¿Qué pasa realmente en Venezuela?

¿Qué pasa realmente en Venezuela?

28/02/2014
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¿Qué pasa realmente en Venezuela? El análisis de la actual situación de Venezuela es muy importante para el futuro de la revolución en Latinoamérica y en el mundo. Comprender el movimiento complejo – no lineal – de la lucha de clases “interna”, la interferencia de fuerzas geopolíticas, y la idiosincrasia del pueblo venezolano, es fundamental para acercarnos a esa realidad, entenderla y actuar en consecuencia. 
 
Es claro que la lucha de clases “interna” no puede desligarse de los intereses del capitalismo que se expresa como imperialismo neo-colonial y, a la vez, como imperio global. Sin embargo, la lucha interna tiene sus propias dinámicas que juegan a favor y en contra de esa intervención. Lo mismo a nivel cultural. La religiosidad sincrética, el espíritu pacífico y festivo, el nacionalismo independentista, la tendencia consumista en boga y otros factores culturales, juegan de una u otra manera, no sólo entre las diversas clases sociales sino en diferentes momentos y escenarios.
 
La lucha de clases interna
 
Una primera aproximación a la reciente historia de Venezuela nos permite decir que el proletariado, en sus diferentes expresiones (trabajadores asalariados de diverso nivel y precariedad, campesinos pobres, pobladores de las barriadas que viven de la economía popular, “clases medias” bajas), ha sido la base social de una revolución anti-oligárquica, que fue adquiriendo paulatinamente una fuerte conciencia nacionalista, anti-estadounidense y que se ha insinuado “socialista” más por obra de su principal dirigente – Hugo Rafael Chávez Frías – que por una tradición cultural de ese tipo.
 
Ese proletariado venezolano no ha logrado construir – hasta ahora – una vanguardia dirigente cualificada, organizada y unificada. Se apoyó durante las dos últimas décadas en un caudillo popular que evolucionó desde una posición “tercerista” hacia un “socialismo popular y cristiano”, que ha recogido elementos de otros socialismos pero que todavía se muestra difuso y vago, mucho más cuando su principal ideólogo no pudo – físicamente – continuar con su obra.
 
La falta de esa dirección colectiva fue temporalmente subsanada por el papel de su principal dirigente: Chávez. Él fue (y aún lo es) la materialización de un pueblo en su conjunto, con todas sus contradicciones y limitaciones, y representa también, en forma compleja (que para muchos es incomprensible y paradójico), al proletariado venezolano y mundial. Chávez evolucionó desde una posición nacionalista-democrática de corte eminentemente “bolivariana”, que buscaba una “tercera vía” entre capitalismo y socialismo, hacia una posición decididamente socialista que denominó “Socialismo del Siglo XXI”, tomando una expresión de Heinz Dieterich Steffan. Su ideario socialista y su estrategia revolucionaria estaban en plena construcción cuando murió.
 
La ausencia de una dirección colectiva de carácter proletario, de una teoría política cohesionada y orientadora, y de una praxis revolucionaria de nuevo tipo, no es un problema particular del pueblo venezolano sino una dificultad del proletariado mundial, que recién empieza a reaccionar frente – por un lado –, a la derrota histórica en que se constituyeron las diversas experiencias de “socialismo del siglo XX”, y – por el otro –, a la arremetida neoliberal de un capitalismo relativamente triunfante.
 
Sin embargo la vida no da tregua. La agudización de las contradicciones societales tanto a nivel mundial como en los países periféricos, crea condiciones favorables para que las clases sociales subordinadas actúen, desplieguen sus fuerzas cohesionadas durante ésta etapa, aparezcan nuevas lecturas de la realidad y surjan prácticas revolucionarias – que en medio del hacer y el corregir – van configurando nuevos paradigmas y visiones del mundo.
 
En Venezuela otras clases sociales diferentes al proletariado estaban mejor preparadas para colocarse a la cabeza de la revolución democrática-nacionalista que hoy está en pleno desarrollo. Sucede igual en el resto de América Latina y el mundo. La pequeña-burguesía, la burguesía nacional y la burguesía burocrática, que en diferentes momentos le habían disputado el poder a la oligarquía pro-imperial, aprovechan las circunstancias revolucionarias y se empoderan – no sin fuertes tensiones y contradicciones –, en la dirección del proceso.
 
Incluso, no es que estas clases pequeño-burguesas y burguesas se pongan en forma total del lado de la revolución. Por el contrario, son los elementos más avanzados de esas clases sociales, que habían heredado tradiciones culturales de lucha por libertad, independencia y autonomía, los que se colocan decididamente a la cabeza de esa lucha, identificando (y a la vez, camuflando) sus intereses sectoriales con formas nacionales y democráticas para ganar la voluntad del grueso del proletariado. Entre ellos se destacan los militares nacionalistas, los dirigentes sindicales de los trabajadores estatales y la intelectualidad con formación marxista.
 
Gobernar con un aparato estatal heredado
 
Es evidente que al llegar al gobierno por la vía electoral, la dirigencia revolucionaria se ve enfrentada a una situación contradictoria que no es fácil de manejar. Por un lado, tienen que ponerse al frente de un aparato estatal burocrático heredado. Tienen que gobernar con un “Estado que no es el nuestro”, como diría Lenin, que es un aparato al servicio del gran capital, clientelar y clientelista, corrupto hasta los tuétanos, eficiente para darle gabelas a los capitalistas e ineficaz para resolverle problemas al pueblo y a los trabajadores.
 
Por el otro, en forma apresurada e improvisada tienen que ofrecerle soluciones al proletariado y al pueblo en su conjunto, para poder mantenerse – elección tras elección – al frente del gobierno, mientras el verdadero poder existente, el de la burguesía parásita, hace todos los esfuerzos por sabotear la gestión del nuevo gobierno, impedir que la renta petrolera sirva de base de apoyo para financiar los programas de inversión social, y generar desconfianza en la capacidad de los nuevos gobernantes entre amplios sectores de la sociedad.
 
Es así como la dirección revolucionaria decide implementar las “misiones”. Con la ayuda del gobierno cubano diseña e impulsa estrategias para resolver, así sea temporalmente, la contradicción entre tener que llegarle al pueblo con planes y programas de impacto para su vida y, simultáneamente, asumir la administración de un aparato estatal burocrático, corrupto, ineficaz y saboteador, que es una traba para obtener resultados inmediatos.
 
La ofensiva contra-revolucionaria con el golpe de Estado y el paro petrolero de 2002, y la contra-ofensiva revolucionaria que protagonizó el pueblo y los trabajadores venezolanos, le permitieron a la dirigencia bolivariana controlar la riqueza petrolera, ensanchar y fortalecer las misiones, ampliar y ganar nuevos sectores para su base social. Sin embargo, los afanes electorales y demás circunstancias propias de las contingencias de un proceso nuevo, además de la falta de una experiencia, en medio de la lucha interna dentro de la heterogénea dirigencia bolivariana, que muchas veces era resuelta por la influencia, personalidad y autoridad del Comandante Chávez, llevaron – inevitablemente – a cometer serios errores, unos que corresponden a problemas y deficiencias estructurales (desarrollo real de las relaciones sociales de producción y de las fuerzas productivas), y otros que tienen que ver con el diseño de la línea política (desarrollo de la conciencia política).
 
Los “errores”, limitaciones y deficiencias estructurales
 
Entre esos “errores”, los más importantes tienen que ver con la incapacidad para construir formas de poder revolucionario, por la base, en lo que el pueblo venezolano no tiene mucha experiencia ni tradición. Existen redes, sindicatos, asociaciones, formas de comunicación popular, pero no ha existido una verdadera experiencia de tipo organizativo con visión de poder. Pero el factor decisivo consiste en que la dirigencia revolucionaria escogió el escenario estatal, institucional, como el centro de su actividad política, dejando a un lado la construcción diaria y rutinaria de un nuevo poder proletario y revolucionario (democracia directa). La línea que se impuso – y no podía ser de otra manera – fue la de participar y “apropiarse” de las instituciones “democráticas” estatales y ponerse a la cabeza de los gobiernos locales y regionales. A pesar de la aprobación de leyes y planes gubernamentales sobre “poder popular y comunal”, los principales cuadros de la revolución se dedicaron a la gestión gubernamental y al parlamentarismo estatal de tipo institucional. Los “círculos bolivarianos” – base social organizada en la primera etapa de la revolución – quedaron a la deriva y a mitad de camino. Los dirigentes revolucionarios, en su gran mayoría, fueron “apropiados” y absorbidos por el aparato estatal y su dinámica burocrática.
 
Ese “error” tiene su explicación en las limitaciones estructurales del proceso, que son determinantes por la importancia que adquieren las deficiencias conceptuales de la orientación política. A pesar de las reiteradas orientaciones de Chávez, del estímulo retórico de los dirigentes a la organización popular, se fue imponiendo la práctica tradicional en las relaciones entre el gobierno revolucionario y las bases sociales. Un nuevo clientelismo se fue incubando y una nueva forma de ascenso social y político de los dirigentes se fue abriendo camino. Sucede en todas las revoluciones y es un problema no resuelto.[1]
 
El otro “error” – que está íntimamente relacionado con el anterior – se manifiesta en la incapacidad del gobierno revolucionario para iniciar, con consistencia, un trabajo continuado y permanente, apoyándose en los sectores laboriosos de la sociedad (trabajadores, pequeños y medianos productores, científicos y técnicos), por construir una base económica “propia”, “nacional”, “popular”, alterna a la economía dependiente de la renta petrolera, que ha sido la base de la fuerza social y económica de la burguesía venezolana.
 
No se percibió desde un principio – lección que debemos aprender otros pueblos y el proletariado de otros países – que los recursos que se irrigan en la sociedad para salud, educación, servicios, vivienda, alimentación, infraestructura, etc., de una u otra manera son canalizados hacia el sistema productivo y de intercambio, y que mientras no existan sistemas de apropiación social de la riqueza, dichos recursos se van a monetizar y van a fortalecer – en el mercado capitalista – a las fuerzas sociales que tienen el control de ese mercado, que en este caso es la burguesía parásita. Así, durante estos últimos 15 años la transferencia de recursos de la renta petrolera a los capitalistas comerciales, improductivos y especuladores, ha sido incalculable, y muchas de esas fortunas hoy no están en Venezuela, constituyéndose en un desangre enorme para la economía venezolana.
 
La principal lección es que el problema no es solamente la formulación de una política. Es la ejecución y operación práctica de una política que Chávez definió como “sembrar el petróleo”, lo que está en juego. Es la correlación real de fuerzas lo que define esa situación. Es claro, por tanto, que al interior del “proceso de cambio” existen fuerzas sociales interesadas no sólo en mantener la actual situación sino que realizan diversas actividades para sabotear cualquier tipo de acción que ponga en peligro sus intereses.
 
La pequeña-burguesía en Venezuela no tiene otro camino de ascenso social y económico que desplazar del poder político y económico a la burguesía pro-imperial, incluso sin cuestionar su dependencia y parasitismo. La guerra por el control de cambios que implementó el gobierno bolivariano es una expresión de esa lucha entre una burguesía ascendente (“emergente”) que se apoya en el control del Estado para desplazar a la burguesía tradicional que era experta en importaciones y “exportaciones”, reales y ficticias, y en el uso de todo tipo de trampas y corruptelas para hacerse con la ganancia. 
 
Es más, el monopolio del Estado sobre el comercio exterior, que es una medida extrema y requiere de una correlación de fuerzas muy favorable al proletariado y al pueblo, si no está acompañado de un control estricto y masivo por parte de órganos de poder popular, también puede convertirse en otra forma de apropiación privada en manos de quienes tengan el control burocrático del Estado como ocurrió en la Unión Soviética y en todos aquellos “Estados socialistas” que implementaron ese monopolio estatal.
 
Los “aciertos”, la cultura y la espiritualidad
 
Una de las deficiencias de los socialismos del siglo XX fue no entender la fuerza e influencia de los aspectos culturales en los procesos sociales (étnicos, nacionales, culturales, religiosos), que Lenin preveía o sospechaba, y que han demostrado ser factores muy importantes para nuestras luchas. Esos aspectos culturales han demostrado que son una especie de soportes espirituales de los pueblos, entre los cuales el proletariado – así sea la mayoría de la población – es influido fuertemente por ellos. Al contrario de lo que pensaba Marx (“opio del pueblo”), esos aspectos culturales pueden ser aspectos positivos frente al proceso de homogeneización que impulsa el imperio global: son parte de la resistencia. Todo depende de cómo se asuman. Ello está relacionado con el tema ambiental, que en el caso de Venezuela – dada la dependencia del petróleo – no se plantea como parte de la crítica al "extractivismo".
 
Es por ello que ésta visión crítica al proceso venezolano no es "drástica" (no nos rasgamos las vestiduras) sino en cierto sentido "suave" ("comprensiva"), tratando de entender las limitaciones estructurales y conceptuales (que de alguna manera también son estructurales miradas desde el ámbito mundial) y sobre todo, tratando de comprender los problemas que ha tenido que enfrentar, las contradicciones de clase, la presión del imperio, y también los “aciertos”. En fin, tratamos de alejarnos del campo de los que juzgan como si fuera una tarea fácil. Chávez es un fenómeno espiritual y político que todavía está por ser estudiado. Es más, todas las sociedades y pueblos han tenido que apoyarse en caudillos para poder avanzar en determinadas fases de su historia. Lo grave es que reduzcamos ese punto de apoyo a la totalidad de nuestro accionar (“caudillismo”, “culto a la personalidad”).
 
Por ello se deben resaltar brevemente los “aciertos”. Hay en la revolución venezolana un esfuerzo muy grande por darle continuidad a la lucha bolivariana por la independencia y la integración latinoamericana. El sentido de solidaridad, el compartir la riqueza con otros pueblos menos favorecidos, la confianza en el sentido de clase y en el anti-imperialismo de la mayoría del pueblo venezolano, la espiritualidad revolucionaria que se ha construido, se han constituido en unas herramientas políticas nada despreciables que muchos “teóricos” – influenciados por visiones euro-céntricas – no pueden entender.
 
Esos “aciertos” son más resultados del desarrollo natural y creativo de las reservas democráticas y revolucionarias que tenía guardadas – reprimidas – el pueblo y el proletariado venezolano, y que han aflorado a la superficie. Allí están vivas y latentes esas reservas, ahora contenidas por el bloqueo de una burocracia que impide su desarrollo. El arte del momento es encontrar nuevamente esa conexión, ayudar a que los trabajadores y el pueblo en general “redescubran” sus potencialidades y desenmascaren las trabas.
 
Comparados los avances de la revolución bolivariana con sus limitaciones estructurales es casi un “milagro” que hayan podido derrotar – parcialmente – al mayor imperio capitalista del mundo, muy al estilo de lo hecho por el pueblo cubano. Hoy esa revolución se enfrenta a nuevos retos, a sus propias deficiencias y, sólo el proletariado podrá hacerla avanzar nuevamente.   
 
Los escenarios y “salidas”
 
Los actuales problemas que enfrenta la sociedad y el pueblo venezolano – aumento del desabastecimiento, altísima inflación, incremento de la inseguridad ciudadana por el impacto de la delincuencia, corrupción administrativa, crecida del déficit fiscal y del endeudamiento externo del gobierno, agravamiento de la dependencia de la renta petrolera –, que son factores de la situación actual de Venezuela utilizados por la burguesía y el imperio para intentar desestabilizar al gobierno y a la sociedad venezolana, son el resultado de contradicciones de clase no resueltas, que pueden llevar a los siguientes escenarios, todos probables en el mediano plazo:
 
-        Profundización de la revolución por el empuje de un proletariado que aunque no está organizado en forma independiente y autónoma, puja por sus intereses desde lo profundo de la sociedad y se expresa en diversos niveles de la dirigencia revolucionaria. Ese proceso deberá contemplar – entre otras – las siguientes acciones: 1. Construir sobre la marcha un verdadero poder proletario y popular o democracia directa para neutralizar a la burocracia corrupta; 2. Establecer el monopolio del comercio exterior con fuertes controles proletarios y populares para destruir la base económica de la burguesía parásita; 3. Fortalecer la base productiva nacional promoviendo la apropiación colectiva de la riqueza o "Sembrar el petróleo" como decía Chávez; 4. Desarrollar la revolución en todos los terrenos: productivo, económico, social, cultural, moral, atacando la mentalidad consumista y paternalista que predomina entre el pueblo. Es el escenario ideal pero poco probable en el corto plazo.
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-        Acuerdo entre las cúpulas dirigentes de la burguesía tradicional y la emergente que controla el aparato estatal, o entre sectores preponderantes de esas burguesías, a fin de lograr una estabilidad económica y política para mantener y aumentar sus ganancias en medio de la precaria situación del país. Esa unificación sería la plataforma táctica para obtener mayor inversión financiera y productiva de otros bloques económicos diferentes a los EE.UU. y Europa, como los que encabezan China, Rusia, Brasil, Irán, etc. Este acuerdo significaría la derrota del sector burgués dependiente y agente de los EE.UU., situación que ya muestra algunos avances que se pueden observar en el comportamiento conciliador de grandes capitalistas como Gustavo Cisneros y otros empresarios agrupados en Fedecámaras. Es el escenario más probable en lo inmediato y constituye también un duro golpe al proletariado, ya que algunos de los avances de la revolución pueden ser poco a poco reversados.
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-        Desestabilización económica y política de la sociedad venezolana e imposición de la burguesía pro-estadounidense mediante una intervención militar de los EE.UU. y de fuerzas paramilitares colombianas. Ello llevaría a la derrota completa de la revolución bolivariana y a la recuperación del control político y económico por parte del imperio estadounidense y la burguesía fascista venezolana. Es el escenario menos posible en el corto plazo pero el que se va a seguir intentando por parte de la derecha más extrema.   
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La revuelta fascista que se adelanta en la actualidad no cuenta con la fuerza para desestabilizar el país. Es una alerta para la burguesía emergente “bolivariana” que de no tener la presión del proletariado revolucionario va a transar con algunos sectores de la burguesía venezolana para obtener – materializar – una estabilidad política y gubernamental que necesita para seguir acumulando fuerza económica, política y cultural.
 
Conclusión
 
Como conclusión parcial de este repaso histórico e incipiente análisis podemos afirmar que además de la falta de experiencia en la tarea propuesta, algunos elementos de la formación ideológica y política de los dirigentes del movimiento bolivariano han permitido que aspectos estructurales de la sociedad venezolana, del mundo actual y del mismo proceso, no fueran tenidos en cuenta en toda su dimensión y complejidad, y por tanto, surgieron en su dirección política tendencias erróneas, que hasta ahora, han impedido – consciente o inconscientemente –, que la causa revolucionaria del socialismo sea asumida por el pueblo como una causa propia.
 
La oposición total – “radical” – al gobierno bolivariano, por parte de algunos sectores que se reclaman “revolucionarios” y “socialistas”, que los lleva a unir esfuerzos con la derecha venezolana y aún con el imperio, no es la mejor conducta para el momento. Tal actitud los lleva a aislarse del conjunto del proletariado y del pueblo “chavista” (en Ecuador, del pueblo “correísta” y en Bolivia, del pueblo “evista”), a ilusionarse con sectores “juveniles” que tienen un sesgo profundamente reaccionario, racista, “clasista” desde lo burgués y pequeño-burgués, y a llevarle agua al molino a nuestro enemigo de clase. Ese comportamiento, profundamente infantil, le hace el juego a la burguesía emergente (“bolivariana”) y le facilita el terreno para cooptar a los dirigentes obreros y proletarios, aislándolos de un verdadero movimiento proletario de amplia cobertura. 
 
La tarea esencial es clarificar la política independiente del proletariado sin aislarnos del conjunto de la lucha por la dirección de la revolución “bolivariana”, que es una creación y patrimonio del proletariado y del pueblo venezolano. Entender que al interior del “proceso de cambio” existen las potencialidades para dar un salto cualitativo hacia adelante. Identificar el enemigo principal – imperio estadounidense, burguesía parásita imperialista, paramilitarismo uribista colombiano – sin descuidar la alianza que se ha ido formando entre sectores burgueses tradicionales y la burguesía emergente “bolivariana”.
 
La energía espiritual de un pueblo y un proletariado que ha iniciado su liberación está allí latente y no va a ser fácil de derrotar. Los procesos sociales van más allá de los sujetos individuales. Construir una nueva sociedad no es una tarea fácil ni se hace de un momento para otro. Poco a poco la revolución acumulará las fuerzas para dar el salto cualitativo al que le temen todas las fuerzas reaccionarias.
 
Popayán, 28 de febrero de 2014
  
 
 
 
[1] Este problema está siendo trabajado por los neo-zapatistas mexicanos con la concepción del “mandar obedeciendo”, las Juntas de Buen Gobierno, los Municipios Autónomos, los “Caracoles”, en donde sus integrantes y responsables son rotativos y reemplazables en todo momento. Son formas de Democracia Directa con representación y delegación limitada por un control social asambleario. Es el mismo principio de la “Comuna”, “Soviets”, “Comités Revolucionarios”, pero con desarrollos en el tiempo y el espacio, con una fuerte autonomía frente al Ejército Zapatista de Liberación Nacional EZLN y fuerzas políticas partidarias.
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