Cómplices e indiferentes
04/02/2014
- Opinión
Caracas.- En la Guerra Económica y la guerra contra la criminalidad existe un debate estratégico que confronta al proyecto socialista con la concepción capitalista para el desarrollo de la sociedad. Obviamente cuando hablamos de guerra es porque hay un contendor dispuesto a vencernos, hay un plan, un objetivo y una metodología implementada para tal fin.
Es bien sabido que la Guerra Económica es una estrategia implementada por el imperialismo para subyugar a los pueblos por hambre, basta sólo como ejemplo el criminal bloqueo a la hermana república de Cuba que ya lleva más de cincuenta años y que se ha desarrollado de manera ilegal a espalda de la voluntad y determinación de los pueblos del mundo.
La derecha venezolana ha recurrido en varias ocasiones al sabotaje económico -quizás su movida más audaz haya sido el sabotaje petrolero de 2002-2003- del cual nunca se ha desentendido, ni ha rendido cuentas.
En su afán desestabilizador han combinado terrorismo y manipulación mediática para justificar su accionar haciendo que el costo de sus artimañas siempre recaiga sobre el gobierno y su supuesta incapacidad para evitar los males que generan los flagelos mencionados. En esta Guerra también la Verdad es la primera víctima.
Como ejemplo leamos la afirmación del conspirador mediático radicado en Miami, Rafael Poleo en su columna “Corto y Profundo” publicada en el diario “El Nuevo País” el viernes 31 de enero de este año: “el colapso del país está próximo y hay que prepararse para él…en un país que marchaba cada vez peor debido a la corrupción de sus administradores, sobreviene la falta de moneda extranjera que le es indispensable hasta para comer“.
Esto es solo una muestra de que existe una intencionalidad por parte de la derecha para llevarnos al “Colapso”. No es una predicción del Sr. Poleo, es un aviso, una advertencia, de alguien que se regodea con lo más conspicuo de la “gusanera internacional” apoyada por la CIA y el Departamento de Estado Norteamericano.
Es por ello que cuando en la nota anterior “Venezuela, la inseguridad y el socialismo” decíamos que esta guerra es una Guerra Patria no exagerábamos. El enemigo tiene presencia en todas partes, sus aliados son la corrupción, la sociedad de cómplices y los indiferentes. Hay quienes actúan conscientemente para dañar a la revolución y quienes solo se dejan arrastrar por la degradación heredada de las viejas prácticas de la decadente cuarta república.
“En todas las cuentas que hemos sacado, se calcula que alrededor del 30 al 40 por ciento de los alimentos que Venezuela está importando se van por la vía del contrabando hacia Colombia”, expresaba en rueda de prensa el diputado Diosdado Cabello Rondón, presidente de la Asamblea Nacional. ¿No es esta una muestra del “Colapso” al que se refiere Poleo? ¿No es este uno de los formatos para generar ese “Colapso”?
Contra la corrupción, a la que hay que tratar en estos casos como traición a la Patria, se están tomando medidas concretas como el cambio de 43 altos mandos militares del estado Zulia, fronterizo con Colombia, y la supervisión constante de las bocas de expendio, privadas y estatales, de alimentos.
También se ha convocado al pueblo para “transformar y combatir la corrupción pero es complicado porque casi se hizo una cultura” expresaba el Ministro del Poder Popular para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz Miguel Rodríguez Torres en la juramentación de 25 Comités Ciudadanos de Control Policial (Cccp), una expresión del Poder Popular para vigilar a estos funcionarios y velar por el fiel cumplimiento de sus responsabilidades.
Pero esto, y mucho más de lo que se viene haciendo, es tan solo una parte del fenómeno, pues no se puede pretender que las soluciones solamente provengan de las instituciones. Esta Guerra es de todo el pueblo, no solo de las instituciones como pretende hacerlo ver la oposición venezolana.
“No habrá verdadera Revolución si no tocamos la fibra moral de la nación, para elevarla hasta lo más sublime del ser humano”, nos decía el Comandante de mil batallas Hugo Rafael Chávez Frías. Y nada más propicio para este momento que reflexionar sobre la lucha que estamos emprendiendo, observando que más allá de las medidas económicas y las sanciones, para triunfar en esta batalla, en esta Guerra Patria contra el imperialismo y la oligarquía, hay que librar una batalla ideológica, moral y patriótica en la conciencia de cada venezolano.
Mientras no combatamos esa concepción muy difundida por los medios de información y por la canalla política de la oposición, de que la solución de los problemas dependen solo del gobierno y no de toda la sociedad, no encontraremos el rumbo adecuado para salir airosos de esta situación.
Hay venezolanos que están convencidos de que si le va mal al gobierno a ellos les irá mejor. O que si cae el gobierno se acabaran los problemas económicos y sociales. Toda una locura que responde a una concepción de país totalmente equivocada, mezquina, muy bien implantada por el imperialismo en muchos lugares en los cuales se piensa que si fuéramos una colonia norteamericana estaríamos de maravilla.
Esta apreciación errónea en la cual los individuos se enajenan de su ser nacional, latinoamericano, caribeño, nuestroamericano, que impide que nos reconozcamos como hijos de Bolívar, no solo atenta contra la estabilidad económica y social; nos lleva, de la mano de la indiferencia y el desinterés, al camino de la disolución como nación.
De ahí el peligro que representa el no reconocernos como ciudadanos, como patriotas, como venezolanos íntegros ejerciendo las facultades que surgen de la autodeterminación de los pueblos y del pleno ejercicio de la democracia.
Debemos reconocernos como parte de la solución de los problemas del país para neutralizar a aquellos que lamentablemente son parte del problema.
Debemos desterrar para siempre el “no te metas”. ¡Hay que meterse!, hay que ayudar, enseñar, acompañar y hay que reeducarse y educar constantemente. Hay que ocupar todos los espacios, generando confianza en el país y en su pueblo. Por el camino del egoísmo y la auto exclusión, no llegaran las soluciones.
Y si bien esta es una tarea de todos, lo es fundamentalmente para los revolucionarios. Rescato una frase de mi amigo y maestro revolucionario Arjaid Artunduaga, “El Gordo”, uno de los fundadores del M-19 (Movimiento 19 de Abril) colombiano: “La condición indispensable que debe tener un revolucionario es saber, y estar convencido, de que los demás, son más importantes que uno mismo”.
Esta frase implica un mundo de reflexiones y valoraciones acerca de cómo debemos proyectarnos ante la sociedad y ante la vida.
Y quizás, una de las amenazas más grandes para el imperialismo este en la materialización de esta valoración: “los demás son importantes”. Es por eso que les duele la Celac, les duele que Haití resurja de los escombros de la catástrofe con la dignidad de su pueblo y la ayuda de Venezuela y los otros hermanos latinoamericanos, y no esté embargada por los créditos leoninos del Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. Les duele Bolivia y su satélite, les duele que los indígenas puedan desarrollar la energía nuclear de la mano de sus hermanos del mundo y de la vida. Pero por sobre todas las cosas ¡cómo les duele Cuba! ¡Heroica! ¡Fraterna! ¡Siempre Solidaria! Aún “en período especial” su solidaridad era más especial. ¡Cuantas veces Cuba nos dijo “los demás, son más importantes que uno mismo”!
Si el imperialismo nos plantea dividir, debemos unir; si nos inculca el “sálvate tu solo”, debemos demostrarnos que juntos somos más fuertes y que la solidaridad construye Patria. La Patria, el amor a la Patria, el amor por cada habitante de este continente, nos ha hecho libres, aunque la guerra todavía no ha terminado y queden batallas decisivas como las que estamos librando en este momento, no solo en Venezuela, sino también, en otras partes del continente.
En esta Guerra no puede haber indiferentes, pero mucho menos, cómplices de la destrucción del país. La indiferencia y la complicidad nos han llevado a esta situación climatológica que padece el mundo con temperaturas asfixiantes e inviernos insoportables. En esto no podemos decir “el problema es de la naturaleza”. No. El problema es nuestro y si no nos involucramos en esta cuestión y asumimos nuestra responsabilidad, todo lo material que podamos acumular no va a servir para nada y lo perderemos en un incendio, un terremoto, o un deslave.
Por esto, y por muchas otras razones, debemos cambiar nuestra actitud ante la sociedad y ante nosotros mismos, pues la sociedad es cada uno de sus ciudadanos. Que vivamos en un país mejor, en un mundo mejor, depende de cada uno de nosotros y de nuestro sentido de responsabilidad para con uno y cada habitante del planeta.
En Venezuela el gran diálogo político incluyente está en marcha. En el continente cada día son más los países que se suman a la integración desde la diversidad ideológica y política, con respeto y responsabilidad.
Estamos en un momento histórico trascendental para el futuro de nuestros pueblos, debemos protagonizar una revolución ciudadana, una revolución solidaria, desde nuestra conciencia, que nos permita estar a la altura de las circunstancias por venir, a la hora del hermanamiento de los pueblos de Nuestra América.
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