El contrataque más eficaz
21/02/2014
- Opinión
En Venezuela está decidiéndose el futuro próximo del proceso bolivariano y en buena medida el curso de la ola hacia la segunda independencia continental y las trasformaciones democráticas post-neoliberales, por lo que se hace necesario profundizar en el análisis de lo que acontece en ese país hermano y en las opciones que podrían cortar de raíz las recurrentes ofensivas contrarrevolucionaria de corte fascista y conjurar incluso los riesgos de un giro favorable a las derechas en el terreno electoral.
Es preciso mirar más haya de la curva y de esta coyuntura crítica, una más de una cadena desgastante y cada una más difícil de manejar que la anterior.
Por eso entiendo que hay que ir a las causas estructurales de las sucesivas crisis coyunturales. A las raíces del problema agravado y no solo a las ramas que ocultan el bosque e impiden golpear en la médula de la subversión contrarrevolucionaria.
Y siguiendo ese hilo de la reflexión, pienso que el necesario contra-ataque revolucionario, más que encausarlo hacia las masas de estudiantes, sectores de capas medias y militantes políticos escuálidos, ganados por el neofascismo,debería fundamentalmente embestir en forma bien pensada y planeada contra el gran capital, sus grandes empresas y corporaciones, sus poderosos y mentirosos medios de comunicación, sus bancos, sus empresas importadoras, su apropiación del mercado, sus latifundios, sus anti-valores, sus universidades y colegios, su cultura, su ideología…
De ahí, de esa gran matriz, de la burguesía transnacional y de la gran burguesía dependiente, emana el alimento espiritual y material de la contrarrevolución, del fascismo en auge, de la guerra económica (desabastecimiento, sabotaje interno, parálisis inducidas, robo y distracción de divisas, soborno a la burocracia inescrupulosa, especulación…), de la perversa guerra mediática, el para-militarismo, la violencia callejera y la conspiración militar bajo tutela CÍA, Pentágono, MOSSAD.
Mucho se ha tardado en marcharle a ese problemón.
A ese monstruo -además de herirlo con el rescate de la soberanía, la recuperación y redistribución equitativa de la renta petrolera, los programas sociales, la toma del Estado a nombre de lo popular, el anti-imperialismo, la creación del ALBA y la CELAC, las proclamas anticapitalistas y pro-socialistas- hay que romperle inteligentemente el epiplón, hay que expropiarlo progresivamente, hay que debilitarlo social y políticamente hasta lograr su inanición en el escenario nacional y reducir al máximo su capacidad de hacer daños mayores desde fuera.
No hay de otra para desinflar definitivamente las viejas y las nuevas derechas políticas -trasmutándose cada vez más en extremas derecha neo-nazi- para restarle base a desestabilización y erosionar el fascismo inoculado en medio que del temor a la hegemonía de lo popular, a lo proletario, a lo hereje… (negro, mulato, sambo, indígena…), anidado en las elites y sectores medios acomodados y conservadores, que han escogido a Leopoldo López como líder de la sedición violenta y a Capriles como su eventual opción electoral, ambos fichas de un imperialismo fascistoide.
- Agotamiento de la convivencia del proceso con la gran burguesía privada
Parece agotarse ya la coexistencia de ese gran Estado distribuidor de una enorme renta petrolera (con cierto espíritu de justicia y gran sentido nacional y latino-caribeño), con esa poderosa burguesía privada y dependiente que fue desplazada de él, pero no liquidada; que incluso se expandió en contubernio con la vieja y la nueva burocracia, y que ambiciona -junto a la voracidad imperial- recuperar el Estado y su voluminosa renta real y potencial para aplastar todo lo conquistado y engordar mucho más.
Ese Estado – heredado del pasado y refundado en cierta medida bajo el liderazgo de Chávez para sentar las bases de una democracia participativa e integral, e incluso para legislar brillantemente como lo hizo en dirección a crear poder popular y comunal- al seguirse reproduciendo solo en la lógica estatalita y rentista petrolera, se siguió burocratizándose.
Anidó además en su seno una significativa y desgastante corrupción compartida por una parte de sus nuevos gestores, se conformó con los enormes ingresos del petróleo, se anquilosó en sí mismo y en su extraordinaria capacidad de gastar para bien y para derrochar, y descuidó crear un modelo productivo en un periodo de fuerte consumismo y alza del volumen y los precios de las importaciones. Gastó mucho más de la cuenta en inversiones no reproductivas.
Ese Estado bolivariano, desde un liderazgo de profundo calado popular, fue empleado además en la construcción del partido de la revolución anhelada (PSUV) y terminó fundiéndolo con él y burocratizándolo en buena dimensión junto a una parte de las organizaciones sociales alimentadas con su paternalismo.
EL modelo económico, político, social y cultural resultante de esos procesos, está en crisis y bajo un intenso bombardeo desestabilizador.
Mas aun, luce estar agotándose progresivamente, en cierta medida entrampado en sus contradicciones y en las que se han generado a nivel de toda la sociedad al convivir con un capitalismo privado fuerte, agresivo y entroncado a la estrategia contrarrevolucionaria imperialista.
Su popularidad original disminuye tendencialmente, con ciertas oscilaciones; aunque todavía le queda bastante apoyo como se demostró en las últimas elecciones (más en las municipales y de gobernaciones, que en las presidenciales) y como se evidencia ahora en las convocatorias en medio de esta crisis. Sobretodo porque mientras él encarna patria soberana, la oposición representa recolonización.
- El quehacer actual y el imperioso “golpe de timón” de Chávez
De todas maneras es muy riesgoso persistir en su continuidad tal y como ha evolucionado e involucionado ese modelo y todo el sistema establecido, y pienso que el Comandante Chávez captó el peligro, que ahora es mayor, cuando precedido del ALÓ PRESIDENTE AUTOCRÍTICO en la presentación del PLAN DE LA PATRIA, instó al GOLPE DE TIMÓN en estos y otros términos parecidos:
“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo.
“Este es un programa que busca traspasar “la barrera del no retorno”.
Para explicarlo con Antonio Gramsci, lo viejo debe terminar de morir definitivamente, para que el nacimiento de lo nuevo se manifieste en toda su plenitud.
La coherencia de este Programa de Gobierno responde a una línea de fuerza del todo decisiva: nosotros estamos obligados a traspasar la barrera del no retorno, a hacer irreversible el tránsito hacia el socialismo…”
“Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma de Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política.”
Ese viraje hacia un nuevo modelo –ojala equivocarme- es casi imposible hacerlo formalmente desde el Estado actual, mucho menos conviviendo y dialogando con el mundo del gran capital hostil.
En tales circunstancias ese Estado, si bien tiene todavía capacidad para auto-defenderse desgastándose; no parece tener determinación para pasar a la ofensiva contra el gran capital, superar su propia burocracia y su lógica de coexistencia con el gran capitalismo privado, que al parecer pugna con más fuerza que antes por romper el equilibrio y asaltar todo el poder. Menos posible aun hacerlo después de la muerte física de Chávez, que con su enorme liderazgo podía hasta saltar la pesada maquinaria estatal e incluso subvertirla.
A nivel de Estado-gobierno, también con oscilaciones, aun reiterando el discurso socialista, se sigue evidenciando una tendencia a inclinarse a favor del modo capitalista de abordar la crisis económica actual (devaluaciones, políticas monetaristas, pactos con un empresariado súper-tramposo y en gran parte fascistoide, complacencias consumistas, indecisiones para penalizar las ganancias capitalistas y controlar divisas y palancas económicas en manos del capital privado…)
No es que dentro de ese Estado no haya sectores y líderes revolucionarios/as, capaces de entender y ejecutar el testimonio de Chávez, ahora con carácter de mandato imperioso. Los/as hay a nivel civil y militar.
Solo me refiero a los límites del conjunto institucionalizado y a la ideología que lo hegemoniza, lo que resalta cuando concretamente ni del Estado ni del partido que se plantean que realmente “la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista” y a la vez evaden tanto la necesidad de “una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso”, como el criterio de que “esto pasa por pulverizar completamente la forma de Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política.”
Ahora, más que antes, es imperioso entender la necesidad y modalidad posible del nuevo cambio revolucionario, de la revolución dentro del proceso bolivariano estancado y declinando. Del viraje en grande.
Esto es: la ruptura definitiva con la médula capitalista del sistema, a conciencia de que los pactos con sus componentes son mortales y que los intentos de pacificarlos persuasivamente son infundados.
Para evitar la derrota del proceso es imprescindible el paso a una ofensiva bien pensada contra el gran capital, portando un nuevo modelo que implique planificación democrática y participativa, socializar lo privado en manos de la gran burguesía trasnacional y local, y transferir gran parte del poder del Estado a las comunas, al poder popular, para darle cuerpo a la diversificación de la producción dentro de una lógica no capitalista, más bien comunal, asociativa, cooperativa, colectiva, con autogestión y co-gestión obrera y popular.
Lo que Chávez en el texto ya citado definió como “un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo”.
Esto, en estas condiciones, exige presionar y actuar desde abajo y desde adentro en dirección a expropiar y socializar, no simplemente estatizar medios fundamentales de producción, distribución, servicios, comunicación, educación, salud, cultura y poder… y estimular las masas civiles, militares y milicianas revolucionarias a ejecutar ese golpe de timón, contra golpe de pueblo y a darle supremacía al poder popular y ciudadano.
Y hay que hacerlo midiendo bien las consecuencias, seleccionando bien las áreas a expropiar y socializar, graduando los pasos a dar, delimitando las formas de propiedad y gestión y las nuevas asociaciones, definiendo lo que corresponde a las pequeñas y medianas empresas privadas, previendo las sanciones y bloqueos imperiales, estableciendo un presupuesto racional de ingreso y uso de divisas, previendo los reemplazos de las fuentes de suministros externos y los nuevos convenios comerciales que impidan la parálisis de lo socializado y los desabastecimientos por otras causas.
Pero habría que comenzar a hacerlo sin pérdida de tiempo, ampliando la democracia y el poder desde abajo con presencias de las nuevas vanguardias revolucionarias, superando su dispersión y sus limitaciones para articular la diversidad que anhela el viraje.
Remotivando a los/as trabajadores/as y al pueblo pobre a crear todo lo nuevo, a romper la lógica consumista, explotadora, patriarcal, racista y adulto-céntrica del capitalismo, a superar la mercantilización de la vida en sociedad, a darle fuerza a los mecanismos de autogestión, control y co-gestión obrera y popular, y a superar el paternalismo y parasitismo estatal.
Remotivando a los jóvenes, maestros/as, intelectuales, artistas, científicos, a los más cercanos y los más distantes, a apropiarse y gestionar un nuevo sistema educativo y cultural, y a innovar desde él.
Estimulando a las mujeres en general a ejercer poder y derrotar el machismo.
Asumiendo el internacionalismo revolucionario en todas sus vertientes.
Parecería imposible todo esto, pero es hora de reaccionar apropiándonos de la lógica guevarista de “hacer posible lo imposible”, activando las enormes reservas acumuladas en esa sociedad.
Lo contrario es perecer a mayor o menor plazo, con terribles consecuencias no solo para Venezuela, sino para nuestra América y el mundo, y especialmente para otros procesos transformadores que pasarían a ser blancos de ataques priorizados por un imperialismo destructor, sin contar con el generoso apoyo venezolano. Y en el caso de Cuba ni hablar.
Nunca como ahora la urgente defensa de ese proceso esperanzador se había entrelazado tanto con la necesidad de su profundización y nunca antes la suerte inmediata de nuestra América había estado tan fundida con la de Venezuela.
20-02-2014, Santo Domingo
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