Cuatro años más de Bush
16/11/2004
- Opinión
George W. Bush tendrá una segunda presidencia al frente de
EE.UU. Y, mientras se desarrolla la gran ofensiva para eliminar
a la resistencia en la ciudad iraquí de Faluya, el hasta ahora
secretario de Estado, Colin Powell, anuncia que este país
continuará con su agresiva política exterior. Utilizará el
multilateralismo cuando pueda, pero actuará en solitario cuando
lo crea necesario. Según Powell, el presidente no va a
rectificar esta política porque "es -tal y como afirmaba al
Financial Times-, una continuación de sus principios, sus
políticas, sus creencias". La coincidencia de ambos hechos es
preocupante para quienes creen que la invasión ilegal de Irak
fue un hecho gravísimo y que está teniendo graves consecuencias
para la seguridad mundial: la marcha de Irak hacia el caos es un
foco de inseguridad que tiene consecuencias para todo Oriente
Medio, una de las zonas más volátiles y clave en el escenario
geopolítico global. El miedo y la conmoción que causaron los
atentados del 11-S fue utilizado de forma magistral por el
equipo republicano para ganar las elecciones. Permitió que un
presidente con escasa legitimidad por los sucesos que rodearon a
las elecciones de 2000 fuera proyectado como "comandante en
jefe" y como el líder fuerte que necesita el país para ganar una
supuesta "guerra global contra el terror". Funcionó en las
elecciones parciales al Congreso del año 2002 y ha vuelto a
servir ahora. Pero no será con la política de los últimos cuatro
años como se ganará la batalla contra el terrorismo. Al
contrario, ha sido contraproducente y ha proporcionado a los
grupos terroristas de raíz islámica nuevos argumentos que
facilitan su expansión.
Dividir al mundo
En estos cuatro años EE.UU. ha proyectado una política exterior
unilateralista y hegemónica que considera despreciable el
Derecho Internacional. Es una retórica del 'Bien contra el Mal'
que tiene grandes paralelismos con la que utilizaba Ronald
Reagan en plena Guerra Fría, cuando la Unión Soviética fue
calificada de 'Imperio del mal'. El discurso de cruzada del
presidente Bush ha dividido al mundo entre aliados
incondicionales o enemigos: "Quien no está con nosotros, está
contra nosotros". Ahora EE.UU. estaría en guerra contra un
enemigo difuso y omnipresente, apoyado por algunos Estados, y
todos los medios son válidos para hacerle frente. Esta
perspectiva basada exclusivamente en la seguridad militar
significa que se está apoyando a gobiernos autoritarios y
represivos en nombre de la lucha antiterrorista y que se admite,
incluso, el uso de la tortura para obtener información. Según el
informe de Amnistía Internacional Human Dignity Denied,
publicado a mediados de octubre, Estados Unidos ha detenido a
más de 50.000 personas durante las operaciones militares en
Afganistán e Irak, hay 25 centros de detención en Afganistán y
otros 17 en Irak, además de un número indeterminado de
prisioneros que se han enviado secretamente a bases militares o
a terceros países.
Las perspectivas son preocupantes. El ejército de EE.UU. está
empantanado en Irak y esta situación parece no tener salida. Es
una guerra que no se puede ganar porque cada acto de brutalidad
de los ocupantes incrementa las filas de la resistencia -Faluya,
estos días, puede ser un ejemplo- pero tampoco pueden retirarse
porque sería una derrota. En estas condiciones, la celebración
de elecciones libres y justas en todo el país el próximo mes de
enero será muy difícil. Y si pudieran hacerse, no hay nada que
garantice que el vencedor sea proclive a las tesis de
Washington. Sería más probable un gobierno chiíta, cercano a las
de Teherán.
La situación de Irak, con los altos costes que supone en dinero
y vidas humanas, puede frenar las tentaciones belicistas de la
próxima Administración. No es probable que asuman una nueva
invasión. Pero las grandes líneas continuarán. Esto significa
militarización y unilateralismo de la política exterior y que
continuarán los esfuerzos por debilitar a las instituciones
multilaterales como la ONU o la Corte Penal Internacional, y el
ataque a los instrumentos del Derecho Internacional como el
Protocolo de Kioto, los Convenios de Ginebra o la Convención
contra la Tortura. También el aumento de la ayuda militar en
detrimento de la ayuda al desarrollo y cerrar los ojos ante las
prácticas autoritarias y represivas de gobiernos aliados. Todo
esto genera inseguridad e impide abordar en serio los problemas,
desde el terrorismo a la pobreza. Esta última es el problema
principal de seguridad para miles de millones de personas en
todo el mundo.
Postura de la Unión Europea
Para la Unión Europea se abren grandes retos. Si EE.UU. no va a
hacerlo, la UE será el único actor internacional con capacidad
para defender otra visión del mundo y de la seguridad, basada en
una gestión cooperativa de los asuntos globales. En los últimos
días ha alcanzado un principio de acuerdo con Irán sobre el
control de su programa nuclear, que demuestra que una estrategia
basada en la diplomacia y los incentivos es más eficaz que las
amenazas. Para hacer frente a otras cuestiones debe hacer
avances hacia una verdadera Política Exterior y de Seguridad
Común. Debe involucrarse en la búsqueda de una solución al
conflicto de Israel y Palestina y apoyar de forma activa una
verdadera democratización del mundo árabe. Y reconocer que el
terrorismo es una amenaza, pero que no se puede combatir con
guerras sino con otro tipo de medidas, así como la necesidad de
mejorar las condiciones de vida de las poblaciones árabes y
musulmanas porque la pobreza y la exclusión son el caldo de
cultivo en el que echan raíces los discursos extremistas.
La situación no será fácil para la UE, pero debe frenarse
cualquier deriva hacia el conservadurismo de Washington. Muchos
dirigentes autoritarios de todo el mundo, desde Vladímir Putin a
Ariel Sharon, han considerado la victoria de Bush como si fuera
propia y un respaldo a sus prácticas de usar la fuerza de forma
indiscriminada. Y también Osama bin Laden, porque sabe que las
políticas de Washington generan odio y resentimiento y hacen
crecer el antiamericanismo (principalmente, pero no sólo, en el
mundo árabe y musulmán, donde la situación de Palestina e Irak
son percibidas como afrentas y muestras del doble rasero que usa
Occidente). La situación de Guantánamo o las fotos de Abu Graib
aumentan la legitimidad de su discurso y refuerzan las
posibilidades de reclutamiento de los grupos terroristas de raíz
islámica. Será necesario un esfuerzo de imaginación para dar
pasos en la dirección contraria.
Para ello la UE puede apoyarse en potencias intermedias que
buscan un mayor protagonismo internacional y seguir apoyando
políticamente a los organismos multilaterales. Hay un activo a
su favor: las opiniones públicas europeas se opusieron
masivamente a la invasión de Irak y no respaldan las políticas
de Bush. La UE debe seguir en esa línea. EE.UU. es un aliado
importante que se debería conservar, pero no a cualquier precio.
Como aliados, es necesario decirle que no se le respaldará en
una política que está generando más inseguridad. Para los
ciudadanos será necesario estar alerta: muchos gobiernos y
elites dirigentes, en la UE y todo el mundo, van a intentar
aprovechar la agenda interna religiosa de Bush (coincidan o no
con ella) para fomentar políticas conservadoras, y mirarán con
esperanza, y tomándolas como modelo, las medidas que se adopten
en Washington de privatización de la seguridad social, recortes
fiscales a las clases adineradas o disminución de los servicios
sociales.
* Mabel González Bustelo
Analista del Centro de Investigación para la Paz (CIP)
https://www.alainet.org/es/active/7116