FHC cambió Brasil para peor

20/01/1999
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Vivimos en la era de los medios de comunicación y la mistificación. El pueblo es bombardeado todos los días por la propaganda del gobierno, que pinta un país ilusorio. Tenemos dos Brasil: uno, el del gobierno de Fernando Henrique Cardoso (FHC), lleno de realizaciones, desarrollo, integrado con el mundo, viajes internacionales, "reformas", ventajas sociales y progreso económico. Y, otro, el Brasil de la realidad en la que vive el pueblo. Si miráramos hacia atrás, ¿qué veríamos de estos cuatro años? Un asalto al patrimonio nacional El gobierno implementó un modelo económico que abrió nuestra economía, irresponsablemente, a los intereses del capital internacional. Pagó las más altas tasas de interés real en el mundo. Enviamos al exterior más de 150 mil millones de dólares, mas la deuda externa pasó de 120 a 190 mil millones. La deuda interna pública triplicó y supera los 300 mil millones de dólares. Todo bajo promesas de relance del crecimiento, distribución de la renta y aumento del empleo. Sin embargo, ¿cuál fue el resultado concreto para la población? El desempleo nunca fue tan alto. La economía entró en recesión; se habla de crecimiento sólo para dentro de tres años. La concentración de la renta aumentó, y continuamos siendo el país más desigual e injusto del planeta. Todos saben que la pobreza se incrementó en el campo y en la periferia de las ciudades, a pesar de la propaganda sobre el alza del consumo de pollo, yogur y dentaduras. El salario mínimo continúa en 130 dólares, uno de los más bajos del mundo. El gobierno implementó un proceso de privatización vergonzoso, vulnerando todos los principios democráticos. Basta ver el episodio de los "cassettes". Afectó nuestra soberanía, entregando al capital extranjero sectores estratégicos de la economía nacional, con la disculpa de generar recursos para pagar la deuda y sanear al Estado. Puro engaño. Llevamos 50 años construyendo la Compañía Vale do Rio Doce, con el esfuerzo colectivo de la sociedad, sin embargo, ésta fue donada por 3.5 mil millones de reales. Luego, en dos meses, agosto y septiembre, remitimos hacia el exterior 35 mil millones de reales. O sea 10 empresas Vale. Y, al fin, ¿qué ganó el pueblo con las privatizaciones?. En realidad, las privatizaciones fueron, y son, un asalto legalizado de un sector de las élites al capital estatal, que era de la sociedad. Por eso, empresarios, testaferros y banqueros principiantes, se volvieron multimillonarios rápidamente. Esos mismos negociados se vieron en los casos de Sivam y de la famosa pasta color de rosa y otros rubros antiguos, rápidamente olvidados por los medios de difusión. Las elecciones más corruptas En la política, el balance de los cuatro años es también extremadamente negativo. La falta de ética, los negociados para cada votación importante en el Congreso, la convención del PMDB (Partido Movimiento Democrático Brasileño), las manipulaciones para garantizar a cualquier precio la enmienda y reelección, todo eso demuestra la verdadera vocación de las élites. Las últimas elecciones presidenciales fueron, sin duda, las más antidemocráticas de las que se tiene noticia. El cambio casuístico en la ley electoral y las billonarias contribuciones de las empresas, hicieron de ellas las más corruptas de la historia; un comercio de votos. El uso vergonzoso de los medios de difusión al servicio de la reelección y las declaraciones del presidente del tribunal Superior Electoral sobre la "necesidad" de que FHC gane, revelan el tamaño de la desfachatez de los gobernantes. Pero la fachada de gobierno democrático se mantuvo incólume en los medios. Todo el mundo pronto se olvidó de como la huelga de los petroleros fue masacrada con tanques y bayonetas, en el mejor de los estilos de las dictaduras latinoamericanas. Hasta hoy, no se resolvió la amnistía a los sindicatos cuyos bienes fueron hipotecados por la truculencia del gobierno. Represión y propaganda Fue en el gobierno de FHC que, desgraciadamente, acontecieron las dos más grandes masacres de campesinos: Corumbiara y Carajás, ambos hasta ahora impunes. Hubo otros/as 150 líderes rurales asesinados en este período. Pocos recuerdan las directivas del entonces ministro de Justicia, Iris Resende, para que la policía reprimiera de cualquier forma las movilizaciones, incluso en contubernio con las milicias de los hacendados. En el sector social, la misma táctica. En la propaganda, se acordaba prioridad a los sectores sociales. En la práctica, se priorizaron los recursos públicos para el pago de intereses, la salvación de los bancos y la imagen del gobierno. Los pobres saben como está la salud. La educación es, cada vez más, un privilegio de pocos; sus recursos desaparecen. En el área social tenemos tan sólo un gobierno de fachada, mentiroso. El desafío de la sociedad Los pobres no pueden esperar nada de un gobierno que tiene un claro proyecto económico de subordinación al capital internacional, que privatiza el Estado y las leyes en beneficio de una minoría, que reprime y aísla a las organizaciones populares y sindicales. Mucho menos se puede esperar la reforma agraria, que es sinónimo de democratización de la propiedad de la tierra y de eliminación de la miseria en el campo. En el gobierno de FHC, aumentó la concentración de la tierra y la pobreza rural. Ese gobierno no tiene ningún compromiso con el pueblo, los pobres o la construcción de una nación independiente. Ese será el principal desafío de la sociedad: organizarse para enfrentar cuatro años más de FHC y construir un nuevo modelo económico, que distribuya la renta, elimine las desigualdades sociales y recupere la soberanía. Solo en ese nuevo modelo habrá espacio para una verdadera reforma agraria. * Joao Pedro Stedile, es economista y miembro de la Dirección Nacional del Movimiento Sin Tierra (MST).
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