicarse con
ellas, "en síntesis, las penas alternativas que contemplaba el
proyecto son irrisorias y violan los principios democráticos de
justa retribución y proporcionalidad de las sanciones penales",
aclara Gustavo Gallón, director de la Comisión Colombiana de
Juristas. Además, no se contemplaba ni siquiera la reparación
económica para las víctimas de tales atrocidades. El proyecto
fue posteriormente modificado incluyendo penas de privación de
libertad, pero en colonias en el campo, y finalmente fue
retirado aunque el Gobierno ha segurado que lo volverá a
presentar más adelante.
A finales de ese mismo mes, se expidió un nuevo decreto para
otorgar beneficios económicos a los desmovilizados por su
cooperación con la Fuerza Pública. Esta iniciativa, más que
procurar la desaparición del paramilitarismo, parece pretender
una legalización de estos grupos cuyos miembros se reciclarían
integrándose en la red de cooperantes e informantes. Para
complementar este proceso de adaptación se ha estado debatiendo
un nuevo proyecto de ley para autorizar a los civiles el uso de
armas de guerra que hasta ahora eran de uso privativo de la
Fuerza Pública.
3 . 4. Control social, político y económico
A finales del pasado mes de septiembre, cuatro de los
principales medios de comunicación de Colombia publicaron
extensos reportajes en los que se explicaba el fuerte control
social, político y económico de los paramilitares en varios
departamentos del país. El fenómeno no es nuevo, pero lo grave
es la consolidación y apariencia de normalidad que ha adquirido
en los últimos años. Para la coordinadora general de la
Organización Femenina Popular (OFP)[24], Yolanda Becerrra, "este
Gobierno ha ido demostrando aún más que el paramilitarismo es
una estrategia de Estado y eso se comprueba en la actitud de las
autoridades locales, en el empoderamiento en lo político y en lo
civil; existe un control social, político, económico y militar
en Barrancabermeja por parte de los paramilitares, fenómeno que
es anterior a Uribe, pero ahora se consolida"[25]. La misma
situación denunciaba la Corporación Regional para la Defensa de
los Derechos Humanos (CREDHOS)[26], "los grupos paramilitares
son un proyecto político-militar autoritario en expansión, que
permea cada vez más al conjunto de las instituciones estatales
colombianas (...) En la región han provocado el tránsito de una
situación de violaciones masivas y sistemáticas a una crisis
cada vez más profunda de derechos humanos y de ser grupos
auxiliadores a la seguridad del Estado han pasado a convertirse
en un fenómeno parainstitucional"[27].
Los grupos paramilitares que operan en Barrancabermeja
distribuyeron en 2003 entre la población un documento titulado
Normas de convivencia Autodefensas y población civil en el que
se recoge una serie de reglas que se deben cumplir para evitar
las sanciones que incluyen amonestaciones, multas, expulsión de
la zona, expropiaciones y trabajos obligatorios. En los 16
puntos del texto se establecen las disposiciones para ejercer un
estricto control social de la comunidad.
Las AUC marcan el tiempo de permanencia en las calles para los
menores de edad y la sanción de 12 horas de detención para el
niño o adolescente que lo infringa. Además, a los chicos y
chicas con edades comprendidas entre los 4 y los 17 años los
paramilitares determinan que ellos mismos podrán exigirles el
carné de estudiante y si no están escolarizados se procederá a
un "llamado de atención a sus padres y sanciones disciplinarias
por parte del comando central"[28]. Pero además de querer
controlar la vida privada de las familias los paramilitares
imponen normas para organizar el barrio. Así, determinan como se
han de mantener las fachadas, la forma de recolección de las
basuras ("cada casa deberá tener su respectiva caneca roja y
hacer uso adecuado de las mismas"), la limpieza de fincas y
potreros y la manutención de los animales; los que incumplan
serán sancionados con multas, trabajos forzados "para el
beneficio de la comunidad" o con el decomiso de propiedades.
También regulan el horario de apertura de los establecimientos
públicos y multa de 500.000 pesos o cierre temporal o definitivo
del local para los infractores; similar castigo se impone a los
locales donde se vendan bebidas alcohólicas o se permita el
juego de"personal en servicio de las AUC". Quienes provoquen
escándalos en la vía pública "realizarán trabajos asignados por
las AUC" y la "falta de respeto o maltrato por parte de la
población civil hacia personal de las AUC" acarreará la
expulsión de la zona; si hay abuso de autoridad o maltrato a
civiles por parte de miembros de la AUC se impondrá una "sanción
ejemplar por parte del comando central y destitución de la
organización"[29]. En otras regiones del país se han constatado
prácticas similares: prohíben los pantalones descaderados,
afeitan la cabeza a mujeres acusadas de infidelidad y a las que
tildan de chismosas las ponen a barrer la plaza.
De 1996 hasta 2001, exportaron el modelo paramilitar de Córdoba
y Urabá a más de 15 departamentos, en un experimento salpicado
de masacres y crímenes. Siguió luego una penetración sigilosa en
la economía y la política regionales, hasta lograr en varias
zonas un profundo control. Uno de los líderes de las AUC,
Salvatore Mancuso, llegó a afirmar que entre el 30 y el 35% del
Congreso de la República fue elegido por ellos. A partir de ahí,
el control económico se facilita. Ahora están empezando a
aflorar las vías de financión de los grupos paramilitares a
través de recursos públicos y se ha denunciado el desvío a sus
arcas de dinero que el Estado grira a las empresas encargadas de
prestar servicios de salud a los más pobres, el manejo de las
contratas públicas, el impuesto a los comerciantes… Sin embargo,
salvo en raras excepciones, estos hechos no se investigan o las
indagaciones que se inician no avanzan[30].
4. UN PAÍS EMPOBRECIDO
Mientras el presupuesto del Estado Colombiano para 2005
contempla 9,8 billones de pesos para gastos de Defensa (unos
3.000 millones de euros, el 10% del total) las condiciones de
vida de la población empeoran a pasos agigantados. Sin embargo,
esta situación no alarma a la comunidad internacional ya que se
mantienen las instituciones aparentemente democráticas, se paga
la deuda externa (el presupuesto de 2005 contempla 32 billones
de pesos para este fin) y, lo que es más importante, se dan
buenas condiciones para hacer negocios; el informe Doing
Business in 2005: Eliminando obstáculos para el crecimiento,
patrocinado por el Banco Mundial, establece como uno de los
principales logros del país haber realizado a finales del 2002
una reforma laboral que amplió las causales para despidos
justificados, recortó los pagos por indemnizaciones para los
empleados con más de 10 años de antigüedad y disminuyó las horas
nocturnas en las que el trabajador tiene derecho a recargo[31].
Un estudio de la Universidad Nacional, la principal del país,
señala que el 66% de los 44 millones de colombianos es pobre y
que la mitad de la riqueza está en manos del 10% de la
población. Hoy existen 29 millones de colombianos pobres. Este
estudio también afirma que el 10% del sector más rico del país
concentra el 45% de los ingresos totales lo que revela que en
Colombia no se han hecho políticas para redistribuir la riqueza.
Conclusiones similares obtuvo la Contraloría General de la
República, que cifró un 64,2% de pobres en Colombia el pasado
año y que determinó que no sólo han aumentado los pobres sino
que éstos son cada vez más pobres.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) al hacer público el mapa
mundial del hambre ha ubicado a Colombia como el quinto de los
diez países con más habitantes con hambre en el mundo. El
documento revela que el 13 % de la población colombiana, es
decir más de cinco millones y medio de personas, sufre de este
flagelo. Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, en
el país muere una persona cada dos días por desnutrición
crónica.
Pero además de la alimentación, la mayoría de la población
tampoco ve satisfechos otros derechos básicos como la salud, la
educación o el empleo digno. Actualmente, el 40% de los
colombianos no tienen acceso a la atención médica. De acuerdo
con la Contraloría, el más grave problema en materia de salud
pública es la situación de enfermedades como malaria, fiebre
amarilla, sarampión y tétanos. Señalan los miembros de la
Academia Nacional de Medicina que no se tiene la certeza de
cuánta gente ni en qué lugares se está vacunando y que no hay un
sistema central que prenda las alarmas con rapidez antes de que
se desate una epidemia. Indicaron que un sistema así habría
podido prevenir la epidemia de fiebre amarilla ocurrida en el
mes de enero de 2004. Más del 10% de los niños pobres de entre 5
y 11 años no va a la escuela primaria, el 25% de los jóvenes no
tiene acceso a la secundaria y menos del 20% logra un cupo en la
universidad. La Contraloría ha señalado que, durante 2003, "la
principal razón de inasistencia de las niñas y los niños en edad
escolar es la falta de dinero en su hogar que, en muchos casos,
los obliga a vincularse al mercado laboral en busca de ingresos
adicionales para su hogar, dejando de lado las actividades
académicas".
En cuanto al empleo, el índice de paro de 2003 fue del 17%, una
reducción de casi un punto con respecto al año anterior: Sin
embargo, la Contraloría ha señalado que la mayor parte del
empleo generado corresponde al sector informal de la economía,
que se caracteriza por la baja calidad, inestabilidad y baja
productividad.
Todos estos factores están en el origen del conflicto y son el
caldo de cultivo idóneo para que la guerra perdure.
* DESLEGITIMAR LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS
5 . 1. Estigmatización de los defensores
El Presidente Uribe Vélez ha efectuado una serie de
declaraciones a lo largo de su mandato en contra de las
organizaciones de defensa de los derechos humanos con el
objetivo de estigmatizarlas ante la opinión pública y situarlas
en posiciones proclives al terrorismo. Uribe Vélez ha calificado
a los defensores de derechos humanos de "politiqueros que
finalmente le sirven al terrorismo y que se escudan cobardemente
en la bandera de los derechos humanos", poniéndoles de este modo
en el punto de mira de los violentos, y este mismo año amenazó
con deportar a los voluntarios de Brigadas Internacionales de
Paz, entre los que hay varios españoles, que acompañan a
defensores de derechos humanos y a comunidades de desplazados,
"le reitero la sugerencia al DAS y a la Policía (...) de que si
estas personas vuelven a obstruir la justicia, los metan a la
cárcel y si hay que deportarlos, se deportan"[32].
Tras la muerte de 34 campesinos en La Gabarra (departamento de
Norte de Santander), masacre de la que fueron acusadas las FARC,
el Presidente atacó a Amnistía Internacional: "Por guardar unas
reglas de cortesía hipócrita y no tener el valor de denunciar a
Amnistía Internacional, hemos permitido que legitimen el
terrorismo internacionalmente. Que Amnistía escoja con quién se
queda. Si se queda con los que degollaron a los 34 campesinos de
La Gabarra. Si se queda con los terroristas que han asesinado a
nuestros policías y nuestros soldados, y que causan luto a las
familias, o si se queda con las instituciones colombianas y las
respeta"[33].
La Oficina en Colombia del Alto Comisionado de Naciones Unidas
para los Derechos Humanos ha señalado al respecto que: "No ha
habido avances significativos en el cumplimiento de la
obligación de sancionar disciplinariamente a los servidores
públicos que con sus declaraciones, acciones u omisiones
descalifiquen o pongan en riesgo la labor de los defensores de
derechos humanos. Ha continuado la descalificación a la legítima
labor de los defensores de derecho humanos y de líderes
sindicales por parte de altas autoridades del Estado. La Oficina
ha conocido pocos ejemplos de acciones tomadas por los
superiores jerárquicos o por el Ministerio Público en el sentido
de esta recomendación del Alto Comisionado"[34].
5 . 1. Nuevo "concepto" sobre derechos humanos
El Gobierno colombiano ha querido imponer un nuevo concepto
sobre los derechos humanos con el objetivo de evitar la
responsabilidad que tiene en las violaciones masivas que se
producen en el país. Desde el Estado se ha defendido
públicamente –incluso ante la Comisión de Derechos Humanos de la
ONU- que no sólo los estados son los que vulneran estos derechos
sino que hay responsabilidades particulares en las que la
autoridad estatal no se ve implicada. Esta tesis ha sido
desmentida de forma clara por la propia Oficina en Colombia del
Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos:
"En esta materia existen cuatro supuestos de conductas de
individuos particulares, que obrando solos o como miembros de
grupos no estatales, deben ser consideradas en relación con la
responsabilidad del Estado: a) Las conductas que son producto de
la instigación de servidores públicos; b) las que se realizan
con el consentimiento expreso o tácito de dichos servidores; c)
las que se producen gracias a la tolerancia manifiesta de
agentes estatales; y d) las que resultan del incumplimiento del
deber de garantía que tiene el Estado"[35].
Gustavo Gallón, director de la Comisión Colombiana de Juristas,
advierte de forma certera, en el balance de los dos años de
Uribe Vélez, sobre el riesgo de que calen esos postulados y de
que prosperen otra serie de iniciativas propuestas por el
Gobierno: "Puede advertirse que existe una coherencia grande
entre el desconocimiento del principio de distinción, la
propuesta de desafiar la doctrina tradicional de los derechos
humanos, los ataques reiterados a las defensoras y defensores de
derechos humanos, los anuncios de la disposición a denunciar
convenios de la OIT, la propuesta de recortes a la Corte
Constitucional y a la acción de tutela, el otorgamiento de
facultades de policía judicial a las fuerzas militares, en
abierta contradicción con insistentes y claras recomendaciones
internacionales, la mal disimulada admiración por la
contribución de los paramilitares a la seguridad, y muchos otros
comportamientos más, igualmente hostiles a principios básicos de
derechos humanos. Esos comportamientos no son casos aislados.
Constituyen la expresión fidedigna de una repulsión visceral a
los derechos humanos por parte del Jefe del Estado, que se
transmite al conjunto de su Gobierno y que pretende irrigarse a
la sociedad para sustituir en ella los valores de derechos
humanos por los de seguridad. Si esa mentalidad adversa a los
derechos humanos prospera y si además tiene éxito el empeño
gubernamental de desmantelar el Estado social de derecho,
restringiendo el alcance de instituciones de protección de
derechos, como la tutela y la Corte Constitucional, las
perspectivas para la población colombiana no son nada
halagüeñas. Paradójicamente, so pretexto de brindar seguridad
frente a las guerrillas, la sociedad quedará desprotegida y
profundamente insegura frente al Estado (y a las fuerzas
paraestatales)"[36].
* COLOMBIA REQUIERE UNA NUEVA POLÍTICA DE LA UE
Colombia representa una oportunidad para la Unión Europea (UE)
de mostrar una política exterior que apuesta por el desarrollo y
la defensa activa de los derechos humanos como método idóneo
para desactivar los conflictos. Los países europeos figuran
entre los mayores donantes de ayuda a este país y se han
implicado y apoyado muchas de las negociaciones de paz que se
han desarrollado entre los grupos armados de oposición y el
Gobierno. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, el conflicto
social y armado se mantiene en toda su intensidad. Por eso es
necesario abordar el problema con un enfoque distinto al
planteado hasta ahora, centralizado en la búsqueda del cese el
fuego (la ausencia de guerra no significa el fin del conflicto)
y en la aportación de recursos materiales que únicamente
permiten el desarrollo sostenible si llegan realmente a quienes
los necesitan y éstos pueden emplearlos libremente.
Frente al rotundo fracaso de la política belicista de Estados
Unidos en Irak, la UE puede adquirir un nuevo protagonismo en la
escena internacional y poner en práctica en Colombia un modelo
radicalmente distinto, que aborde no sólo las consecuencias sino
prioritariamente las causas profundas del conflicto y que tenga
como meta alcanzar el pleno desarrollo del Estado de derecho en
el país. Colombia necesita reformas profundas de su estructura
socioeconómica y política si pretende avanzar hacia la
estabilidad y eso supone luchar contra la desigualdad social y
la inequidad en la distribución de la riqueza y abrir espacios
para la participación política con garantías. Ante esta
situación, la UE debe pasar de los pronunciamientos genéricos a
las acciones concretas. En materia de derechos humanos y derecho
internacional humanitario, los países europeos se encuentran en
disposición de poder condicionar la ayuda a su estricto
cumplimiento. Hacer la vista gorda ante las iniciativas del
Gobierno de Uribe Vélez que restrigen las libertades
fundamentales es apoyarlas implícitamente mientras que una
postura firme ante estos abusos no es un respaldo a los grupos
armados ilegales sino a la población civil. La política
antiterrorista se ha de fundamentar en los principios
democráticos y Europa debe trasmitir a Colombia su experiencia
en esta materia ya que, salvo en contadas excepciones, la lucha
que se ha desarrollado en el seno de la UE contra estas acciones
no ha supuesto una merma de las libertades.
En definitiva, la UE debe exigir el cumplimiento de todas las
recomendaciones incluidas en el Acuerdo de Londres del 10 de
julio de 2003. En aquella fecha se reunieron en la capital
británica representantes de 24 gobiernos e instituciones
intergubernamentales (incluida la UE, la ONU y Estados Unidos)
con miembros del Gobierno colombiano. Todos los presentes
ratificaron un acuerdo por el Estado Colombiano se comprometía a
cumplir las recomendaciones del Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Derechos Humanos y a introducir reformas
económicas y sociales en el país para que el resto de naciones
mantuvieran su apoyo a la búsqueda de la paz. Más de un año
después, numerosas organizaciones internacionales y la propia
ONU aseguran que la mayoría de los compromisos no se han
cumplido.
* Isaura Navaro, diputada de Izquierda Unida, presentó este
documento en el Ministerio de Asuntos Exteriores español.
Notas:
[1] "Seguridad democrática": el traje nuevo de un emperador en
ciernes, ponencia de Gustavo Gallón, director de la Comisión
Colombiana de Juristas, presentada en el seminario
Sostenibilidad de la política de seguridad democrática en
Colombia, Cartagena, septiembre del 17 al 19 de 2004.
[2] Colombia, la impunidad al orden del día, ponencia presentada
por Luis Guillermo Pérez, abogado del Colectivo de Abogados José
Alvear Restrepo, en las jornadas organizadas por Jueces para la
Democracia en abril de 1997 en Ávila (España).
[3] Corte Interamericana de Derechos Humanos condena a Colombia
por masacre paramilitar en 1987, diario El Tiempo,22 de julio de
2004.
[4] Además de la mencionada falta de apoyo a la orden de arresto
contra el general retirado Del Río, el 9 de marzo de 2004 la
Fiscalía General de la Nación precluyó la investigación en su
contra, sindicado de participar en la conformación de grupos
paramilitares cuando fue comandante en la Brigada XVII de Carepa
(Antioquia) entre 1995 y 1997.
[5] Ibdídem
[6] Ibdídem
[7] La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos ha señalado que "los hechos imputables a los grupos
paramilitares constituyen igualmente violaciones a los derechos
humanos que comprometen, por lo tanto, la responsabilidad
internacional del Estado. Esta consideración se basa en el hecho
de que estos grupos cuentan con el apoyo, la aquiescencia o
tolerancia de agentes del Estado y se benefician de la falta de
respuesta del mismo", informe de la Alta Comisionada de Naciones
Unidas para los Derechos Humanos sobre la situación de los
derechos humanos en Colombia, documento E/CN.4/2000/11, 9 de
marzo de 2000, párrafo 25.
[8] El Gobierno ha presentado balances en los que los índices de
la violencia han disminuido, pero las organizaciones sociales y
de defensa de los derechos humanos, además de cuestionar su
metodología, plantean que la supuesta reducción puede deberse a
factores coyunturales, como cambios en la estrategia de los
grupos armados (los paramilitares recurren a los asesinatos
selectivos en lugar de las masacres que tienen mayor costo
político) y desarticulación o repliegue de los objetivos (en
algunas zonas de control paramilitar ya no existen voces
disidesntes a las que acallar). Sin embargo, los atentados
contra el derecho a la vida, la consecuencia más grave de la
violencia, mantienen su tendencia al alza de los últimos años:
entre 1990 y 2002, el Banco de Datos del Centro de Investigación
y Educación Popular (CINEP) registró un promedio anual de 1.067
ejecuciones extrajudiciales; en 2003 fueron 1.140.
[9] Información publicada en el diario El Tiempo los días 6-8-
04, 6-9-04 y 2-10-04.
[10] Casos documentados por la Corporación para la Defensa y
Promoción de los Derechos Humanos Reiniciar, organización que,
junto a la Comisión Colombiana de Juristas, presentó este caso
ante la CIDH.
[11] Comisión Colombiana de Juristas, Listado de víctimas de
violencia política en Colombia, violaciones a derechos humanos y
violencia política, Derecho a la vida, Ataques contra defensoras
y defensores de derechos humanos en Colombia, 1° de julio de
1996 a 23 de agosto de 2004.
[12] Acción urgente suscrita por 6 ONG el 27-5-03.
[13] Comunicado de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos difundido el
12-2-04.
[14] A esta cantidad, registrada por la la Comisión Colombiana
de Juristas, habría que añadir los casos no denunciados por
temor a represalias y los que no fueron contabilizados porque
estaban asociados a otras violaciones, como homicidios y
desapariciones forzadas, y las torturas no fueron documentadas.
[15] Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados, "Recomendaciones del ACNUR sobre la política pública
de prevención y atención al desplazamiento interno forzado en
Colombia 2002-2004", 6 de agosto de 2004, párr. 81.
[16] El sociólogo y catedrático Alfredo Correa de Andreis fue
acusado falsamente en junio pasado de ser "ideólogo de las FARC"
y detenido por esa razón, sin que se le hubiera probado cargo
alguno, por lo cual fue dejado en libertad. A principios de
septiembre, el profesor y su escolta fueron asesinados por los
paramilitares.
[17] Procuraduría General de la Nación, Estados de Excepción,
Bogotá, mayo de 2004, pág. 163.
[18] Declaración de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para
los Derechos Humanos, Mary Robinson, ante el 58 período de
sesiones de la Comisión de Derechos Humanos, 18 de abril de
2002.
[19] Palabras del Presidente Álvaro Uribe, en Que nadie pague
rescates, www.eltiempo.com, 6 de septiembre de 2004.
[20] Ibídem.
[21] Marianne Ponsford, La verdadera historia, periódico El
Espectador, domingo 12 de septiembre, página 17 A.
[22] Informe de la Defensoría del Pueblo consigna 342 denuncias
de violación al cese unilateral de Auc, diario El Tiempo, 2-10-
04.
[23] Carta dirigida por Iván Cepeda a Luis Carlos Restrepo, Alto
Comisionado para la Paz, el 24-5-03.
[24] La OFP, creada hace 31 años en Barrancabermeja
(departamento de Santander), trabaja por la defensa de los
derechos humanos y el desarrollo de los sectores populares con
especial incidencia en las mujeres.
[25] Magdalena Medio, un espejismo de paz, informe sobre la
crisis humanitaria en el Magdalena Medio presentado por la
Corporación Reiniciar ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos en octubre de 2003.
[26] CREDHOS se fundó en 1987 en Barrancabermeja y desde
entonces realiza una labor de prevención y denuncia de las
violaciones de los derechos humanos.
[27] Magdalena Medio, un espejismo de paz...
[28] Texto literal extraído del documento Normas de convivencia
Autodefensas y población civil.
[29] Ibídem.
[30] Se prenden las alarmas por síntomas avanzados de
paramilitarización de Colombia, diario El Tiempo, 25-9-04.
Raponazo de los 'paras' al erario público y Una alianza poco
perseguida, diario El Espectador, 26-9-04.
[31] Colombia, segundo país del mundo en mejoría de las
condiciones para hacer negocios, diario El Tiempo, 8-9-04
[32] Uribe cuestionó comunidad de paz, www.elcolombiano.com , 28
de mayo de 2004.
[33] Presidente Álvaro Uribe fustiga a Amnistía Internacional
por silencio ante masacre de las Farc, diario El Tiempo, 16 de
junio de 2004.
[34] Sobre la implementación de las recomendaciones del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos a
Colombia, y la situación de los derechos humanos y del derecho
internacional humanitario, Michael Frühling, director de la
Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos, 18-9-04.
[35] Véase Informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos, documento E/CN.4/2002/17, párrafos 67
a 69.
[36] "Seguridad democrática": el traje nuevo de un emperador en
ciernes...
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